Resuena el “Nunca Más” de los pueblos originarios
El primer Foro de Pueblos Originarios, Genocidio y Argentinización convocó el fin de semana pasado en Bahía Blanca a las 36 naciones originarias a trabajar ejes en conjunto, en vías de avanzar hacia la denuncia del genocidio sistematizado perpetuado hasta el día de hoy. Representantes de estas comunidades hermanas se reunieron para articular y comprometerse a continuar en una misma lucha.
Por Emergentes
El encuentro es consecuencia directa del mapa político que lo genera. 36 naciones autónomas, cada una de ellas con numerosas comunidades asediadas continuamente por la persecución y violencia institucional. 28 lenguas resuenan en los diálogos, expresiones unívocas de la pluriculturalidad existente. El castellano es una segunda lengua para muchas y muchos de los asistentes.
El recrudecimiento de la violencia hacia las naciones originarias se explica al entenderlas como el principal factor de resistencia a un modelo extractivista de recursos. Un modelo que exprime a la naturaleza en busca de extraer renta, dejándola agonizante a su paso. Las leyes que los protegen son cuantiosas, llegando hasta convenios supranacionales más poderosos que la Constitución Nacional. Leyes que, desde su concepción, el Estado argentino viola permanentemente.
La apertura con los testimonios de los representantes de las comunidades permitió definir el panorama y plantear los ejes de trabajo. La evidencia fue clara, la persecución y criminalización de la otredad es la estrategia de los aparatos estatales para amedrentar la resistencia. La convocatoria al Foro, emitida por la Marcha de Mujeres Originarias, logró que viejas diferencias sean dejadas atrás en vías de un objetivo: reclamar al Estado argentino el reconocimiento del genocidio perpetrado contra las naciones originarias. Y su inmediato final.
La construcción que describe a la población originaria como desvaneciente es falsa. Un artilugio para poder invisibilizar al otro y así dominarlo. Solo el número de argentinos que reconocen ascendencia originaria supera el millón y medio. Daniel Corach, biólogo del CONICET concluye que el 60% de la población tiene algún componente genético amerindio, de pueblos nativos. “Acá no hay descendientes” afirman referentes de las comunidades en respuesta a las acusaciones de que sus culturas fueron borradas o eliminadas. Hartos están de escuchar que no existen.
La respuesta es clara y no se deja esperar: “Estamos vivos y no nos van a vencer”.
A esta campaña de invisibilización del gen originario en la construcción del Estado nacional, se suman otros factores: muchas naciones habitan por fuera de las fronteras argentinas, las comunidades se ven amedrentadas a la acción por fuerzas de poder locales y los datos duros son inexistentes. Principalmente debido al aislamiento geográfico que muchas poblaciones sufren, pero también a causa de la barrera lingüistica que las instituciones no están interesadas en cruzar. Para neutralizar la lucha, el tridente de poder conformado por multinacionales extranjeras, terratenientes locales y funcionarios políticos cómplices ejerce violentas herramientas de coerción como el bloqueo de caminos, la intoxicación de recursos naturales de los cuales las comunidades dependen y la alianza con grupos de choque en connivencia con fuerzas de seguridad.
El avance en los acuerdos es también decisivo para consolidar al Foro como plataforma para la unión y articulación de las naciones. La propuesta del espacio es conformarse como instituyente para la participación de todo el pueblo argentino. Un espacio de diálogo independiente, de consenso plural. Así, las naciones originarias rompen con el discurso hegemónico de que no existen, de que están segregadas y de que los que resisten son terroristas o criminales.
El sistema se corrompe en cada arista. Desde las fuerzas de seguridad que acosan y violentan con un accionar genocida, pasando por fiscales comprados y jueces racistas, hasta entes de regulación y espacios que, lejos de garantizar los derechos, exacerban la segregación y agudizan la violencia institucional racista. El poder patriarcal, capitalista y etnocentrista pretende arrasar con todo, pero las comunidades originarias, con sus mujeres a la cabeza, saben demostrar que la marcha ha comenzado y que no piensa detenerse ante nada.
*Por Emergentes. Foto: Nataliza Colazo, Hernán Vitenberg y Emergentes.