Todo superhéroe es un poquito queer
Por Sole Zeta para Ponele
¿Alguna vez clickeaste un titular que prometía muchísimo para terminar leyendo una noticia que entregó muy poco? En la jerga de los medios digitales, eso es clickbait o “carnada de clics”. Su uso se popularizó en los últimos años, pero es más viejo que los clics. La industria del cómic lo sabe hace tiempo. En los 90, a raíz de la explosión de publicidad que fue La Muerte de Superman, proliferaron historias con giros telenovelescos. Superman volvió de la muerte y finalmente se casó con Lois, a Batman le quebraron la espalda, Spider Man fue reemplazado por un clon, Linterna Verde se volvió malo. Este recurso se mantuvo hasta nuestros días. Todos los años leemos noticias sobre algún giro sensacional de un personaje clásico. Generalmente, hay dos desenlaces posibles: o se revierte al statu quo a pura lógica comiquera (Superman vuelve de la muerte, Spider Man recupera su identidad secreta haciendo un pacto con el diablo) o en realidad se trataba de una versión alternativa del personaje más famoso.
En los últimos días, un ejemplo de este último tipo sacudió los titulares de todo el mundo: SUPERMAN ES BISEXUAL. La historia, diría un sociólogo, es más compleja. El último 11 de octubre, se celebró en EE.UU. el Día Nacional de la Salida del Clóset, una fecha pensada para visibilizar vidas disidentes. DC Comics aprovechó la fecha para comunicar que el 9 de noviembre se publicaba el primer número de la serie Superman: Son ofKal El, en el que se mostrará a Jon Kent (hijo de Clark Kent) heredando el manto de su padre y en el que se mostrará como bisexual. Esto puede sonar rarísimo para personas ajenas a la lógica comiquera, pero como dije en el párrafo anterior, las versiones alternativas de personajes son absolutamente normales. Para una explicación más larga de cómo funciona esto contado por alguien que es parte tanto del fandom de DC Comics como de la comunidad LGBT+, recomiendo este video de Gus Casals que lo cubre todo con lujo de detalles.
¿Pero tanto escándalo por la sexualidad de un Superman que ni siquiera es el de toda la vida? Bueno, estos pequeños gestos son suficientes para que sectores reaccionarios busquen pescar adhesiones entre el público geek sobreactuando indignación. Dean Cain, el actor que interpretó a Superman en Lois & Clark en los 90 (y que devino en figura mediática pro-trump), se encargó de decir que este giro es “anti-estadounidense y globalista”, porque siempre se puede acompañar la queerfobia con conspiranoia a las finas hierbas. El grito es claro: “No nos roben nuestros juguetes, desviades”.
El problema es que –con o sin Superman bi– la mera idea de los superhéroes siempre ha sido profundamente queer. Muchísimos tropos surgidos de los cómics permitieron a les trans verse reflejades, aun sin ser representación explícita. El más obvio tal vez sea la identidad secreta. Los superhéroes saben lo que es estar en el clóset, no pudiendo revelar su verdadera identidad por miedo a represalias. Es tan importante que meramente nombrarse devino la frase icónica de Tony Stark: “Yo soy Iron Man”.
También es común el rechazo social. Los X-Men son el caso paradigmático, pero están lejos de ser el único: Hulk es perseguido por el ejército, Spider Man es permanentemente acusado de causar calamidades por el periodismo amarillista y Batman se oculta en la oscuridad para patrullar Ciudad Gótica. Incluso los héroes con buena prensa, como Superman, están distanciados de la sociedad y solo puede ser abiertamente kryptoniano en La Fortaleza de la Soledad.
Tal vez como consecuencia de su distancia con el resto de la humanidad, los superhéroes tienden a juntarse entre sí. La Liga de la Justicia, los Avengers, los X-Men, todos nos remiten a nuestras “familias encontradas”. Es una experiencia casi universal entre desviades formar lazos fuertísimos con amigues del colectivo. Al fin y al cabo, en el mejor de los casos, lo más probable es que nuestra familia de origen nos acepte sin ser parte ni entender del todo nuestras experiencias. En el peor, por supuesto, está el rechazo y el abandono (que en el caso de niñas trans, puede alcanzar hasta el 70%).
Y cómo olvidar la proliferación de cuerpos no-normativos. A veces desde el sufrimiento y el ostracismo, como Hulk o La Cosa. Otras veces, desde el goce, como She-Hulk. También tenemos casos en los que el cambio corporal fue buscado: la historia del Capitán América, el alfeñique que se inyecta una superdroga que lo convierte en un espécimen masculino perfecto, es una perfecta fantasía transmasculina con súper suero en lugar de testosterona.
Podría seguir. Los trajes de colores brillantes, salir a la calle disfrazades, los cuerpos erotizados, incluso poderes como transformarse, ser invisible o invulnerable… los superhéroes siempre fueron una fantasía queer. Así que los varones heterocis que históricamente fueron el núcleo duro del fandom pueden dormir tranquilos. Nadie quiere sacarles sus juguetes. Sobre todo, porque nunca fueron sus juguetes en primer lugar.
*Por Sole Zeta para Ponele / Imagen de portada: A/D.