Disputar la iconosfera
El Centro de Fotografía de Montevideo (CdF) es uno de los espacios en donde tanto la fotografía uruguaya como de Latinoamérica encuentran el espacio para discutirse, para formarse, para pensar, para ponerse en crisis, etc. Desde hace un poco más de 20 años, también ha sido un espacio de encuentro y de democratización del acceso a la imagen, tanto con el archivo como con la fotografía contemporánea. La tinta charló con Daniel Sosa, director del centro, que vino a nuestra ciudad en el contexto del 8º Festival de Fotografía Impresa organizado por Cef, que se viene desarrollando durante los fines de semana de febrero y que este 23, 24 y 25 tendrá su fecha en el Museo Genaro Pérez.
Por Fernando Bordón para La tinta
Casi hacia el final de la charla, Daniel, con tono reflexivo, me dice: “Para nosotros, la parte del intercambio en Latinoamérica es importante, estar acá es parte de eso. Que las distintas ciudades y las distintas regiones empiezan a interconectar de otras formas es lo que más nos interesa”.
Muestra de ello es todo lo que ha generado y genera el CdF tanto a nivel local como a nivel regional, la idea de tomar la fotografía como un todo, que tiene ver con la forma en que se registra, se documenta y se guarda. La imagen como una forma de crear identidad ciudadana.
La historia cuenta que el antecedente de este espacio es el archivo fotográfico de Montevideo (AFM) que duró cinco años. Pero ante la necesidad y la urgencia de preservar el archivo histórico de la Intendencia, en 2002, se le da lugar a la creación de este centro, que es una unidad de la División Información y Comunicación de la Intendencia de Montevideo.
“A principio del siglo 20, la Intendencia contrató a fotógrafos muy buenos para documentar el proceso en el que la ciudad se volvía turística; esas imágenes se vendían en postales. Se vendían 40.000 postales por año, los números eran una locura. Entonces, comenzamos con el impulso de salvar eso, de conservarlo, documentarlo y digitalizarlo. Para ello, se generó un CD-ROM y un sitio web, con lo que se pudo demostrar que la fotografía sí tenía interés para la ciudadanía. Con ese empujón y viendo que ni en Montevideo ni en Uruguay había nada dedicado exclusivamente a la fotografía, se gestó el CdF”, cuenta Daniel acerca de la génesis del centro.
En ese contexto, Sosa asegura que la escena de la fotografía en Uruguay estaba muy segmentada y que uno de los propósitos del proyecto era que sea un espacio de encuentro para lxs fotógrafxs. “Parte de nuestra tarea fue unir a toda esa gente creando actividades, como un ciclo de exposiciones en las escuelas de fotografías que permitió que se vean entre sí por primera vez y, a su vez, que ese contraste ayude a generar puentes entre diferentes visiones”, describe sobre aquella experiencia.
En ese recorrido que con tanta pasión cuenta Daniel, también hubo mucha formación y aprendizaje por parte de ellxs, al vincularse con mucha gente que ya tenía una formación en el área para que les compartiera información y conocimiento.
La materialidad
El concepto de iconosfera, acuñado en 1959 por Gilbert Cohen-Séat y hoy más vigente que nunca, trata sobre aquellas imágenes a las que estamos expuestos durante las 24 horas del día. Cómo ese consumo influye en cómo pensamos, cómo construimos un imaginario visual de nuestra realidad. Desde el CdF, siempre se trabajó para que, en esa especie de atmósfera de imágenes, lo local empezara a aparecer y competir con las otras, tratar de igualar el caudal de circulación de imágenes y que las propias tengan la oportunidad de ser vistas.
En el marco de estas ideas y de estos conceptos es que, en 2006, se comenzó a pensar en la pata editorial del centro. “Hicimos un primer llamado, porque varias de las muestras que ya habíamos hecho eran efímeras; las hacíamos con un gran esfuerzo de producción y después no quedaba nada de material del proyecto. El libro era una oportunidad de que eso siga por el mundo, no solo se pueda mover infinitamente, sino que pueda quedar en el tiempo”, asegura Daniel.
Luego, esa convocatoria se extendió a autores latinoamericanxs con la idea de fomentar ese encuentro e intercambio con lxs autores urguayxs, para que empiece a permear a lo local, que quienes producen en Uruguay tengan la oportunidad de ver otras cosas, crear otros caminos.
Sobre la intención de ese proceso, Daniel dice: “El CdF tiene esa impronta de abordar lo que hacemos, tiene que ver con la construcción de ciudadanía, de generar y colaborar una iconosfera cercana como parte de nuestra misión. Vemos muchas imágenes que no tienen que ver con nosotros, las que sí tienen que ver con nosotros nos pasan al lado y no las conocemos porque su circulación es casi siempre en los circuitos chicos. Por eso, pensamos que era bueno traer gente de la región que muchas veces tiene historias sin mirar”.
Las galerías en las calles
Si bien el proyecto nació para ir al rescate del archivo histórico y de continuar con ese registro de la ciudad, también siempre tuvo la idea de desacralizar y que el público en general se familiarice y acceda a ese material. En esa apertura y acercamiento, recibieron muchas donaciones de material; por ello, el archivo pasó de tener 30.000 a 200.000 imágenes, que están en una cámara de conservación a temperatura y humedad controlada.
En cuanto a la experiencia de acercar la dinámica del centro al público, Daniel cuenta: “Empezamos a trabajar y experimentar con algo que veníamos hablando desde hace mucho tiempo. Teníamos un proyecto que se llamaba ‘Nosotros, los barrios de Montevideo en imágenes’, que era como producir, tomando el ejemplo de estos históricos, registrando los barrios que eran tradicionales de Montevideo, pero que no tienen fotografías. Un modelo nuevo que se trataba de ir a entrevistar a las personas y retratarlas, llevarles fotos históricas o que ellos nos donen fotos. Con todo ese material, hacíamos una muestra en los distintos barrios, una vez por año”.
Dentro de esa experiencia, comienza a gestarse el MUFF, que es el festival internacional de fotografía de Montevideo y que ya tenía el precedente de otro en 2005. En su dinámica, este encuentro, que se desarrolla durante dos años, tiene diferentes plataformas de abordaje de la fotografía. Esas diferentes áreas que la constituyen tienen que ver con la fotografía de autor, la fotografía histórica o abordajes como los de barrios.
“Ese es el lugar del aprendizaje para nosotros en su forma más densa, lo mantenemos en todo lo que hacemos, pero ahí es como decimos: ‘Acá nos vamos a angustiar’, y eso tiene que ser parte del proceso. Entonces, en esa primera edición del festival, surgieron unos cuadernos educativos y ahí se crea esa línea del CdF que es, por ejemplo, “Los barrios”. Mantuvimos ese proyecto en el que se trabaja con preguntas que tienen que ver con cómo preservar ese espacio, cómo generar imágenes a partir de eso, etc.”.
En esta idea de que el proyecto del centro se desarrolla como capas de cebolla que se van superponiendo, pero que, a la vez, se van retroalimentando unas a otras, surge la idea de sacar las exposiciones a la calle. Así es como surgen las fotogalerías a cielo abierto, son 11 espacios públicos en distintos puntos de la ciudad y que pueden ser visitados las 24 h del día durante todo el año.
“La fotogalería a cielo abierto es un espacio que se realizó tomando el impulso que tenía la Intendencia en la mejora de los parques. La primera fue en el Parque Rodó, que es uno de los parques principales, que estaba justo en reformas y logramos acordar la creación de estructuras para poner las fotos. La idea era competir con la publicidad que está en el espacio público con otro tipo de contenido, que la calidad sea buena y que llame la atención de cualquier persona. Ahí la diferencia con la sala es que el autor de la fotografía no es lo principal, sino el uso de las fotografías”, describe Sosa sobre la creación de estos lugares.
Además, agrega que la gente se apropió de esos espacios, por lo que empezaron a llegar propuestas para hacer otras en diferentes lugares de la ciudad. Eso llevó a que se produjeran como 60 muestras por año. Lo más interesante de este espacio es que sirve para disparar un montón de temas porque, al estar expuesto ahí, llega a una gran diversidad de personas.
Al escuchar a Daniel con el entusiasmo y la claridad con la que cuenta la historia y la actualidad del CdF, uno puede percibir que, en ese universo en el que orbitan diferentes ideas y abordajes sobre la fotografía, la inquietud y el generar movimiento es central. Por ello es que define “la responsabilidad del Estado de generar cosas donde no hay, pero después de que en la tierra prendió aquello que sembraste, te tenés que ir para otro lado, te tenés que ir para el desierto. No quedarte en la comodidad de lo que funciona, ese autoajuste lo tenemos en todo. Esa tensión la mantenemos siempre, acá hay algo que está trabado, entonces, el trabajo es ayudar y pensar con quien esté en eso a destrabarlo. Pero una vez que arranca, hay que salir. En el desarrollo de la creación del Centro, nos dimos cuenta de que el proceso era lo principal de lo que somos nosotros como equipo, cómo fuimos cambiando, regenerando, reinventando o aprendiendo de lo que fue pasando”.
*Por Fernando Bordón para La tinta / Imagen de portada: A/D.