El beato menos pensado

El beato menos pensado
30 agosto, 2022 por Redacción La tinta

Este mes, se cumplieron 46 años de su asesinato en Punta de los Llanos, La Rioja, en un simulado accidente automovilístico. Un repaso por la intensa biografía del obispo de los pobres.

Por Carlos Ruiz para Revista El Sur

Un relato sobre la historia de Enrique Angelelli podría comenzar por uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX: el Concilio Vaticano II (1962-1965). Se trataba de un evento ecuménico, convocado a comienzos de 1959 por el papa Juan XXIII, que tuvo una amplia participación del mundo religioso, no solo de la Iglesia católica, sino también de otros credos cristianos. La importancia del cónclave estaba en el hecho de que todo en la Iglesia estaba en revisión, el fondo y la forma. «Quiero abrir las ventanas de la Iglesia para que podamos ver hacia afuera y los fieles puedan ver hacia el interior», declaró el papa poco después. En un breve discurso, que ni siquiera su secretario personal conocía, Juan XXIII puso a la Iglesia bimilenaria patas para arriba. Llevaba solo tres meses desde su elección y para muchos era un papa de transición.

Enrique Angelelli, en ese momento, era Obispo Auxiliar en el Arzobispado de Córdoba y compartía algunas cosas con el papa Juan XXIII. Ambos venían de un origen humilde. Angelo Giuseppe Rocalli, apodado «el papa bueno», era el primer papa de origen obrero, que viajaba en el tren como cualquier trabajador y vivía austeramente. Eso nunca había sucedido en la Iglesia romana, cuyos papas venían siempre de la clase más alta. Angelelli, por su parte, había nacido en las chacras de Villa Eucarística, en la periferia de la ciudad de Córdoba, arropado por las manos callosas de una familia de inmigrantes italianos que cultivaba papas y choclos, y los vendía en el centro.

Cuando tenía 15 años, en el mismo carro cargado de verduras, Juan y Celina, sus padres, lo llevaron hasta el seminario de Nuestra Señora de Loreto para que se convirtiera en sacerdote. Se destacó inmediatamente, no tanto por sus dotes intelectuales, sino por su carisma y calidad humana. Pronto, la jerarquía eclesiástica lo vio como futuro obispo y lo envió a Roma para terminar sus estudios y ordenarse en la centralidad del mundo católico. Se ordenó en 1946, a los 26 años, y cinco años después, cuando culminó sus estudios, regresó a Córdoba. Se integró sin sobresaltos y ocupó distintas funciones. El papa Juan XXIII lo nombró Obispo Auxiliar en diciembre de 1960 y el arzobispo de Córdoba lo nombró Rector del Seminario. Nada hacía presagiar lo que vendría después.

Reformas

El siglo XX estaba en su apogeo. En el mundo y en Córdoba en particular, las ideas estaban en estado de ebullición. Dentro de la Iglesia, las aguas no estaban tranquilas. El clero estaba dividido entre los que defendían la iglesia tradicional y conservadora, y los que querían cambios y un mayor aggiornamiento a los nuevos tiempos. Angelelli estaba entre los segundos. Había vivido de cerca el «antiperonismo» de la Iglesia y su activa participación en la autodenominada Revolución Libertadora que derrocó a Perón. En Córdoba, apareció con una fuerza inusitada la clase obrera, fruto de la instalación de fábricas y la industria metalmecánica. Angelelli y otros curas que frecuentaban los «bajofondos» de la sociedad sentían una fuerte contradicción. La Iglesia estaba desconectada de los pobres y de los sectores más necesitados. Entre la prédica de Jesús y la iglesia cordobesa había un abismo insondable. Había que cambiar, pero no se sabía cómo.

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(Imagen: A/D)

En eso, estalló el Concilio. La solitaria propuesta de Juan XXIII era la oportunidad de actualizar la Iglesia. Angelelli fue uno de los dos mil obispos de todo el mundo que participaron. Al ser Obispo Auxiliar, no tenía los gastos pagos por lo que, dicen sus biógrafos, tuvo que vender su moto Puma con la que recorría las villas de Córdoba y empeñar su anillo de obispo para costearse el viaje. Se preparó concienzudamente y presentó 26 ponencias. Algunas de sus ideas quedaron plasmadas en el documento final.

La amenaza nuclear, la revolución cubana, los avances en la medicina que permitían el control de la natalidad, el aborto, acelerados cambios sociales y culturales eran temas de discusión permanente. La Iglesia, hacia adentro, también discutía los suyos: el celibato, el divorcio, los cambios en la liturgia (las misas eran en latín, con el sacerdote de espaldas). Los debates fueron encarnizados y desde muchas partes del mundo se seguían las deliberaciones como si fuera un Mundial de fútbol. Conservadores vs. reformistas. Finalmente, el Concilio culminó con grandes cambios en cuestiones menores. Pero fue un fuerte sacudón en el mundo católico.

Los reportajes

En Córdoba, la jerarquía miraba para otro lado y hacía como que el Concilio no hubiera sucedido. Un grupo de profesores del seminario encendieron la mecha: le plantearon al rector Angelelli la necesidad de hacer algo para hablar del Concilio. Angelelli, sin dudarlo, les propuso ir a la prensa. La propuesta los desconcertó. Había tres diarios en Córdoba: Los Principios, vocero de la Arzobispado, La Voz del Interior, de tendencia conservadora, y Córdoba, anticlerical. En este último, Angelelli tenía un amigo, el periodista Piro Pérez Gaudio, quien recogió el guante y publicó sendos reportajes a tres profesores del seminario: Erio Vaudagna, Oreste Gaido y Nelson Dellaferrera. Salieron tres días seguidos con los títulos: «¿Hay una crisis en la Iglesia cordobesa? ¿Hay dos iglesias dentro de la Iglesia?».

Los reportajes tuvieron el impacto de una bomba arrojada en el corazón del Arzobispado. El arzobispo Ramón Castellano convocó a una reunión de todo el clero cordobés, con la presencia del nuncio Umberto Mozzoni. En una sala colmada del Seminario Mayor, con la presencia de todos los curas y monjas de Córdoba, le pidieron que se retracte. Angelelli, sabiendo que el Concilio era un hecho que no se podía ocultar y emulando a Galileo Galilei después de abjurar de la visión heliocéntrica frente a la Inquisición, pronunció algo parecido al eppur si move del italiano.

El conflicto se llevó puesto al arzobispo, quien renunció poco después. A Angelelli lo mandaron a cumplir funciones de párroco en la capilla de Villa Eucarística, cerca de su casa natal, a pesar de ser Obispo Auxiliar. Tampoco lo tuvieron en cuenta al designar al nuevo arzobispo; en su lugar, pusieron a Raúl Primatesta, quien se desempeñaba como obispo de San Rafael, en Mendoza. La Iglesia debatía internamente qué hacer con Angelelli. Su compromiso con las causas populares y su carisma eran un problema.

Angelelli se había involucrado en todos los conflictos laborales, gremiales y estudiantiles. Se había convertido en referente de otros sacerdotes que veían en él una esperanza de renovación luego del Concilio. Finalmente, decidieron «sacárselo de encima» mandándolo a una Diócesis de menor peso: La Rioja. Allí había un obispo preconciliar, que tampoco entendió el Concilio y no tenía ganas de entenderlo. Renunció alegando un problema de salud para que Angelelli pudiera asumir.

La Rioja

Angelelli asumió en La Rioja el 24 de agosto de 1968. Ese mismo día, se realizaba en Medellín (Colombia), con la presencia del papa Pablo VI, la 39° Conferencia del Episcopado Latinoamericano. En la práctica, era bajar el Concilio a Latinoamérica. En La Rioja, Angelelli encontró el campo fértil para la implementación de las reformas que Córdoba le había negado. Puso a la Iglesia en «estado de asamblea» y llevó a la práctica la actualización que la Iglesia demandaba y que el Concilio había habilitado oficialmente. Chocó con la resistencia al cambio de los sectores privilegiados de La Rioja, especialmente los terratenientes, que no tardaron en atacarlo. Los sectores más humildes lo amaron inmediatamente. Los más pobres sintieron que tenían un obispo que era como ellos, alguien en quien podían confiar y que se jugaba. Fue fundamental en la lucha por los derechos laborales de los estatales, de los peones rurales, de los mineros. Participó en la lucha contra la usura. Fomentó el cooperativismo como forma de organizarse contra la pobreza, algo que propone el documento del Concilio. Nunca dejó de seguir lo que pasaba en Córdoba. El día siguiente del Cordobazo, viajó para ver de cerca lo que sucedía. Muchos de los líderes de la revuelta eran sus amigos.

Sus detractores en La Rioja y los servicios de inteligencia comenzaron a sembrar difamaciones y noticias falsas. Lo acusaban de «comunista», de ser un «obispo rojo». El golpe militar del 76 lo colocó en el centro de la escena. La Rioja tiene, en proporción a la cantidad de habitantes, la mayor cantidad de presos políticos de la Argentina y la mayoría están relacionados a la pastoral del obispo. Sus colaboradores sufrieron amenazas, detenciones y torturas. El 18 de julio de 1976, día de su cumpleaños, asesinaron a los sacerdotes de Chamical, Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville. Una semana después, asesinaron a Wenceslao Pedernera, un campesino ligado a la pastoral, y el 4 de agosto de ese mismo año lo asesinaron a él, simulando un burdo accidente de tránsito. 

Beato

La justicia tardó casi cuatro décadas en condenar a sus asesinos. Al menos, los que dieron las órdenes y estaban todavía vivos. Los autores materiales de los asesinatos siguen sin ser juzgados y otros se vieron beneficiados por la «impunidad biológica», ya que fallecieron antes de los juicios.

El papa Francisco beatificó (un paso previo a la santidad) a los cuatro «mártires riojanos» en abril de 2019. Sin embargo, en Córdoba y otros lugares de Argentina, Angelelli y los mártires riojanos no reciben el mismo reconocimiento que otros beatos. San Agustín sostuvo hace 1.700 años que «no se es mártir por la forma en que se muere, sino por la causa que se defiende». Ese quizás sea el problema por el que Angelelli no es más reconocido: su prédica de «un oído en el Evangelio y otro en el pueblo» sigue provocando la misma reacción inquisidora que le exigió retractarse en aquella asamblea del clero cordobés. Eppur si move.

*Por Carlos Ruiz para Revista El Sur / Imagen de portada: A/D.

Palabras claves: La Rioja, Obispo Enrique Angelelli

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