Domestica(das)

Domestica(das)
12 junio, 2017 por Redacción La tinta

Nos interesa preguntarnos qué hay detrás del imaginario social en donde la imagen que construimos de la mujer profesional, “exitosa” y en puestos altos de dirección, se contrapone con aquella que se queda en casa, cuida de sus hijas e hijos, atiende al marido y lava la ropa. ¿Pero acaso no somos esas dos mujeres, en una sola?

por Redacción La tinta

La mayor participación de las mujeres en el mercado de trabajo no significó para nosotras un cambio de roles o tareas, significó una multiplicación del empleo. Pasamos de ser las cuidadoras de la casa y reproductoras de la vida, a las cuidadoras de los hijos e hijas de la sociedad: docentes, enfermeras, asistentas, trabajadoras domésticas, niñeras. Como se nos asignaron carácteres de solidaridad, paciencia, empatía, amor por el/la otra, nuestras tareas se relacionan con aquello, tanto en nuestra casa como fuera de ella.

Cada vez que una mujer “triunfa” en una profesión tradicionalmente masculina (léase ingenierías, matemáticas, física, investigación, tecnologías varias, entre otras), es visto como un logro raro, algo poco común que es celebrado por algunos y criticado por otros. Siempre se resalta todo aquello que tuvo que “sacrificar” para llegar a ese puesto (su familia, sus carácteres amables), se comenta que debió “masculinizarse” para poder moverse en ese mundo y volverse competitiva, “ruda”, etc. Para nosotras poder desarrollar una carrera profesional en las ciencias u oficios culturalmente masculinos, implica cambiar nuestras formas, profundizar nuestros rasgos para ser más competitivas, seductoras, histéricas o lo que sea. Es decir, como no somos reconocidas por nuestra capacidad intelectual, el mundo patriarcal se encarga de anular nuestros despliegues. Se vuelve necesario acudir a todas las herramientas y estrategias que tenemos a nuestro alcance.

Muchas no “llegamos”, no “aguantamos” o no queremos ese mundo tan competitivo, cuando lo conocemos de cerca y sabemos que tenemos que estar dispuestas a muchísimo sacrificio, humillación, doble y triple esfuerzo. Tenemos que estar dispuestas a desdibujarnos de nosotras mismas, porque es un mundo hecho por hombres y para hombres. ¿Y dónde van esas profesionales que no encuentran un lugar en el mundo del trabajo tal y como está planteado?

¿Equilibrio?

¿Cuántas mujeres profesionales conocemos que dejan sus trabajos en grandes empresas, en el gobierno, investigando, en laboratorios, en fábricas, porque el nivel de competitividad, el horario extenuante y las exigencias, no les permiten conciliar esta vida con una vida familiar, llevando adelante una casa y criando a sus hijos e hijas? Haciendo una prueba, googleamos sobre el trabajo asociado a la paternidad y a la maternidad. He aquí los resultados:

Googleamos: “paternidad y trabajo”
Resultados: consultas por la licencia por paternidad.

Googleamos: “maternidad y trabajo”
Resultados: notas sobre cómo “equilibrar” la maternidad con el trabajo; notas sobre mujeres exitosas y cómo hicieron para trabajar con hijos; notas sobre cómo algunas mujeres postergan la maternidad por priorizar un crecimiento laboral.

¿De dónde sale esta idea de equilibrio y por qué sólo nos debería importar a las mujeres? La conquista de espacios en lo público no nos ha librado de las tareas que tradicionalmente nos asociaron: las del cuidado y las tareas domésticas. Por lo que intentarse en el mundo laboral se ha vuelto una carga muy pesada para nosotras, que se vuelve casi imposible.

Trabajamos ocho horas fuera de casa, para llegar y seguir trabajando. Hay pocas mujeres en puestos “altos” de trabajo. No porque no seamos capaces, sino porque además de las trabas estructurales que no nos permiten acceder -como son las paredes y el techo de cristal (que se refiere a que las mujeres siempre tenemos un límite en nuestra posibilidad de desarrollo profesional aunque el discurso sea otro)- la maternidad como una limitante ya sea por estar en edad reproductiva entonces somos potenciales madres que vamos a generar más gastos y menos productividad, o porque tenemos hijas y esas hijas e hijos se enferman y tienen actos en las escuelas, etc. que son necesidades que mayoritariamente cubrimos las mujeres. Tenemos que cumplir con un rol social clave: el cuidado y la reproducción de la vida, y esto se vuelve un trabajo de tiempo completo.

Maternidad y feminismo

¿Las nuevas maternidades desafían al feminismo? Mucho se ha dicho sobre cómo las nuevas generaciones de madres que eligen quedarse en el hogar los primeros años de vida de sus hijos e hijas son un problema para las feministas, porque mal se interpreta que nosotras estamos en contra de la maternidad.

Por el contrario, Natalie Sánchez Benítez nos aporta:


“Ahí es la impronta del feminismo, en el cuestionarse cuál es la maternidad que una quiere tener, cómo quiere educar a sus hijas, cómo quiere plantearse esa lucha de contribuir a que, en mi caso como tengo dos hijas mujeres, que fueran criadas en una libertad, con responsabilidad obviamente, pero también con autonomía. (…) Porque igual iban a estar en un mundo que se había transformado para las mujeres, pero que de fondo sigue siendo supremamente patriarcal y supremamente subordinador de las mujeres. La autonomía va más allá de poder optar libremente por la maternidad, tiene que ver con poder optar, pese a las presiones sociales, cómo construirse como madre”.


Algunas pueden elegir un trabajo que demande menos horas, tal como es la docencia por ejemplo. Que permite una crianza más cercana de los hijos e hijas con una jornada laboral de medio día. Pero la cuestión es que no todas podemos elegir. Es una mirada de clase suponer que todas podemos elegir cuándo, dónde y cómo ser madres, o elegir sobre nuestros trabajos; si ser o no amas de casa, si estudiar o no, así como elegir y decidir sobre nuestros cuerpos. Solo una minoría puede elegir esos aspectos de nuestra vida. E incluso las que pueden decidir/elegir, ¿Están realmente tomando esa decisión libremente? ¿Qué se les exige como madres que es incompatible con una realización profesional plena?

No obstante, en este debate sólo estamos nosotras. ¿Dónde están los padres? ¿Por qué no estamos escribiendo una nota sobre “paternidad y equilibrio familiar”? ¿Por qué no escuchamos a los varones preocupados por la comida, la ropa, la limpieza, por la currícula y el cierre de trimestres al mismo tiempo? ¿Somos realmente libres de elegir lo que queremos? ¿O seguimos sujetas a los roles tradicionales?

*Por Redacción La tinta. Foto: M.A.f.I.A.

Palabras claves: Economía Feminista, Patriarcado

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