Se estrena la serie web Metro Veinte: sexualidad y discapacidad en protagónico
Llega a Córdoba esta comedia juvenil que cuenta historias sobre la sexualidad de una joven en silla de ruedas. Este sábado 30 de noviembre a las 16 h en el Centro Cultural Córdoba, en el marco del mercado FOCUS, se estrena la serie web Metro Veinte. Con entrada libre y gratuita, será una función única con la proyección de los seis capítulos juntos y uno de realidad virtual.
¿Cómo fue tu primera experiencia sexual, te acordás? Miles de experiencias han sido narradas y ficcionadas en la historia del cine. ¿Y cómo aparece, cuando lo hace, la discapacidad en la pantalla grande? Contra el discurso moral y paternalista que históricamente ha mirado y tratado a las personas con discapacidad como corporalidades ajenas al deseo, al sexo, al goce, Juana, la protagonista de Metro Veinte, desea, cuestiona, teme, piensa y tiene ganas de gozar de su sexualidad activamente, y decide ir a una cita a ciegas.
En esta serie web, vas a recorrer el mundo juvenil y una sexualidad deseante, con la mirada a la altura de Juana, desde su silla de ruedas. Ella viene desde Buenos Aires a Córdoba y, en medio de muchos cambios, arma nuevas amistades en una escuela pública donde están en auge la participación juvenil, política y feminista en el post 2018 y esa efervescencia militante.
Marisol Irigoyen, la actriz protagónica, y Rosario Perazolo Masjoan, coguionista y codirectora, son personas con discapacidad y usan sillas de ruedas. Ponen en tensión los binarismos que entienden la discapacidad como tragedia, drama y victimización, o como ejemplo de vida y resiliencia. En el medio, historias reales de jóvenes que tienen mucho para contar. Si las discapacidades no son protagonistas de la vida cotidiana, ¿cómo podemos dar cuenta o imaginar un mundo más inclusivo?
En el 2020, desde La tinta, conversamos con parte del equipo. Rosario Perazolo Masjoan, coguionista y codirectora; Belén Poncio, coguionista y directora; Ezequiel Lenardon, productor ejecutivo y creativo; y Marisol Irigoyen, la actriz protagonista. Ahora que se estrena y podemos verla, retomamos esa conversación que da cuenta de todo el profundo trabajo que hubo detrás.
—¿Cómo abordan la discapacidad y, específicamente, la sexualidad en esa condición?
—Rosario: Siempre lo planteamos como un proyecto que busca naturalizar y desdramatizar la discapacidad, algo que resulta hasta contradictorio cuando partimos de la base de: “¿Qué es natural?”. Queríamos que la discapacidad no sea el eje de la historia, que no sea un personaje donde todos sus problemas se reducían a ser lisiada ni repetir patrones dramáticos que siempre giran en torno a estas narrativas: “Duras, intensas y emocionales”. Nos enseñaron que, si en una película hay alguien con discapacidad, vas a llorar y queríamos salir de ahí.
Juana es un personaje adolescente que no entiende mucho de la vida y va en búsquedas comunes de su edad. Obviamente que su vida está atravesada por su discapacidad, está presente como una perspectiva y no un determinante narrativo. Respecto a la sexualidad del personaje, creo que, en una sociedad moderna donde la sexualidad es mainstream, no podíamos solo discutir si Juana coge o no porque sería reducirla. La sexualidad está presente en toda la serie, tanto en la protagonista como en su contexto, intentando salir del amor romántico.
—Belén: Buscamos representar a Juana con los mismos deseos, búsquedas y seguridades que cualquier adolescente, solo que con una corporalidad distinta, no hegemónica. La discapacidad como modo de estar en el mundo, pero viviendo lo mismo que otras personas, riéndonos de eso y llorando también. A mí me tocó desde la dirección llevar esta bandera. Esta visión que Rosario quería compartir sobre la discapacidad, tomarla, abrazarla y tenerla como filtro en cada una de las decisiones. En toda la serie, abordamos la sexualidad sin tener certezas o verdades últimas, corriéndonos de los rótulos y mostrando búsquedas diversas, como el descubrir sexual más allá del género, partiendo de la diversidad, que cada persona es única y quiere amar y ser amada, o desear y ser deseada. Y, en el camino a eso, a veces, hacemos cagadas, nos la mandamos y, otras veces, hacemos cosas hermosas. Mostrar con naturalidad que las mujeres tenemos derecho al placer, al goce y dejar de lado los juicios que, durante años, hemos cargado. Todo eso que nos pasó está en Juana y en los demás personajes de la serie.
“En la mayoría de los espejos, me veo solo la frente”
—¿Cómo nació, entonces, la idea de la serie?
—Rosario: En noviembre de 2016, di una charla TED en el pabellón Argentina y, en el público, estaba Ezequiel. No nos conocíamos, pero, al otro día, me llegó un mensaje por Facebook. Yo dije en el medio de la charla: «En la mayoría de los espejos, me veo solo la frente”. Él me contó que, cuando me escuchó decir eso, lo vio con ojos de cine. Nos juntamos a pensar ideas, él insistía con hacer algo disruptivo y me propuso hacer un documental sobre mí. Yo le dije que mi vida no era tan interesante y que, si quería hacer algo disruptivo, teníamos que hablar de sexo. La discapacidad y la sexualidad eran dos tabúes en potencia. Y así se fue armando una primera idea. Hasta que llegó Belu y se terminó de formar lo que queríamos contar.
—Ezequiel: Escuchar a Rosario en su charla TED fue un viaje a lugares conocidos, pero a otra altura. Su relato fue cautivante y provocador, y, en ese momento, imaginé una experiencia en realidad virtual que pudiera compartir esa perspectiva y esa vivencia. En el primer encuentro con Rosario, ella me propuso hablar de sexualidad y, basado en varias experiencias que contó, se escribieron las primeras ideas para la serie.
—Belén: Me atrajo mucho la posibilidad de aportar mi mirada para pensar nuestra sexualidad como mujeres y más desde una corporalidad no hegemónica. Pensar en cómo representarla alejada de los estereotipos, reflejar la naturalidad, la torpeza e imperfección tan propia de todas las sexualidades, que poco tiene que ver con lo que nos suelen mostrar, se volvió un desafío. Después, decidimos incluir la lucha política estudiantil porque, si íbamos a tener un personaje de 17 años, queríamos ser fieles a los jóvenes de hoy, representar su compromiso por cambiar las cosas, sus luchas, sus pasiones, sus enojos, sus contradicciones.
—¿Cuál es la novedad de la serie para el mundo cordobés, no solo en términos de la temática que aborda, sino en la propuesta audiovisual? ¿Por qué realidad virtual?
—Rosario: Córdoba es muy conservadora, la impronta religiosa tiene una gran presión sobre la sociedad. La discapacidad está asociada constantemente con la limosna, lo desahuciado, lo marginal. O, por otro lado, una discapacidad se convierte en una especie de heroísmo y ejemplo de vida. Hablar de que las personas con discapacidad cogen, gozan y militan sigue siendo una primicia. De la discapacidad y la sexualidad, se habla en muchos lados y de muchas formas, pero siempre parece ser insuficiente.
—Belén: La propuesta inicial de Ezequiel era hacer el proyecto en realidad virtual y después decidimos encararlo en dos formatos distintos: 360° y flat. Nos adentramos en ese universo desconocido, primero, en la instancia del guion, cuando pensábamos cómo contar la historia en distintos formatos, qué cosas elegíamos contar en uno y qué en el otro. Luego, en la realización de ambos formatos, buscar la potencia de cada uno, ir descubriendo la fuerza propia de cada lenguaje. En el flat, la posibilidad de encuadrar, elegir un recorte, dejar un fuera de campo y encontrar las emociones que se generan en cada elección. Y como no hay recetas para este nuevo medio, es un constante descubrir cómo construir ese “todo” en 360°, cómo es ese universo al que invitamos a presenciar ¿A dónde estamos invitando a la gente? Es trasladarte a vivir el mundo al metro veinte, a moverte a la altura de alguien que está en silla de ruedas, es una experiencia que no vivimos de otra manera.
—Ezequiel: La realidad virtual es un formato audiovisual que permite al espectador vivir experiencias en espacios virtuales. Te ponés un casco y estás adentro de otra realidad. Transportar al espectador a experimentar el mundo desde el metro veinte nos pareció una herramienta poderosa para contar y vivenciar esta historia. Además de la temática y lo tecnológico, encuentro novedoso de la propuesta audiovisual la diversidad de movilidad y género delante y detrás de las cámaras que potenciaron el devenir creativo. Siempre apostamos por una producción fuertemente cordobesa y diversa.
«Una colección de saltos al vacío y confianza»
—¿Cómo fue llegar a ser (y seleccionar) a la protagonista?
—Marisol Irigoyen: Metro veinte fue, para mí, mucho más que una primera experiencia actoral, fue mi primer viaje en avión, la primera vez que viajé y viví sin mi familia, mi primer ejercicio de fe en los demás y en mis propias capacidades. Una colección de saltos al vacío que, puedo asegurar, valieron la pena y un proyecto que sienta precedente al hacer espacio para las personas con discapacidad en el arte.
Vi el anuncio del casting en Instagram y eso ya en sí fue un golpe de suerte, porque, antes de esa época, no entraba mucho. Soy de Buenos Aires, de provincia (zona oeste) y los castings se realizaban en capital, adonde me es bastante difícil viajar. Tengo el tren San Martín muy cerca, por suerte, pero, para asistir a algunos de los últimos castings, en los que me hubiera convenido bajarme en Palermo, tenía que hacer el doble de viaje: seguir hasta Retiro y tomarme el Mitre para volver hacia atrás; todo esto porque la estación de Palermo no es accesible con silla de ruedas (una de las estaciones más céntricas y concurridas). A uno de los castings solo llegué a tiempo porque un amigo, el Emi, me acompañó, ayudó a buscar la ruta más conveniente y desatascó cada vez que mi silla se quedaba en algún bache: en general, es todo un desarrollo de estrategias el moverse por la ciudad con una discapacidad motriz.
Siempre me interesó contar historias y, con esta experiencia, se abrió un nuevo mundo de posibilidades, en el que la herramienta para contarlas es el propio cuerpo. Tuve que, por ejemplo, aprender a enojarme como Juana, porque era una emoción en la que mi cuerpo, literalmente, no se sentía cómoda. Me daba miedo ser no actriz en un grupo de actores, pero Mati me tranquilizó al respecto, al explicarme que el conocimiento de los demás iba a ayudarme, sostenerme en cada escena. Y es así, tuve muchísima suerte al estar rodeada de compañeros excelentes. Aprendí que el cine es un trabajo en conjunto. Yo no hubiera podido actuar sin las chicas que me cuidaban, la asistencia que cubrió la producción, ya que mi familia no pudo acompañarme.
—Rosario: Si queríamos hablar de discapacidad, teníamos que tener un cuerpo discapacitado en la pantalla. No es lo mismo hablar que mostrar y ahí nació también una búsqueda, no solo de actriz, sino de criterios. Yo empecé a usar silla de ruedas en mi adolescencia. Todo ese proceso de identidad que una trata de pilotear cuando va creciendo está totalmente influenciada por las imágenes que consumimos y, en base a eso, construimos o destruimos mucho nuestra autoestima. Yo no tenía nadie con quien identificarme en la pantalla cuando crecí, ni en las películas ni novelas que veía, yo aprendí a verme y representarme en cuerpos que caminan.
Cuando empezamos este proyecto, de entrada, sabía que la protagonista tenía que tener discapacidad, era claro para mí. Pero nos topamos con un mundo que parecía no ser tan claro. Un mundo que nos había enseñado que la discapacidad se actuaba, y muchxs actores y actrices ganaban premios por hacerlo. Y no solo es una cuestión de representatividad para mí, es una decisión política, es hacer algo desde mi privilegio de poder hacer cine y utilizarlo como espacio de protesta y oportunidad.
Este sábado 30 de noviembre a las 16 h en el Centro Cultural Córdoba (Av. Poeta Lugones 401), en el marco del mercado FOCUS, se estrena la serie web Metro Veinte. Con entrada libre y gratuita, será una función única con la proyección de los seis capítulos juntos y uno de realidad virtual.
Ficha técnica
Año: 2020 (Argentina, Francia).
Productor Creativo: Ezequiel Lenardon – Directora/coguionista: María Belén Poncio.
Codirectora/coguionista: Rosario Perazolo Masjoan – Coguionistas: Greta Molas, Javier Correa Cáceres, Elisa Gagliano, Delphine Agut, Ivana Galdeano y Gabriela Vidal.
Elenco: Marisol Agostina Irigoyen (Juana) – Florencia Licera (Julia) – Marcio Ramsés (Felipe) – Natalia Di Cienzo (Diana) – Francisca Spinotti (Elena).
Director de actores: Matias Benedetti – Director de fotografía y cámara: Marcos Rostagno – Directora de arte: Eugenia Foguel – Director de arte de animación: Guillermo Mena – Director VR: Damian Turkieh – Director de sonido: Amaury Le Burthe.
Asistente de dirección: Hugo Curletto – Continuista: Javier Correa Cáceres – 2° asistente de dirección: Facundo Gobbi – Coordinadora de producción: Ana Lucía Frau – Asistente de producción ejecutiva: Lucía Palacio, Melina Paulovich, Germán Biglia – Asistente de producción: Yanina Moyano, Dalmira Tobal, Ángeles Moyano.
1° de cámara: Mariano Campastro – 2° de cámara: Milo Ruiz – Gaffer: Pablo Lovera – Eléctrica/ iluminación: Pini Sclausero, Rodrigo Saya – Grip: Gianni Foschiatti.
Asistentes VR: Nicolás Galaz y Facundo Pipia – Sonido directo: Juan Manuel Yeri y Kevin Lusteau – Asistente de sonido: Santiago Aguirre – Ambientadora: Florencia Whebe – Asistente de arte: Sofía Pironio – Utilero: Rodrigo Alabart – Vestuario: Ana Chacon – Asistente de vestuario: María José Cisneros – Peinado y maquillaje: Agustín Gelfo – Asistente de maquillaje: Guadalupe Velasco.
Registro documental: Fernando Restelli y Lucía Palacio – Foto fija: Natalia Roca y Germán Biglia.
Data manager: Adriana Ramírez.
Producción: Detona Cultura – Producción ejecutiva: Ezequiel Lenardón (Argentina) y Marie Blondiaux (Francia) – Coproduction: Arte France, Red Corner, MalditoMaus, Realidad 360 Argentina.
*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Natalia Roca.