Cristina, el peronismo y sus vaivenes
Las internas en el peronismo de la provincia de Buenos Aires replantean las históricas discusiones del campo popular sobre el rol del Partido Justicialista. Hacia la derecha en los 90, hacia la izquierda en los 2000, ¿hacia dónde ahora?
Por Ulises Bosia para Notas
“El Partido Justicialista es la herramienta electoral del movimiento”, solo una parte instrumental de esa realidad movimientista más amplia y contradictoria que es el alma del peronismo, según afirma su dogmática.
Desde que se aggiornó a las reglas de la democracia liberal en los años ’80, el Partido Justicialista puede ser definido como el partido del orden y la gobernabilidad por excelencia, aunque en los últimos años bajo la conducción del kirchnerismo llegó a perder la confianza del poder económico. Al mismo tiempo es el partido que concentró y concentra la mayor parte de las representaciones políticas que canalizan las aspiraciones populares de progreso y bienestar, así como contiene a buena parte de las organizaciones y dirigentes del campo popular.
Dime con quién andas y con quién no andas
Sus vaivenes pendulares quedan en evidencia tanto por los giros de sus conductores como por la lista de quienes sucesivamente se apartan de su paraguas.
En los ’90 Menem lo orientó decididamente hacia la derecha del espectro político, por lo que se fue desperdigando por izquierda a través de sucesivas rupturas iniciadas por el “Grupo de los 8″ integrado entre otros por Carlos “Chacho” Álvarez y Germán Abdala.
En cambio desde 2003 hasta 2015 se orientó hacia la izquierda del espectro político, por lo que sufrió escisiones por derecha. El duhaldismo primero, distintos sectores tras el enfrentamiento contra las patronales rurales después, y finalmente el moyanismo y el Frente Renovador. Al mismo tiempo, otros sectores que se habían ido por izquierda en los ’90 se fueron reintegrando, como muchos de quienes habían integrado las experiencias del Frepaso y la CTA.
El recorrido de Proyecto Sur aporta a entender el significado del 2008 como año clave de la historia nacional reciente, y por lo tanto también de la historia del peronismo. Compuesto por sectores identificados ideológicamente en la tradición peronista, entre 2007 y 2009 surgió con un discurso nacional y popular potente y se ganó un espacio.
Pero a partir de que la sociedad se polarizó en 2008, el kirchnerismo decidió ganar espacio por izquierda -quizás leyendo lo que expresaba el crecimiento del propio Proyecto Sur- y obligó a la fuerza de Pino Solanas a tomar una decisión. O bien acercarse al gobierno de Cristina, o bien disputar la base social de la oposición. Evidentemente el camino tomado fue el segundo, lo que desencadenó un proceso progresivo de derechización que destruyó su base militante. Ya no había espacio para un peronismo de izquierda en la oposición al kirchnerismo.
¿Hacia dónde se mueve ahora el PJ?
En la actualidad, tras la derrota, distintos dirigentes del PJ buscan recuperar la confianza del poder económico. La “corporación política”, lo que Cooke en otra época hubiera considerado “la burocracia peronista”, pugna por reaparecer y fagocitarse al sujeto político híbrido nacido con el kirchnerismo, especialmente desde 2008. Ese es el precio que le exige la clase dominante. Una oposición “moderna y razonable”. Un recambio confiable por si el macrismo fracasa. Un nuevo liderazgo.
En un primer momento se hizo mediante la fragmentacion, pero después se impuso la estrategia de la unidad. Claro que en la historia del peronismo la unidad es una suerte de significante vacío: la reclaman Cristina, Pichetto o Randazzo al mismo tiempo.
Para los sectores pejotistas la unidad es una estrategia para “deskirchnerizar” al PJ. En buena parte del país, donde fueron y son hegemónicos, esto se expresa con claridad en las listas electorales que se van consolidando. Desde el punto de vista de Cristina, en cambio, la unidad tiene un significado opuesto. Es el punto de apoyo para reconstruir las condiciones para volver, o como ella misma lo llama, para construir una nueva mayoría.
Por eso el problema decisivo es la conducción, como ocurrió sucesivamente en el peronismo después de cada derrota electoral. Para Cristina la unidad es progresiva en la medida en que ella pueda ejercer la conducción, incluso, si pudiera, sin la necesidad de ser candidata. Por eso la discusión con Randazzo es muy difícil de saldar: el ex ministro de Transporte aclaró que no pelea por un lugar más o menos en las listas sino por la conducción del peronismo.
Basada en un potencial electoral tan grande como intransferible, Cristina construyó un acuerdo con buena parte del justicialismo bonaerense que le permitió evitar el avance de los sectores “renovadores”, al menos momentáneamente. Incluso producto de ese planteo unitario pudo sumar a algunos de ellos, como el caso de Insaurralde. Randazzo en cambio representa a quienes perseveran en esa disputa.
A lo largo de todos estos vaivenes, la utilización de la herramienta electoral del Partido Justicialista fue cambiante. En la actualidad se discute incluso la posibilidad de no usarla para evitar las PASO que exige Randazzo. No hay ningún fetiche allí. Todos saben muy bien que lo determinante no son los sellos ni las herramientas electorales sino la orientación política de las fuerzas políticas que se agrupan. Esa disputa, ese “hacia dónde” se moverá el movimiento peronista en el presente es lo que está en juego en la decisión de Cristina de ponerse o no a la cabeza del armado electoral bonaerense. Independientemente de sus deseos, no parece tener mucho margen para evitar la batalla.
En cualquier caso se trata de un momento de transición, de final abierto. De imponerse la “renovación”, con el tiempo distintos sectores se apartarán del peronismo por izquierda. De mantenerse Cristina, serán otros los que a su debido momento se apartarán, esta vez por derecha. La unidad del movimiento es la consigna de todos, y al mismo tiempo, una entelequia imposible. Si se repasa la historia, así fue casi siempre.
*Por Ulises Bosia para Notas