Mujer aguerrida que lucha por la defensa de la tierra
La activista guatemalteca Lolita Chávez, exiliada desde hace cuatro años y premio Romero a los Derechos Humanos en 2021, nos habla sobre luchas populares, extractivismo, feminismo, comunidad y resistencia.
Por Maryórit Guevara para El Salto Diario
A Lolita Chávez quisieron silenciarla, en seis ocasiones atentaron contra su vida, dedicada a la lucha por los derechos de los pueblos originarios en América Latina. En este caso específico, en Iximulew (Guatemala), la tierra que la parió y que, en 2017, abandonó como medida de protección ante la persecución por parte de empresas multinacionales a las que ha denunciado por “atentar contra la biodiversidad de su territorio y su pueblo”.
Es una mujer que inspira, aguerrida y valiente, que no duda en alzar su voz para denunciar la injusticia y reclamar el ejercicio de los derechos humanos, por lo que desde la campaña “Luchando juntas por nuestros derechos”, de la Asociación de Mujeres Malvaluna, en el marco del proyecto “Juntas por la construcción y transformación de una cooperación feminista” de la Agencia Extremeña de Cooperación Internacional al Desarrollo (AEXCID), implementado por Feministas Cooperando, agrupación integrada por MZC, ADHEX, Malvaluna y Fundación Mujeres, nos hacemos eco de su lucha aun desde un doloroso exilio.
—Ya son casi cuatro años del exilio, ¿qué tal los has vivido?
—Ha tenido sus altibajos. Me he sentido como en el destierro. Es duro vivirlo como lo he vivido, es duro porque no he estado en un solo sitio. Es bonito moverse, pero es difícil llegar a lugares donde la gente te ve con odio por la expresión de racismo. Llegar a lugares donde tienen muchos privilegios y no comparten; llegar donde está el enemigo, que son las empresas; llegar donde la gente sigue codiciando y tiene otro modo de vida. Es violento, pero saber que somos semilla y que sostenemos la vida mediante nuestro modelo de vida es inspirador.
—¿Qué es lo que más extrañas de tu tierra?
—Extraño mucho el tejido de reciprocidad que hay allá. Extraño mucho la expresión de la comunidad. Los tejidos son otros y extraño mucho la milpa; extraño bastante la convivencia, tal vez no todo nostálgico, sino también la música, las fiestas, las pachangas.
Extraño bastante a mi familia. Mi familia sostuvo bastante la lucha. Ahora, haciendo un recuento de la historia y de todos los ataques que he tenido, veo cómo el tejido desde la cotidianidad abraza bastante mi vida y eso me da un renacer, me da mucha fuerza. Mi pueblo es mi sueño, mi inspiración, la comunidad, la historia, mi identidad.
—¿Qué significa ser mujer quiché?
—Mi pueblo es aguerrido, valiente, rebelde, pero con una esperanza profunda. Los abuelos y las abuelas nos dicen que mi pueblo va a renacer, y que de estas opresiones vamos a salir como un pueblo que vamos a vencer y esa es la esperanza.
Hemos pasado genocidio, yo viví la guerra muy fuerte, guerreamos, y decir ser guerrera es una concepción totalmente diferente a como la tiene Europa. No es ser violenta, es lograr vivir y renacer y volver a tejer eso que rompen con la guerra; eso que atacan todas las torturas, la tierra arrasada, las violaciones sexuales, todos los asesinatos. Es vivir constantemente, siempre generando justicia cósmica, aquí y ahora, y eso es lo que es mi pueblo.
—Has dedicado tu vida a la denuncia de las violaciones contra tu pueblo. ¿Cuál es la situación actual?
—El extractivismo sigue avanzando. Nosotras logramos parar, no solo en mi pueblo, sino en todo Iximulew (Guatemala), muchas licencias mineras, licencias forestales, hidroeléctricas. El gran problema es que los movimientos han sido muy atacados. La represión ha sido muy grande: militar, económica y política. Las leyes han cambiado a favor de las empresas, es perverso. En Guatemala, han hecho leyes supuestamente contra el terrorismo y nos llaman terroristas a las defensoras y los defensores, y esas leyes son muy, muy actuales, y son leyes que han sido planeadas en Europa. Europa tiene mucho que ver con la legislación en todo Abya Yala.
La COVID-19 vino a dar el marco referencial y los protocolos de sanidad, seguridad, todo lo que vincula con esas políticas son neoliberales puras y duras, y eso está generando más extractivismo. Están atacando la biodiversidad, usando el montaje de respuesta al cambio climático y al calentamiento global. Están financiando estructuras criminales, estructuras vinculadas al militarismo y al paramilitarismo y la narcoactividad. Están financiando armamentismo para más ataques a mi pueblo.
—¿Son identificables estas personas o grupos que te persiguen, amenazan y atentan contra tu vida?
—Nosotras los hemos mapeado. Todos los ataques que nos han hecho, cada ataque a mano armada. Todos los ataques los hemos denunciado, no porque creamos en un sistema de justicia, que es un sistema racista, sino más bien porque queremos que la historia quede clara de quién es el enemigo. Hemos hecho investigaciones gracias a organizaciones que se han unido a la lucha. Hemos investigado las estructuras criminales. Le hemos dado los documentos al Ministerio Público, hemos identificado el riesgo que significa nombrar al agresor y los hemos nombrado públicamente, pero hemos recibido cero respuestas del sistema de justicia.
Hay documentos que tienen todos estos informes, son documentos que también hemos enviado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), porque tengo medidas cautelares de la CIDH, y cada seis meses el Estado me ataca con informes, como que fuera la más cruel del mundo. Me da mucha risa, porque yo tengo que contestar esos informes y, si tú me ves, no soy la terrorista que han querido decir que soy.
—Has mencionado en otras entrevistas que Europa es responsable de esta situación. Con tu presencia acá, crees que de alguna forma se hace conciencia. ¿O qué crees que debería hacer la ciudadanía española frente a esta situación?
—Investigar a sus empresas, llevarles la ruta, no trabajar con ellas, y yo sé que la gente necesita trabajo, porque a veces me indican los mismos activistas que tiene a familiares trabajando. Es indignante para mí cómo no pueden encontrar otro tipo de trabajo, otras expresiones de trabajo, más dignas, más justas, más de convivencia con la naturaleza. No trabajar con el enemigo. El enemigo para los pueblos, para la biodiversidad, para los territorios en Abya Yala son las empresas transnacionales.
Luego, seguir luchando por que no se cierren las puertas si migramos, si salimos es porque nos están invadiendo, entonces, es necesario territorializar Abya Yala en Europa; decir lo que nos pertenece y nuestros derechos como lo justo, como humanidad, no como una expresión peyorativa de migrante que nos ven con racismo, con desprecio. En Europa, hay muchas compitas que las están tratando muy mal en las casas con esas expresiones internas. Yo no había escuchado eso: interna. En Guatemala, se da porque también muchas hermanas que salen del pueblo a trabajar con los finqueros, con los burgueses, con los banqueros, con los funcionarios y nos tratan muy mal, pero como hablan en Europa los derechos por aquí, los derechos por allá, pero ni mierda. No hay derecho, son tan injustos.
En Europa, realmente se vive la peor crueldad que podemos imaginar. Es bien jodido. Te imaginas salir de un territorio, donde te quieren matar, y llegar a un territorio racista, pero siempre encontramos compitas de Abya Yala en Euskal Herria. Hay muchas hermanas que son vascas y son preciosas, pero también gente de Abya Yala que encuentro en los tejidos que hacemos y ahí me inspiro otra vez y vuelvo a renacer. Europa tiene que bajarle a los privilegios, bajarle a la supremacía.
—En Extremadura, hay varios movimientos contra la minería. ¿Qué les aconseja a estas personas que están al frente de esta lucha?
—En principio, felicitarlas, saludar su camino de guerreras y guerreros, que no se dejen es un desafío. Nosotras lo logramos en mi pueblo y tal vez sirve de algo cómo lo logramos como organización comunitaria. En las calles, funciona la presión social y hablar con la gente. La gente está muy vinculada al “no es posible”, “no podemos”, “ya está autorizado”, siempre se escucha en Europa que si “se aprobó, no se puede”, pero no, eso no.
Lo nuestro estaba aprobado, 32 licencias en mi pueblo y logramos parar entonces eso: organización y formación. Las empresas ofrecen dinero, ofrecen desarrollo, pero todo eso se acaba. Lo que no se acaba es la vida y la biodiversidad, el vínculo cósmico energético.
También que vean su entorno, que admiren lo que tienen, el agua, por ejemplo, el vínculo con el agua. Saber de dónde les llega, porque lo que más atacan las empresas mineras es el agua y la biodiversidad, pero también sus vidas, que valoren sus cuerpos porque, estando cerca de empresas extractivas, también es un veneno permanente. El veneno camina, el mal camina y como decían las abuelas y abuelos: eso llega a nuestros huesos, llega a nuestra sangre, llega a nuestro corazón. Que no vean solo su vida actual, sino en el futuro, que les va a dar fuerza; que tengan asambleas, muchas asambleas; que hagan uso de los mecanismos internacionales; que denuncien a las empresas; que denuncien al Estado; que denuncien quiénes son y de dónde viene ese dinero.
—He escuchado que tienes mucho deseo por regresar a Guatemala. ¿Crees que hay condiciones?
—No, es tan triste decir que no hay condiciones… Los juicios siguen, mis expedientes siguen. Yo lo tomo con sarcasmo y con risa sarcástica. Me mandan notificación, buscan a mi familia para notificarle el Ministerio Público, un ministerio corrupto porque las denuncias que yo he interpuesto en contra de los agresores las han archivado y los casos que tienen contra mí, ahí van y cada vez le aumentan más y más que los archivos son tan grandes. Entonces, es una presión, porque si entro, posiblemente voy a la cárcel, y yo a la cárcel no, no porque no soy criminal, no he cometido ningún delito, lo único que hice fue defender nuestros derechos, defender la Madre Tierra.
—Lolita, ¿de dónde sacas tanta fuerza, tanto valor?
—Los miedos están siempre presentes, pero lo que pasa es que sanamos, sanamos bastante. Todo eso que decimos como feminista comunitaria de sanando tú, sano yo. La reciprocidad de la sanación, sanar con las plantas, con la biodiversidad, sanar entre compitas me da mucha fuerza y luchar, seguir luchando. Me da mucha inspiración entretejer, saber que muchas luchas, por ejemplo, ahora que me dices lo de que están luchando contra una empresa minera, digo: qué bueno, y eso alimenta nuestra vida porque decimos no estamos solas y no vamos a caminar solas. Entonces, estoy conociendo varias expresiones de lucha y eso me alimenta mucho.
—Con respecto a lo que sucede en América Latina sobre estas expresiones de regímenes autoritarios y la escalada del discurso anti derechos, ¿cuál es tu valoración?
—Si hablamos de sistema y Estado, creo que hay un retroceso muy grande, muy grande. Estamos en guerra. Yo, que he vivido la guerra, hago ese vínculo de cómo atacan a las movilizaciones en Chile, esto es guerra. En Haití, en Colombia, todo es muy perverso. Los que están contra el pueblo mapuche son muy, muy fuertes. En México, cómo las empresas mineras canadienses atacan a través del vínculo de la narcoactividad. Ves la situación de Honduras: es una situación bien perversa. La militarización está en todos lados.
Si vamos haciendo un recuento en cada lado, estamos en guerra, pero en guerra donde ahora ha avanzado el extractivismo y está toda esa guerra con la energía. Son tiempos de guerra por los bienes materiales, por los bienes naturales, que siguen codiciados. Las empresas van a seguir queriendo más energía y los pueblos vamos a seguir resistiendo, entonces, eso va a generar guerra.
Hay un retroceso muy, muy grande de no respeto a los derechos humanos, derechos colectivos, derechos de la tierra, de la vida, del agua, del aire. Muchos hermanos y hermanas se han quedado en el camino y lo hemos vivido cuando los encarcelan. Lo que pasa en Nicaragua, por ejemplo, que los encarcelan y están muchos meses en prisión preventiva por un delito que, en principio, no se cometió y, luego, un montón de tiempo de ser presa política y con toda la tortura. Es bien indignante, es bien duro vivirlo y eso es lo que está pasando en Abya Yala.
Siempre hay un triunfo del capitalismo. En Nicaragua, por ejemplo, es un régimen de izquierda, y esto siempre pensábamos que podía ocurrir con gobiernos de derecha, pero está pasando en países donde hay gobiernos de izquierda. ¿A qué le podemos atribuir esto? A nivel personal, siempre había sido una persona de izquierda y, ahora que pasa esto en mi país, que además me obliga a salir, abandonar, a huir como delincuente, pues me hace pensar realmente en la crisis que estamos enfrentando.
Es bien duro cuando el país tiene un modelo de vida que su referente sea el capital. Muchos pueden decir que están contra Estados Unidos, pero eso se les queda en la boca. Si analizamos los planes que implementan de acumulación, de abuso del poder, de su mal gobierno, la militarización: todo es copia y pega de los invasores, de lo que son sus referentes. No tienen otro modelo de vida, porque el referente de modelo de vida es el del opresor, es de los invasores, es Europa. Tenemos ese referente de vida, sea que le llamen derecha o sea que le llamen izquierda.
—Como mujer defensora y feminista, ¿cuál es tu mensaje a las mujeres que comienzan su lucha?
—Decirles, en principio, que no necesitamos tutelaje, que rompamos con los tutelajes, que vamos a hablar en primera persona. Que rompan el silencio, que, dentro de su ser, todas, como decimos en mi pueblo: ch’umilal; ch’umilal es estrella.
Somos luz, iluminamos y somos energía, y tenemos energía y mientras lata nuestro corazón, y mientras podamos respirar, somos una fuente de inspiración y, cuando tenemos la experiencia de trascender situaciones difíciles de opresión en territorios hostiles, en territorios en guerra, en territorios con militares, con empresa extractiva, y hemos logrado trascender o con violencia en la casa, en la cama, entonces logramos vivir y es esperanza, es inspiración para la humanidad, somos inspiración para la humanidad, entonces solo permitamos ser esperanza.
Nosotras mismas creamos eso que somos, generemos fuerza colectiva cuando damos a conocer las luchas, nuestra historia, nuestra memoria, nuestro caminar. Hay otras que se levantan. Somos semilla y esa semilla sostiene la vida. Somos tejido en la red de la vida de acuerpamiento, aunque ni nos demos cuenta de qué semilla sembramos.
*Por Maryórit Guevara para El Salto Diario / Foto de portada: Nadia Petrizzo – Marcha