Agricultura urbana: la oportunidad para convertir a Córdoba en una ciudad biofílica

Agricultura urbana: la oportunidad para convertir a Córdoba en una ciudad biofílica
30 agosto, 2024 por Redacción La tinta

El crecimiento acelerado y sin planificación de las ciudades, casi sin disponibilidad y accesibilidad a espacios verdes, trae consecuencias negativas. Córdoba no es la excepción, pero las huertas urbanas pueden convertirse en refugios biofílicos. Desafíos actuales ―y locales― para la agricultura en la ciudad y cómo generar áreas de valor en términos de conservación de la biodiversidad.

Por María Silvina Fenoglio* para La tinta

Las ciudades, tal como las conocemos, son espacios grises, cargados de cemento, contaminantes y con poca disponibilidad y accesibilidad a espacios verdes, y las de América Latina están creciendo de manera acelerada y sin planificación. Esta situación se traduce en múltiples consecuencias negativas para sus habitantes: desigualdades socioeconómicas acentuadas, inseguridad alimentaria, violencia y crisis ambientales y sanitarias. Naciones Unidas estima que, para el año 2050, alrededor del 90% de los habitantes de esta región vivirán en zonas urbanas. Córdoba no es la excepción a esta tendencia. Día a día, experimentamos las dificultades de vivir en una gran urbe y la desconexión con la naturaleza se hace cada vez más palpable.  

Esta problemática no es solo local, pero, en los últimos años, existe a nivel global una tendencia transformadora hacia ciudades más verdes. En esa búsqueda, se intentan incorporar soluciones basadas en la naturaleza ―conjunto de acciones que aprovechan el poder de la naturaleza para abordar diferentes problemáticas―, a fin de fomentar el desarrollo de espacios verdes que mitiguen las consecuencias adversas del cambio climático y la pérdida de biodiversidad. De hecho, existe una corriente entre arquitectos y diseñadores centrada en el diseño biofílico que reconoce este poder de la naturaleza. Las ciudades biofílicas son ciudades que brindan cercanía y contacto cotidiano con el ambiente natural, pero también buscan fomentar la conciencia y el cuidado del mismo.

Dentro de las ciudades, hay numerosos espacios que se pueden crear o recuperar para fomentar la biodiversidad, resiliencia y sostenibilidad urbana. Es así como, en este contexto, surgen las huertas urbanas, espacios productivos que tienen numerosos beneficios, sobre todo, en términos de soberanía alimentaria. En América Latina, la agricultura urbana ha sido esencialmente una actividad para mitigar la pobreza y desnutrición más que una forma de mejorar la calidad de las ciudades en términos ambientales, tal como ocurre en diferentes ciudades de Europa y Norteamérica. A nivel global, hubo un auge de la agricultura urbana durante la pandemia de COVID-19, ya que el trabajo en la huerta se convirtió en un salvavidas que permitió asegurar el acceso a alimentos de calidad, aliviar el estrés humano y aumentar la conexión con la naturaleza. Más allá de todas estas ventajas, las huertas urbanas tienen un enorme potencial de contribuir a la biodiversidad urbana y sostener diferentes servicios ecosistémicos ―todos los beneficios que un ecosistema aporta a la sociedad―. Es por eso que, en los últimos años en Argentina, el sistema científico está poniendo cada vez más el foco en estudiar los espacios verdes urbanos, en particular, las huertas.

Huertas urbanas y su rol en la conservación de la biodiversidad

¿Por qué ―o, mejor, para qué― conservar la biodiversidad en las ciudades? Para contextualizar el problema, debemos saber que, actualmente, estamos atravesando una crisis global de biodiversidad. Pero ¿qué significa esto? Significa que la biodiversidad está disminuyendo a un ritmo sin precedentes a nivel mundial. 

La tasa de extinción de especies se está acelerando. Alrededor de 1 millón de especies de animales y plantas están ahora en peligro de extinción, más que nunca en la historia de la humanidad. Con relación a los insectos, se estima que un 10% de las especies están amenazadas. Si bien este número parece bajo, es muy importante porque más del 50% de las especies conocidas del planeta son insectos que cumplen funciones ecológicas esenciales tales como el control biológico de plagas, la descomposición de la materia orgánica y la polinización, proceso esencial para la producción de cultivos tanto a gran escala como aquellos de alcance local, como los que se producen en una huerta familiar o comunitaria en una ciudad. Las abejas silvestres son organismos clave en la reproducción de las plantas y, en consecuencia, en la agricultura. Sin embargo, sus poblaciones están disminuyendo a nivel mundial debido a múltiples causas, entre ellas, la urbanización. En este sentido, las huertas urbanas poseen un gran potencial para enriquecer la biodiversidad de abejas en ciudades y, por lo tanto, contribuir a su conservación.

Un ejemplo que representa la íntima relación que existe entre abejas y plantas cultivadas es el sistema formado por los cultivos de zapallo, zapallito o calabaza (plantas del género Cucurbita), y las “abejas de la calabaza”. Las cucurbitáceas tienen flores masculinas y flores femeninas que se distinguen con facilidad. Al trabajo de la polinización lo hacen las abejas normalmente, que son las encargadas de llevar el polen de una flor a la otra y permiten que se produzcan los frutos. El subgrupo de especies de “abejas de la calabaza” (insectos del subgénero Peponapis) están íntimamente relacionadas con estas plantas, ya que están especializadas en utilizar el polen de estas especies. En nuestras huertas, a veces, los cultivos de cucurbitáceas no llegan a formar frutos y nos preguntamos por qué. Una de las posibles razones es que las “abejas de la calabaza” no estén presentes en el ambiente o bien sus poblaciones se encuentren disminuidas. Y esto sucede porque por sus características de vida ―son abejas solitarias que anidan en el suelo― son especies muy vulnerables a los disturbios propios del ambiente urbano.  

Biodiversidad de abejas en huertas urbanas de Córdoba: factores de interés

Ahora bien… ¿qué acciones en el marco de estos espacios productivos, tales como huertas urbanas familiares, residenciales, comunitarias, pueden realizarse para fomentar la diversidad y abundancia de polinizadores tales como las “abejas de la calabaza”? Esta pregunta fue el puntapié que dio inicio a una investigación en el grupo de trabajo Interacciones Insecto-Planta del Instituto Multidisplinario de Biología Vegetal (CONICET-UNC) ―integrado por Bruno Rossi Rotondi, Martín Videla y María Silvina Fenoglio―, en colaboración con científicos de Suiza. 

Nos preguntamos qué factores relacionados con la cantidad de hábitat disponible y la disponibilidad de flores pueden afectar a las comunidades de abejas silvestres en huertas urbanas. La cantidad de hábitat se refiere al verde que hay disponible tanto dentro del espacio de las huertas como a nivel de paisaje, es decir, la cantidad de vegetación alrededor de cada huerta. Y está directamente relacionada, por ejemplo, con potenciales sitios de nidificación y con el nivel de conexión que tiene cada huerta con el resto de los espacios verdes en la ciudad. En cuanto a las flores, las abejas necesitan alimentos como polen y néctar de distintas especies, por lo que aumentos en la variedad de flores y su abundancia suelen tener un impacto positivo en la biodiversidad de abejas en huertas urbanas.

En la ciudad de Córdoba, se registraron 47 especies distintas de abejas en huertas urbanas. Los resultados revelaron que la diversidad de las abejas en las huertas urbanas estuvo fuertemente influenciada por la equidad de flores, la cual tiene que ver con el balance en el número de individuos de cada especie de planta con flor. El trabajo resalta la importancia de promover comunidades de flores más equitativas en huertas urbanas, ya que favorecen a las abejas silvestres. En este sentido, tener diferentes especies de plantas con una representación similar con relación al número de flores, y no unas pocas especies dominantes, sería la estrategia de manejo más recomendable. De esta forma, se podría fomentar la conservación de la biodiversidad de abejas silvestres en ciudades y, al mismo tiempo, propiciar el servicio de polinización en cultivos urbanos para la producción de frutos y semillas.

Huertas urbanas como refugios biofílicos: desafíos actuales

Aunque el propósito principal de las huertas urbanas es la producción de alimentos, los estudios realizados en Córdoba y en otras ciudades del mundo demuestran que la agricultura urbana también genera áreas de valor en términos de conservación de la biodiversidad. Así mismo, estos espacios cuentan con un valor social y recreativo para la educación ambiental y el intercambio de conocimientos.

Imagen: Bruno Rossi

En Córdoba, así como en otras ciudades del país, las huertas familiares y comunitarias crecieron desde hace unos años y, hoy en día, muchas de ellas se ven amenazadas por la falta de políticas públicas de apoyo a sus actividades. El desmantelamiento del Instituto Nacional de la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (INAFCI) en el último año es un claro ejemplo de esta situación. Sin embargo, solo la acción colectiva por parte de los diferentes actores involucrados es lo que permitirá seguir adelante con el sostenimiento de la agricultura urbana. 


Como investigadores, a pesar del terrible ajuste que sufre el sistema científico y tecnológico, continuaremos buscando formas para aportar evidencias que respalden la importancia de la agricultura urbana para favorecer la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos asociados en las ciudades. En particular, nuestro interés está puesto en los insectos y en indagar cuáles son las mejores estrategias para el manejo de las huertas urbanas, a fin de propiciar la diversidad de insectos benéficos involucrados en el control de plagas y la polinización. Estos beneficios son de fundamental importancia en huertas urbanas agroecológicas, donde se priorizan opciones de manejo de plagas con bajo impacto en la salud y el ambiente, y donde las especies cultivadas dependen de los polinizadores para producir frutos, tal como contamos anteriormente, asegurando la soberanía alimentaria.

En dicha búsqueda, también interactuamos con las personas dedicadas a la huerta que, ávidas de conocimiento, siempre nos han recibido con agrado. Al interactuar con el suelo, las plantas y los animales en estos espacios, las personas entran en contacto directo con una variedad de elementos del ambiente. La práctica de cultivar sus propios alimentos significa aprender sobre los procesos ambientales (como la polinización) y cómo estos afectan a las plantas. Mostrar cómo se pueden diseñar estos espacios utilizando el pensamiento biofílico para mejorar las experiencias cotidianas de las personas con la naturaleza y su necesidad de interacción con el mundo natural es un desafío que se une a otro aún más importante: encontrar vías para aumentar la productividad de estos espacios con el objetivo último de asegurar el acceso a una alimentación variada y de calidad a la población.

*Por María Silvina Fenoglio para La tinta / Imagen de portada: María Silvina Fenoglio.

*Investigadora independiente del Conicet / Dra. en Ciencias Biológicas / Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal dependiente del Conicet y la Universidad Nacional de Córdoba.

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Palabras claves: Abejas, Agricultura familiar, agricultura urbana, huertas

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