Guardianes de la biodiversidad: entrevista a Alexis Rodríguez, productor apícola
Entrevistamos a Alexis Rodríguez, productor apícola de toda la vida, como él mismo se define. Afincado en San Nicolás, preside la cooperativa Sol Sampedrino, la cual integra la Federación de Cooperativas Apícolas, integrada por productores de la Provincia de Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos.
Por Eduardo Silveyra para Huerquen
—Contanos un poco cuál es el desarrollo de la apicultura y el potencial que tiene en estos momentos en la Argentina.
—La apicultura es una actividad federal, prácticamente se produce miel en casi todas las provincias, exceptuando Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur; después tenemos apicultores en todo el territorio y en la mayoría de los municipios. En la provincia de Buenos Aires, en todos los municipios, existen productores apícolas. Hoy por hoy, la apicultura pasa a ser una actividad complementaria, para muchos productores dedicados a la agricultura familiar es un ingreso interesante, pero no alcanza a cubrir el ciento por ciento de las necesidades. Por supuesto que sí, hay productores capitalizados que viven de la actividad, pero que hoy están con ciertas dificultades. Potencialmente hay tierras y lugares donde no se está explotando, lugares marginales de difícil acceso, pero con una alta productividad. Hoy, los rindes no son los mismos que años atrás, donde la práctica de la ganadería era más pareja con la agricultura; hoy, la agricultura ha avanzado sobre la ganadería y la agricultura no es tan amigable con la apicultura, tal vez por eso, muchos apicultores han bajado los rindes, porque es más difícil producir en esos campos ganaderos. Por eso, decimos que la ganadería es amiga y va de la mano con la apicultura. Argentina tiene una capacidad de producir que no tienen otros países, por su alta extensión, por sus variedades y por tener clima templado, eso favorece mucho su desarrollo. En ese sentido, somos un país privilegiado, somos el segundo país exportador mundial de miel, producida en su mayoría por pequeños productores.
—Recién hablabas de lo poco amigable que resulta la agricultura para los productores de miel, en ese sentido: ¿qué importancia tiene la apicultura en la conservación de los ecosistemas, entre ellos, los montes nativos?
—Podemos decir que el apicultor es guardián de la biodiversidad. La agricultura, además de bajar los rindes, porque con toda la artillería química que utiliza a la hora de controlar una plaga y utilizar un insecticida, también hay que tener en cuenta que el insecticida no es selectivo, mata a los insectos benéficos y a los que perjudican al cultivo, y la abeja no escapa a esto. Entonces, se produce un descontento muy grande por parte de los apicultores, por la alta mortandad que se tiene en un campo agrícola. Por lo tanto, uno tiene que emigrar a otras latitudes del país, lugares donde aparecen los montes nativos, lugares donde antes era impensado producir y ahí se está produciendo hoy. Y si no estuviese la apicultura, las cosas serían peor. Cuando uno habla de que los apicultores somos guardianes de la biodiversidad, tiene que ver mucho con eso, o sea, al no haber agentes polinizadores naturales, la abeja deja de ser el agente polinizador que predomina hoy en día y, cuando está, es gracias al productor apícola, que cría abejas esperando una renta por la miel obtenida. En realidad, está cumpliendo un rol que va mucho más allá de la miel que se produce y se puede cosechar, ya que cumple un rol fundamental con la polinización de esas especies nativas, ya que, si no estuviese la abeja, la polinización no se haría. Sobre todo, para la reproducción de las plantas nativas del país.
—¿Los productores reciben alguna ayuda del Estado, como ser la Secretaría de Agricultura Familiar Campesina e Indígena?
—La Secretaría estuvo presente en un par de acciones, como ser el Programa de Ayuda Crítica y Directa, donde se acompañó con un aporte a aquellos productores que, por incendios o por fumigaciones, habían perdido las colmenas, pero las cosas van más allá de una ayuda puntual. También pasa por ver cómo producimos, el área de comercialización, me parece que tiene que tener un rol importante en la agricultura familar y, sobre todo, en la comercialización de la producción apícola. En ese aspecto, hay mucho por hacer.
—Recién mencionabas que la Argentina es el segundo exportador mundial de miel, ¿cuáles son las variedades que se exportan y cuál es la provincia que está al frente de la producción?
—La primera es la provincia de Buenos Aires, luego le siguen Entre Ríos, La Pampa y Córdoba, podemos decir que el grueso de la producción viene de la región centro. En cuanto a variedades, Argentina no se caracteriza por ese tipo de exportación, sino por exportar miel homogeneizada. Ya en esto de temas de comercialización, el productor no interviene prácticamente en nada. Sí hay organizaciones, desde las cuales se intenta tratar de diferenciar, tipificar, pero la realidad es que se está importando por color, lotes de diferentes lotes, con el objetivo de satisfacer el mercado de mesa. Nosotros somos productores de miel de mesa, tenemos la miel de mesa y la miel de industria. La miel de industria es esa miel que se usa para elaborar galletitas, que va como complemento de un alimento industrial, como puede ser una galletita o una barrita de cereales. Para eso, se utilizan esas mieles oscuras, muy fuertes. La Argentina se destaca porque produce mieles suaves, agradables al paladar, mieles claras que incluso se usan para cortar esas mieles fuertes que se producen en Europa. Como conclusión, podemos decir que Argentina es proveedora de mieles homogeneizadas claras.
—¿Qué obstáculos tiene la comercialización en estos momentos? ¿Cualquiera puede decidir hacerse apicultor y encontrar una fuente de ingresos? Y también una forma de vida, ya que su práctica pareciera ser un modelo cultural…
—Es una actividad y es un modelo. Una cosa es la comercialización y otra cosa es la producción. Por eso, decimos que una cosa es ser productor apícola y otra es ser apicultor. Dentro de la agricultura familiar, podemos encontrar muchos apicultores y, dentro de la misma, a productores apícolas. Apicultores son aquellas personas que crían ovejas, crían chanchos, hacen huerta, labran la tierra, crían animales y, además, tienen un par de colmenas. Esos también son apicultores, crían ovejas y cosechan miel, pero no viven ciento por ciento de la apicultura y tampoco quieren hacerlo. Podemos decir que es una actividad amigable con el ambiente, pero si nosotros la queremos transformar en una actividad rentable, a ver, una cosa es venderla al menudeo en el mismo circuito doméstico que se vende un cabrito o un atado de acelga, y otra cosa es venderla en los carriles de comercialización, llamémosle más formales, donde ya hay que etiquetar, rotular, cumplir con ciertas normas que necesitan una escala. Bueno, ahí, cuando hablamos de escala, ya podemos hablar de una apicultura más profesional de un productor apícola, que es aquel agricultor familiar que quiere vivir de las colmenas. Hoy por hoy, la dificultad más grande es el capital que se necesita para iniciarse en la actividad, es muy grande el capital, es muy caro el material, la cera, entre ellos. Tenés que tener una infraestructura, llamémosle una camioneta de mínima, que esté en condiciones de salir a la ruta, de salir a los caminos, eso no es fácil de alcanzar y, por supuesto, contar con un establecimiento donde procesar los panales. Estamos hablando de extraer la miel de los panales y es allí donde surge la necesidad de constitución de entidades, como las cooperativas, donde se hace más paliable la situación, de manipular ese alimento en salas de extracción, compartiendo el esfuerzo de obtener esta, con pares. Con otros productores, con otros compañeros, donde se alcanzaría el objetivo, con solo poder contar con un lugar físico de propiedad conjunta. En cuanto a la comercialización, es un ejercicio en el que falta mucho por hacer y es muy difícil que el productor intervenga en esto. Hoy, en el mercado, en la oferta y la demanda, por ahí es el intermediario quien fija precio. Pero, desde las cooperativas, se están pensando estrategias comerciales, que pueden servir como ejemplo para definir precios entre los productores y no ser un tomador de precios.
—¿Querés agregar algo más que se puede mencionar?
—Me parece que, cuando hablamos de apicultura, no podemos no hablar de asociativismo, cuando hablamos de asociativismo, no podemos no hablar de cooperativismo. Me parece que la figura del cooperativismo y la cooperativa es un modelo que se adaptan perfectamente a lo que es la apicultura, y creo que son las herramientas para alcanzar los objetivos más próximos. Si hablamos de apicultura y hablamos de crecimiento y desarrollo, me parece que tenemos que pensar la apicultura desde el asociativismo y cooperativismo.
*Por Eduardo Silveyra para Huerquen / Imagen de portada: Huerquen.