Una foto y un sueño; el sauce y el llanto
Hay imágenes del día de ayer que no me voy a poder olvidar. Sucede cada vez que las personas se la juegan en serio por las grandes causas colectivas. A pesar de la indignación y la vergüenza que nos genera esta derecha patética, idiota y brutal, ayer fue un día enorme, donde dimos un ejemplo de valentía y de capacidad organizativa. Demostramos, otra vez, que somos mil veces capaces de salir del encierro de la intrascendencia donde mueren todas las esperanzas utópicas.
Si un fiscal o un juez me lo preguntara, no podría decir si fue real o fue un sueño. A mí no me importa demasiado la distinción. Diré que fue un sueño. Soñé, esa mañana, con la costanera del Río Suquía mientras amanecía. Soñé con la imagen del puente Santa Fe y con un sauce inclinado sobre el agua, donde nos emborrachábamos cuando éramos adolescentes. Un centenar de compañeros, fragantes de convicción y juventud, se apiñaban en ese margen sur del río.
En el sueño tomábamos una decisión como esas que tantas veces hay que tomar y te cambian la vida. En el sueño un centenar de personas saltaban una tapia del histórico Hospital Nacional de Clínicas. Trepaban como un hormiguero herido en su orgullo, como una insólita estampida, como una borrasca estival, con una agilidad desconocida, con la adrenalina al tope en las venas, con convicciones intactas en el corazón, con una belleza que solamente puede vibrar en la piel de la juventud. Me decía yo mismo, en el sueño, ésto no lo voy a olvidar jamás.
Otra imagen es esta. Un policía, un vigilante más del Hospital Nacional de Clínicas, con los ojos rojos y henchidos de lágrimas le confiesa a una estudiante de la Facultad de Lenguas su angustia indisimulable: “Mis tres hermanos están en Ferial”. Su hermano y sus hermanas, estudiantes universitarios, estaban en Ferial, defendiendo la educación pública, enfrentándose a un centenar de policías como él. Nunca me hubiera imaginado una escena así. Muchos de mis compañeros y compañeras más queridos también estaban en Feriar, con las hermanas y el hermano del policía, jugándose el pellejo, arrancando lágrimas de angustia en sus familiares, provocando el elogio de los poetas.
Esta es la tragedia a la que nos lleva la impericia y la estupidez de esta derecha que ya no merece ninguna clemencia. Esta tragedia de la angustia por los nuestros, esta tragedia de una batalla sin cuartel. No seremos nosotros los que nos amilanemos frente al desafío de los limitadísimos cuadros del radicalismo universitario; pero no nos pidan que no lloremos de angustia por nuestros hermanos en las primeras líneas de batalla.
Estas imágenes, somnolencias y testimonios son apenas un puñado de los miles que habría que recoger del día de ayer. De cualquier manera, son más que suficientes. Hay glorias y tristezas que la derecha nunca podrá conocer. Qué vergüenza inmensa sería haber sido este jueves de la insignificante Franja Morada y qué orgullo embriagante es ser parte de éste movimiento estudiantil feroz como un diluvio universal.
* Texto de Facundo Cruz.
** Imágenes de Medio Negro.