Yerba mate: un mercado concentrado y la opción del cooperativismo
Sólo diez marcas concentran el 80 por ciento del mercado de la yerba mate, un producto tan histórico como cotidiano en la cultura argentina. De su raíz indígena al mercado exportador, de las leyes de la década del 90 hasta el presente. El monopolio de un grupo de empresas y la necesidad de fortalecer las cooperativas.
Por Lisandro Rodríguez para Agencia Tierra Viva
La yerba mate es una planta originaria de América del Sur y está presente en Argentina, Brasil y Paraguay. Constituye una producción localizada que conjuga elementos climáticos, geográficos e históricos. Sus usos se remontan al periodo prehispánico y la apropiación del recurso reconoce dos etapas: la del frente extractivo1 y la de cultivo2. Su consumo presenta distintos matices, siendo el mate cebado (infusión con agua caliente) el de mayor popularidad, seguido por el tereré (infusión con agua fría).
El mate fue declarado en 2013 por el Congreso de la Nación (Ley 26.871) como la infusión argentina. Su producción se localiza en el nordeste. Argentina cuenta con 211.000 hectáreas cultivadas con yerba mate, de las cuales 20.723 pertenecen a Corrientes, mientras que en Misiones se encuentran bajo cultivo 190.611 hectáreas (el 90 por ciento de la producción nacional)3.
La actividad, de gran importancia social y económica, además de presentar un alto índice de consumo –seis kilos per cápita–, moviliza tanto a productores como al sector industrial y comercial. El 87 por ciento de la producción está dirigida al mercado argentino y el 13 por ciento restante se exporta (genera 18 millones de dólares anuales)4.
Desde sus inicios en 1926, las cooperativas del sector constituyen un agente importante en la comunidad donde interactúan, al tiempo que representan herramientas para el desarrollo rural, principalmente para los pequeños y medianos productores. La dinámica agraria y los ciclos de la yerba mate, con periodo de bonanza y etapas de decadencia, representan factores fundamentales para analizar al movimiento cooperativo.
Las relaciones con el Estado también encarnan otra variable para ponderar el devenir y accionar cooperativo. Estas variaciones conducen a que muchas cooperativas redefinan las estrategias de persistencia. Algunas se aferran a los principios doctrinarios y otras incorporan prácticas empresariales.
Un hito fundamental para ponderar el accionar cooperativo en la actualidad responde a decisiones históricas, principalmente llevadas a cabo por el Estado.
La desregulación del sector y la supresión de la Comisión Reguladora de la Yerba Mate (CRYM), acaecida en 1991 en el marco de medidas neoliberales, constituye sin dudas un punto de inflexión. A partir de entonces, se genera un proceso de concentración de la renta yerbatera que se refleja en la asimetría entre grandes plantadores y pequeños productores, o entre grandes molinos y pequeñas cooperativas.
La necesidad de intervenir en esta producción determina que en 2002 surja el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM).
En el escenario actual, la cadena yerbatera presenta un alto grado de concentración, graficados con claridad en la industrialización y el comercio. En el mercado nacional, existen más de 200 marcas de yerba mate elaboradas por unos 140 establecimientos de molienda, pero solo diez marcas concentran el 80 por ciento del mercado: Taragüí (Las Marías), Rosamonte (Hreñuk), Amanda (La Cachuera), Nobleza Gaucha (Molinos Río de La Plata), La Tranquera (Llorente), Playadito (Cooperativa Liebig), Aguantadora (Cooperativa Montecarlo) y Andresito (Cooperativa Andresito)5.
Empero, la distribución entre las asociaciones cooperativas también es desigual, dado que el 15 por ciento está controlado por cuatro instituciones6.
Es decir que casi el 90 por ciento de las cooperativas restantes deben generar mecanismos para comercializar un porcentaje ínfimo en relación con la cantidad de kilogramos que denotan las estadísticas oficiales.
Aunque el modelo empresarial permea en el cooperativismo yerbatero, existen sectores subalternos que resisten a dicha lógica y generan espacios para que otras formas organizativas se desarrollen con formas mutualistas o reivindicativas. Tal es el caso de un sector de pequeños productores, que buscan persistir en los márgenes de la argentina rural con formas alternas de producción y comercialización del cultivo, donde el cooperativismo aún representa una opción válida.
*Por Lisandro Rodríguez para Agencia Tierra Viva / Imagen de portada: Télam.
*Profesor en Historia. Doctor en Ciencias Sociales y Humanas. Investigador del CONICET. Docente en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones.
1- Consiste en la apropiación del recurso en estado natural o silvestre y se extiende hasta las primeras décadas del siglo XX. Para un análisis del frente extractivo ver Abinzano, 1985.
2- Desde las primeras décadas del siglo XX hasta la actualidad.
3- CNA, 2002.
4- GORTARI, Javier. “Economía regional yerbatera: acumulación de capital con exclusión social”. En: GORTARI, Javier; ROSENFELD, Víctor y OVIEDO, Alejandro: Dinámica agraria y políticas públicas. Desigualdades sociales y regionales. Posadas: Editorial Universitaria UNaM, 2016.
5- Coninagro-Fedecoop. Yerba Mate en Misiones. Basado en modelos productivos de productores agropecuarios cooperativista. Buenos Aires: Coninagro, 2014, pp. 71.
6 – Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) (2013). Plan Estratégico para el Sector Yerbatero. Posadas, pp. 31.