Estudiantazo 2010: el derecho a construir nuestra educación

Estudiantazo 2010: el derecho a construir nuestra educación
22 septiembre, 2020 por Redacción La tinta

Por Marcos Deipenau y Pablo Perón para La tinta

La Educación a la calle…

En el año 2010, en Córdoba, se llevó adelante un proceso de lucha conocido como Estudiantazo. Fue una lucha en defensa de la educación pública. La misma se dio en un marco general de movilización en distintas ciudades del país, motorizada por estudiantes secundaries en reclamo por la paupérrima situación edilicia de los establecimientos escolares. La toma de escuelas fue una de las medidas características de este proceso.

En Córdoba, el reclamo por la infraestructura escolar se complementó con el rechazo a la modificación de la Ley de Educación Provincial, promovida por el gobierno que pretendía, sin debate, un tratamiento rápido y una aprobación “administrativa” del nuevo proyecto.

Enmarcada en un contexto histórico de reformas educativas neoliberales que tenían una continuidad desde los tempranos años 90, este nuevo proyecto de ley, la 8.113, avanzaba en la injerencia de la iglesia y del sector empresarial en la educación pública, además de plantear recortes de materias artísticas y humanísticas en la currícula escolar. Para tal fin, se había conformado el Consejo Provincial de Políticas Educativas. Un espacio donde, junto a funcionarios, se sentaban representantes de los colegios confesionales y de los sectores empresariales nucleados en las fundaciones Arcor y Minetti. Quienes también compartían ese espacio, pero sin socializarlo con sus representades, eran los dirigentes de la Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba (UEPC), con Juan Monserrat a la cabeza. Si bien el proyecto de ley atacaba claramente a la educación pública y la estabilidad laboral de les docentes, la conducción gremial acompañó la reforma y marginó a quienes se opusieron, sin fomentar nunca un debate serio sobre la educación que necesitamos.

Sin embargo, este intento de que la reforma fuese aprobada rápidamente por la Legislatura no tuvo en cuenta la voluntad y la organización de estudiantes de distintos niveles que vislumbraron cómo se verían afectados tanto su presente, en materia de formación académica, como, en numerosos casos, su futuro laboral. A partir de allí, se dio uno de los procesos de lucha más significativos que ocurrieron en la provincia de Córdoba en los últimos tiempos, alcanzando incluso repercusión a nivel nacional.

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Fueron meses en los que, junto a madres, padres y docentes, les estudiantes revindicaron el derecho a pensar la educación que necesitamos. Un derecho social fundamental para el buen vivir de los pueblos no podía quedar en manos de decisiones de unos pocos que, cambiando derecho por servicio, buscan avanzar en su mercantilización.

Recuperando principios organizativos de las mejores tradiciones de lucha, junto a nuevas formas originales de organización, las tomas de los colegios secundarios se expandieron a algunas facultades de la Universidad Nacional de Córdoba y a la Ciudad de las Artes, una institución que reúne a distintas escuelas de formación artística que, en ese momento, vivía un proceso de normalización para transformarse en Universidad Provincial. La incorporación a la lucha de estudiantes y docentes de la Ciudad de las Artes, de manera colectiva, fue un hecho inédito. Sus aportes organizativos para idear estrategias comunicativas cumplieron un rol fundamental a la hora de instalar el conflicto en la sociedad.

Con respecto a la Universidad Nacional de Córdoba, la organización tuvo que darse, sobre todo, por fuera de los órganos de representación estudiantil, ya que, en su mayoría, respondían políticamente a algunos actores impulsores de la reforma. Situación similar vivió la docencia respecto de la conducción sindical. En la búsqueda de espacios organizativos por fuera de las estructuras burocratizadas, fueron conformándose espacios asamblearios para la discusión y toma de decisiones. Una metodología que fue cobrando cada vez más fuerza en los años siguientes como método de organización de les estudiantes universitaries. En el caso de 2010, esta estructura organizativa llegó a convertirse, con la conformación de la Asamblea Interestudiantil, en el máximo espacio deliberativo donde se iban haciendo los balances de la lucha para resolver cómo seguir adelante.

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Durante dicho proceso, les estudiantes pusieron a la sociedad cordobesa a debatir sobre educación. Con mecanismos comunicativos estratégicos, lograron llevar sus ideas al resto de la población, desarmando las maniobras manipuladoras de los medios masivos de comunicación. En este sentido, fue vital la decisión de sólo dar entrevistas en vivo, un aprendizaje que se dio al calor de la lucha.

De esta manera, se evitaba la práctica habitual de los medios de tergiversar lo dicho para defender la postura oficial del gobierno. Los millones de pesos anuales que reciben las empresas de comunicación debían servir para algo. Porque, evidentemente, mientras les estudiantes querían debatir, el gobierno y sus aliados solo querían callarles. Lo intentaron con el repertorio de siempre: engaños, falsas promesas, operaciones mediáticas, estigmatización, criminalización y, finalmente, represión.


El 15 de diciembre de 2010, con la Legislatura vallada, un gran despliegue de fuerzas policiales, decenas de herides y 13 detenides, el proyecto de ley 8.113 se aprobó con los votos del peronismo gobernante, más el aval del radicalismo y de algunos sectores progresistas.


Diez años después, decidimos traer al presente ese proceso de lucha llamado Estudiantazo. Mediante esta publicación, que no pretende ser más que un pequeño aporte a la construcción de la memoria colectiva, un registro de un proceso organizativo, en pos de contrarrestar esa estrategia del poder hegemónico que intenta fragmentar la lucha para hacernos sentir que siempre arrancamos de cero. La conciencia estudiantil alcanzó un nivel cualitativo para construir e instalar un posicionamiento que recorrió los debates públicos a nivel nacional. Sus planteos no fueron meras consignas, sino que poseían un sustrato que -entendemos- no se ha perdido. La reforma de la ley se materializó, pero sin un consenso de la comunidad educativa. Por otro lado, este proceso significó un crecimiento en términos organizativos del movimiento estudiantil y una traducción de esto en multiplicación del activismo social.

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Fue así que solicitamos a distintes protagonistas del Estudiantazo un breve testimonio sobre aquellos días tan intensos. Mosaicos de recuerdos para construir esa memoria colectiva siempre incompleta, siempre resignificada. Buscamos que estos registros representen, de algún modo, esa construcción diversa que fue el Estudiantazo. Por eso, en estas páginas, se encontrarán con relatos de compañeres que en ese año transitaban, con distintos roles, espacios que fueron escenarios de esa lucha de ayer, que no es otra que la de hoy. Ninguna lucha empieza de cero, sino que constantemente se nutre de las experiencias pasadas.

Además de aportes textuales, se encuentran testimonios visuales. El Estudiantazo generó momentos potentes que han quedado plasmados en un vasto registro fotográfico que nos parecía necesario recuperar. A su vez, incluimos fragmentos de toda una producción gráfica y de intervención en los espacios públicos de gran impacto visual que sirvió para transmitir las ideas que sustentaban la defensa de la educación pública. Merece, aquí, una mención especial Fede Sosa por la edición del registro fotográfico que realizó para el presente trabajo.

Cedemos la palabra, entonces, a la vez que agradecemos su participación, a quienes aceptaron la propuesta de dejar su testimonio sobre aquellos hechos que, en algún momento, también fueron bautizados como la Primavera Estudiantil.

(*) Versión adaptada en fragmentos. El artículo completo se puede descargar aquí.

Fede Sosa – Mariana Altamira

«(…) La ‘toma de la escuela con dictado de clases fuera del establecimiento’ generó una disrupción en la práctica docente, que se vio interpelada y debió resignificar no sólo esos espacios ‘fuera del establecimiento’, sino también las herramientas y formas para llevar adelante el dictado de las mismas. Algunxs dimos clases al aire libre en el predio de la Ciudad de las Artes, acompañando la medida de fuerza; mientras que otrxs lo hicieron en aulas de escuelas vecinas gestionadas por las autoridades del momento.
Entre los aspectos significativos de la medida estudiantil, nos interesa destacar la apropiación del espacio institucional, ya que las paredes de la ‘Spili’ fueron los soportes materiales de las narrativas visuales que testimoniaron las vivencias de lxs estudiantes en rebelión. Pensamos que estos actos constituyen prácticas que democratizan los espacios, construyendo pertenencia y memoria. Por ello, nos interesó, para esta convocatoria, acompañar estas palabras con un pequeño registro fotográfico de las paredes pintadas y las calles intervenidas, realizado por estudiantes y docentes de la carrera de fotografía, recordando aquello que hoy ya no está visualmente presente (…)».

Santiago San Paulo

«(…) A partir de allí, se generó una comunicación muy potente sobre saberes, intercambio de experiencias, trabajos en conjunto entre Teatro, Plástica, Música, Cerámica y Artes Gráficas, inimaginable en un contexto normal de clases. Estábamos en un mismo espacio y eso nos convocaba todo el tiempo a generar ideas en conjunto, mezclar las artes, armar comisiones de cuidado interno y salida al exterior, dando clases de arte en los colegios secundarios tomados, participando de asambleas interfacultades donde nos informábamos sobre cómo el Estado ha negociado nuestra Educación Pública desde que se tornó obligatoria, imaginando otras maneras de concebir la formación. La toma no fue sólo por la reforma de ley, aunque ese haya sido el motivo, pero de eso nos dimos cuenta después. Necesitábamos apropiarnos del conocimiento, vincular el arte con la vida, la historia con la creatividad, y sacar el mayor provecho en nuestra formación en artes durante el mes y medio que duró el debate, toma incluida (…)».

Valentina Saban Allori

«(…) Las reivindicaciones sobre un claro tipo de educación y las preguntas que se instalaron en cualquier mesa del 2010 siguen vigentes hasta hoy. Miremos un poco: ¿Cuál es el rol de las religiones en el Estado? ¿Qué lugar ocupa la educación para los gobiernos? ¿Qué ‘precio’ le ponen? ¿Qué producen las expresiones artísticas cuando tiñen las luchas sociales? ¿Cómo, quién y de qué manera se ejerce violencia? ¿Cuándo es legítima? ¿Cuándo el Estado la ejerce o cuándo alguien se defiende? ¿Qué lugar tiene la voz estudiantil? ¿Qué lugar tiene el sujeto joven en la política? ¿Qué generan en un país ‘federal’ expresiones de revueltas, demandas y organización cuando suceden en el ‘interior del país’? (…)».

Franco Boczkowski

«(…) 2010 también fue el año en que asesinaron a Mariano Ferreyra y esto no es una cuestión menor ni alejada del tema de estas palabras. Mariano Ferreyra fue asesinado en octubre por una patota al servicio de la burocracia sindical de la Unión Ferroviaria mientras apoyaba el reclamo de un grupo de trabajadores tercerizados del ferrocarril Roca. Como estudiante de historia, activista y militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra fue un partícipe activo del Estudiantazo que ese año atravesó las grandes urbes del país. En una de sus últimas fotos, se lo ve en un pasillo de universidad, inclinado sobre un afiche, pintando un cartel relativo a la lucha estudiantil. Esta imagen y los hechos que siguieron después ilustran el lugar del movimiento estudiantil en Argentina: junto a la clase obrera y objetivamente en oposición a la burocracia sindical que detenta una representación al servicio del capital.
El contrapunto es gráfico e ilustra una disyuntiva política: la burocracia sindical sentada con empresarios y el gobierno para votar una ley repudiada por el movimiento estudiantil; afuera, una manifestación de estudiantes, docentes y miembros de la comunidad educativa es reprimida por las fuerzas del Estado (…)».

Ayelén Salerno

«(…) Mientras que algunes preferían los tradicionales comunicados leídos a viva voz en medio de la plaza, otres tal vez hacer máscaras de pintura y papel maché, o intervenciones teatrales performativas en medio de una peatonal, o cualquier otro modo más o menos alternativo.
También es interesante rescatar que, un año después del Estudiantazo, en septiembre del 2011, se realizaron unas jornadas reflexivas en La Casa 1234, que terminaron materializándose en el libro ‘Primavera Estudiantil’, reabriendo un universo de interrogantes a través de los cuales pudimos observar huellas de un proceso complejo que atravesaron miles de estudiantes en Córdoba. Así es que, gracias a este libro, tuvimos mayor acceso a la experiencia, a su posterior reflexión y al análisis de este producto comunicacional para la realización de nuestro trabajo final (…)».

Telma Cataldi

«(…) Las artes gritaban, se agolpaban por salir de sus límites: nubes negras gigantes como escenografías móviles alertando sobre el temporal. Monjas, curas, empresarios y empresarias interpretados por estudiantes, ejércitos de payasos indomables, la ‘comisión explosiva’ con sus atentados de bombas de pintura bañando a los policías de rosita chicle, la gigantesca catapulta que interpelaba el espíritu retrógrado de la ley, los cánticos y tanto, tanto más.
Pero más allá de lo romántico de estos recuerdos, que, más que nombrados como pasado, son los hechos que componen la historia y la memoria necesaria para no hacer nunca más el papel de ‘burros’, me interesa rescatar el poder y la fuerza de las artes, el rol que cumplió y que cumplen en los procesos de revuelta. Las creaciones colectivas como forma de fortalecer los vínculos de les que luchan, el aspecto sensibilizador hacia una sociedad que aún no despertó, la posibilidad de dejar rastros, huellas que funcionen como herramienta comunicativa (…)».

Érika Fronteras

«(…) Las críticas por parte de agentes del gobierno y varios medios de comunicación, deslegitimando la lucha, tratándonos de niños/as que nada entendíamos, fue uno más de los motores que impulsó el estudio y análisis exhaustivo del proyecto de la ley de educación. Así fue como pasábamos noches en vela -en los colegios tomados- estudiando y debatiendo punto por punto el proyecto de ley. Redactando documentos explicando los aspectos por los cuales estábamos en contra de su aprobación; además de la creación de documentos con fotos y videos sobre el estado deplorable de las instituciones educativas, planteando planes de obras a acordar. Los rumores de desalojos, las llamadas de amenazas y la persecución constante hicieron que nos turnáramos en el cuidado y acompañamiento mutuo, yendo de escuela en escuela para ver si todos/as estábamos bien. La preocupación por el otro/a fue algo que se fue construyendo y nos fue uniendo más que nunca. Estábamos allí, no íbamos a dejar que nos callaran y la educación iba a ser democrática o no iba a ser (…)».

Ezequiel Peressini

«(…) El Estudiantazo de 2010 se cerró con una derrota política, producto del desgaste y de la traición del gremio docente, que negó el paro provincial y un plan de lucha, en acuerdo con el gobierno. Esto significó la aprobación de la reforma de la Ley vigente 9.780. Pero significó, también, una enorme experiencia y politización de miles de jóvenes que nutrieron las nuevas luchas en defensa de la educación pública, laica y gratuita: La lucha contra la acreditación de la CONEAU en la UNC de 2013, el nuevo ciclo de tomas por mejoras edilicias de 2015 y la toma del Pabellón Argentina, en el marco de masivas movilizaciones de 2018 contra el Gobierno de Macri que exigía ¡Plata para educación no para el FMI!; luchas por las que 27 estudiantes hoy son procesados por el Juez Federal Vaca Narvaja bajo acusación de usurpación (…)».

Martín D’Andrea

«(…) Éramos cerca de doscientos copando los pasillos de Casa Verde. Por ser universidad nacional, la ley no nos afectaba directamente, pero, como futuros docentes, sí lo hacía. Y si no gustaba ese argumento, había más: se acababa de romper el techo del Pabellón España. Las condiciones materiales terminaron de inclinar las votaciones a favor de tomar el pabellón. Como no se habían dado discusiones democráticamente, muchos nos negamos, pero apenas finalizó el recuento de votos, ya todo había cambiado, la Universidad se sumaba a la lucha. Había que subirse al barco, aunque hayamos zarpado mal.
Se respiraban cosas importantes y las marchas, las intervenciones, el movimiento, no paraban de crecer. Treinta y tres instituciones, quizás más, tomadas en simultáneo. Veinticinco, treinta mil personas marchando. Todo venía bien. Más allá de las tensiones partidarias, la asamblea estaba firme, pero no nos podíamos descuidar porque la gestión no aprobaba la medida y tampoco quería que se expandieran los reclamos a nivel nacional (…)».

A modo de conclusión provisoria…

Una conquista popular no menor es que, públicamente, nadie se atrevería ya a expresarse en contra del derecho a la educación. Sin embargo, aunque todes decimos defenderla, cabe preguntarnos a qué tipo de educación nos referimos: ¿para qué fines? ¿con qué valores? ¿con qué modelos sociales y de sujetos? Con el proceso del Estudiantazo 2010, quedó al desnudo cómo la propuesta educativa oficial no solamente no convenció a quienes son el centro del acto educativo, sino que, además, responde a intereses ajenos a la población. Es que ninguna política educativa que se precie de democrática puede avanzar con un acuerdo de funcionarios y a fuerza de represión.

Las estructuras burocráticas en la esfera educativa se dedican permanentemente a realizar retoques cosméticos en materia didáctica, en nombre de la tan mentada transformación tecnológica, pero no dan cuenta (más que discursivamente) del contexto social y familiar en el que habitan les estudiantes. Y a su vez, arbitra la participación del empresariado y las iglesias en lo que se refiere a la planificación curricular. Es decir, intereses económicos y religiosos son partícipes de delinear el tránsito académico de niñes y jóvenes; minando rasgos científicos, críticos, artísticos y de derecho en la propuesta educativa. La brecha social, la deserción, la falta de entusiasmo, la pauperización presupuestaria no representarían un problema, sino que parecerían ser un objetivo estratégico de las clases dominantes.

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Los padecimientos a los que ya está sometido el pueblo trabajador, en materia económica y social, tienen así su correlato en políticas educativas mezquinas que no resuelven las precarias condiciones de vida de las mayorías. Terminar con ese esquema implica prefigurar otra sociedad y repensar una educación de carácter liberador. ¿Es posible concebir una política educativa emancipatoria, desconociendo elementos básicos relacionados con el contexto? Bombardeo mediático, marginación social, estigmatización, desempleo, apología de la competencia, instalación de modelos falsamente exitosos, etc., son parte del escenario en el que crecen les alumnes. ¿Llega la escuela a neutralizar esos efectos, si no es a costa de la buena voluntad y esfuerzo de algunes trabajadores de la educación? Una educación necesaria para los sectores populares debe ser emancipatoria, no reproductiva ni desentendida de las problemáticas cotidianas.

Toda Educación está ligada al modelo de sociedad en la que se lleva a la práctica. Es ingenuo pensar en una educación liberadora enmarcada en una sociedad con celosos mecanismos de enajenación y/o coerción. El Capitalismo entra en crisis y las va sorteando, siempre a costa de los sectores más empobrecidos de la sociedad. Del mismo modo, la tan mencionada “crisis educativa” se sortea con parches y una batería de discursos de poco sustento pedagógico. Para una propuesta educativa emancipatoria y popular, se ha comprobado que no existen recetas, pero sí es posible ensayar criterios, condiciones necesarias: la participación genuina de la comunidad en su elaboración, la garantía de recursos para sostenerla, la autonomía respecto de instituciones dogmáticas y/o con intereses creados; la confección de una currícula integral (no productivista); entre otras… Entonces, defender la educación sin respetar estos elementos es un sinsentido o, lisa y llanamente, un gesto de cinismo de la dirigencia. La educación que necesitamos como comunidad aún no fue alcanzada, al menos en términos de masa, pero es indispensable continuar abonando colaborativamente a su construcción. Es posible.

Córdoba, septiembre de 2020.

*Por Marcos Deipenau y Pablo Perón para La tinta / Imagen de portada: A/D.

Palabras claves: educación publica, estudiantes, Reclamo estudiantil, toma estudiantil

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