«No hacés nada»: las jubilaciones de ama de casa en el centro del ajuste
Javier Milei cuestionó las jubilaciones para ama de casa, una política sancionada en 2006. Centró su argumento en que es una elección personal de las mujeres quedarse sin aportes y que no le corresponde a la sociedad atender dicha situación. Como ejemplo, planteó que su mamá no trabajó y su papá sí: «¿Cómo pueden tener la misma jubilación?». Para el presidente, las mujeres que pasan sus vidas ocupándose del hogar no son trabajadoras y no deberían jubilarse, sino recibir una asistencia social. Las sitúa como beneficiarias y no como trabajadoras con derechos laborales.
Por Gabriela Bard Widgor para La tinta
En su discurso de inauguración del período de sesiones ordinarias en el Congreso, el presidente sostuvo que «en los últimos 15 años, se jubilaron cuatro millones de personas que no aportaron». Omite que la mayoría de esas jubilaciones corresponden a mujeres con distintas situaciones laborales: empleos informales, aportes interrumpidos por desempleo (o porque su empleador nunca los hizo) o por dedicarse al sostén de sus hogares con tareas del cuidado y otras ocupaciones (re)productivas.
Una jubilada de ama de casa, al respecto, me dijo: «¿Ama de casa? Por dios, ¿ama de qué? Una ha sido una esclava. Esclava de lavar, de limpiar, de llevar, de limpiar mierda, de lavar baños, una ama bárbara…». Así, ella pone en palabras la histórica tarea no reconocida ni remunerada de lo que se llama tareas de cuidado, sintetizada en la frase de Silvia Federici: «Eso que llaman amor, trabajo no pago». Y sigue contándome: «Yo soy de la generación que pasábamos largos periodos en casa, pero también he trabajado fuera de la casa, en otras cosas y no me hicieron los aportes… hay que andar siempre justificando eso. Cuando te preguntan, ¿en qué trabajás? Y la respuesta es que estoy en mi casa, lo que sigue es: ‘Ah, no trabajás, o sea, no hacés nada’. Entonces, a veces, cuando a mí me preguntaban ocupación, yo tenía que decir ama de casa y siempre decía en chiste esclava del hogar, porque así es como una se siente, esclava del hogar, porque trabajás y no te pagan, como los esclavos, por la comida»,
Las mujeres han sido históricamente invisibilizadas y estigmatizadas como personas dependientes por su posición en las familias tradicionales, sumado a un mercado laboral masculinizado que siempre las ha discriminado. Por eso, en general, las mujeres tienen menos años de aportes al sistema jubilatorio que los varones. A lo largo de la vida, tienen trayectorias laborales totalmente distintas y desiguales: ellas dedican su vida entera a cuidar de sus hijes, familiares, las dinámicas domésticas como cocinar, limpiar, lavar, entre otras tareas, sin que se considere un trabajo pago. Otras tienen trayectorias laborales interrumpidas por maternidad o reducen sus jornadas laborales a medio tiempo para poder compatibilizar el día con las responsabilidades de cuidado. Otras desertan del empleo porque es «cambiar dinero del sueldo para pagar horas de niñera».
La política pública del cuidado
Al tanto de esta situación, Néstor Kirchner, en el 2002, firmó el Decreto n.° 1.454 como antecedente de lo que se llamaría Jubilación de las amas de casa. En esa ocasión, más de dos millones de mujeres tuvieron acceso al derecho a una jubilación mínima, realizando los aportes correspondientes. En 2005, se creó la moratoria que permitió que 6 de cada 10 mujeres se jubilen. En 2021, durante el gobierno de Alberto Fernández, se reconoció el trabajo que implican las tareas de cuidado y crianza, y por decreto se resolvió que a las mujeres con hijes que no cuenten con los años de aportes necesarios se les compute un año de aporte por cada une y dos años de aportes en caso de adopción. Asimismo, se reconoce un año adicional por discapacidad y dos años en caso de que la persona haya percibido la Asignación Universal por Hijo. Desde julio de 2021 hasta octubre de 2023, 440 mil mujeres lograron acceder a una jubilación.
«Cuando vinieron los Kirchner, la moratoria de Néstor y después el reconocimiento que hizo Cristina, yo pagué el monotributo y puede decir: ‘Soy una jubilada’. Y eso te hace sentir de otra forma, un reconocimiento a que sos una persona, porque si no cobrás nada, sos nada, sos la mantenida, sos la vaga, es muy feo». Los datos del INDEC de 2023 evidenciaron que 1 de cada 10 mujeres se retira del mercado laboral al tener su primer hije y esta cifra sube a 3 de cada 10 al tener 3 hijes o más. El sentimiento de dignificación ante la posibilidad de jubilarse se repite en otras mujeres y es una sensación compartida por quienes sienten reconocido el esfuerzo de años de trabajos en las sombras del ámbito doméstico. Si calculamos y remuneramos las horas que las mujeres se dedican a esas tareas y le damos un valor de mercado, las tareas de cuidado generan alrededor del 16,8% del PBI nacional.
Los estudios de género y la economía feminista hace décadas explican que las mujeres se quedan en sus hogares no por una simple elección, sino por una distribución sexual e histórica que el capitalismo patriarcal hace de los trabajos socialmente disponibles y de los espacios. Por ejemplo, la familia ha sido considerada una empresa a cargo de las mujeres y el mundo social, laboral y de la política para ellos. La trampa es que la esfera productiva-económica no funciona sin el trabajo de reposición de la fuerza de trabajo que realizan las mujeres, tanto en el plano biológico como cotidiano en el ámbito doméstico.
Las mujeres han conquistado muchos espacios laborales a fuerza de la permanente lucha del movimiento feminista, pero la importancia productiva y como sostén de la vida de las tareas domésticas y de cuidados siguen estando a la sombra del Estado y del discurso social dominante.
Hoy vivimos una precarización acelerada de la vida y el endeudamiento neoliberal que recae con mayor crudeza en los hogares sostenidos por las mujeres. No contar con guarderías públicas en abundancia, infraestructuras de cuidado de personas dependientes, endeudarse por alimentos, útiles escolares y remedios es parte del día a día de las mujeres trabajadoras, así como la imposibilidad de costear los gastos cotidianos es la foto de las jubiladas por la mínima de la Argentina.
Javier Milei representa no sólo una posición reactiva sobre los derechos de las mayorías, sino que elige los feminismos y los derechos de género como centro de la productividad de su odio. Retrocedemos ante debates que creíamos saldados como sociedad y la reacción conservadora rearma y profundiza las jerarquías de género que se presenta como el núcleo articulador de las decisiones y discursos que establece este gobierno.
*Por Gabriela Bard Widgor para La tinta / Imagen de portada: Instagram de Aylén Possamay.