Llegó el otoño: ¿qué hacemos con las hojas?
El otoño implica la caída de hojas de los árboles, que se desprenden para no ser un peligro para la planta en el invierno. ¿Embolsarlas y dejar que vayan al basural para, luego, ser prendidas fuego es una opción? ¿Tenemos otras alternativas?
Por Agustín Fontaine para CDM Noticias
Las calles de nuestras localidades comienzan a llenarse de hojas en medio del otoño. Manuel Lagleyze, referente de la agroecología en Córdoba y gran conocedor de plantas, se refirió a esta estación y remarcó la importancia de planificar la recolección y utilización de las hojas de los árboles para el compostaje.
En diálogo con Una Radio Muchas Voces, Manuel explicó que cuando la temperatura, una noche por lo menos, baja por debajo de 10 grados, se empieza a producir el fenómeno del otoño en las hojas. Las que eran verdes, se tornan amarillas, naranjas, ocre, rojo, distintos colores, y se caen. La planta se saca de encima las hojas porque, si se hielan con una helada fuerte, van a ser un foco infeccioso para sí misma. La planta es terriblemente económica e inteligente: rápidamente, aquellas plantas que van a perder la hoja en el otoño y en el invierno se desprenden de la hoja.
Primero, lo primero: disfrutar el otoño
Bueno, lo primero, disfrutar, ¿no? Disfrutar como cuando éramos niños y pisábamos las hojas en el colegio, en la vereda, disfrutando el sonido crujiente. Y, en el suelo, ¿te acordás de la escuela? Mirá, estoy memorioso con la infancia, ¿no? ¿Te acordás de la escuela? Productores, consumidores y descomponedores. Y teníamos el dibujito del árbol con una flecha que seguía el círculo, que hacía un círculo desde las raíces del árbol que iban al follaje donde estaba produciendo, porque estaba tomando la energía solar y estaba produciendo comida, produciendo azúcares, y, después de los azúcares con quimiosíntesis, hacía todo lo demás que está en el árbol, en la planta, qué sé yo, proteínas, vitaminas, minerales, hidratos de carbón, ta, ta, ta. Y, después, esa hoja se caía.
Y cuando esa hoja se caía o alguien se la comía, había consumidores que se comían la hoja y hacían caca, eran pajaritos y perdían plumas, y todo eso caía al suelo, que era producto de lo que habían empezado a hacer los productores con la luz. Y, en el suelo, venían los descomponedores, que uno dice: «Ay, qué feo, algo podrido». No, no, no, podrido no: descompuesto en sus factores primarios, en lo que originalmente era, era hierro, nitrógeno, fósforo, potasio, pues ahora lo es de vuelta, no es más materia orgánica, está desarmada, descompuesta en esos factores primarios. Eso es lo natural, que lógicamente no lo puedo dejar en una vereda del centro, donde no se va a descomponer porque abajo tiene mosaicos, cerámicos, ladrillos, cemento, piedra, así que la tengo que barrer y levantar. Muy bien. La barro, después de haber disfrutado de pisarla en seco, la barro y la embolso.
¿Qué hacemos con las hojas de otoño?
Uno: Si yo no tengo un patio grande con una huerta o un jardín más o menos importante, la embolso y ya le he preguntado, ya he averiguado a ver qué vecinos van a hacer compost con esa hoja, qué vecinos tienen huerta, qué vecinos tienen un jardín más o menos importante que necesite mucha hoja. Y se las llevo a ellos. Yo me deshago de las hojas, no enmugro la ciudad y, lo que es más importante, no colaboro con el aumento de carbono en el aire porque, luego, se van a quemar esas hojas en municipios, donde sea, y voy a llenar de carbono el aire.
Dos: Si tenemos dónde y cómo, las podemos poner en grandes cajones de madera o en montones; si tenemos un patio grande, en montones en el suelo, pero si las dejamos así, hoja con hoja, como son todas planas o la mayoría de ellas son planas, quedan empizarradas y termina haciendo películas de hojas que no dejan pasar aire ni agua. Entonces no se descomponen en el sentido de desarmarse y descomponerse en los factores primarios de la hoja, sino que se pudren, dan mal olor, producen una baba, juntan bichos, es un horror. Y ahí decís: «Esta porquería no la quiero, la saco y la quemo». ¿Qué hago entonces? Voy a agregar junto a las hojas todo el palerío chiquito que junte. De jardín, de los árboles. Esa ramita va a impedir que las hojas tomen contacto unas con otras y queden hechas con una lámina de plástico, van a dejar pasar aire. Una vez que esto tiene aire, me despreocupo, se van a degradar rápidamente. Lo mantengo húmedo con una lluvia fina cada tantos días. Una lluvia fina de manguera cada tanto cuando vemos que se está secando y listo.
«Hubo un tiempo en que este planeta tan bello, y que tanto amamos, y que es nuestro único hogar, no era habitable. Y no era habitable porque el aire era venenoso, porque el aire era carbono. Hasta que no aparecieron las plantas verdes, las primeras algas y otros microorganismos con bacterias, con clorofila, no se pudo fijar ese carbono que estaba envenenando el aire y si se fijó una vez que hubo fotosíntesis y se fijó en las algas, se fijó en los pastos, se fijó luego en los árboles y así lo mantenemos a raya en los bosques, bosques que a los gobiernos parece que no les importa un caraj*, entonces lo talan a los bosques y volvemos a tener el aire venenoso de antes de que hubiera vida en la tierra».
Escuchá los programas Secretos de la tierra, de Manuel Lagleyze, ingresando aquí.
*Por Agustín Fontaine para CDM Noticias / Imagen de portada: CDM Noticias.