Poesía visual, pegatina y una crítica a las danzas de apareamiento virtual
¿Cómo son los códigos hoy para vincularse? ¿Cómo se da el encuentro con otrxs? ¿Qué pasa en el medio? Me mira la historias, me dio un like, contesté con un fueguito. La danza del apareamiento en redes, le decimos un poco en broma y mucho en serio. Waldo Mandiello nos invita a pensar con sus poesías visuales hechas pegatinas.
Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta
Una nochecita de escrolear -para escribir este verbo nuevo, pregunto a una amiga con alma más joven antes- en Instagram. Vinito en mano, copa con historia, como todas esas noches en las que en mi planner dice “Hacer alguna”. Encuentro miles de imágenes, ensalada rusa de info, variada como mis intereses, pero algo me seduce especialmente. Se trata de una página de astro, ya no sé si hablaba de mercurio en retro o de mi luna en leo… no importa, me llama la atención la imagen. Es que ellas penetran sin pedir permiso, las viste y ya están en vos.
Un sobre, una pegatina en alguna callecita de Baires. “No quiero tu instagram, quiero tomar un vino con vos», dijo y me conquistó. Encuentro arrobado a Waldo Mandiello y allá voy.
Mandiello es el autor de una serie de pegatinas o, si me pongo un poco en teórica, poesías visuales. Hace una crítica desde lo gráfico, una invitación a pensarnos en relación a cómo nos estamos vinculando. Habla de “un uso desmedido de las redes, invito a la reflexión”, dice.
El autor escribe poesía, pero me cuenta que nunca pensó en publicar un libro: “Yo escribo poesía y escribía para mí. Hasta ahora, no había encontrado un soporte, la verdad nunca pensé en hacer un libro, por ejemplo. Básicamente, era algo que disfrutaba mucho hacer y me lo guardaba”, cuenta. A raíz de un trabajo con dos artistas urbanos, empieza a ver la calle como un soporte para sus palabras: “Empiezo a ver la calle como un posible soporte para mi poesía. Pero la verdad es que lo que yo escribía no era tanto para la calle, era medio largo, con un lenguaje un poco rebuscado. Había encontrado el soporte de alguna manera, porque yo me identifico con la calle, me gusta estar en la calle todo el tiempo, no me gusta estar encerrado, me considero medio callejero, pero no tenía el contenido”, recuerda.
Un amor como punto de partida
El contenido, las palabras, llegan con una historia de amor en pandemia. Waldo me cuenta que, en plena cuarentena estricta, volvió a charlar con una chica que había conocido en 2019. Virtualidad mediante, como todes quienes surfeamos las nuevas maneras de vincularnos en aislamiento. “Hablamos por Whatsapp y en esas charlas surgió. Me sale decir una frase, una respuesta a algo que me dice ella. Y pienso: ‘Che, acá hay algo, me gusta esto. Es algo más mundano en relación a la poesía que escribo, pero está bueno igual’. Hay algo conceptual con lo que me identifico, la calle es el lugar para esto y profundicé ahí”. Me cuenta y agrega: “La conocí en un lugar de comidas en la calle, en una mesa comunitaria de un barcito, empezamos a hablar, conectamos y la invité a salir. Para eso, le pedí su teléfono y su nombre nomás. Acordamos el día y listo. No tenía por qué saber su apellido ni buscarla en Instagram. A ella lo que le quedó, cuando volvimos a hablar en la cuarentena, fue: ‘Che, me llama la atención que no me hayas buscado en Instagram, es raro’. Y ahí es cuando yo le digo: ‘Es que no quiero seguirte en Instagram, quiero tomarme un vino con vos’«, explica mientras me comparte el nacimiento de la primera frase y profundiza en relación al código discursivo que tiene que ver con las redes sociales.
Poesía visual para invitar a pensarnos
¿Cómo son los códigos hoy para vincularse? ¿Cómo se da el encuentro con otres? ¿Qué pasa en el medio? Me mira la historias, me dio un like, contesté con un fueguito. La danza del apareamiento en redes, le decimos un poco en broma y mucho en serio. Existe todo un proceso hasta que, con suerte, se da el encuentro de unx a unx, en persona, mirada con mirada, cuerpo con cuerpo.
“Lo que hago es invitarnos a reflexionar sobre cómo elegimos vincularnos en estos tiempos y no solo por la pandemia. Sino desde hace bastante tiempo. Creo que las redes sociales y las plataformas virtuales son más que meras herramientas. Creo que hacemos un uso desmedido, injustificado, a la hora de relacionarnos. Invito a esa reflexión, sobre cómo elegimos vincularnos”, afirma el autor. Dice también que no le cabe demonizar las redes y las plataformas virtuales: “Yo muestro mi trabajo ahí y pude relacionarme también ahí de alguna manera. Creo que vienen a traer un montón de soluciones. Mi trabajo se puede ver en lugares donde yo no lo puse, en provincias y países donde yo no puse nada en la calle y, de repente, pueden ver lo que hago y les puede gustar”, agrega. En definitiva, la invitación es a pensar cómo utilizamos las redes, pensarlas como herramientas, “dominar nosotros las herramientas, no que las herramientas nos dominen a nosotros, sobre todo a la hora de relacionarnos. Me parece que no tiene que ver la pandemia ni la cuarentena estricta, sino con una época”, comparte.
El sobre como icono surge de la colaboración de su amigo Parratoro, conocido artista cinético. “Le digo ‘Che, necesito un código visual para esto, ayudame. El concepto es este, me imagino algo que tenga que ver con una carta porque me gusta escribir a mano y porque me parece un buen símbolo para representar, como los que tienen una carga, un peso emocional, y es una buena contraposición con el mensaje efímero de las redes sociales y otras formas virtuales, una reacción a stories, por ejemplo”, cuenta.
Pegatina y placeres
Una frase que nace de una historia de amor se convierte en poesía visual y sale a rodar por las calles de Palermo. “Pinté un sobre, la primera frase. Le mandé la foto a mi amigo y le dije que me acompañara a pegarlo. Y un sábado 11 de julio de 2020, fuimos a pegarlo por las calles de Palermo. Lo pegamos, vamos hasta la esquina, se nos da por darnos vuelta en la esquina a mirar. Pasan dos personas y se quedan mirando el sobre hasta que deciden sacarse una foto, y ahí fue, ¡uf!”, relata el autor mientras puedo notar, pantalla mediante, la emoción y el placer de recordar esa pegatina que celebró el mes pasado su primer año.
Como todo hacedor, profundizó en su proceso y encontró que la repetición es muy importante para la circulación de imágenes en la calle. “Había una repercusión en lo que hacía, pero era muy lenta, hasta que entiendo que la calle es repetición. Entonces, empiezo a hacer copias porque no podía pintar cada uno. Una noche, salí a pegar como 40. ¡Ahí cambió todo!”, dice Mandiello.
Encuentro también que el autor está muy emparentado con movidas gastronómicas: “Tengo la luna en tauro, conecto con los placeres. Busco que mi vida sea placentera. Disfruto mucho de salir a comer, de los espacios públicos gastronómicos, disfruto mucho de la comida, me es re importante”, confiesa y me cuenta: “Algunos lugares gastronómicos con los que me vinculo porque me gusta salir a comer, estar en la calle, salir a tomar café, me invitaron a pegar ahí y así lo hice. Me ayudaron mucho a visibilizar mi trabajo”. Además de las pegatinas en la calle y en bares y cafeterías, Waldo pone a rodar sus poesías en formato pequeño, las transforma en stickers. “Los stickers fueron una locura, mucha gente teniendo el sticker en su celular, detrás de su celular y con toda esa cosa irónica que es”, cuenta.
Mandiello invita al encuentro en consonancia con nuestra cultura cuasi tana, de la mesa, la comida, el encuentro con abrazos y el disfrute. “Aparece mucho lo culinario en algunas frases, para mí, es el símbolo material del encuentro. Yo elijo encontrarme con un vino, un café, con una birra, un whisky y con comida. Es raro que me junte a respirar nomás. No quiere decir que esté mal, pero no estaría hablando de mí”, expresa el autor.
Una crítica a la danza de apareamiento virtual
La propuesta empezó a crecer y el autor fue creando nuevas frases, me explica que empezó a buscar cosas de la cotidianeidad que hacemos cuando nos vinculamos en redes sociales y cómo le gustaría que sucedan en realidad, por ejemplo: “La selfie en el ascensor, ¿qué sería lindo que pase ahí? Y ahí me salió la frase ‘Menos selfies y más besos en el ascensor’”.
¿Quién no se ha besado en un ascensor alguna vez? Y, de verdad, qué buenos besos, pero, ¿por qué es que en redes aparecemos solxs? ¿Existe mejor imagen que esa?
Hay un sobre para Tinder. Sí, amigue, ¿quién no tuvo o tiene Tinder o alguna otra app de citas? Ya sabemos todes que se abre un abismo vincular y discursivo ahí. “Menos Tinder y más cafetería de barrio”, dice apostando al contacto en lo real, en la calle, en el barcito de la esquina, hablar con quien tenés al lado. Siguen al son de las danzas vinculares “Menos chatear y más chapar”, “Clavarnos la mirada y no el visto”, “Menos arrobarnos, más acurrucarnos”, “Menos selfies y más besos en el baño”, “Busco conexión y no a internet”, entre otras, porque el autor apuesta al contacto, a la vincularidad en presencia. Es una crítica a las maneras de relacionarnos que implican el uso abusivo de las herramientas virtuales. Una forma de reposicionar al placer del encuentro verdadero con otrx y de registrar las cosas que pasan por el cuerpo.
Yo soy de cáncer, me encantan los placeres… no tengo nada en tauro, pero podría tenerlo todo.
Pueden buscar las pegatinas de Waldo Mandiello por Güemes, en la Achával y en calle Belgrano, estuvo haciendo de las suyas aquí en Cordobita, hace un rato.
*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta.