Vergas violadoras
Cuando las palabras colonialismo, capitalismo y patriarcado están en boca de muchas. Cuando un seminario nos convoca a compartir saberes y a construir colectivamente. Nos pensamos. Y pronunciamos las pintadas que dejaron huellas en la ciudad del boom, ciudad del bang. Esa que el lunes después del 31ENM salió a poner lonas para tapar los grafittis y pintadas callejeras que denuncian a las vergas violadoras.
Rosario siempre estuvo cerca. Llego a la terminal una semana después del XXXI Encuentro Nacional de Mujeres esperando encontrarme en el camino señales del paso de 90 mil mujeres por la ciudad del puerto, de la soja, del boom inmobiliario, del gatillo fácil. Extrañada del silencio de las paredes sigo caminando hasta la Facultad de Medicina, escenario del Segundo Seminario Internacional “Desde el extractivismo a la reconstrucción de alternativas”. Allí empiezo a reconocer rostros de compañeras y compañeros a medida que me acerco. Nos abrazamos, nos besamos, tenemos gestos de cariños y de habernos extrañado. Sabemos que el tiempo que tenemos para compartir lecturas de coyuntura política, estado de nuestras organizaciones, situación de nuestros corazones es escaso.
La madre de Macri no pudo abortar. Con un humor que supimos construir, comenzamos desorganizadamente el temario de las charlas, antes de que el seminario arranque. Lo primero que surge, es lo que está en boca de muchos. El Encuentro de Mujeres. Pero no los talleres, ni la multitudinaria marcha, ni el crecimiento que permite este espacio para cada una de las que participan. Sino los “actos vandálicos” que tanto le preocupan al taxista, al kiosquero, al que escribió la carta de lectores del lunes después del Encuentro. Recordamos las pintadas más creativas que habíamos podido leer en distintos medios gráficos y que generaron tanto escándalo. Nos asombramos de que casi ninguno habíamos podido ver alguno de los tantos graffitis por la calle en nuestro desembarco en Rosario. Entramos al auditorio Che Guevara, a la inauguración del Seminario. Comenzamos un día de mucho pensar colectivo entre militantes, académicos, medios libres de distintos y remotos puntos del país.
En el auditorio Che Guevara. El Decano de la facultad de Ciencias Médicas inaugura el Seminario. Nos da la bienvenida. Nos recuerda que el Che Guevara fue el primer médico social en nuestro país con una mirada sanitarista y comunitaria. Nos transmite su enojo con esa medicina que se aleja de las necesidades del pueblo. De esas investigaciones que se hacen con fondos públicos y destinadas a intereses privados. Pero también nos dice que no va a hablar de eso. Sino de la verga violadora. Sí, leyó bien: un Decano de una facultad de medicina decidió inaugurar el Seminario sobre extractivismo hablando de una verga que viola mujeres.
Como si la violencia no fuera la violación y sí el graffiti. Aquí la explicación de nuestro no ver. Nosotras que siempre miramos con especial detalle las paredes que hablan. Nosotras que nos sonreímos cuando sobrevive meses una pintada que se hizo durante una marcha. Nosotras que celebramos que la calle esté impregnada de consignas transformadoras y no sólo de publicidades consumistas. Lonas, no hubo tiempo de tapar las pintadas callejeras con blanqueador, por eso, nos cuenta el decano, vistieron a las paredes de la ciudad con lonas que buscaron invisibilizar las “barbaridades” escritas por ahí. ¿Cómo podían permitir que cualquier turista, cualquier hijo de vecino siguiera viendo las palabras “verga violadora” escrita en una pared? Sí, sí, las violaciones están mal. Pero una pared con las palabras “verga” y “violadora” parece que es más preocupante para sectores de la sociedad rosarina.
La primer explotación capitalista y colonialista es a la naturaleza y a la mujer. Un auditorio es un espacio poco amable para pensar dinámicas de educación popular. Para realizar místicas que nos vinculen con la madre tierra. Para hablar de patriarcado haciendo memoria de las mujeres que hacen parte de nuestra historia y nos hacen transitar nuestras luchas diarias. Pero no imposible. Cerramos los ojos. Olimos palo santo del Perú. Recibimos una invitación a pensar nombres. Marcas. Mujeres que enfrentan al patriarcado. Escuchamos la voz de Berta Cáceres. A ella la mataron. Pero Berta nos sigue invitando a no desistir. A luchar contra el capitalismo. Contra el patriarcado. Contra el colonialismo. A estar en alerta. A hacer memoria. Las vivas y las muertas nos dan fuerza. Máxima Acuña. Marisa López. Sandra Cabrera. Eli Juarez. Janet, Julieta y Ayelén. Diana Sacayán. Nora Cortiñas. Romina Tejerina. Frida Khalo. Juana Azurduy. Madre Tierra. Lohana Berkins. Graciela Príncipe. Susana Pintos. Silvia Suppo. Sobrevivientes y asesinadas de los pueblos fumigados. Las mujeres colombianas botín de guerra. Mujeres privadas de su libertad. Mujeres kurdas. Mujeres campesinas. Mujeres del Silencio. Por todas nosotras.
Corazones de cuerpos sentipensantes. Las palabras dichas y no dichas tuvieron mucho corazón. En las distintas mesas temáticas del seminario existió una compartición de saberes, intercambios horizontales, solidarios y colectivos. No mezquinos. Abiertos a escuchar y problematizarse. Un conjunto de saberes que busca mover nuestras raíces de convencimiento. Que buscan ganarle batallas al extractivismo académico. Que busca reflexionar sobre nuestros cuerpos, nuestros territorios. Buscando respuestas, caminos, alternativas que nos permitan quitarnos esta anestesia que busca invisibilizar las formas de violencia que se ejercen cotidianamente. Que hacen que la palabras que denuncian esas violencias, quieran ser ensombrecidas, ocultadas, silenciadas.
Si las paredes no pueden hablar porque no las dejan, no se preocupen. Somos muchas que vamos a seguir pronunciando aquellas vergas violadoras que quieren ocultar. Cada vez somos más las que gritamos lo que queremos que desaparezca. Queremos un mundo sin patriarcado, sin colonialidad y sin capitalismo.