Frente Transfeminista Marika en Colombia: «Lo que hacemos es poner nuestro cuerpo, que es nuestra arma»
La movilización social y las protestas crecen y se profundizan en las calles colombianas, a lo largo y ancho del territorio. Las primeras líneas resisten hace casi un mes la represión brutal del Estado. Marikas, trans, putas y putos, con sus corporalidades, ocupan el espacio público, ¿de qué se trata esta resistencia?
Por Diana Segado y Verónika Ferrucci para La tinta
Las calles de Colombia llevan casi un mes de protesta social. Alianzas de diversos sectores mantienen activo un Paro histórico contra el uribismo que sigue vigente en las lógicas del gobierno de Iván Duque. El pueblo salió a las calles contra las reformas que, en medio de la crisis sanitaria, pretendía imponer el Ejecutivo. Esas medidas fueron el puntapié de las protestas, que están expresando años de hartazgo por el empobrecimiento, la corrupción y el incumplimiento de acuerdos. La respuesta estatal es la represión. La violencia policial y militar es brutal; según el relevamiento que llevan adelante desde la organización Temblores, hasta el 24 de mayo hubo: 3.155 casos de violencia policial, 955 víctimas de violencia física, 43 homicidios por parte de la policía, 1.388 detenciones arbitrarias, 22 víctimas de violencia sexual y 46 víctimas de agresiones en los ojos. El presidente se resiste al pedido de visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para que monitoree las violaciones de derechos que se están viviendo.
En el primer día del Paro Nacional, marikas, putos y trans también irrumpieron en las calles de Bogotá al ritmo del Vogue, como acto político, ético y estético marikón de resistencia. Cristal, en diálogo con La tinta, nos explica que al primer paro fueron entre amigxs, “Demonia, Pantera, Cristal, Morgana, Lucifer, Amapola”. Luego, empezaron a organizarse y crearon el “Frente Transfeminista Marikón”.
“El 28 de abril, llegamos a la marcha y nos encontramos con las batucadas, con música, y empezamos a movernos y a bailar en forma de protesta. Ponemos nuestro cuerpo para hacerle frente a la violencia, no con más violencia, con nuestros cuerpos que son contestatarios y revolucionarios”, relata Cristal, una de les integrantes del Frente.
Al igual que en muchos lugares del mundo, en Colombia hay sectores muy conservadores y el colectivo LGBTTTIQ+ no tiene garantizados los mismos derechos que el resto de la ciudadanía. Cristal nos cuenta que, por ejemplo, el sistema de salud para las personas trans no existe. «Especialmente la prostitución trans se muere sin poder acceder a hospitales. No es fácil realizar tratamientos porque existen problemas y trabas, las personas tienen que ir a un psicólogo o psiquiatra, y en algunos casos decir que tienen anomalías, lo cual es injusto para una persona que es de esa manera y no tiene nada. No se puede seguir permitiendo que digan que tienen desorden mental».
Cristal creció en un pequeño pueblo -Santander- y nos relata que, cuando salía con ombliguera -remera corta que expone el ombligo-, siempre recibía miradas y comentarios que le hacían sentir mal. “Una vez salí como un crop top y me echaron un helado. La realidad en Colombia es violenta y está normalizada”.
Sobre el “Frente de Resistencia Transfeminista Marika”, Cristal detalla: “Nos organizarnos como Frente con chicas trans, personas no binarias, homosexuales, mujeres y más allá de cualquier categoría y etiqueta que nos pongamos, existimos como personas y cuerpos diversos. Tenemos objetivos en común y marchamos por una política pública que nos incluya, porque históricamente hemos estado relegados a un lugar de invisibilidad, no existimos. Por eso, tomamos las calles y nos hacemos visibles vestidos de rosa, para hacer frente a todas las opresiones que vivimos. Marchamos por una educación sexual decente, que muestre las identidades sexuales que existen y que no discrimine. Marchamos por un mejor sistema de la salud para las compañeras trans, que no las dejen morir y que las prostitutas tengan una ley laboral digna, porque el trabajo sexual es trabajo».
Además, exigen que la mesa de negociación incluya, por lo menos, dos personas disidentes sexualmente, “porque somos quienes vivimos la realidad y sabemos qué necesitamos”. Actualmente, no hay representación de este sector, ni siquiera de mujeres cis. “Las personas que están negociando en el Paro son alumnos del uribismo o personas cis heterosexuales. No hay una agenda queer como tal, no hay peticiones que nos incluyan”, aclara Cristal.
Si bien el Frente nació en el contexto del Paro, se proyectan a largo plazo. En este tiempo, mucha gente se les unió y eso evidencia la necesidad de un espacio de esas características, para agruparse y resistir colectivamente. Desde que empezaron a organizarse, abrieron una cuenta para recibir colaboraciones. “Somos artistas desempleados, el empleo en Colombia, especialmente para las artes, es como si no existiera. De esos fondos, sacamos para algunos trajes que nosotros mismos confeccionamos para hacerlos más baratos y luego, en los eventos, juntamos comida y donamos a otras organizaciones. Como comunidad y sin narcisismo, donde come una, comen todas, porque hemos resistido, aguantado y reconocemos que hemos tenido necesidad”.
Con convicción y con la fuerza de la experiencia tramada colectivamente, nos dice: “Necesitábamos este Frente, lo requeríamos. Ahora queremos descentralizar la marcha, porque en lugares centrales es más fácil entrar en la diversidad. Queremos apoyar a las marikas que están en la periferia, darles confianza de que ya no están solas, queremos generar comunidad. Lo aprendimos en el paro: todos los que estamos en el frente somos personas muy distintas e hicimos una familia y nos protegemos entre todos”.
En las calles con el cuerpo
En cada marcha, montan un espectáculo con una temática distinta. “Lo que hacemos es poner nuestro cuerpo, que es nuestra arma. El arte de la cuerpa se ubica en el espacio público que nos es negado y ahí estamos para reclamar y vamos al frente en las calles. Cuando llegamos, la gente se siente alegre. Es imposible no sentir eso cuando hay un grupo de maricas vestidas de rosado bailando y vogueando, resistiendo de esa manera. Cantamos que nuestros derechos valen y la gente se envalentona, se vuelve valiente. Bloqueamos las calles porque ese es nuestro lugar. No somos artistas que quieren ir y estar en un gran escenario, nuestro compromiso es la calle con la ciudadanía de a pie, con las personas que no han tenido las posibilidades para mejorar sus ámbitos sociales, económicos y psicológicos”, explica.
En Colombia, el Estado no respeta la protesta, que es legal, e intentan por todos los medios desmantelarla, yendo hasta las últimas consecuencias. “No podemos darles ninguna excusa para que deshagan las protestas. El gobierno dice que las personas que marchamos somos delincuentes y acá nosotros nos reunimos artistas, literatos, DJ, costureras, de todo, para hacerle frente a esas dinámicas de violencia”.
Con mucho dolor y bronca, explica que el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) siempre les ataca. “Queremos cambiar las dinámicas de violencia, en Colombia nos matan. Reclamamos lugares seguros para todas, donde ser marika, trans, homosexual no nos cueste la vida”.
Vogue como protesta
En este marco, el Vogue se volvió parte de las marchas y un arma. En Bogotá, hay una comunidad de vogueros que lleva mucho tiempo realizando ballrooms y eventos. “La mayoría de mariquitas que estamos somos locas que existimos y resistimos en estos lugares, y todas sabíamos bailar Vogue, nuestra forma de acción es con el cuerpo mediante el Vogue”. Este baile nació por y para la resistencia, en las periferias afroamericanas y latinas estadounidenses. Sus movimientos estilizados, exagerados y disruptivos del orden binario irrumpen e interpelan en el caminar lineal y vertical, en cada giro, en cada hands o floor perfomance. “Son movimientos que lo que hacen es expresar algo más allá de lo femenino, exageran lo femenino, se nos hace muy fácil desde ahí expresar lo que somos como maricas: una disrupción contra el patriarcado y las formas normales en que ven al cuerpo masculino”.
“Habemos personas que existimos entre un cuerpo masculino y que tenemos conductas femeninas, y así lo vivimos. Lo femenino no quiere decir solo mujer, hay cuerpos diversos que existen entre lo masculino y lo femenino. En el Vogue, esas líneas se difuminan, el cuerpo es libre. Es una forma de asegurarnos que el resto nos está viendo, es imposible no ver a un montón de marikas que se están moviendo así”, explica.
Cristal concluye: “Venimos resistiendo, bailando, mariconeando, partiendo nuestros cuerpos, nuestras manos, siendo las mariposas que somos tal como nos sentimos. Muchas veces se han hecho ballroom en Santa Fe -un lugar donde habitan las prostitutas-, porque para nosotros es importante estar en esos lugares de irrupción. Y con el Vogue, que es protesta, es una forma en que nos expresamos y reafirmamos espacios, los hacemos propios”.
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*Por Diana Segado y Verónika Ferrucci para La tinta / Imagen de portada: Vennmo @oscmdiaz.