Mujeres Rurales con perspectiva de género
Por Ana Laura Campetella para Revista InterNos
¿Cómo pensar el feminismo desde la ruralidad? ¿Cómo abordar la ruralidad desde el feminismo? ¿Existe la perspectiva de género en el campo? ¿Cuáles son las violencias que soportan las mujeres en el campo?
Estas preguntas fueron las disparadoras. En enero, cuando el COVID-19 no era un problema aún, un grupo de mujeres decidieron romper el cerco. Necesitaban dejar de sentirse solas.
En los últimos tiempos hemos visto como las instituciones del campo más tradicionales han ido articulando espacios de encuentro exclusivos para mujeres o incluso creando secretarías con perspectivas de género. También es el caso de algunas organizaciones más territoriales como los movimientos campesinos o la UTT.
Sin poder sentirse amparadas por los feminismos urbanos ni tampoco convocadas por los espacios que las tradicionales centrales agrarias les ceden a las mujeres creando algunos espacios rosas, estas mujeres se animaron y decidieron empezar el camino propio. Es que suele pasar que los espacios se crean para cumplir con lo políticamente correcto. Para no ser criticados por la falta de mujeres en la foto. Pero el poder y las decisiones quedan en las manos de siempre. De varones. Si bien no podemos asegurar que en todas las entidades pase esto, lo cierto es que pare este grupo de mujeres, aquellas convocatorias tenían al menos gusto a poco.
Según datos del Censo Agropecuario 2018 realizado por el Indec, un 20% de los establecimientos es conducido mujeres mientras que en el censo de 2002 el porcentaje era del 10%. Si bien es un avance porcentualmente importante, todas sabemos que sigue siendo engañoso. Cuando los establecimientos están a nombre del padre pero los maneja la hija, figura el padre, cuando es un matrimonio en donde trabajan los dos, figura el varón, cuando son hermanos y trabajan a la par…figura el varón. Para el censo se relevaron solo las explotaciones que producen para el mercado y no las destinadas al consumo familiar.
Sin embargo no solo las mujeres al frente de un campo son mujeres rurales. Es la apuesta a redefinir en este nuevo espacio de Mujeres Rurales Argentinas. “A veces dicen que la violencia en el campo no existe porque hay otros valores. Mentira. Lo hemos visto en nuestras casas. Lo vemos en las compañeras de los peones rurales todo el tiempo” dice una voz desde el otro lado de la pantalla. Mujeres Rurales Argentinas es un espacio nuevo y frente a la pandemia los encuentros se han dado de manera virtual.
MRA acoge hoy a alrededor de cien mujeres de todo el país. Un grupo de ruralistas diversas que de momento están buscando construir no solo un espacio sino también sus propias definiciones. Romper prejuicios y tabúes instalados no es fácil.
“No se si todas nos podemos definir como feministas porque a veces no se entiende el concepto. Lo que buscamos es reconocer que las desigualdades existen y que tenemos que dar la pelea para ser reconocidas también en el campo a la par de nuestros compañeros” dice Patricia Gorza. Productora ganadera de 9 de julio, en provincia de Buenos Aires.
“Dejar de estar solas” dice Lucía Machay, de 34 años desde Pigué. “Estar en el grupo es descubrir que somos un montón de mujeres trabajando en el campo, que es un ámbito muy masculinizado. Qué haya un agro con perspectivas de género. Esto quiere decir que están expuestas las desigualdades, que se visibilizan las violencias simbólicas y económicas que existen.”
Productoras ganaderas y agricultoras. Tamberas. Tradicionales y agroecológicas. Cultivos extensivos e intensivos. Técnicas e ingenieras. Comunicadoras y periodistas. Asesoras y consultoras. Trabajadoras rurales. Gastronómicas. Laneras. Artesanas… En fin, mujeres habitantes del mundo rural están ahí autoconvocándose.
Mujeres Rurales Argentinas surgió en el cruce. En el intercambio entre una productora de acá y otra de allá. Y el empezar a andar destapó historias. Y las encontró con el Movimiento De Mujeres Agropecuarias En Lucha y el pasado se hizo presente con la fuerza de un grito ahogado por años.
Así fue que mientras en todas las ciudades se resignificaba el 3J como un sello en contra de la violencia machista al grito de Ni Una Menos, las jóvenes de este espacio le dieron un doble sentido a ese día. Es que el 3 de junio tiene otro hito en la historia feminista argentina y es rural.
Pan, tierra, trabajo. Remates al Carajo
Un 3 de junio de 1995 nacía el movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha en Winifreda, La Pampa. Unas 300 mujeres productoras se autoconvocaron por la radio. Necesitaban parar con los remates de sus campos. Lucy de Cornelis había dado el primer grito de auxilio desde la radio de Eduardo Castex. “Pan, tierra, trabajo. Remates al Carajo” fue el grito que se transformó en consigna y cambió la vida de estas mujeres para siempre.
El diario provincial La Arena afirmó en su momento: “Con la sencillez de quien sólo sabe de trabajo, con palabras simples, y en algunos casos hasta con lágrimas en los ojos, las mujeres agropecuarias autoconvocadas en asamblea, ayer en Winifreda, expusieron sin tapujos la difícil realidad del campo pampeano” (La Arena, 4/6/95).
En esa primera asamblea redactaron un petitorio con ocho puntos para hacer llegar al gobernador de la provincia, Rubén Hugo Marín, y al por entonces ministro de Asuntos Agrarios. Básicamente solicitaban frenar los remates y analizar la legitimidad de la deuda. Exigían quitas y refinanciación del capital en 10 años. Acusaban la especulación espuria de los bancos y el riesgo de la concentración en manos no productoras y extranjeras.
El llamamiento de Lucy es el nombre del fragmento del documental La dignidad de los nadies de Pino Solanas en 2005 que retrata la historia de estas mujeres.
En los años sucesivos el MML decidió ocupar la Plaza de Mayo cada 8 de marzo con tractores manejados por ellas con el apoyo de los movimientos feministas. Durante esos años el MML había logrado a base de gritos y protestas suspender varios remates. Fueron identificadas como las más combativas dentro del movimiento agrario y las disputas con las organizaciones tradicionales conducidas por varones no se hicieron esperar.
Sobre esto hace referencia Dolores Arrizabalaga y rescata las respuestas de Lucy ante los comentarios de los dirigentes que querían remarcar que el lugar natural de las mujeres era el hogar y que salían a la calle llevada por sus sentimientos: “les quiero decir señores que nosotros no salimos a robar el espacio, nosotros se lo ganamos en la lucha, y nunca a ustedes los vi parando un remate”.
Pero recién en 2006 el MML logró el ajuste de las deudas tan solicitado. La por entonces ministra de Economía Felisa Micelli recibió al MML y refinanció las deudas de 10 mil productores tomando el monto original de los créditos.
“Ahora les toca a ustedes”
El nuevo grupo gestó el encuentro virtual. Lucy Abraham de Cornelis apareció tras la pantalla y cientos de mujeres del otro lado escucharon su historia emocionadas. Ana Maria Riveiro, una de las históricas también forma ahora parte de este espacio y se envalentona cuando se recuerda subida a ese tractor llegando a plaza de mayo.
La lucha es volver al campo. Hay que hacer colonias productivas. Llámenlo reforma agraria o como quieran, pero hay que hacerlo” fue el mensaje claro y contundente de la dirigente. Al ser consultada sobre la falta de representatividad femenina en las centrales agrarias Lucy remarcó el machismo fuerte dentro del gremio. “Ahora les toca a ustedes. Se tiene que meter a dar la pelea” arremetió ante el centenar de jóvenes que la escuchaban desde la virtualidad. En ese sentido Lucy recordó que las sociedades rurales siempre creaban las comisiones de mujeres para que hagan los dulces o bordar. “No fue fácil, nosotras teníamos además la pelea adentro de nuestras casas. Mi marido al principio no quería (…) Me cerraba la puerta. Después entendió” recordó y desafió: “ustedes ahora pueden”.
El sábado pasado Mujeres Rurales tuvo su primera mateada virtual. “El desafío es reconocerse en la diversidad y encontrar los objetivos comunes a la ruralidad” dice Andrea Langoff. Es veterinaria y fue la promotora de ese encuentro más distendido para empezar a reconocerse.
“Somos una red” dice Silvia Chiappetta. Ella es extensionista del INTA en Misiones. A su 58 años se reconoce como mujer rural por su historia familiar, personal y laboral. “Trabajé en el campo, aprendí a arar, a manejar el tractor, a atender a los terneritos hasta que viniera el veterinario. Sé de luchas por tener un buen precio en las cosechas, o quizá ver todo arrasado por imponderables climáticos” cuenta entusiasmada.
“MRA es mucho más que una red de vinculación, es un espacio de sororidad, de lucha por la convicción en la igualdad de oportunidades para todas, de empoderamiento y arraigo. Lo vamos a lograr porque amamos el campo, nuestra vida y nuestras raíces” aporta Virgina Appathie. Ella es productora ganadera, técnica forestal y paisajista en Pigüé.
Erica Guzmán es ingeniera extensionista y vive en Catamarca. “Es un espacio que nos permite expresarnos sin sentirnos menos. Somos muchas veces ninguneadas y sometidas. MRA es un espacio desde donde opinar y poder ser parte de la creación de políticas públicas” dice.
“Es un espacio de contención. Me quedo porque creo en la diversidad, en la territorialidad, en las diferencias de realidad, las diferentes generaciones y la calidez de cada una de estas mujeres” suma Soledad Stadler desde La Pampa.
Mujeres Rurales Argentinas es un espacio nuevo. Como todo movimiento, está en constante construcción. Parte del desafío es intentar crear y definir nuestros propios conceptos desde la diversidad del territorio. Esta periodista también es parte. De momento lo importante es el encuentro. Ya tomamos la posta.
*Por Ana Laura Campetella para Revista InterNos / Imagen de portada: Revista InterNos.