Lo más importante de lo menos importante

Lo más importante de lo menos importante
18 noviembre, 2016 por Redacción La tinta

La Selección eligió el silencio. Luego de babear el ácido más corrosivo de los últimos años, el periodismo deportivo merece repensarse. También la audiencia que legitima el show mediático. A días del Día del Periodista Deportivo, nos preguntamos sin encontrar respuestas ¿Para qué sirve eso que masivamente se considera periodismo deportivo?

Invadir vidas privadas, usar a la gente, moralizar sin mirarse en el espejo y funcionar como herramienta a veces perfecta de un discurso hipócrita que dice criticar la desigualdad social, pero al mismo tiempo la practica de modo constante. Todo en nombre de la libertad de prensa. Hasta subirse a un inodoro para espiar conversaciones privadas. ¿Será también eso libertad de prensa?E. Fernández Moores

Desde la derrota en Córdoba la Selección Argentina fue el tema preferido del periodismo deportivo. A lo largo de un mes la kermés mediática ofrecía voltear al patito que usted prefería: Di María, Higuaín, Agüero, Lavezzi, Romero, Mascherano y así hasta recorrer de arriba hacia abajo el listado de Edgardo Bauza, el pato mayor.

El martes por la noche, después de una magnífica actuación de Lionel Messi – más que nunca capitán- el 10 también dejó pagando a la fauna del periodismo deportivo: “Estamos para comunicarles que hemos tomado la decisión de no hablar más con la prensa. Recibimos muchas acusaciones, muchas faltas de respeto y nunca dijimos nada”.

A pocos días del Día del Periodista Deportivo, lo más rancio de esta fauna babeó el ácido más corrosivo de los últimos años. Desde la acusación vía twitter sobre el supuesto consumo de marihuana de Lavezzi, hasta el sincericidio más inverosímil de Liberman: “Quiero que ganen. Si no vamos al Mundial, yo pierdo guita”. ¿Para qué sirve este periodismo que consumimos a granel?

Si no vamos al Mundial, yo pierdo guita

La cita de Ezequiel Fernández Moores pertenece a un prólogo que él mismo escribió para el libro “Vivir en los medios” de Fernando Zanoni. Allí, el periodista y escritor escoge una anécdota para introducirnos en tema: “El director de una poderosa editorial escondido en un baño, subido a la tapa del inodoro y escuchando la intimidad del vestuario de la Selección días antes del Mundial de México 86”. La escena es por demás patética.

Si bien la investigación que presenta Zanoni intenta mostrar la relación de Maradona y los medios, para el columnista de La Nación termina siendo al revés, obligando al lector a pensar el rol de los medios sobre el deporte. En especial ante eso que consideramos una propiedad, que creemos “nuestro”, sea Maradona, Messi, la Selección o el fútbol en su totalidad.

Es tan claro que el fútbol no es “el deporte”, como que el fútbol en nuestro país –¿y el mundo?- no es “sólo un deporte”. No darle la relevancia que se merece puede resultar peligroso. Su capacidad de convocatoria y la de generar identidad hace que sea un excelente bien de consumo y también un gran catalizador de humores sociales.”Estamos ante un fenómeno que moviliza las altas y bajas pasiones de un individuo. Tema importante, porque ayuda a compensar el vacío existencial, la rutina laboral, la falta de expectativas, de ilusiones, de motivaciones”, dice Jorge Valdano en La pasión según Valdano, de Ariel Scher.

En el medio, aparecen quienes se postulan como voceros del pueblo. Periodistas que actúan frente a las cámaras como “la gente común”, como un hincha que empatiza con esas pasiones. Sin embargo son parte de una industria que ya no se ruboriza en afirmar: “Si no van al Mundial pierdo guita”. Nadie que esté del otro lado de la pantalla y se emborrache de ese veneno perderá su trabajo, su casa o su familia si Messi no va a Rusia. Sólo ellos.

“El fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes”, suele repetir Reynaldo Sietecase. De una mala decisión en el fútbol, el desempleo no va a subir, la inflación no cesará, los pobres no serán ni más ni menos y el PBI no se inmutará. Pero al mismo tiempo está inserto en cada rincón de la idiosincrasia argentina, moviliza a las masas y genera adhesiones y deserciones sobre ideas, valores y reglas.

Entonces: ¿Para qué sirve el periodismo deportivo tal cual lo consumimos hoy? ¿Cuál es su rol y cuáles sus responsabilidades al momento de emitir mensajes grandilocuentes y exagerados sobre algo tan sensible pero fácil de subestimar como el fútbol?

La respuesta no está en este artículo. Quien pretenda encontrarla aquí, le ahorramos la lectura, algo para nada despreciable en tiempos donde leer, preguntarse y pensar no cotizan. Eso si, creemos que la reflexión no le compete sólo a quien escribe y ejerce esta profesión, sino también al que lee, ve o escucha. Después de todo, sin público, sin audiencias, ni el periodismo ni el fútbol existirían tal y como lo conocemos.

 

Ratas o Cisnes

Retomando el camino, otra vez Valdano: “En estos tiempos, es indudable que el proceso digestivo de la actualidad es mucho más rápido y hay una gran demanda de satisfacción inmediata… Los medios dependen de las audiencias. A partir de eso se ven obligados, se ven en la necesidad de cautivar al público con recetas muy esquemáticas: exageración de la actualidad, culto al éxito, demolición del derrotado, individualización de la gloria y el fracaso, división entre amigos y enemigos, minucias contadas con entusiasmo desbordante, un buen humor obligatorio y, sobre todo, la consagración del presente; todo se desarrolla aquí y ahora”.

¿A caso algún punto de esta receta no se cumplió en el último mes, entre el partido de la Selección Argentina con Paraguay y la derrota con Brasil? El análisis vale aún más si el campeón de México ´86 lo dijo en 2006.

Ya antes de disputarse el partido ante Colombia en San Juan, en el mundo periodístico se rumoreaba que algo iba a pasar con los jugadores de la Selección. Silencio o ruido, pero algo iba a suceder. Una conferencia de todos para anunciar que ya no hablarían con la prensa era la versión más fuerte. Las viudas mediáticas ya sollozaban.

En ese contexto, el periodista Sergio Lavinsky desnudaba en su twitter el absurdo al que llegó en la actualidad la profesión: “La prensa persigue a los jugadores para que digan lo que ya sabe que dirán y los jugadores más o menos ya saben lo que les van a preguntar. Y por si fuera poco, el público argentino puede suponer lo que los jugadores responderán y las preguntas que la prensa les formulará. Entonces, la pregunta es para qué entrevistar a los que no tienen nada nuevo que decir. Por qué no usar ese tiempo o espacio para analizar. O por qué no usarlo para investigar, opinar, informar”.

En su blog personal, más tarde escribiría un artículo en el que también expone la actitud de los integrantes de la Selección, criticando que hayan decidido que paguen justos por pecadores, más aún cuando el propio Messi admitió: “Sabemos que hay muchos de ustedes que no entran en ese juego de faltarnos el respeto”.

¿Es posible el periodismo deportivo sin declaraciones de cassette, rumores exibidos como hechos, ausencia de fuentes y gritos desesperados frente al micrófono? ¿Tiene algún sentido legitimar esa pantomima consumiendo horas de transmisiones, haciendo clicks, comprando diarios o escuchando la radio? El propio Levinsky señala que acceder a declaraciones de los protagonistas es parte de la profesión periodística. Y si bien es verdad que un protagonista de los hechos es una fuente en sí misma, vale como tal si aporta un dato, una novedad o ayuda a eso otro que ya no se hace: investigar, opinar, informar. De lo contrario, del cassette a esconderse en un baño del seleccionado nacional hay un paso: “Si hubiese sido necesario meter la mano allí dentro, ese director también lo hubiese hecho. Sus revistas fueron duchas en eso de revolver mierda”, agrega Fernandez Moores a su anécdota.

Luego de salir con los tapones de punta contra “ese ejercito de patéticos despojos” del periodismo, Fernando Signorini, expreparador físico de Maradona y de la selección que Diego dirigió en 2010, y un profesional dedicado a trabajar con organizaciones sociales y acostumbrado a tener un contacto más real con la realidad, invitó a la reflexión de aquellos que no son “Fantino- Closs- Niembro (por supuesto)- López- Villouta- Farinella- Vignolo”. En su planteo el eje central de lo que debería ser el periodismo es la educación.

“No tienen ningún derecho a enviar mensajes distorsionados del verdadero significado del hecho deportivo sobre todo, a las nuevas generaciones. Toda vez que, cada uno desde su lugar, debemos empeñarnos en tratar de colaborar con los demás miembros del proceso educativo, en formar al mejor individuo posible para una sociedad más justa y libre.

“El fútbol (el deporte todo) nació con ese fin y es hoy un fantástico argumento para lograrla. Les hago desde aquí un llamado a la reflexión: En ustedes esta seguir siendo las inmundas ratas del presente, o construirse un futuro de majestuosos Cisnes”.

En esa idea nos quedamos: el deber educativo. Ya Marcelo Bielsa ha sabido exponer en charlas ofrecidas en Chile frente a estudiantes universitarios o empresarios, que ante la capacidad de penetración social que tiene el fútbol, educar a través de él es mucho más fácil. Por eso, si el fútbol reproduce las lógicas del mercado, la productividad es ley y el éxito el único camino. Como se vive, se juega.

En el reflejo del legado que dejaron plumas como las de Dante Panzeri (antes) o Ezequiel Fernández Moores (hoy), quizá encontremos este salvoconducto para el periodismo deportivo. Quizá investigar, opinar e informar a través del sacerdocio docente, no como avanzada iluminada sino como profesional obligado a brindarse desde su labor con una finalidad acorde a la necesidades del otro, el periodismo deportivo se transforme en algo superior a una rata revolviendo mierda en un inodoro.

Palabras claves: Lionel Messi, Periodismo, Selección Argentina de Fútbol

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