El murmullo de las plantas en la Sierra de los Comechingones
A través de una serie de postales y del reciente lanzamiento de su sitio web, la Red de Aromáticas del Valle de Conlara -San Luis- recupera su propio relato identitario y reivindica oficios ancestrales. El cruce entre los saberes y prácticas de habitantes de la zona con los de técnicxs y profesionales académicxs es una apuesta a poner en valor no solo a la recolección y realización de productos, sino -y sobre todo- a quienes lo hacen y sus historias.
Por Soledad Sgarella para La tinta
El 18 de noviembre, en las VI Jornadas de Extensión de la Facultad de Turismo y Urbanismo de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) en Merlo, la Red de Aromáticas de la Sierra de los Comechingones presentó los productos comunicacionales sobre los que vienen trabajando colectivamente y que entrelazan a la economía social y solidaria con la comunicación popular: una serie de postales y una web propia.
Sandra Antelo, Patricia Aragone, Betania Hernández Núñez, Anahí Cornejo, Myriam Leal Miguel, Hidalgo, Mónica Ponce, Irene Silva y Soledad Seguy son lxs integrantes de la Red de Aromáticas de la Sierra de los Comechingones. Desde la recolección y reproducción de hierbas hasta la elaboración de cosmética natural y aceites esenciales, pasando por el diseño de jardines, desde hace unos años, conforman un equipo de trabajo junto a lxs técnicxs del INTA, Ariel Risso y Carolina Galli, y a las docentes e investigadoras de UNSL, Alejandro Suyama, Ariana Posadas, Sonia Ocaño, Eugenia Rodríguez y Florencia Guzmán.
La identidad: poder decir “esto es la Red de Aromáticas”
“Estoy contenta, les digo la verdad, soy recolectora y, de muy pequeña, junto estos yuyos y nadie me reconocía. La gente venía y se llevaba los yuyos, y no sabían quiénes éramos los recolectores. Desde muy pequeña, me han enseñado mi familia a recolectar cada yuyito y saber para qué era bueno. Es muy sacrificado. Gracias a la Red, me han reconocido”.
La comunicadora Florencia Guzmán y la ingeniera agrónoma Carolina Galli explican que el punto de partida de los productos fue el registro de las historias de vida de lxs integrantes de la Red. “El objetivo es mostrar el ‘detrás’ de cada producto y trabajo, construyendo no solo una biografía, sino un relato que permitiera profundizar en las motivaciones, deseos, creencias y valores que hay en la elaboración de un jabón artesanal, un aceite esencial, en la recolección de poleo, peperina, melisa, en el fraccionamiento, el secado de alguna hierba recolectada, todo aquello que está implícito en algo que, a simple vista, puede parecer un mero producto o actividad descalificada. Esto, a su vez, aporta al valor de ese producto final, proponiendo otras ideas y sentidos en torno a la compra, venta y consumo de algo”, cuentan.
A través del diseño y realización de una serie de postales llamada “El murmullo de las plantas” y el lanzamiento de un sitio web, el equipo de trabajo viene construyendo su propio relato identitario colectivo.
“Somos un grupo de recolectores, yuyeros (cosecheros) productores, micro-emprendedores, técnicos con el acompañamiento de instituciones; unidos por una pasión común: las plantas aromáticas y medicinales; a partir de las cuales nos agrupamos para generar una sinergia que nos represente y poder, así, transmitir y trascender estos saberes ancestrales”.
La Red pone en valor las producciones y los saberes, pero, sobre todo, tiene el plus de abrir la ventana necesaria para conocer y reconocer a su gente en su territorio: “Poner en palabras, poder decir ‘esto es la Red de Aromáticas’, significa que estamos trabajando para algo, donde todo suma, todos sumamos algo, las postales son como una gotita que hace que todo funcione y que se ponga en valor, que es nuestro objetivo más importante”, explican las integrantes.
Cuidar el territorio
«Estamos en una zona donde las aromáticas crecen por sí solas, donde las aromáticas no te piden nada, solo que las respeten. Hay que revalorizar eso, porque es un regalo, un tesoro que tenemos en esta zona. Hay que darle el valor que requiere, la consideración».
La Red integra a trabajadorxs del Valle de Conlara y la Sierra de los Comechingones, al norte de la provincia de San Luis. En la web, se puede leer que, desde tiempos remotos, las propiedades de las plantas del lugar eran utilizadas como medicina y también en rituales espirituales arraigados en la cultura de los pueblos originarios: “La riqueza de las plantas aromáticas y medicinales (PAM) de la región es muy abundante y eso es lo que hace que nuestro territorio sea reconocido como uno de los principales lugares donde la vegetación cumple un rol fundamental tanto en el paisaje como en la vida de quienes lo habitamos y respetamos”, se expresa en el sitio.
Las integrantes saben que la Red les permite enriquecerse, crecer y afianzarse en cada uno de sus oficios, pero hacen especial hincapié en la importancia del reconocimiento de la región: “Que pueda ser reconocida con un valor agregado que tiene que ver con la identidad del lugar y que sea con calidad, que sea como un sello de reconocimiento para que la gente compre de manera segura sabiendo que atrás hay dos instituciones como la universidad y el INTA apoyando a los productores de la región».
En relación a lo que viene sucediendo en todo el país respecto de la crisis climática y del descuido de nuestras tierras, las recolectoras, productoras y técnicas manifiestan: “Todos ahí tenemos la preocupación de cómo se va desplazando el área natural de las plantas por el avance urbanístico o por los incendios. Cada vez, se va reduciendo más. Y no se puede cuidar lo que no se conoce, entonces muchos antes vivíamos acá y no conocíamos, no sabíamos de la magnitud, de la riqueza con la que vivimos. Entonces, en la medida en que vayamos conociendo y haciendo conocer a la población, será la manera en que se puede preservar, de cuidar. Porque, obviamente, si no conocemos, no cuidamos, no sabemos qué hay para cuidar, no sabemos que eso tiene valor. Nos parece que esa es la importancia también de que exista la Red”.
Quienes forman parte de este colectivo trabajan a conciencia. Cuidan la tierra, se saben parte de ella, la respetan. Recolectan sin arrasar con la naturaleza, cuentan, para que, al año siguiente, las plantas vuelvan a brotar y se mantenga un equilibrio con la naturaleza que les rodea.
«Las redes unen, vinculan, sostienen y abrazan”, dijeron las integrantes de la Red en las Jornadas, concluyendo acerca de la relevancia -y la urgencia- de una filosofía de trabajo donde la horizontalidad, la humildad y el aprendizaje comunitario son los pilares de un proyecto que seguirá creciendo.
*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: Fotografía de Florencia Guzmán intervenida por Soledad Sgarella.