«A veces siento el portón y pienso que va a entrar»
Mientras espera la fecha para el juicio a los dos imputados y reclama que continúe la búsqueda de su hijo, desaparecido desde marzo de 2021, vive con una pensión de 28.000 pesos y acaba de quedarse sin trabajo. Ella y su familia siguen en el olvido del Estado, algo que experimentaban desde mucho antes de que nos falte Tehuel.
Por Patricia Aguirre para Revista Cordón
¿Dónde está Tehuel? La pregunta, que se convirtió en pancarta, es la que su familia se hace desde el 11 de marzo de 2021, cuando nunca regresó a su casa en San Vicente, provincia de Buenos Aires. Ese día, cerca de las 19, el joven había salido hacia Alejandro Korn para encontrarse con Luis Alberto Ramos, un hombre que supuestamente le ofrecería un trabajo. Dos semanas después, Ramos y Oscar Alfredo Montes, quien también aparece en la última foto registrada de Tehuel, a las 20:42 del día de su desaparición, quedaron detenidos y, desde entonces, están con prisión preventiva. Desde marzo de 2022, aguardan ser juzgados como posibles autores de “homicidio agravado por odio a la orientación sexual y a la identidad de género”.
Para la Justicia, esa es la hipótesis principal de lo que sucedió, aunque, a pesar de los rastrillajes y de la investigación, aún no se pudo reconstruir lo que pasó exactamente. En ese sentido, en la elevación a juicio de la causa, la Fiscalía concluyó que “en el lapso aproximadamente comprendido entre las 21 horas del día 11 de marzo de 2021 y las 4:33 horas del día 12 del mismo mes y año, en el interior del domicilio ubicado en la calle Mansilla 1203 de la localidad de Alejandro Korn del Partido de San Vicente, dos personas de sexo masculino, mayores de edad e identificados como Luis Alberto Ramos y Oscar Alfredo Montes, causaron intencionalmente la muerte de Tehuel de la Torre -quien se autopercibía varón- motivados por el odio a su identidad de género y orientación sexual, utilizando métodos aún no determinados, en virtud de haber logrado los imputados ocultar sus restos mortales hasta el día de la fecha”.
Por eso, a fuerza de lucha e insistencia, cuando se cumplió el primer año de su desaparición, la Justicia abrió un expediente paralelo orientado a que la búsqueda continúe, como reclamaba su familia.
Mientras espera la fecha del juicio a los dos imputados, Cordón entrevistó a la mamá de Tehuel, Norma Nahuelcura, y a Flavia Centurión, su abogada. Más allá del recorrido judicial y los datos técnicos del procedimiento y del desdoblamiento de la causa, Tehuel es deuda y abandono de hoy y ayer.
—A poco de que tu hijo cumpliera 24 años y a dos años de su desaparición, ¿cómo estás, Norma?
—Lo extraño mucho, más ahora que al principio, porque, en esos primeros meses, en mi cabeza estaba que apareciera, cómo estaba, a dónde estaba… Ahora que pasaron los años y que no hay una respuesta que diga acá está, se extraña mucho más. Los primeros meses fueron muy movidos.
—¿Qué hiciste el 11 de marzo, a dos años de su desaparición?
—Fue bastante difícil. No está su cuerpo, eso es lo más triste, lo más feo para mí. Lo único que tengo como para ir a llorar o para ir a estar con él es el mural de la Vieja Estación, ahí fui cuando se cumplieron los dos años. Me sería más fácil si tuviera dónde ir a llorar, a llevarle una flor. Me levantaría hoy, me acordaría de él y me iría al cementerio. El mural es lo único que tengo hasta ahora y es lo único que creo que voy a tener. No tengo nada, como el primer día.
—¿Sentís que estás sola?
—El primer año, mucha gente ha estado conmigo, pero, después, muy pocos. Los vecinos siempre estuvieron y están. El Estado al comienzo, el primer año, después no. A los ocho, nueve meses, empezó a mermar la presencia del Estado.
—¿Cómo era él?
—Tehuel quiere decir arisca, ella** no se daba con mucha gente, te observaba. Si le gustaba la persona, te hablaba. Aylen, su melli, es más dada. Él era gracioso, siempre salía con algo que te hacía reír, se levantaba de buen humor, siempre sonriente. Le gustaba la cumbia vieja, Leo Mattioli, igual que a mí. Tenía muy pocos amigos.
(**Norma habla de Tehuel en femenino y en masculino, intermitentemente, y en esta entrevista respetamos ese uso).
—¿Cómo fue que Tehuel fue construyendo su identidad?
—Ella tenía 12 años; un día, estaba con la hermana mayor, que le ponía vestidos, y dijo: «Yo no me quiero vestir así, me quiero vestir de hombre», y vino mi hija mayor y me dijo: «Tu hija se quiere vestir de hombre». «Dejala», le dije, «yo no le voy a prohibir si ella quiere ser hombre».
Tenía el pelo largo, se lo cortó y se empezó a vestir de varón. Cuando se enteró el padre, le dio una paliza. Nunca la discriminé, «vos querés ser hombre, yo te acepto como sos», le decía. A los 15, 16, ya jugaba a la pelota. Un día, estábamos en la mesa y me dice: “Vieja, ¿qué te parece si me quiero operar?”, y lo miré y la miré a Luz (Michelle), su pareja, y ella me dijo: “Sí, es cierto”, entonces le dije: “Bueno, no hay ningún problema, hay que ver cuánto sale la operación”. Él no estaba con tratamiento hormonal.
A los 17, se vino a vivir conmigo, con su pareja y el nene de ella. Nos hicimos lugar, el nene chocho, andaba atrás mío, de los animales, me ayudaba a regar las plantas con un baldecito chiquito. Ahora, hace dos años que no lo veo. Ella se fue con la mamá después de que desapareció Tehuel, se alejó, yo lo extraño, me había acostumbrado tanto, era como un nieto. Para Tehuel, el nene de Michelle era su hijo, lo quería muchísimo, el nene a él también. Se levantaba a la mañana y le decía: «Pa, ¿me hacés la leche?», y a mí me decía «abu».
—¿De qué trabajaba?
—Como no conseguía trabajo formal, trabajaba de changas, de lo que sea, por discriminación no conseguía trabajo. Terminó la primaria, le faltaba la secundaria, la estaba haciendo en el Comercial (EES 2, de San Vicente). Cuando recién se mudaron, entre los dos hacían rosquitas, bolitas de fraile y salían a vender, a veces en la bicicleta y así tenían para sus cosas.
—Para el cumpleaños de Tehuel, el 26 de marzo, hicieron una marcha, ¿cuál fue el sentido?
—Lo único que yo quería era hacer una marcha recordándolo, que no se olviden de él. Lo que quiero son notificaciones, primero de la abogada; recién ahí puedo pedir al juez que se apure o que no deje la causa archivada. De la fiscal no me puedo quejar, de la Policía tampoco, hicieron lo que tenían que hacer.
—¿Qué información tenés de la causa y los avances?
—Sé que hay 22 pruebas que incriminan a las personas que están presas, Ramos y Montes. Este año, no se lo ha buscado, en 2022, sí, yo estaba en esas últimas búsquedas. Eran en el mismo lugar donde ya habían rastrillado. Yo anduve caminando ahí.
—¿Qué esperás de la Justicia?
—Es un capítulo que está abierto y es una herida muy grande, pero yo lo que quiero es el juicio y que les den la condena que les corresponde a Montes y Ramos, y no que dentro de uno o dos años salgan libres. Quiero que cumplan la condena. Que no tengan privilegios. Es un alivio que ellos estén ahí adentro. A veces, pienso que alguno de ellos tiene que hablar y me pregunto por qué lo hicieron, ¿porque era mujer? ¿Por qué? No sé, no lo entiendo.
—¿Cómo son tus días?
—Es difícil, trato de llevarlo, porque tengo nietos, tengo hijos. Me despierto a la mañana y pienso que me tengo que levantar, digo: «Dios, por lo menos, dame fuerzas para seguir». Él se levantaba con su sonrisa y me decía: «Vieja, vamos a tomar mate». A veces siento el portón y pienso que va a entrar, va a llegar y va a decir: «Hola, vieja».
—¿A qué te dedicás?
—Cuido personas mayores, en negro. Hace unas semanas, falleció la señora que cuidaba, estoy sin trabajo. Lo hacía antes de lo que pasó con Tehuel y lo sigo haciendo. Yo salía de trabajar y me iba a los rastrillajes. Y cobro una pensión de 28.000 pesos que no me alcanza para vivir. Por Tehuel no recibo ninguna ayuda, de ningún tipo.
—¿Cómo viviste el Encuentro Nacional de Mujeres 2022?
—Para mí fue hermoso, me sentí muy contenida. Pusimos un mural de Tehuel, nos cagamos de frío, de hambre, de cansancio. Lo más peligroso fue que el colectivo se rompió y quedamos a la orilla de la ruta, en el medio de la nada, ¡una oscuridad! (risas) Quiero que hagamos un mural y lo llevemos al Encuentro en Bariloche. La idea es que, en cada Encuentro, llevemos un mural de Tehuel.
“A la semana que desapareció Tehuel, yo estaba durmiendo, me desperté y la veo a ella, y le digo: ‘¿Qué hacés ahí?’. ‘Te estoy mirando, te voy a decir una cosa, no llores por mí, vos tenés que pensar que yo soy una mariposa y, cada vez que veas una, esa soy yo que te vengo a saludar’. Yo no se lo conté a nadie y, cuando @mosaicourgente hizo el mural de Tehuel, les pregunté de quién fue la idea de las mariposas y me dijeron que de las mismas chicas. Ahí les conté que Tehuel se había aparecido a los pies de mi cama y me pidió que la recordara como una mariposa”.
Flavia Centurión: “Tehuel es un ejemplo de alguien que fue abandonado por la sociedad y por el Estado”
Desde Las Mirabal, una ONG que trabaja para la prevención de las violencias por motivos de género, asumió el patrocinio jurídico de Norma. La causa fue caratulada como “homicidio agravado por el odio a la orientación sexual e identidad de género”.
—¿Cuándo podría tener lugar el juicio oral?
—No hay fecha, tenemos un sistema de Justicia que tiene una agenda donde estas causas no están en primer lugar, ni los femicidios, ni los transfemicidios, ni los transhomicidios. El caso de Tehuel es transhomicidio, es un problema estructural.
—¿El desdoblamiento de la causa fue una buena definición?
—La presión de todo lo que rodea a Tehuel, su familia, les activistas, eso fue lo que impulsó que se abra una causa paralela y se continúe la búsqueda. Cuando la carátula dice homicidio, se supone que hay una persona a la que le fue quitada la vida, la fiscalía tiene la plena seguridad de que estamos frente a un homicidio de odio; y es muy acertado continuar la búsqueda. De todas maneras, no tenemos que perder las esperanzas. La familia y Tehuel se merecen una respuesta, la averiguación de la verdad.
Los imputados no hablan, pero las pruebas los señalan, ellos fueron las últimas personas que estuvieron con él. Pero no hay restos del cuerpo. En ese contexto, no se puede dejar de buscar, sea a Tehuel con vida o sus restos.
—¿Cómo la ves a Norma?
—Ella tiene la intuición de que pasó lo peor, es terrible cargar con tanto dolor. Está muy abandonada, yo la patrocino desde una organización no gubernamental, absolutamente desfinanciada, todos los que estamos alrededor de ella lo hacemos por voluntad.
Si bien Norma ha recibido ayuda del Estado o acompañamiento, fue en un primer momento, pero, hoy por hoy, está muy sola, esa contención integral no se dio en este caso, le faltó mucho al Estado. Ella necesita contención psicológica, ayuda económica, necesita un lugar para visitar a su hijo, hay que darle una respuesta, merece mucho más. El Estado debería estar mucho más presente, una de las razones de ser del Estado es acompañar a quienes más lo necesitan.
—El caso de Tehuel reúne todos los derechos vulnerados, ¿por qué?
—Estas cosas pasan porque no hay política pública que comprenda a todas, todos, todes; sobre todo, a quienes más necesitan. Hay que estar mucho más presente si un pibe pertenece a un grupo vulnerable, porque la vida de un joven trans en una familia que tiene pobreza económica es muy distinta a la vida de otro que tiene los recursos necesarios, que no tiene que salir a buscar una changa o caer en cualquier laburo para ganarse el pan. Tehuel estaba en situación de pobreza y la mamá está en situación de pobreza, en condiciones indignas, digamos las cosas como son. Como tantos y tantas, hay una responsabilidad social y del Estado principalmente porque para eso está, para estar con los más débiles, para cuidarlos. El caso de Tehuel es un ejemplo de alguien que fue abandonado por la sociedad y por el Estado.
—¿Qué creés que hay que hacer?
—Hay que cuidar a las pibas y los pibes que pertenecen a la comunidad LGTB+ porque tienen un riesgo, un plus, en la sociedad hay mucho odio. Nosotras estamos pensando en un proyecto de ley que lleve el nombre de Tehuel, pensando en dispositivos del Estado para que los pibes y las pibas que terminan la escuela y que pertenecen a la comunidad LGTB+ sean acompañados de manera más precisa y más específica, para cuidarlos. Se lo debemos a Tehuel y a les, las y los pibes.
—¿Sentís que los feminismos estamos estancados?
—Desde el movimiento de mujeres, estamos llevando adelante una lucha impresionante porque estamos hartas. Tenemos un femicidio por día, hemos avanzado, pero falta un montón, en materia de riesgo, no hay tanta política pública. Hay gente que gana mucho dinero y eso no se está distribuyendo, eso impacta directamente en la política pública destinada a los más vulnerables.
El movimiento de mujeres tiene que empezar a plantearse esto: la distribución de la riqueza, por qué no podemos bajar los femicidios, los transfemicidios, el techo de cristal, por qué el colectivo LGTB+ no tiene laburo, son discriminados, están en situación de prostitución, por qué no tenemos más dinero para invertir en esto que realmente importa, que es la vida de la gente.
—¿Cómo podemos dar esas discusiones?
—La esperanza está en la calle, en las mujeres. No aflojemos, no naturalicemos el femicidio de cada día. La feminización de la pobreza es tremenda. El Estado es una parte del poder, hay mucho más, hay otros factores de poder que también tienen la obligación de protegernos. El poder real, las grandes empresas, están ganando muchísimo dinero y nosotras estamos viendo cómo nos alcanza el mango con la inflación. No puede ser tan injusto, no puede ser que la mamá de Tehuel esté viviendo como vive y que quizás al Estado no le alcance porque no tiene el presupuesto.
*Por Patricia Aguirre para Revista Cordón / Imagen de portada: Revista Cordón.