Catamarca: cuando el río suena
Una noticia sacudió la redacción de LCV este fin de semana. Desde Andalgalá, nos llegaba un mensaje que decía: “Los vecinos autoconvocados del distrito Choya nos vemos con la imperiosa necesidad y obligación de contar lo que sucede en nuestro pueblo. El viernes 27 de enero a la 01:30 de la madrugada, nos despertó el ruido ensordecedor del río que avanzaba; el día 2 de febrero a la madrugada nuevamente, a las 03:00 a. m. aproximadamente, nos volvimos a despertar con un movimiento violento, las vibraciones del suelo, el olor a azufre que parece olor a podrido, ya no es olor a tierra mojada como habitualmente se sentía cuando crecía el río. En esa incertidumbre y oscuridad de la noche en la que no te ves ni las manos porque también se corta la electricidad, nos vemos en la aflicción de estar en vela porque no sabemos si lo que arrastra el río también avanza por la calle o tapando nuestro pueblo”. ¿Sería el movimiento de la tierra producido por la minera?
La Columna Vertebral se comunicó con varias vecinas del lugar para conocer la situación. Ximena Sinchicay aseguró: «Es un miedo constante, a pesar de que, desde el año pasado, estamos pidiendo que paren con las obras porque sabíamos que iba a ser un verano difícil».
Los habitantes de Choya, un pueblo que creció a los márgenes del río que lleva su nombre, con unos setecientos habitantes, saben que es época de lluvias. Lluvias generalmente bien recibidas, la cuenca seca del río se llena y permite que crezcan los frutales y pasten los animales. El agua siempre fue señal de buenas cosechas en lo que Mariano Noe dio en llamar -en su tesis de doctorado en 2011– «El corazón membrillero» del país.
Aunque todavía continúan las actividades frutihortícolas y pastoriles, el futuro es incierto. La lluvia ya no es lo que era. El agua se convirtió en barro. En este momento, los pobladores de Choya están incomunicados, los caminos cortados y no tienen agua potable desde hace más de quince días.
Otra vecina, Soledad, nos brindó un testimonio tan claro como desgarrador sobre la noche de pesadilla en la que pensaron que había llegado el fin: «La estamos pasando mal, se están viendo las consecuencias del movimiento de los cerros. El sábado pasado, nos despertamos a la madrugada con un ruido… Empezaron a temblar las ventanas, los techos, no sabíamos si era un temblor, salimos y nos dimos cuenta de que era el río. Nos asustamos. Yo tengo un bebé y entré, puse en una bolsa algunas cosas, leche, pañales… Y había que empezar a pensar para dónde ir y era de noche, no sabíamos por dónde venía, si por la calle, por el río, estaba todo oscuro, fue un momento de mucha angustia, no sabíamos si ir para el cerro…».
El mensaje de los autoconvocados terminaba diciendo que no hay peor ciego que el que no quiere ver: “¿Acaso debemos esperar que un alud desaparezca a nuestro pueblo para que hagan algo? ¿Debe arrastrarnos el río para que crean lo que sucede? Incluso entonces, lo seguirán negando, son tan necios y cegados por la avaricia que no ven más allá de sus bolsillos y bienestar. ¿Hasta cuándo debemos aguantar esta situación? No hay ni habrá licencia social para la minería”.
“¿Escuchas el río?”, nos preguntó Miriam, otra vecina con la que conversamos. Imposible no sentir la misma angustia.
De acuerdo a todos los testimonios recogidos por LCV, la situación empeoró hace unos diez meses.
¿Qué pasaba hace 10 meses?
El año pasado, la estación de las lluvias se extendió. En marzo, los vecinos comenzaron a preocuparse. Fue por entonces que el Dr. en Ciencias Geológicas, Aldo Luis Banchig -licenciado en el 89 en la Universidad de San Juan con una tesis que obtuvo un sobresaliente y doctorado en 1995, en la misma institución, con otra tesis que recibió igual calificación y recomendación para su publicación-, pasó por Choya para brindar una charla a los vecinos sobre los riesgos que podían correr ante el movimiento de tierras en el cerro. “Será un gran daño y tendrá graves consecuencias; cuando inicie la época de lluvias, el mismo río arrastrará el cerro removido, la roca removida, provocando deslizamiento de terrenos o alud, y, seguramente, el agua no podrá utilizarse por los sedimentos”, advirtió en marzo de 2022.
La postura de Banchig, al igual que la de otros ambientalistas, fue criticada de manera sarcástica por el Colegio de Ingenieros de Minas de Catamarca como producto de una mirada apocalíptica que poco se condecía con la ciencia. Nacido en Andalgalá, Banchig estudió en San Juan y se especializó en las capas geológicas de cadenas montañosas como el Aconquija. Sus títulos e investigaciones no fueron suficientes para que el ente colegiado de los ingenieros mineros respetara su postura.
Ese mismo mes, FM Independiente de Catamarca publicaba la respuesta oficial a la falta de agua potable en Choya: “El jefe de AYSA Andalgalá, Aldo Reales, aseguró que las crecientes en esta época del año complican la potabilidad del agua en Andalgalá, descartando que los problemas provengan de las actividades de apertura de huellas que realiza la empresa MARA en el sector de Campo Grande, como se trata de instalar, sembrando desinformación en la comunidad, desde sectores antimineros”. De acuerdo al funcionario, la falta de agua potable se debía a que «en Choya, tenemos un poco más de sedimentación a la hora de las crecidas porque, un tiempo atrás, hemos tenido muchos incendios en la zona del cerro y ahora, con la lluvia, nos arrastra un poco de cenizas”. Un poco de cenizas.
Fue en abril cuando el proyecto MARA, de capitales canadienses y suizos con participación estatal, invitaba a una conferencia de prensa a los principales medios nacionales que se hicieron eco de las palabras del contador Nicolás Bareta, alto ejecutivo de la empresa Yamana, quien, a pesar de su título, trabajó para distintas mineras y llegó a ser presidente de la Cámara Minera de Santa Cruz hasta convertirse en el gerente general del proyecto MARA. Frente a los entusiasmados periodistas de medios como Bae, el Cronista y Ámbito, el contador explicó que utilizarían la infraestructura de Alumbrera, proyecto minero que tuvo una vida más corta que la esperada.
“La Alumbrera debió cerrarse en 2014 o 2015, pero el pit Bajo El Durazno le estiró la vida. Alumbrera I debió agotarse en 2013, pero, como no hubo exploración, no duró los 50 años que se esperaba. Y continuó hasta junio de 2018 porque Mauricio Macri quitó las retenciones en marzo de 2016. La producción más fuerte se dio entre 2005 y 2011, esos fueron los mejores años en términos de producción”, señaló el contador. En una entrevista con el diario Ámbito, agregó que, por suerte, ahora está previsto por ley qué hacer cuando se debe cerrar uno de estos emprendimientos mineros: “A diferencia de 1995, ahora tenemos una regulación de cierre, con líneas generales a nivel nacional, que se emitieron en el 2020. Son las guías más modernas de cierre del mundo, se trabajó con instituciones internacionales y Catamarca, muchos años antes que la Nación, en 2014, había empezado a trabajar una ley de cierres”. Todo previsto, entonces, existe un fondo de caución para los posibles daños que pudiera ocasionar una clausura temprana de las minas.
Según las palabras del mismo Barreta, la inversión prevista para construir la nueva mina en el ‘corazón membrillero’ del país está valuada en u$s2.996 millones; hasta el 2026, habrá empleo para 3.500 personas y, luego, quedarán trabajando en la mina solo 1.000 obreros.
Muchas voces se levantaron para advertir que dicho emprendimiento pone en riesgo la red social y económica del municipio de Andalgalá, que cuenta con 18.000 habitantes según el censo de 2010. Queda claro que los miles de millones de dólares no pasarán por los bolsillos de la población que solo podrá aspirar a mil puestos de trabajo.
En el caso de que canadienses y suizos decidieran marcharse, o que se verificara un impacto ambiental que provocara su clausura, el Estado podrá hacer uso de la caución prevista por la ley de cierre. El gerente general especificó que “el costo total para cerrar la mina después de 30 años llega a 400 millones de dólares”.
Mientras el gran anuncio se hizo en abril, ese mismo mes, vino la gran represión. “Tuvimos una jornada muy violenta por parte de la policía. Hace un mes, los vecinos de Choya estamos acampando y bloqueando el camino a la empresa MARA para el acceso a la mina de Capillitas. Ayer tenían que hacer el recambio de personal de la empresa, subir combustibles y demás. El fiscal (Martín) Camps de Andalgalá dio la orden de allanar el camino y la gente fue desalojada muy violentamente. Eso fue en el transcurso de la siesta”, contó Enzo Brizuela, de la Asamblea El Algarrobo, al diario Tiempo. Por la noche, hubo protestas y marchas a la comisaría y a la casa de Camps (¡vaya nombre para reprimir!). El propio Camps procesó a cuatro vecinos por el bloqueo y les abrió causas por «desobediencia civil» a varios miembros de la Asamblea El Algarrobo.
También en abril, El Algarrobo denunció que la propia empresa había reconocido, en su informe de impacto ambiental, la pretensión de instalar “una escombrera en la cuenca alta del río Choya». El colectivo planteó que «se confirman así las sospechas de vecinas y vecinos que notaron afectada la calidad del agua del río, como consecuencia del movimiento de tierras y los deslizamientos producidos por la apertura de caminos». La consigna, antes y después de la represión, es «Bajen las máquinas del cerro. No a la megaminería».
Sobre llovido, mojado. Hacen falta autopistas
No solo no bajaron las máquinas, sino que subieron más. Ahora hacía falta una autopista para llegar a la mina. El cerro se pobló de camiones gigantes, excavadoras y toda la maquinaria necesaria para domar los cerros, correr la tierra y que pudieran pasar los transportes. Lo llaman trabajo de infraestructura para la producción.
El diario Ámbito festejaba la iniciativa en un artículo del 31 de octubre de 2022: “Más de 50 vecinos y vecinas de la localidad andalgalense de Choya y 77 de la localidad de El Potrero accedieron a un trabajo formal en obras de mejoramiento del sistema de conducción de agua para riego de las fincas de ambos lugares de Catamarca, mediante una acción coordinada entre la Cámara de Proveedores Mineros local y el Proyecto Integrado MARA Agua Rica–Alumbrera. En el caso de Choya, las obras iniciaron hace un par de meses y ya avanzaron en más de 3 mil metros de construcción y revestimiento de canales, que antes eran acequias precarias, de la mano de tres empresas contratistas locales, las que, a su vez, pudieron convertirse en proveedoras mineras”.
La conclusión del periódico nacional era: “Muchos consiguieron su primer trabajo formal, de calidad, registrado y en blanco, y otros tantos pudieron acceder a una fuente laboral luego de pasar varios años desocupados o haciendo changas”.
Nadie tenía intención de detener esta nueva ola de progreso industrial. ¿Quién podría estar en contra de lograr unas decenas de «trabajos formales»? En la página oficial del gobierno de Catamarca, en enero de este año, publicaron el siguiente anuncio: “El Gobierno de la provincia avanza con la obra básica y pavimentación de la Ruta Provincial n.° 47, que conecta las localidades andalgalenses de Chaquiago a Choya.
La obra se ejecuta por administración con equipos y personal del Ministerio de Infraestructura y Obras Civiles, y Vialidad Provincial (Camiones Tatu, Camiones Regadores de Agua, Cargador Frontal, Motoniveladora, Excavadoras, Vibrocompactador) y tiene una longitud de 9.8 kilómetros.
Inicia en el Arroyo Seco que limita con la Plazoleta de Choya y finaliza pasando el acceso a la Planta Potabilizadora de Agua de la localidad de Choya, casi al pie de la cuesta de Minas Capillitas. Con la pavimentación de esta ruta, se agilizarán los servicios de salud y urgencias, el transporte productivo y, además, se generará una nueva opción turística a uno de los lugares más hermosos de Catamarca: la cuesta de Minas Capillitas”.
Algo falló. Choya nunca estuvo tan incomunicada como ahora. Y la planta potabilizadora debió cerrarse por el aluvión de barro imposible de filtrar. Los presagios del Dr. Banchig parecían hacerse realidad.
El huevo de la serpiente
Todo empezó con Menem. El 31 de octubre de 1997, el entonces presidente asistió al acto inaugural de la Minera Alumbrera destinada a explotar oro, cobre y molibdeno, con fondos de empresas multinacionales que exportarían las materias primas para su procesamiento en el exterior. Las empresas se fueron alternando en diversos consorcios que derivaron finalmente en el proyecto Agua Rica, que se propone triplicar la producción de la Alumbrera de la mano de multinacionales como Yamana Gold, Glencore y Newmont.
El 15 de febrero de 2010 fue la primera represión grave con balazos de goma, golpes y detenidos que provocó una pueblada. En marzo de 2010, Página/12 publicaba: “En un hecho sin precedentes, el gobierno de Catamarca otorgó el área urbana de la ciudad de Andalgalá en concesión para explotación minera. Incluso aclaró que, de ser necesario, los vecinos dejarán sus viviendas para que la minera avance con la extracción del mineral. Andalgalá es la tercera ciudad en importancia de la provincia, fue fundada en 1658 y sus 17 mil habitantes no pueden creer que la actividad minera prevalezca sobre sus 350 años de historia”.
Hace más de doce años, la comunidad de Andalgalá marcha todos los sábados en contra de la minería. Según Darío Aranda: “Las promesas de Minera Alumbrera: 6.000 puestos de trabajo, desarrollo local, un barrio para 5.000 personas, un hospital de alta complejidad y cuidado del ambiente. Nada de eso se cumplió. Y, en 2009, se anunció el avance del proyecto Agua Rica, un yacimiento de oro, cobre, plata y molibdeno publicitado como tres veces más grande que Alumbrera. Ubicado mucho más cerca de la ciudad de Andalgalá (a solo 17 kilómetros) y donde nacen los ríos que proveen de agua a la región”.
Agotados los recursos de la Alumbrera en Andalgalá, la nueva minera se llama “MARA” (Minera Agua Rica-Alumbrera). No hubo resistencia que pudiera frenarla, a pesar de las marchas, las puebladas y los plebiscitos. Hoy, los vecinos están a oscuras, sin agua y con el río que suena.
*Por La Columna Vertebral / Imagen de portada: La Columna Vertebral.