A derribar prejuicios: los derechos sexuales de las mujeres mayores
Si hablar de derechos sexuales de las mujeres -léase jóvenes- sigue siendo un tema tabú, hablar de derechos sexuales (no) reproductivos está prácticamente fuera de la agenda social. En esto también debemos derribar ideas preconcebidas: ¿se acaba el placer después de los 60 años?
Varios son los prejuicios aún circulan socialmente en torno a la sexualidad de las personas adultas mayores. Hay mayor opresión sobre el cuerpo y el deseo de la mujer mayor. Si bien muchas mujeres de 60 años y más, derrumbaron tabúes, se sacaron de encima culpas y el qué dirán, ese camino lo transitaron con mucha dificultad y todavía hay un trayecto por recorrer, pero bien vale la pena hacerlo.
“La expectativa de vida de las mujeres en Argentina ronda los 80 años. Desde la menopausia, aproximadamente a los 50 años -aunque en general es antes-, se tienen unos 30 años por delante. ¿Cómo es posible que no se considere que las mujeres mayores tengan una vida sexual activa?”, remarcó la psicogerontóloga Mónica Navarro y manifestó la importancia de implementar políticas de salud sexual y derechos (no) reproductivos destinadas específicamente a las adultas mayores.
“Respecto a los derechos sexuales -advierte-, en las políticas públicas se trabaja durante la edad reproductiva desde el inicio al final, después se cae en un ‘no se sabe’ y finalmente las políticas de salud destinadas a las personas mayores no toman en ningún aspecto la cuestión de la salud sexual más allá de la vigilancia de los órganos de la reproducción. Por lo que quedan afuera los derechos sexuales (no) reproductivos, la posibilidad de disfrutar del propio cuerpo y el placer independientemente de la función reproductiva”, destacó la profesional.
“Ven a la mujer que hay en la persona mayor”
Navarro trabaja hace 28 años exclusivamente con población adulta mayor en instituciones de salud pública, privada y organizaciones civiles. Es directora de la especialización en Intervención y Gestión Gerontóloga de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, donde dirige proyectos de investigación, entre ellos Viejxs Placeres, que forma parte de su tesis de Doctorado en Sociología en la Universidad de San Martín. En Viejxs Placeres investiga sobre la salud y derechos sexuales (no) reproductivos en las adultas mayores. En distintas jornadas diserta sobre los datos que va obteniendo y comenta que cuando expone “genera sorpresa” en los profesionales porque “ven a la mujer que hay en la persona mayor”.
“Los derechos sexuales están abordando la cuestión del deseo y la posibilidad de reproducirse o no. Cada vez más mujeres optan por no reproducirse, es una nueva tendencia. Ya no es un cuerpo al que se le atribuye sobre todo la capacidad de reproducción, como ha sido visualizado el cuerpo de las mujeres durante mucho tiempo. Hoy podemos decidir reproducirnos o no y esa capacidad de decisión está dada por tener una vida sexual desprovista de limitaciones y prejuicios”, sostiene.
La profesional remarca que “la gran pregunta es qué se supone que pasa con el cuerpo de la mujer luego de la menopausia pero hay un silencio importante”. “Empecé a pensar en las demandas de las mujeres mayores que venían a atenderse en los servicios de salud donde trabajé durante años buscando que se las habilite para el ejercicio de la sexualidad fuera de la reproducción o de las mujeres viudas que tras la etapa de procesamiento del duelo tienen que derribar un montón de obstáculos para volver a tener una pareja y vivir plenamente su vida sexual porque hay una serie de mitos y prejuicios”, manifiesta.
En este sentido, Navarro destaca que “muchas veces, las mujeres no tienen ocasión de preguntarse sobre este aspecto porque hay toda una serie de construcciones sociales alrededor del género, de la edad y de la sexualidad”.
“¿Por qué no me preguntan sobre mi vida sexual?” ¿Vergüenza?
La especialista indica que “un dato importante” de las desigualdades por género es “que todo lo que son ayudas técnicas en pos de la sexualidad de las personas mayores están dirigidas a los varones, como prótesis, pastillas, y eso está hablando que la sexualidad está habilitada para ellos”. Asimismo, “al hombre mayor se lo ve como interesante, se atribuye cierta atracción a las canas, pero la mujer mayor deja de tener cualquier interés erótico, no está habilitado ni permitido” en ellas el disfrute de la sexualidad.
“ Las adultas mayores están invisibilizadas para las políticas de salud. Hay una construcción de la población mayor como homogénea, donde el género no está visibilizado y, sin embargo, la mayoría de las personas mayores somos mujeres. Parece que ni siquiera ese número importa. Y la pregunta es cómo puede ser que vivamos más pero tengamos peor salud”, señala la psicogerontóloga e investigadora Mónica Navarro.
En este sentido destaca que “los programas de salud sexual son de salud sexual y reproductiva y no se dirigen especialmente a las personas mayores”. Si bien destaca que “puede ocurrir que algunos de estos programas hayan intervenido con una población más heterogénea en edades pero no se dirigen específicamente a la población mayor”. Muchos profesionales de la salud no indagan en la sexualidad de las personas mayores, “les da vergüenza preguntar”, señala la psicogerontóloga Mónica Navarro.
“Algunas de las mujeres mayores entrevistadas (para el trabajo de investigación Viejxs Placeres) dicen que ellas le han manifestado al médico ‘¿por qué no me pregunta por mi vida sexual?’”, comenta Navarro y agrega que “entre las estrategias que tienen las mujeres mayores para poder abordar estos temas y encontrar recursos me han contado que se pasan el dato de que tal médico brinda información, a tal médico se le puede preguntar”.
En este sentido, la profesional remarca que “la mayoría de las personas relatan una continuidad de vida sexual hasta edades avanzadas pero es lo que no queremos ver -de alguna manera- como sociedad”. Y advierte que “hay que incluir” un programa específico para los derechos sexuales y (no) reproductivos en la vejez a fin de “brindar información y realizar prevención de las enfermedades de transmisión sexual”.
“Es el derecho a gozar de una vida sexual activa con toda la información que corresponde, habilitar las preguntas respecto a la sexualidad en ese momento de la vida, ser asesorado, contar con elementos para prevenir enfermedades infecto contagiosas y tener espacios de debate”.
Extracto de la nota de Natalia Muñiz publicada Dario Popular / Fotos: Jade Beall