Vamos a “Bailar la Plaza”
Hace 6 años que funciona un taller abierto a todxs. Se trata de un proyecto pedagógico artístico de danza folclórica en el espacio público. Vero Moreira, creadora de Bailar la Plaza, docente y bailarina, junto al grupo de bailarinxs que formó, nos cuenta sobre sus comienzos y la manera en la que piensan el folclore y su enseñanza desde la Plaza de la Intendencia.
Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta
La plaza está repleta. Tardecita y viento de agosto. Niñxs y perros aprovechan el pasto y el sol, los mates circulan de mano en mano. Alguna primera cita, un par de reencuentros o la juntada de amigxs. Pasa de todo en este tradicional espacio abierto de la ciudad.
Suena una zamba, de lejos se ven los pañuelos. Hace 6 años, funciona aquí el taller Bailar la Plaza, en el que las danzas folclóricas se fusionan con el espacio público para traerlas al presente y compartir.
Bailar la Plaza nace en 2016, con la intención de generar integración social y cultural. Es un taller en el que todxs pueden participar sin limitaciones económicas porque es a la gorra. Con el tiempo, se expandió hacia la ciudad de La Falda donde se lleva a cabo desde 2019. También se bailan las plazas en otras regiones y provincias, generando un nuevo espacio de encuentro.
Esta propuesta pedagógica sobrevivió a la pandemia siendo reconocida como una actividad que ayuda a la salud de la comunidad. A través del movimiento y la posibilidad de encuentro, las personas pueden canalizar situaciones difíciles y, al mismo tiempo, se amplían las posibilidades de acceso y disfrute de la cultura y las artes. Se trata de un espacio donde la cotidianidad y lo espontáneo a través del arte toma dimensiones que reflejan el sentido de pertenencia, confianza e identidad. Bailar la Plaza recibió una declaración de beneplácito emitida por el Concejo Deliberante de la Ciudad de Córdoba y un reconocimiento de la Legislatura de Córdoba.
Hay un denominador común entre quienes habitan este espacio y tiene que ver con ese sentimiento que tenemos al disfrutar del cuerpo en movimiento, transpirar y reír. Sensaciones que nacen en la alegría de crear con otrxs. Aunque el mundo sea hostil, cuando nos vinculamos con las expresiones creativas, todo se detiene por un rato.
Desde La tinta, nos acercamos a compartir unas tardes en la plaza y conversamos con lxs bailarinxs y la docente Vero Moreira, quien creó este espacio.
Cuentan que aquí se generan amistades y vivencias que trascienden este espacio, y cómo cada persona que pasa se transforma, porque bailar nos transforma y hace bien.
Manuel, uno de los participantes, recuerda que estuvo desde los primeros tiempos. Hace 6 años que baila en la plaza y rescata que, para él, fue sanador este espacio. “Puedo llegar triste y ya empezamos a charlar y bailar, y se me pasa. Acá nos fortalecemos”, dice mientras otrxs compañerxs rescatan el ambiente de socialización del taller, que hacen amigxs y la forma de enseñanza es muy inclusiva.
Noemí nos cuenta que admira esta propuesta. “Este es un espacio de alegría, que une, que es diverso. Genera bienestar y sanación. Me cambió el mundo, yo me dedicaba mucho a lo intelectual y, cuando vine acá, me puse en contacto con el cuerpo y fue maravilloso”.
Para lxs bailarinxs, danzar en un espacio público implica romper con muchas barreras y no debe ser tarea sencilla. Esto trae como condición básica ser y hacerse parte del lugar. En el taller, la trama es infinita, se tejen redes entre participantes y artistas que lxs visitan. Se consolidan en comunidad y también crean un público protagonista. Hay habitués en la tribuna, como doña Dina que, desde hace varios años, pide que la acompañen a ver bailar y así recordar sus épocas de juventud, en las que no bailaba en la plaza, pero sí le sacaba chispa a la pista en su Jujuy natal. “Vengo a verles porque me hace bien, me siento feliz al ver bailar folclore”.
El proyecto expande nuestra cultura, genera un nuevo paradigma en la enseñanza de la danza al mismo tiempo que fortalece nuestro patrimonio. Su creadora, Vero Moreira, reflexiona sobre las dimensiones pedagógicas entrelazadas al espacio público y la mirada que tiene en relación a hacer folclore hoy.
“La idea en lo pedagógico es poder integrar en este espacio nuestras raíces folclóricas, teniendo en cuenta lo espontáneo y diverso que es estar en el espacio público, con la idea de que todxs se puedan sumar. Como guía, hay que estar atenta a todo lo que va sucediendo y generar un espacio que potencie el encuentro y la integración social”, dice Moreira y agrega que esta es una mirada educativa necesaria ante las fragmentaciones porque “ayuda a generar espacios de solidaridad que nos van fortaleciendo ante tantas circunstancias negativas. Estar en el espacio público es maravilloso. Se genera un espacio para que todxs puedan expresarse en libertad y compartiendo. Mirarse a los ojos, habilitar una comunicación que nos trasciende”. Nos cuenta que piensa este espacio como una acción para tomar conciencia de la cultura, de la importancia del arte independiente y el trabajo que implica.
En nuestras tardes en la plaza, conocimos un folclore más allá de la zamba o la chacarera; es que Moreira hace el trabajo de recuperar danzas olvidadas o que, al menos, por estas latitudes, ya no se bailan.
“Traigo danzas tradicionales, de proyección, danzas de creación grupal. Me gusta que la clase varíe y traer danzas que no se bailan mucho, pero es bueno rescatarlas porque son nuestras raíces”, afirma y explica cómo modificarlas o recrearlas brinda una gran posibilidad creativa. En este punto, piensa las actividades creativas como una forma de vida: “La creatividad compartida nos salva, en el movimiento, pero también en lo cotidiano. Cuando uno la comparte y ejercita, ayuda a salir de situaciones difíciles. Hacer ejercicio y la práctica de la creatividad nos salvan profundamente”, comparte.
En la plaza, se encuentra una mirada distinta del folclore y su enseñanza, se rompe con roles tradicionales. “Ahora zapatean quienes así lo sientan”, dice -micrófono en mano- Vero, mientras guía una chacarera que desarma roles que vienen de una lógica patriarcal. “Reivindico el zapateo”, afirma en comunicación con La tinta y nos cuenta que lo piensa como una forma de canal a tierra donde todxs podemos tomar fuerzas. “Que las mujeres que quieren zapatear puedan hacerlo. En cuestión de roles, la mirada es importantísima. Una mirada atenta y crítica con conceptos que nos hagan parte a todxs”.
El folclore es una oportunidad de crecer en comunidad. “Como dice Atahualpa: ‘El folclore es lo que la tierra nos dice’. Estar atentos a la naturaleza y a todas las cosas que nos suceden, por ejemplo, en lo urbano, nos da la posibilidad de construir folclore ahí, en este espacio espontáneo, diverso. Un folclore que integre, que sea abierto a los roles que se van gestando”, explica la bailarina.
Ya pasaron más de 9.000 personas por Bailar la Plaza, que el próximo 15 de septiembre presenta su documental a las 19 horas en el Centro Cultural Córdoba.
Podes acercarte a bailar todos los martes, jueves y sábados desde las 17 h.
*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta / Imagen de portada: Fernando Bordón para La tinta.