Brigitte Vasallo: “El poliamor es una forma de monogamia, una alternativa binaria”
Por Franco Torchia para Agencia Presentes
Acaba de publicarse en Argentina “El desafío poliamoroso, por una nueva política de los afectos” (Paidós), de la escritora catalana Brigitte Vasallo. El libro se hizo conocido en el mundo de habla hispana con el título original “Pensamiento monógamo, terror poliamoroso” y resulta una exploración sobre nuevas formas posibles de vincularnos que superen los pactos violentos de la monogamia pero también una crítica profunda a la noción de “poliamor” como herramienta de un capitalismo afectivo. Franco Torchia la entrevistó para su programa radial “No se puede vivir del amor”, en la Radio Pública de la Ciudad de Buenos Aires. Aquí transcribimos parte de esa charla.
—¿Qué notás que hacen hoy los medios de masivos de comunicación con el poliamor?
—Al menos lo que ha sucedido aquí en el contexto español es que se ha tratado de desactivar precisamente su potencia política a través de una frivolización de la lectura de la cuestión. Que es algo que tampoco ha pasado solamente con esto, con el feminismo también sucede. Como ese intento de convertirlo en una práctica graciosa pero que no amenace ni mire hacia ninguna de las cosas que puedan ser estructurales.
—En tu trabajo hay desde luego varios núcleos importantes, pero hay uno que me interesa sobremanera que por lo menos para esta parte del mundo, para América del Sur, para buena parte de la región y los países latinoamericanos parece como impenetrable todavía, que es el familiarismo.
—Yo diría que tal vez la manera de sacarlo es buscando la alternativa. Es haciendo lo innecesario. Porque también es cierto que las estructuras afectivas que tenemos tienen una parte muy importante de refugio y de colchón frente a un mundo cruzado de violencias y a una dificultad extrema de sostener la vida en sí misma. Entonces no creo que podamos desmontar ninguna de esas estructuras por la parte dañina que les vemos, o bajarles el volumen para que no sean tan centrales, si no construimos una alternativa que nos permita, precisamente, que no sean tan centrales, que no sean tan necesarias.
—Exacto. -¿Hay como una especie de escasez de imaginación en ese sentido a tu criterio, Brigitte, o una “tendencia”, muy entre comillas, casi innata o innata a formar familia de una manera siempre nuclear, es decir, tradicional?
—Sí, totalmente. La escasez de imaginación es algo que nos sucede mucho y que es consecuencia también de que estas cosas son sistemas. Cuando no son sistemas es fácil imaginar fuera de eso. Pero precisamente lo que hace un sistema es que captura todo, que lo toma todo, y ni siquiera la imaginación es posible fuera de esa cuestión.
—De hecho vos insistís, y mucho, en El desafío poliamoroso, tal como lo conocemos en la Argentina, en desarticular el binarismo que, concomitante con otros binarismos, descansa en la mismísima categoría monogamia, y en la mismísima noción de poliamor. Es decir, como categorías en sí mismas, son categorías enfrentadas que parecen recíprocas, y que por ende responden a una dualidad tramposa.
—Sí, desde luego. A mí una de las cosas que me sorprende, y que me sorprendo a mí misma haciéndolo, es en el el tema del binarismo cómo lo hemos ido desmontando en el género y cómo lo vemos ahí. Cómo nos cuesta llevarlo a otros espacios de pensamiento y de práctica. Desmontar el binarismo, y entender que los conceptos no necesariamente están opuestos, que hay muchas formas de estar, y que no solamente hay dos alternativas. En ese sentido, el poliamor es una forma de monogamia en el sentido de que es una fórmula que está dentro del sistema monógamo. Eso no lo digo como crítica, sino como constatación de que hacemos lo que podemos, y de que ese sistema es la escuela a partir de la cual estamos intentando construir otras cosas.
Pero todas aquellas fórmulas que tengan muy en el centro la pareja, aunque sea una pareja múltiple o una pareja plural, creo que sigue bebiendo mucho de este mismo sistema.
—¿La palabra “pareja” no es un problema también? Es decir, desde lo etimológico, si vamos a tender a ese desarrollo clásico, a esa historia decimonónica de los términos, la que traza al menos la etimología, si vamos a pararnos en ese paradigma, es un problema en sí mismo. Porque encierra significados, creo yo, muy problemáticos y una ilusión de paridad.
—Totalmente. Yo de hecho creo que este montaje de la pareja como centro nuclear es una promesa de felicidad. Por eso no es una cuestión tanto de culparnos o de mirarnos no sé con qué miradas terribles cuando estamos en eso porque lo que nos promete el sistema es que estando ahí dentro todo irá bien. La pareja es heterosexual por definición, lo demás son otras fórmulas que se van montando. Pero esa pareja ideal y propuesta por el sistema que es heterosexual, también se nos dice que ahí dentro no habrá desigualdad de género, porque en realidad lo que habrá es complementariedad de género, y entonces construye los géneros pensando en que se dará esa complementariedad, que desemboca en esa construcción de parejados, en este caso heterosexual, decimonómica, eurocéntrica, burguesa, etc.
—Hay, en tu trabajo también, apuntes a mi criterio muy importantes sobre la noción de intimidad, sobre la noción de vida privada. No son exactamente lo mismo para vos, para tu planteo, pero sí remiten también a una ilusión hoy. Vos discutís la noción de intimidad en estos términos, en este momento histórico, con todo lo que nos rodea.
—A mí la verdad es que la cuestión de la intimidad, que acá decimos lo personal es político, y que yo a veces contesto “pero lo íntimo es privado, y ya está”, hay partes a resguardar ahí de la mirada simplemente. En los tiempos en los que estamos, que hay un capitalismo que nos pide precisamente que entreguemos todo eso de nosotras, y que lo hagamos visible, aquí se utiliza mucho esa frase reivindicativa de que lo que no se nombra no existe, y a mí me preocupa la deriva que eso lleva en tiempos de capital simbólico, y en tiempos en que precisamente somos obreras de entregar eso. Y creo que necesitamos resguardar esas partes para espacios más pequeños, para espacios donde no somos marca, donde no se activa ningún tipo de capital, o se activa menos, tampoco el capital social ni el capital sexual.
—¿Qué te pasa a vos, más allá del libro, con la categoría de vida privada? También los movimientos de las disidencias sexogenéricas, corporales y demás, insisten en buena parte del mundo, haciendo un recorte muy ligero, en no pensar nada en términos privados o públicos, o mejor dicho todo en términos públicos. No deja de ser, por lo menos para mí, bastante llamativo que tantos pensadores, tantes activistas insistan en la vida privada, privaticen la vida.
—Desde luego. Las activistas y les activistes venimos de donde venimos. Y nada de lo que sucede nos es realmente ajeno. Así que en ese sentido sin duda, hay varias esferas a tener que observar y reobservar con diligencia y con rapidez. Porque las formas en que los sistemas van capturando todo aquello que todas esas grietas que tratamos de hacer. No sé si la palabra grieta en Argentina tiene connotaciones. Pero todos esos rasguños que intentamos hacer en esa pared del sistema rápidamente son capturados de nuevo. Entonces tenemos que estar como muy despiertas en ese sentido, y acompañarnos mucho, porque son necesarios muchos ojos, muchas manos y muchos oídos en esto que nos sucede.
—En El desafío poliamoroso vos postulás la horizonatlidad de las relaciones como un verdadero punto de llegada, como una especie de horizonte. ¿Qué ocurre con el correlato financiero de esa horizontalidad como punto de llegada? ¿Cómo pensar relaciones no monógamas y el management -y uso la palabra adrede- financiero de eso?
—Yo cuando hablo de horizontalidad creo que hay una confusión que nos complica las cosas. Se ha visualizado mucho esa horizontalidad como una horizontalidad dentro de las múltiples parejas en ese esquema de un poliamor con muchas parejas y esa es una horizontalidad que no tiende necesariamente tampoco a la equidad. Toda esa sutileza me parece interesante de observar.
En cualquier caso, yo cuando hablo de la horizontalidad me refiero más a algún tipo de horizontalidad entre la pareja y el resto de relaciones. La pareja si existe aún, si es así. La manera en que yo defino el sistema monógamo no está en el hecho de tener una pareja de un tipo concreto o con exclusividad sexual. Sino lo defino como esa forma de organización social en la que el centro de la sociedad es la pareja, y en la que un cierto poliamor no rompe esa jerarquía sino que lo que hace es agrandar la cantidad de gente que estará en ese centro que es la pareja. Y precisamente yo una de las apuestas políticas y una de las razones por las que trato de hacer resistencia, de poner mi granito de arena de resistencia a la captura de esto por parte del neoliberalismo es porque recuperando las redes afectivas que ya tenemos y que ya teníamos y que era como la forma orgánica de existir en sociedad antes de que entrase el capitalismo de esta manera que ha entrado en estos siglos, lo que hace es proporcionarnos también una organización financiera, de resistencia mucho más amplia. Siempre pongo ejemplos así como muy claros y muy sencillos, pero creo que son reveladores: ¿Con quién pagas el alquiler? ¿Cómo pagas un alquiler si no tienes pareja? ¿Quién te deja dinero a final de mes cuando tienes no un mes malo sino un año malo? ¿Quién está socialmente como responsable de ese apoyo financiero? ¿A quién le pides dinero?
—La pandemia y las medidas políticas que en muchísimos países la pandemia trajo aparejadas, ¿restituyen la monogamia con fuerza?
—Tremendamente. Podíamos entender en un primer momento la sorpresa con el virus y entendemos que las medidas fueron de urgencia. Pero ya llevamos mucho tiempo y siguen siendo lo mismo. Es como: encerraos de dos en dos, casi como una forma bíblica mal entendida, en un piso que va a ser confortable y un espacio de seguridad, y en el que podréis sobrevivir sin salir a la calle a ganaros la vida, en la que no hay más vínculos, más cuidados, y en la que si hacéis esto no vais a ser dañinos para la sociedad. Es como tremendo.
Y llevado al otro núcleo que a mí me interesa con todo este tinglado que es el Estado Nación. Se nos ha hablado de la misma manera: en España nos vamos a salvar no sé cómo, en Portugal se van a salvar no sé cómo. Se han hecho rankings de países para ver quién lo había hecho mejor. Es totalmente terrible. Y es una super reafirmación de cómo funciona esto.
—Además de eurocéntrico y además de mediático en el peor sentido, el concepto poliamor, esa especie de idea dinamizadora, además de eurocéntrico y de clasista, en muchos casos es muy cissexista a mi criterio, o muy sexualizante. Yo pienso en la situación de las personas asexuales, por ejemplo, o pienso en la situación, por otro lado, en las personas que insisten en su derecho a vivir solos y solas, que son mayoría además en las grandes ciudades, en este posibilismo como vos decís en un tramo de tu trabajo, o en esta idea permanente de que los feminismos o las disidencias están todo el tiempo alzándose a favor de lo que hay que hacer, de cómo vivir. Bueno, la situación de esas personas es una situación que a priori parece mucho más coercionada por todo esto, tienen aún más la sensación de que les están diciendo todo el tiempo cómo vivir, cuando no tienen ningún tipo de interés en el desarrollo de una sexualidad genitalista o física, y cuando por otro lado no quieren vincularse con nadie.
—Total. Por un lado el tema del sexo y la sexualización a mí me parece que viene directamente del pensamiento monógamo. Tal y como se ha construido toda esa idea de la jerarquía, los vínculos, la pareja en el centro, la marca es el sexo. Yo a veces digo así medio en broma que con todas las cosas que hacemos mientras follamos, mientras tenemos sexo, lo que me extraña es que tengamos orgasmos. Porque estamos como legitimando nuestra identidad, afirmándonos en nuestra subjetividad, generando el vínculo, la jerarquía. Una cantidad de cosas paralelas al sexo donde el sexo es lo de menos, entonces como quitándole todo el peso. La exclusividad sexual en esa construcción no es la causa del sistema, es su consecuencia. Tal y como generamos estos amores románticos, estas parejas y teniendo el sexo como marca de quién es la pareja y quién es otra cosa, netamente inferior para el sistema, es como lógico que pidamos exclusividad sexual, porque nos estamos jugando un montón de cosas, y no solamente cosas simbólicas. Nos estamos jugando con quién vamos a criar y con quién vamos a pagar el alquiler en toda esta deriva que hemos visto.
En ese sentido, cuando pensamos en vidas, identidades, subjetividades, formas de estar, formas de ser, el caso de que la monogamia sea un sistema hace que no haya un afuera. Sí que hay unos márgenes, que son quien se lleva la peor parte. Como no podemos vivir fuera del capitalismo. Si yo me fuese a la montaña a cultivar mi comida, primero moriría de hambre seguro a los dos días porque yo no sé ya vivir así, pero en todo caso eso tampoco acaba con el capitalismo ni lo saca de dentro de mí. No hay un afuera, por eso es un sistema, sino serían prácticas muy extendidas. Pero sí que hay unos márgenes, y esos márgenes son todas esas vidas a las que se les pide lo mismo. El sistema nos come el coco de la misma manera, y nos hace que deseemos las mismas cosas, al menos lo intenta, y cala todo lo que cala pero no nos deja los beneficios, no nos da acceso a esos beneficios.
Pensamos lo ideal es tener pareja y sin embargo para las trabajadoras del sexo está claro lo penalizadísimo a nivel social que está que tengan pareja. Entonces, ¿en qué quedamos, hay que tener pareja o no hay que tener pareja? Hay que reproducirse, pero cuántas personas están fuera de las posibilidades de reproducción por el sistema mismo. Hablamos de esterilizaciones forzosas, hablamos de 50 mil realidades, también hablamos de las realidades trans.
¿Entonces en qué quedamos, qué pide el sistema? El sistema pide eso pero para los cuerpos que son deseables al sistema, que son los cuerpos productivos en unos términos concretos. Y luego para el sistema también es deseable que otros cuerpos y otras vidas queden siempre en la subalternidad, porque es así como funciona la cuestión.
—Brigitte Vasallo ha escrito Pensamiento monógamo, terror poliamoroso, publicado por primera vez por La Oveja Roja en España en 2018, acaba de ser editado en la Argentina con otro título: El desafío poliamoroso, por una nueva política de los afectos. Voy a comprometerte al aire a que leas si me permitís, antes de despedirte, agradeciéndote muchísimo todos estos momentos con este ciclo de la diversidad sexual de la radio pública de Buenos Aires, a que conozcas un libro que ha salido publicado en Argentina que se llama Amores bárbaros, el poliamor y el asedio a la monogamia patriarcal del filósofo Abelardo Barra Ruatta, yo te lo voy a hacer llegar rápidamente. Porque desde otros ángulos está intentando trabajar esto que vos tan bien trabajás aquí. Y creo que se trata de salir-se de ningún encierro, de ninguna casa, y de interrelacionar, de construir en el mejor sentido, comunidad.
—Muchas gracias a vosotras. Y quiero aprovechar para agradeceros esa ley del aborto que han conseguido para todas nosotras.
*Por Franco Torchia para Agencia Presentes / Imagen de portada: Público.