No sos vos, es el monotributo
Circulan muchas noticias y estadísticas vinculadas al monotributo, también abundan los memes y, sobre todo, las charlas entre quienes están afectades a trabajar bajo esa forma de contratación. Cobro retroactivo, recategorizaciones; «¿Tenés monotributo?», como fórmula para conseguir algún laburito. Un modelo que rige desde fines de los 90 y que se profundiza como problema global. Conversamos con Julieta Longo y Mariana Fernández Massi, investigadoras del Laboratorio de Estudios de Sociología y Economía del Trabajo (LESET), para que nos ayuden a comprender cómo es ser una generación monotributista.
Por Redacción La tinta
Según datos del Ministerio de Trabajo, en el año 2022, hubo un crecimiento de trabajadores registrades y alcanzó casi los 13 millones. Sin embargo, ese incremento tiene que ver mayormente con monotributistas, no asalariados y con el sector público. Por otra parte, el monotributo social fue la modalidad de registración que más aumentó -un 40%- y son mayoritariamente mujeres y jóvenes de los sectores populares.
El tratamiento del proyecto de ley sobre monotributo tech, presentado por el Ministerio de Economía, quedó pendiente de las sesiones extraordinarias, con dictamen de comisión, a la espera de ser tratado. Según plantearon, beneficiaría a profesionales que brindan y facturan servicios en el exterior, vinculados con conocimientos y deporte. Proponen la creación de un régimen simplificado para pequeños contribuyentes tecnológicos y otro cambiario específico para que no se pierda dinero en intermediaciones.
Desde La tinta, conversamos con la socióloga Julieta Longo y la economista Mariana Fernández Massi, ambas son doctoras en Ciencias Sociales, docentes universitarias y trabajan como investigadoras en el Laboratorio de Estudios de Sociología y Economía del Trabajo (LESET), dependiente del CONICET. Especializadas en temas relacionados a la organización del tiempo y espacio de trabajadores independientes, los cambios en el tiempo y el espacio de trabajo vinculados a la automatización y digitalización, y las respuestas sindicales ante estas transformaciones.
La primera consulta fue sobre si el modelo de contratación por monotributo es un tema que se profundiza en nuestro país o es una realidad global, y qué nos dicen las estadísticas. “Tiene que ver con el crecimiento de la ‘deslaborización’. Esto es de formas de trabajo en las que se niega la relación laboral y alguno de sus rasgos se torna más difuso: ya no hay un único empleador y lxs empleadores no dirigen todos los aspectos del proceso de trabajo -por ejemplo, les trabajadores pueden decidir dónde, cuándo o incluso cómo realizar las tareas-. Un grado mayor de autonomía de les trabajadores sobre estas cuestiones no tiene nada de negativo, el problema es que estas condiciones vienen acompañadas de la negación de derechos laborales -días pagos por vacaciones, tareas de cuidado y/o enfermedad; derecho a la organización colectiva; aguinaldo; protección ante el despido, entre otras-. Y no es un fenómeno local, lo mismo ocurre en contexto de regulaciones laborales más débiles -como en otros países latinoamericanos- y en contexto de regulaciones laborales más fuertes -como en países europeos-”.
El retroactivo del monotributo, los pagos de clientes que no entran en fecha cuando todo vence antes del 10 y la compra del supermercado que vengo posponiendo pic.twitter.com/UGFvijP7Cr
— Mar (@_marvisual) June 4, 2021
Según datos de las Estadísticas de la Situación y Evolución del Trabajo Registrado (SIPA) del Ministerio de Trabajo, en Argentina, entre noviembre de 2015 hasta el mismo mes de 2022, la cantidad de trabajadores registrades solo como monotributistas creció un 33%, mientras que la cantidad de trabajadores registrades asalariades en el sector privado, en el mismo período, cayó 0,14%. La registración vía monotributo fue la forma de registración laboral más dinámica durante el macrismo.
—¿Qué tipo de precarizaciones trae este modelo y desde cuándo está vigente?
—El monotributo se creó en 1998 -Argentina es pionera en la implementación de regímenes simplificados de tributación-, en un contexto de auge de la puesta en marcha de diferentes modalidades de contratación “basura” incorporadas en la legislación del país durante el primer quinquenio de la década. Es un régimen simplificado que permite “registrar” la actividad de trabajadores de ingresos bajos-medios, pero lo hace como prestadores de servicio. Esto es: permite cumplir con las obligaciones fiscales (pago de impuestos) y genera algunos derechos previsionales al realizar aportes a la seguridad social, pero no implica el cumplimiento de las obligaciones del empleador ni el reconocimiento de los derechos laborales de un trabajador.
El problema no es el régimen simplificado en sí, sino el uso fraudulento de esta figura para encubrir una relación que “de facto” es laboral, pero que es tratada como una relación comercial. Una diferencia relevante es que una relación laboral es regulada reconociendo la desigualdad de poder entre trabajador-empleador y, por tanto, tiene un carácter protectorio de la relación y del trabajador. En cambio, una relación comercial se regula presumiendo igualdad entre las partes.
Más allá del uso fraudulento de esta figura -característico, por ejemplo, del empleo público en la administración pública nacional, con muchos trabajadores incorporados no bajo el régimen específico del sector, sino contratado directamente como monotributista-, también se dio un crecimiento del uso de esta figura para quienes tienen más de un empleador. Y eso expresa el otro problema: el crecimiento de la deslaborización.
—¿Nos podemos ilusionar con el anhelo de ser freelance, los discursos emprendeduristas y la libertad de ser tu propia jefa y facturar -parodiando a Shakira-? ¿A quiénes impacta esta forma de contratación? ¿Tiene que ver con ciertas profesiones y edades?
—Explicar el crecimiento del monotributo como resultado de un cambio de los anhelos de las y los jóvenes es una simplificación. Sin embargo, algo de eso sí hay, por eso, es relevante reconocer la heterogeneidad entre monotributistas. En general, cuando el monotributo encubre una relación asalariada (a tiempo completo, con un único empleador), esta modalidad es impuesta por el empleador y no buscada o deseada por las personas trabajadoras. Así, es un modo de precarizar el empleo al negar derechos laborales que corresponden a esa situación y que, además, esas personas quisieran tener.
Pero, para algunes, ser monotributistas (o freelance) y no trabajar en relación de dependencia es una elección. Ahora bien, esa elección suele ser también una respuesta a las condiciones de los empleos asalariados disponibles: jefes maltratadores, rigidez en los horarios que no permite conciliar los tiempos de trabajo con otros tiempos de vida, tareas poco reconocidas o superfluas, bajos salarios por hora, entre otras. La elección de trabajar de forma freelance, en busca de mayor autonomía en los tiempos de trabajo y en la forma de trabajar, suele tomarse en esos casos a costa de no contar con derechos que, en general, todas las personas -al menos, las que hemos entrevistado en nuestra investigación- quisieran tener: vacaciones y días por enfermedad o cuidado pagos, aguinaldo, indemnización ante el despido, buenas jubilaciones, etc. Bajo ciertas circunstancias, es más sencillo aceptar esas condiciones para quienes no tienen personas a cargo, quienes tienen a quién recurrir si durante algún tiempo no tienen ingresos, quienes ya tienen una red de contactos profesionales que les aseguran cierto flujo de trabajo, etc.
—¿Qué futuro nos augura a esta generación que, si no factura, no cobra y qué pasa con los derechos en torno a la previsión social?
—El monotributo permite cierto acceso a la previsión social -obra social, jubilación-. Pero, en general, las personas se registran como monotributistas solo para cumplir con las obligaciones tributarias y poder facturar, no porque encuentren que esa modalidad resuelve su situación previsional -jubilación futura, licencias ni obra social-. Esto se debe a las condiciones que ofrece.
Por ejemplo, en relación a la jubilación, sólo permite el acceso a la jubilación mínima, sin importar en la categoría de monotributo que esté inscripta la persona, ya que, en todas las categorías, el aporte a previsión social es el mismo. Esto se basa en que se supone que es el propio autónomo/independiente quien tiene que planificar su jubilación a través del ahorro -o, en profesiones específicas, a través de las cajas previsionales-. Pero el problema que trae para la previsión social no solo es un problema a futuro, sobre cómo se van a jubilar quienes no realizan aportes, sino un problema actual sobre cómo se sostiene el régimen provisional si más de la mitad de trabajadores no realizan aporte. El monotributo buscaba solucionar este problema, pero lo soluciona muy parcialmente. En parte porque, como ya dijimos, las jubilaciones son muy bajas. Pero, además, porque los aportes que hacen quienes tienen monotributo también son muy bajas en comparación con los aportes -que realiza el empleador- y contribuciones -que realiza el trabajador- que se recaudan por una relación asalariada. Por lo tanto, el monotributo ofrece jubilaciones bajas a monotributistas, pero, además, contribuye al desfinanciamiento del sistema previsional en el presente.
Poner en agenda esta condición de contratación, historizar, recuperar experiencias organizativas, otras formas sindicales posibles, deberían ser una forma de agrupar algunos nuevos sentidos para mirar hacia adelante.
*Por Redacción La tinta. Foto de portada: Perfil.