Somos “solo” amigas
Este 20 de julio, Día de la Amistad, proponemos algunas reflexiones y conversaciones con amigues para repensar esos vínculos. Qué es la amistad y cómo el feminismo transformó esas relaciones.
Por Redacción La tinta
“El feminismo habilitó un montón los diálogos, de compartir experiencias, ideas de ayudarnos de mil maneras. Es como un poquito la guía, que hace que, de alguna forma, apuntemos al mismo lado, vayamos al mismo lugar, compartamos deseos, enojos y lucha”, dice Romina.
Mi madre creía que las amigas no existían, que la incondicionalidad y confidencialidad, principales valores de los vínculos amorosos, decía, no existen. Vivió una vida solitaria más allá del núcleo familiar durante, al menos, 25 años. Mi hermana y yo crecimos con ese discurso, pero, por algún resquicio de las causalidades, zafamos y siempre le dimos mucha importancia a les amigues. A mis doce años, cuando los dibujitos animados y los Pini-Pon dejaron de resultarme atractivos, mi deseo se direccionó a tener un grupo de amigas como el de mi hermana mayor, con la ilusión de diversión y complicidad. Otra vez, las causalidades quisieron que encuentre mujeres con las que compartí esos años y con las que, pese al tiempo, la bifurcación de caminos y la distancia, me sigo riendo.
“La base de mis amistades es el disfrute, más allá de esa frase de que los amigos son la familia, que es cierto”, dice Guillermina y comienza a tirar de dos puntas interesantes: el disfrute y la familia, sus límites y aperturas.
La amistad es un tipo de amor que, en nuestras sociedades, está atravesado, como no podía ser de otro modo, por una serie de mandatos. Lealtad, reciprocidad, incondicionalidad y desinterés, son valores a examinar y de/re/construir. ¿Cómo se lleva la lealtad con la libertad? ¿Cuánto de la espontaneidad del amor se roba la obligación de reciprocidad? ¿No existe un interés al vincularme con une otre? ¿No ponemos y nos ponen condiciones en las relaciones en tanto es con otres? ¿A qué somos incondicionales?
Si la amistad es un tipo de amor, vale preguntarse qué demarca esta tipología. Veo videos, uno tras otro de gente que dice cosas zarpadas. Brigitte Vasallos me gusta, tiene un estilo desenfadado y va al hueso. “Somos solo amigas”, dice y se ríe. La palabra “solo” implica una jerarquización de los vínculos donde, amor romántico mediante, las amigas nos corremos y dejamos correr cuando aparece la pareja. ¿Mis amigas, esas que me juntan de a pedacitos cada vez que el chongo se va, son “solo” amigas? Menuda jerarquía.
“Me gusta lo de poliamorosidad. ¿Por qué jerarquizar las relaciones? Siento que a las relaciones de familia las tengo al mismo nivel que las de amistad, me siento comprometida y siento que son tan necesarias mis amigas como mi hermana o mi madre. También creo que la responsabilidad afectiva de las amigas es fundamental”, continúa la Guille.
La familia, tiremos un poquito de ese hilo
En cuanto a las jerarquías, les amigues y les familiares parecen jugar en un nivel parecido. Florencia me cuenta que su “abuelita mami” le decía siempre que ella, más que su nieta, era su amiga, “que eso era mucho más fuerte”. ¿La lógica de la “elección libre” es la que lo hace más fuerte? Noelia, siguiendo este mismo hilo, explica que las amigas “son hermanas que nos da la vida, porque las vamos encontrando al andar, por las vivencias, las cosas en común, el cariño que se va generando”.
Pienso en mi familia y mis amigues. Pienso en los recortes que hice en las vinculaciones filiales en función de con quiénes elijo tejer un mundo. Tal vez, el desafío sea dejar de pensar en jerarquías y trasladar el eje al interés común. ¿Con quiénes me acompaño? ¿Entre quiénes nos encontramos para hacer mundos en medio de la depredación? ¿Cómo son eses otres?
La amistad es profundamente política, en tanto es una entrega a une otre. Reconocer la otredad construye el amor, también el amor de amigas. “Aceptarse y quererse de ambas partes, incluso con todos los defectos que tengamos y con todas las veces que nos podamos equivocar. También espero que sus palabras siempre vengan desde el amor”, me escribe la Romi.
Aquí, la diversidad juega un papel central. Ante el paradigma patriarcal normalizador, que legitima ciertas formas unidireccionales de amor (y que peca de soberbias coloniales), el desafío es buscar formas de diálogo con eses otres diverses, que no anulen las diferencias. Si un vínculo con otre implica una relación de poder en tanto son dos singularidades puestas en juego, la no supresión de le otre es una tarea radical. La exigencia y la expectativa vertida sobre les otres, que tienen que ver con el espejo de ilusiones en el que me miro (tan condicionada con la matrix de “cómo debería ser”), es la negación violenta de la otredad. En la aceptación está el disfrute, el aprendizaje y la posibilidad de expandirme. “De mis amigas no espero nada”, dice Norma, “saben que soy de comunicarme poco, pero siempre llega un mensaje saludando o preguntando cómo estoy, esas son las cosas que definen a la amistad”.
Si la amistad es construir mundos juntas, las feministas tenemos algo de experiencia en eso. “¿Qué sería el feminismo sin las amigas?”, se pregunta Guille. “Las relaciones de amistad me ayudaron a bajar las teorías del feminismo a mi vida, nos permitió poder charlarlo, verlo y empezar a practicarlo, las charlas de amigas son la base de la intelectualidad feminista. Me ha permitido filosofar con las personas de mi género sobre las cosas que me pasan”.
En sociedades despedazadas, individualistas y, ahora, más aislades aún, ¿dónde hago comunidad, dónde está lo común? Pensar la comunidad en el contexto actual implica deslocalizarnos para encontrarnos. “El feminismo enriquece y amplía la amistad”, dice Flor, “esa otra no será mi amiga, pero es mi compañera y me afecta, soy con ella, lo que le pasa no me es indiferente y me guía en una práctica compañera”. Los feminismos en ebullición tensionaron los márgenes de la amistad, la mirada cómplice de esa otra que va en el colectivo también con el pañuelo verde, expande las posibilidades de construir lo común.
El socorrismo, el cuidado, la circulación de herramientas y saberes de autocuidado, la corresponsabilidad, el sentir sororo, la práctica del “entre-mujeres”, son elementos que, desde el feminismo, nos brindamos. “Pienso en empatía, sostén, aliento, disfrute, estar hasta cuando una anda desencontrada y rara. Es un vínculo que cuida y acompaña en libertad, y que hay que alimentar”, concluye Flor. Tal vez, el desafío esté puesto en ser incondicionales con esos intereses, tejiendo los mundos del disfrute.
“Sin dudas, el feminismo me dio las mejores amigas”, concluye Noe. Final feliz: ayer, la llamé a mi mamá y no pudo atenderme, estaba en el cumpleaños de una amiga.
*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Colectivo Manifiesto.