Las terapias alternativas y complementarias ganan terreno en Córdoba
En línea con su auge contemporáneo, y a pesar de no haber legislación vigente en Argentina que regule su ejercicio, cada vez son más las instituciones de salud que incorporan estas prácticas. Córdoba no es la excepción: en la actualidad, hay hospitales públicos y clínicas privadas en donde pacientes pueden realizar yoga o tomar sesiones de reiki como una búsqueda complementaria de bienestar.
Por Juliana Gelerstein para La tinta*
Es lunes a las tres de la tarde. En una de las salas del Hospital Oncológico de la Provincia de Córdoba ya se encuentran les pacientes, la profesora de yoga y la psicóloga del servicio de Salud Mental del nosocomio -quien coordina este espacio-, reunides para dar comienzo a la clase de kundalini yoga que tendría lugar ese día. La profesora, vestida totalmente de blanco, con un turbante sobre su cabeza -también blanco-, en esta ocasión, está con otra profesora de yoga, a quien invitó a compartir la clase. Dentro de la sala, se encuentran las colchonetas en el suelo, dispuestas en círculo, y en el medio del círculo, a modo de altar, un sahumerio y una vela encendidos, junto a cuencos tibetanos y esencias de distintos aromas. Como de costumbre, dejamos nuestros calzados afuera de la sala antes de entrar. Entre ejercicios de respiración, movimientos y posturas, y de meditación, acompañados del sonido y la vibración de los cuencos tibetanos y del aroma a sahumerio y esencia de lavanda, trabajamos el equilibrio de los chakras, para que la energía pueda circular de manera fluida.
El auge contemporáneo de las Medicinas Alternativas y Complementarias (MAC) responde, la mayoría de las veces, a la comprensión de que la enfermedad y los malestares son consecuencia no solo de factores orgánicos, sino también psico-emocionales, sociales, económicos, políticos e, inclusive, espirituales. Cada vez más usuaries y pacientes buscan un abordaje holístico e integral del proceso de salud y enfermedad, y una participación más activa dentro de dicho proceso, en donde el tratamiento se ajuste a las necesidades particulares.
Esto se vincula, a su vez, al rechazo de ciertas características que le son adjudicadas a la práctica biomédica -la medicina convencional-, tales como el determinismo biológico, la creciente medicalización y sus efectos adversos, la unidimensionalidad y universalidad asociada a los malestares, la despersonalización de la atención médica, entre otras.
Si bien la utilización de distintas prácticas no biomédicas tiene antecedentes históricos, en las últimas décadas, presenciamos un apogeo sin precedentes de lo que la antropóloga argentina, Anatilde Idoyaga Molina, ha llamado la complementariedad terapéutica, es decir, la recurrencia simultánea a dos o más medicinas. En el caso de la ciudad de Córdoba, una encuesta realizada recientemente por el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS – CONICET y UNC) arroja que un 26,8% de cordobeses acude a algún tipo de MAC como estrategia frente a un problema de salud.
La creciente utilización y legitimación social de las MAC es reconocida, inclusive, por la Organización Mundial de la Salud que, como estrategia para la medicina tradicional y complementaria para el período 2014-2023, insta a los Estados miembros a que establezcan políticas para su reconocimiento, regulación e integración en los sistemas nacionales de salud. No obstante, en Argentina, no existe legislación a nivel nacional que regule su ejercicio. Cabe mencionar la reciente aprobación de la primera Ley de Medicina Tradicional y Complementaria en la provincia de Misiones, que reconoce, valida e incorpora al sistema de salud provincial prácticas medicinales alternativas, así como distintos proyectos de ley a nivel nacional y provincial (como es el caso de la provincia de Santa Fe) de regulación de las mismas, que han sido presentados, pero no fueron tratados.
Existen distintas maneras de nombrar y clasificar medicinas y prácticas terapéuticas no biomédicas, según el contexto y el marco conceptual. Muchas medicinas alternativas y complementarias -entendidas como aquellas que no son tradicionales en occidente y que no comparten el paradigma de la biomedicina- son de raigambre oriental y de antigua data, aunque algunas son más modernas. Por otro lado, se habla de terapias cuando se trata de prácticas específicas que no se inscriben necesariamente dentro del conjunto de conceptos, procedimientos y recursos que hacen a un sistema médico.
Es debido a la falta de legislación, en Argentina, que la incorporación de terapias alternativas y complementarias en el sistema formal de salud se da de la mano de terapeutas que, de manera voluntaria y por iniciativa personal, proponen ofrecer espacios de clases o sesiones, cuya habilitación depende del permiso que otorgue la autoridad de la institución.
Tal es el caso del Hospital Oncológico Provincial, donde se dictan clases de yoga, junto a otros talleres de ritmos, arteterapia y psicoterapia grupal, coordinados por el servicio de Salud Mental. Algo similar ocurre en el Hospital Nacional de Clínicas, en donde también se dictan clases de yoga, junto a talleres de caminatas, tejido y teatro, coordinados por el servicio de Medicina Familiar; así como el Centro Privado de Oncología Romagosa, que funciona dentro de la Clínica Romagosa, donde se ofrece servicio de reiki específico para pacientes oncológicos. Se trata, en todos los casos, de espacios abiertos tanto a pacientes de esas mismas instituciones clínico-hospitalarias como a personas de toda la comunidad.
Médiques, psicólogues, terapeutas y pacientes involucrades en estos espacios coinciden en los potenciales beneficios de estas terapias, dentro de los cuales destacan la sensación de relajación, armonía y bienestar, así como el alivio del malestar físico y, en estos casos particulares, de los efectos secundarios asociados al tratamiento contra el cáncer.
Así lo expresaba la psicóloga del Hospital Oncológico Provincial: “Los mismos pacientes te dicen que, a partir de meditaciones, de ejercicios de respiración o de esto de la energía, a ellos los tranquiliza, les calma, les calma el dolor. Entonces, yo lo evalúo como algo positivo. El yoga también, les ayuda un montón con los movimientos, el estiramiento y la flexibilidad. Además de bajar los niveles de ansiedad, ejercita la concentración, que saca a los pacientes del foco de lo que es la enfermedad. Me parece que hace mucho, mucho aporte”.
Por su parte, una paciente que transitó un cáncer de mama y que conoció el reiki por primera vez en el Centro Privado de Oncología Romagosa comentaba: “Yo vengo al espacio siempre muy contenta, con una sensación de alegría. Y no es que me predisponga de esa manera, sino que me lo genera el reiki. […] Yo vengo de una cultura muy tradicional, donde el cáncer está muy asociado a la muerte, con una mirada muy negativa. Por eso, recibir reiki me hizo muy bien, porque pude modificar esa visión sobre el cáncer, además de equilibrar lo mental con otros planos de mi vida”.
El abordaje de estas terapias no focaliza necesariamente en la especificidad de una patología particular, sino en la amplitud de una búsqueda de condiciones de vida asociadas al bienestar, en un sentido más general, en donde se entiende que el equilibrio y la armonía de las distintas dimensiones de la persona cumplen un rol fundamental, tanto respecto a la etiología de la enfermedad como al restablecimiento de la salud.
Esta perspectiva holística opera como principio clave dentro de las MAC, que, además, consideran a la espiritualidad como variable de la salud necesaria a tener en cuenta. Siguiendo al antropólogo brasileño, Rodrigo Toniol, la espiritualidad -categoría cuya utilización contemporánea se ha expandido hacia amplios sectores- se configura tanto como término que alude a una modalidad de relación con lo sagrado, establecida a partir de contornos desinstitucionalizados y subjetivos, como una categoría de reciente adopción por parte de la biomedicina, como variable no biológica que incide en las condiciones de salud y bienestar.
La diferenciación contemporánea entre espiritualidad y religión es, entre otras cosas, lo que posibilita el uso de ciertas terapias que incorporan la dimensión espiritual dentro de su marco explicativo y de tratamiento por parte de personas con cualquier o ninguna adscripción religiosa.
La presencia de estas terapias y el reconocimiento de la potencialidad de la complementariedad terapéutica en ámbitos clínico-hospitalarios no solo es novedoso, sino que contribuye a democratizar prácticas que, por lo general, son utilizadas por sectores socioeconómicos medios y altos. Su incorporación en el ámbito público de la salud brinda la posibilidad de su experimentación por parte de pacientes de sectores con acceso más limitado a las mismas.
Se conforman como espacios que presentan una asistencia sostenida de pacientes; con prácticas inocuas y no invasivas, que están siendo monitoreadas por especialistas y que no representan una amenaza para el tratamiento biomédico. Asimismo, no significan una carga presupuestaria para las instituciones, a la vez que se pueden posicionar como una propuesta novedosa que ofrece otro tipo de asistencia generadora de “bienestar”.
Fenómenos como este ponen sobre la mesa la importancia del debate respecto a la legislación de las MAC, de manera cada vez más acuciante. Si bien las aristas a debatir son muchas, su regulación implicaría un paso decisivo en cuanto a su legitimación, así como a garantizar el acceso a las mismas y a su práctica de manera segura, tanto dentro como fuera de instituciones de salud.
* Por Juliana Gelerstein para La tinta