Problemáticas y desafíos de la agricultura familiar en San Juan
Acceso a la tierra, inflación, dolarización de insumos, sequía, cambio climático y falta de recursos destinados al sector. La Mecha charló con referentes de la provincia para esbozar un pantallazo de la realidad del campo que alimenta al 60% de nuestra población.
Por Santiago Staiger para La Mecha
Hablar de agricultura familiar es hablar de un modelo económico y alimentario que se contrapone al del campo que solo produce commodities. Hoy en día, en Argentina, el 60% de los alimentos que consumimos son producidos por familias campesinas. A pesar de esto, el 70% de ellas no son dueñas de sus tierras.
Las problemáticas son variadas y diversas. En San Juan, el acceso a la tierra, la inflación, la dolarización de los insumos, la sequía, el cambio climático y la falta de recursos destinados por parte del Estado para apoyar a los pequeños productores son los principales problemas de un listado mucho más amplio. Si no fuera por las organizaciones que luchan día a día por la soberanía alimentaria, la situación sería peor.
La Mecha conversó con referentes sector de la agricultura familiar en San Juan para esbozar un pantallazo sobre su actualidad y los desafíos que tienen de cara al futuro.
Vera Pérez – Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) – Somos Tierra (San Juan)
Desde el movimiento, venimos trabajando fuertemente en la Mesa Agroalimentaria, que ya se ha lanzado en varias provincias y que prontamente se presentará en San Juan. Esta mesa fomenta llevar la voz del sector del campo que alimenta teniendo como objetivo la Ley de Acceso a la Tierra y la producción de alimentos agroecológicos.
No hay en el país suficientes políticas públicas para las y los trabajadores de la agricultura familiar, por eso, desde el MNCI, estamos trabajando para fortalecer nuestra organización.
Con respecto a la comercialización, acá, en San Juan, estamos por inaugurar un almacén campesino, para fomentar el comercio justo y visibilizar las pequeñas producciones locales de la agricultura familiar, campesina e indígena. Esto es un canal de comercialización donde se produce un comercio justo y se eliminan muchos intermediarios, entonces llega a las góndolas del consumidor y de la gente de la ciudad que no puede acceder a estos alimentos directo de sus productores.
En este almacén, van a poder encontrar todos los productos de los distintos sectores y comunidades, como, por ejemplo, la comunidad Talquenca en El Encón, a quienes se les imposibilita por las distancias tener un lugar fijo para vender sus producciones. Hay también pequeños productores de Pocito que forman parte del movimiento y la gran feria Punta de Rieles, que si bien es una organización urbana, hay muchos trabajadores de la economía social y solidaria con la idea de fomentar la producción local y contar con productos de provincias que también forman parte de este movimiento.
El pasado 17 de abril, reafirmamos la posición y nuestras banderas de lucha que tienen que ver con la soberanía alimentaria mediante la práctica de la agroecología y su papel como respuesta a la crisis climática, a la producción local de alimentos y la autodeterminación de los pueblos, el feminismo campesino y popular.
En San Juan, estamos realizando una serie de charlas sobre la soberanía alimentaria, haciendo talleres de huerta. Nuestra organización es urbana también, buscamos que el consumidor también sea soberano y pueda obtener sus alimentos sanos y tener sus huertas.
Estamos acompañando a una serie de productores en su transición hacia la agroecología, porque dependen de los agroquímicos que tan mal le hacen a los alimentos, a su salud y a los territorios. Estos insumos le encarecen al pequeño productor, porque vienen al precio dólar y es todo un paquete tecnológico fomentado por las grandes transnacionales.
Estamos ayudando a través de talleres a los pequeños productores, con talleres de producción de bioinsumos, abono para la tierra, talleres de alimentación. La gente que vive en el campo también consume productos ultraprocesados, tiene que acceder a otros alimentos que ellos no producen y ahí es todo una conciencia que se debe hacer en la sociedad entera.
Es una realidad que todas las empresas multinacionales nos están contaminando con alimentos que nos traen consecuencias para la salud como el cáncer, la diabetes en las infancias, entre otros.
En esta jornada de lucha, seguimos demandando la seguridad jurídica y el acceso a la tierra, que es una materia pendiente, ya que muchos pequeños productores deben arrendar sus tierras. Necesitamos que haya políticas públicas para esto, para el acceso al agua y sistemas de riego más controlados, que haya caminos transitables, acceso a la salud y a la educación. Muchas juventudes y niñeces viven en zonas alejadas, que sus padres trabajan la tierra y no tienen acceso a la educación. También pedimos viviendas dignas, porque vivir en el campo no significa que tenga que ser sacrificado. Que haya conectividad en las zonas rurales. En estos tiempos que corren, necesitamos asistencias contra la sequía y contra las inclemencias climáticas, además del fortalecimiento de nuestras experiencias de comercio justo, como crear almacenes campesinos o mercados de cercanía.
A esto, hay que agregarle la defensa de nuestras semillas nativas y criollas ante el avance de la privatización y patentamiento de las mismas por parte de grandes corporaciones que promueven las semillas transgénicas o modificadas genéticamente.
Belén Silva Mallea – Delegada de ATE Agricultura Familiar
Institucionalmente, no es muy alentador el panorama. La subsecretaría no se llama más así, sino Instituto Nacional de Agricultura Familiar (INAFCI). Estamos en un momento en que ese cambio institucional está medio frenado y no contamos con los recursos para salir al territorio. Esa es la realidad.
En relación a los productores, en la zona donde nosotros trabajamos, está complicado que puedan sostener el trabajo por la inflación. Los insumos están atados al dólar, van aumentando el precio año a año y lo que sacan de una cosecha no les permite volver a comprar para invertir.
A esto, se suma la crisis hídrica, que también hace que el alquiler de las tierras con agua esté realmente a un costo muy elevado, entonces se les hace difícil poder acceder. Esa es la situación de los productores hortícolas de la zona sur de la provincia con los que venimos trabajando.
Hacia el futuro, una de las cuestiones que necesitamos es, de cara a unas elecciones inciertas y teniendo en cuenta la fragilidad institucional en la que estamos, asegurar una atención técnica del Estado hacia el sector de la agricultura familiar, al que históricamente se le negó el acceso a esta atención.
Ese es uno de los desafíos que tenemos y reafirmar esa institucionalidad que es muy débil. No es casual que la parte del Estado que aporte a la agricultura familiar sea la más descuidada institucionalmente. La apuesta al sector termina siendo de la boca para afuera.
Como institución que trabaja con el sector, planteamos seriamente una transición hacia la agroecología, pero que nos permita producir a escala y no que sean experiencias pequeñas que se agotan en pequeñas comunidades, sino pensar en otros modos de producción que permitan abastecer de alimentos sanos al pueblo y pensar otras formas de producción y distribución del alimento a nivel local para garantizar la provisión. Y, después, una real transversalización de la perspectiva de género, porque, si no, seguimos profundizando desigualdades que en el campo son bastante tangibles.
Lidia Furlani – Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) – Cooperativa Boca del Tigre (San Martín, San Juan)
Desde la UTT, hemos hecho nuestra manifestación pública de seguir hablando de que alimentamos alrededor del 60% de las familias argentinas, pero, a la vez, el 70% de las familias que alimentan no son propietarias de las tierras que producen el alimento. Eso se traslada a cada uno de los territorios, sumado a la sequía y los cambios climáticos generados por el abuso sobre la tierra y los recursos.
Venimos pidiendo por la soberanía alimentaria para poder definir cómo queremos producir y cómo queremos abastecer de alimentos a las poblaciones y cómo queremos abastecernos a nosotros mismos. En este sentido, venimos planteando y discutiendo que no queremos ver al alimento como una mercancía, sino como un derecho.
En Boca del Tigre, venimos organizándonos en relación al valor agregado de las materias primas que tenemos, como el tomate o las semillas. Venimos pensando en que ir hacia la soberanía alimentaria es producir la semilla que necesitamos y el tipo de semilla que los productores necesitan. Nosotros venimos por todos esos frentes, trabajando en el cotidiano y también en la general junto a un montón de bases de la UTT que vienen luchando por lo mismo, que es la Ley de Acceso a la Tierra.
También nos juntamos con otras organizaciones campesinas, a través de lo que es la Mesa Agroalimentaria, donde hay otras organizaciones hermanas que vienen luchando un montón para hablar desde ahí, desde el campo que alimenta y discutir con el campo que produce commodities.
Para nosotros, abril es muy especial; en San Juan, no se habla mucho de las luchas campesinas y de la importancia y el laburo que se hace todos los días.
En la situación de nuestra provincia, la mayoría son familias rurales que trabajan para un patrón. No se da la misma dinámica que en otros lugares, pero igual se da que son las familias enteras las que se quedan cuidando las fincas de otros patrones. Es la misma lógica, con la particularidad sanjuanina de que son familias viñateras, pero, en el fondo, siguen siendo poblaciones rurales y campesinas.
Para el caso de San Juan específicamente, nosotros pensamos que la construcción de esa soberanía alimentaria va a tener mucho que ver con pensar en la producción de la semilla como un bien en disputa.
Y, en ese sentido, venimos trabajando con organizaciones de Iglesia y de Jáchal pensando en de qué modo queremos producirlas y cómo abastecer a productores de otros lugares del país e, incluso, de San Juan. En un contexto donde nos falta el agua y los insumos están dolarizados, a nosotros nos toca pensar fuertemente dadas las características de San Juan por su suelo y tierra, seguir pensando cómo hacemos que haya una producción agroecológica de semillas que sean soberanas.
Ramón Mercado – Cooperativa Frutos de Mi Tierra (Cañada Honda, Sarmiento, San Juan)
En nuestra zona, estamos muy complicados con el tema del agua. Cada vez alcanza menos. Los insumos también, están muy caros. Por ejemplo, la semilla que plantamos nosotros, el melón rocío de miel, estaba a 110 mil pesos el tarro que trae 5 mil semillas y que alcanza para media hectárea. Eso subió. La mayoría de los productores de la cooperativa hacemos una hectárea, dos como mucho. Pero está todo carísimo. A esta altura, no hemos comprado semillas, no sabemos qué vamos a hacer este año.
Estamos comercializando al Mercado Central, a Rosario y Mar del Plata, y se nos complica. Tenemos que poner variedades muy buenas por la calidad del melón: tenés que tener buena calidad, de lo contrario, si llevás menos calidad, te pagan menos, te bajan el precio.
Nosotros somos de la agricultura familiar, no disponemos del capital para hacer las inversiones que necesitamos. La tierra está, está el agua. En general, los alquileres se han ido muy caros: 150 mil pesos una hectárea. Te cobran eso y vos lo tenés que laburar entero, arar, nivelar, etc. En nuestra cooperativa, somos 16 familias, todos de Sarmiento.
En Cañada Honda, nos dieron 20 hectáreas para la cooperativa. Somos pequeños productores, ya tenemos el pozo hecho, la tierra casi limpia, pero falta. Hemos comprado el riego por goteo para 18 hectáreas, pero nos falta la mano de obra, que también está carísima. Tenemos que liberar un poco los terrenos, porque hay médanos, que quede en nivel. Que se riegue como se tiene que regar. No disponemos de ese dinero, por eso estamos estancados.
El desafío, además de mantener la cooperativa, es seguir trabajando con los compañeros de la agricultura familiar y poder seguir produciendo.
*Por Santiago Staiger para La Mecha / Imagen de portada: La Mecha.