Damián Verzeñassi: “No puede haber cuerpos sanos en territorios enfermos”
El médico y referente del InSSA señala que el Estado y los sistemas científicos y académicos sostienen una lógica fragmentada entre economía, ambiente y salud; y enmarca el impacto del modelo extractivo como parte de una “geopolítica de la enfermedad”. La respuesta invita a encontrarla en los territorios y la ciencia digna, que tienen cita en el VI Congreso de Salud Socioambiental.
Por Mariángeles Guerrero para Agencia Tierra Viva
En el marco del VI Congreso de Salud Socioambiental y del III Encuentro Intercontinental Madre Tierra Una Sola Salud, Tierra Viva entrevistó al médico Damián Verzeñassi —responsable de los campamentos sanitarios en pueblos fumigados de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, y referente del Instituto Nacional de Salud Socioambiental (InSSA)— acerca de la importancia de estos encuentros. La nueva edición se está realizando en modalidad virtual desde el 25 al 29 de octubre próximos. «Un encuentro para el reconocimiento de las praxis desde los territorios y las praxis académicas en conjunto con las comunidades o al servicio de las comunidades», define Verzeñassi el objetivo fundacional del congreso.
El programa del Congreso abre a la reflexión sobre qué es la medicina, qué es la salud, cambio climático y refugiados ambientales, geopolítica de la enfermedad, pandemias y sindemias, transgénicos y agtech, agua para la vida, entre otros tópicos. Puede seguirse en vivo por YouTube.
Junto a las mesas de exposiciones, el encuentro —convocado por InSSA, Fundación Rosa Luxemburgo, Uccsnal, Médicos del Mundo y ReAct Latinoamérica— cuenta con la presentación de trabajos científicos, experiencias desde los territorios y democratización de saberes de la Ciencia Digna. En esta edición, indica Verzeñassi, el eje está puesto «en la salud de la Madre Tierra en contextos de sindemias y pandemias ante la geopolítica de la enfermedad».
—¿Por qué es necesario pensar en la dimensión socioambiental de la salud?
—Pensar la salud humana sin tener en cuenta la salud de los territorios no es posible. No puede haber cuerpos sanos en territorios enfermos. Incorporar la dimensión socioambiental es incorporar, en el análisis de los problemas de salud, el impacto que tienen en los procesos de salud las decisiones que se toman respecto de los territorios que habitamos. Para eso, el rol de la ciencia tiene que ser al servicio de las comunidades y de los pueblos y no de las corporaciones y los gobiernos. Allí es donde la perspectiva socioambiental le da una mirada diferente a los clásicos planteamientos de la salud ambiental por un lado, humana por el otro, animal por el otro y vegetal por el otro. O empezamos a pensar y a analizar integralmente la salud de la Madre Tierra, o seguiremos errando el diagnóstico y, por lo tanto, los tratamientos.
—¿Qué nuevos problemas planteó la pandemia?
—La pandemia dejó en evidencia muchas cosas. La primera es la destrucción del sistema de atención, que se viene sufriendo en los últimos 20 o 25 años, y la habilidad inmunológica que se ha generado tanto en las personas como en las comunidades. Esta pandemia puede impactar como impacta en nuestros cuerpos y cobrarse las vidas que se cobra porque hace tiempo venimos destruyendo nuestro sistema inmunológico, porque habitamos territorios que han sido dañados, que han sido contaminados. El aire que respiramos, el agua que bebemos, la comida que incorporamos a nuestros organismos, cargadas de químicos, de contaminantes (algunos derivados del petróleo) hacen que nuestra biología ya no pueda sostenerse saludablemente.
—¿Dejó en evidencia la relación entre salud y ambiente?
—La pandemia mostró cómo la destrucción de los territorios, que los modelos extractivistas han impulsado y sostenido en los últimos años, ha forzado el encuentro entre los microorganismos que vivían en estado salvaje con las sociedades alteradas por la acción humana, fundamentalmente por los procesos de producción agroindustriales. No hay dudas, a nivel mundial, de la destrucción de los territorios por el avance de los modelos agroindustriales, incluso la producción de transgénicos y de carne en las megagranjas. Allí hay un elemento muy claro a analizar, que no ha sido suficientemente estudiado por parte de quienes toman las decisiones. En ese sentido, la pandemia también desnuda la complicidad de los poderes políticos a nivel nacional y global con los extractivismos y con el avance de los modelos que son generadores de pandemias. Al mismo tiempo, se presentan con los mismos elementos que generaron las pandemias y nos quieren hacer creer que las van a resolver.
—¿Qué hacer ante la continuidad del uso del paquete tecnológico del agronegocio y de un modelo de producción extractivista?
—Lo que queda es resistir. Resistir para poder re-existir, re-existir para sembrar los futuros que nos merecemos y que solo serán posibles en la medida en que seamos capaces de evitar que siga avanzando y profundizándose esta lógica extractivista destructora de territorios que, como nosotros decimos, es una herramienta de lo que denominamos la geopolítica de la enfermedad. Es decir, la definición del mundo en lugares que deben cuidarse para que sus habitantes puedan vivir saludablemente y otras que deben ser sacrificadas, áreas o zonas de sacrificio, para garantizar la posibilidad de recuperación de las primeras. Claramente, la agroindustria y el paquete tecnológico que se instalan en nuestros territorios y no en otros son el resultado y expresión de esos sistemas científicos y universitarios cooptados por el poder de las corporaciones. Cuando hablamos de geopolítica de la enfermedad, hablamos de traspaso de las industrias sucias a nuestros territorios, anunciadas por el Banco Mundial en 1991 y ejecutada por los gobiernos regionales y locales desde entonces sin ningún tipo de diferencia ni de grieta, más allá de los lineamientos político-partidarios que sostienen a unos y a otros. En este sentido, los llamados progresismos latinoamericanos han sido tan cómplices como las derechas más clásicas y recalcitrantes.
—¿Qué elementos faltan para un abordaje más integral de la salud desde el Estado?
—Lo que claramente está ocurriendo desde el Estado y desde los sistemas científicos y académicos es que se siguen mirando los problemas desde una lógica fragmentada, desconectada, pretendiendo que la economía tiene que ir por un lado, la salud por el otro, lo ambiental por el otro; cuando, en realidad, si la vida es posible es por la integralidad. La vida y la salud pueden desarrollarse en nuestro planeta a partir de la posibilidad de vinculación de los elementos que hacen posible que el planeta pueda vivir. Lo que no hay, y no hubo en los últimos cien años, es una mirada integradora de la vida y de la salud de los territorios, de los animales y de los seres humanos como una sola salud.
—¿Cuál es el rol de los movimientos sociales en estos abordajes integradores?
—Los movimientos sociales son los que están marcando los errores: las faltas y las necesidades de repensar y de redefinir los rumbos de gobiernos y academias. Los movimientos sociales son los que resisten, son los que están desde los territorios advirtiendo el daño que hemos generado como sociedades en el lugar en que vivimos y la peligrosidad que esto tiene para nuestras vidas. Por eso, desde la ciencia digna, desde el Instituto Nacional Socioambiental, desde los Médicos del Mundo, la Fundación Rosa Luxemburgo, ReAct Latinoamérica y Uccsnal (Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina) co-organizamos el Congreso de Salud Socioambiental y seguimos intentando poner nuestros esfuerzos y energías al servicio de esas otras construcciones, de facilitar los encuentros para buscar otras alternativas y no caer en las falsas soluciones que nos quieren seguir vendiendo.
—¿Cuál es la relevancia del Congreso de Salud Socioambiental?
—Hoy no estamos atravesando solo la pandemia del COVID-19, tenemos la pandemia de las enfermedades crónicas no transmisibles, tenemos la pandemia del narcotráfico y de las adicciones, tenemos la pandemia del calentamiento global o de los problemas de salud a partir del aire contaminado que respiramos. Son muchas pandemias, muchos problemas globales que estamos teniendo en relación a la salud y por eso hablamos de sindemia. El sexto Congreso de Salud Socioambiental y el Tercer Encuentro Intercontinental Madre Tierra Una Sola Salud este año hace eje en la salud de la Madre Tierra en contextos de sindemias y pandemias ante la geopolítica de la enfermedad.
—¿Qué implica haber puesto la salud de la Madre Tierra como eje?
—Desde allí, el Congreso de Salud Socioambiental propone seguir siendo lo que es desde 2011, con su primera edición: un espacio de encuentro para los diálogos de saberes, de las diversidades, para el reconocimiento de las praxis desde los territorios y las praxis académicas en conjunto con las comunidades o al servicio de las comunidades. Que esos intercambios y ese diálogo de saberes sirvan para fortalecer las luchas de los movimientos sociales y de los pueblos que defienden sus territorios ante el avance de los extractivismos. Y, por otro lado, permear a las universidades y al sistema científico de nuestros países ante las necesidades de los pueblos para poder generar una reorientación de las líneas de investigación y una profundización de la investigación de la salud de los ecosistemas y de la Madre Tierra. En eso está la relevancia de este Congreso. Es un espacio de visibilización de luchas, de resistencias, de producciones académico-científicas con otras lógicas que para nosotros son vitales.
*Por Mariángeles Guerrero para Agencia Tierra Viva / Imagen de portada: Agencia Tierra Viva.