Apretones de manos y choques de puños definen la gira de Joe Biden por Medio Oriente
El presidente de Estados Unidos demostró un renovado interés por recuperar el liderazgo en Medio Oriente. Una crónica de viaje repleta de acuerdos, tensiones y estrategias.
Por Marko Alberto Sal Motola para La tinta
Joe Biden realizó su primera gira por Medio Oriente como mandatario de Estados Unidos. En su visita de cuatro días por Israel, los Territorios Palestinos Ocupados y Arabia Saudita, Biden sostuvo el interés estadounidense de recuperar la influencia y liderazgo del país en la región, las cuales se vieron deterioradas por los intentos de contener la expansión de China en el Pacífico y la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán.
A pesar de visitar a sus aliados tradicionales, Biden no pudo evitar enfrentarse a un panorama diferente al que se ha acostumbrado Estados Unidos en Medio Oriente. Tras desincronizados y controversiales apretones de manos y choques de puños, el mandatario estadounidense defendió la integración regional de Israel ante la incertidumbre política por la que está pasando el país hebreo, escuchó las exigencias de Mahmoud Abbas -entre ellas, la rendición de cuentas por el asesinato de la periodista Shireen Abu Akleh-, se enfrentó a una tensa reunión con el príncipe heredero saudí y se sentó con otros líderes árabes para tratar el “vacío de poder” de la región y encontrar alternativas para resolver la crisis energética global.
Apretones de manos en Israel y los Territorios Palestinos Ocupados
El presidente de Estados Unidos comenzó su gira en el Estado de Israel, siendo recibido por el primer ministro interino, Yair Lapid. La reunión comenzó en el Aeropuerto Internacional Ben Gurión, con un saludo desincronizado entre ambos mandatarios; mientras Lapid extendía su brazo para realizar un apretón de manos, Biden saludó con su puño al jefe de gobierno israelí. De acuerdo con la Casa Blanca, se había notificado a las autoridades israelíes que el presidente de Estados Unidos saludaría con el puño como medida de precaución, por la alza de contagios de COVID-19.
Sin embargo, en posteriores reuniones, Joe Biden saludó con apretones de manos al ex primer ministro, Naftalí Bennet, realizó gestos cálidos en su visita en Yad Vashem con las supervivientes del Holocausto, Gita Cycowicz y Rena Quinta, e incluso abrazó con palmadas al ex primer ministro ultraconservador, Benjamín Netanyahu.
Actualmente, Israel atraviesa una situación de incertidumbre política por el desmoronamiento del “gobierno del cambio”, una coalición que estuvo compuesta por partidos de derecha, centro, izquierda y una facción islamista árabe. La disolución de la Knesset (Parlamento), a finales de junio de 2022, convirtió a Naftalí Bennet en jefe de gobierno con las gestión más corta de Israel, cediendo el puesto a su ministro de Relaciones Exteriores, Yair Lapid, un liberalista y secular que apuesta a su victoria en las próximas elecciones que se celebrarán en noviembre de este año. No obstante, el regreso del ultraconservador y líder del partido Likud, Benjamín Netanyahu, es el principal obstáculo de Lapid, último que tiene que consolidar una nueva coalición que logre ser mayoría en el Parlamento.
La visita de Joe Biden fue una situación oportuna para Lapid, quien logró concretar dos declaraciones conjuntas que han fortalecido su imagen. La primera fue el Diálogo Estratégico de Alto Nivel sobre Tecnología, en la que ambos países expresaron su relación especial en aras de afianzar su posicionamiento como líderes en los campos de la inteligencia artificial, el afrontamiento del cambio climático, la cuántica y la preparación para futuras pandemias. Por otro lado, firmaron la Declaración de Jerusalén o Declaración de Asociación Estratégica, cuyo contenido abarca el compromiso de obstaculizar el desarrollo de armamento nuclear iraní, la lucha contra el terrorismo islámico, ampliar las relaciones de Israel con India y Emiratos Árabes Unidos, condenar la invasión de Rusia en Ucrania en favor del respeto a la soberanía y la integridad territorial, colaborar en la cuestión de Palestina y justificar el derecho de Israel a la autodefensa ante cualquier amenaza o conjunto de amenazas. Además, se afirmó el compromiso estadounidense de combatir los esfuerzos para deslegitimar a Israel de forma “injusta” ante cualquier foro internacional, incluyendo la Organización de las Naciones Unidas y la Corte Penal Internacional.
Una declaración de este tipo no es novedosa: Israel sigue posicionándose como el aliado predilecto de Estados Unidos y este evitará todo tipo de obstáculos que le afecten. Asimismo, el país norteamericano sigue apostando a la normalización de relaciones entre Israel y otros Estados árabes, lo cual ha logrado progresivamente con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos, gracias a los Acuerdos de Abraham establecidos en la administración de Donald Trump. Ahora, el objetivo de normalización es el enemigo histórico de Israel: Arabia Saudita.
Aunque ambos países tienen en común la intención de contener a Irán de las dinámicas regionales, la cuestión de Palestina es el factor que distancia el reconocimiento saudí de Israel. No obstante, los esfuerzos diplomáticos para desmilitarizar las islas de Tirán y Sanafir, y cederlas a Arabia Saudita, han sido considerados clave para la normalización de relaciones entre ambas naciones. Ambos islotes se encuentran bajo jurisdicción de los Acuerdos de Campo David y el consentimiento israelí es necesario para que Egipto pueda cederlas. Con motivo de la visita de Joe Biden y la “no objeción” de Israel sobre la transferencia de las islas a la soberanía saudí, se ha logrado un acercamiento significativo, pero limitado, con la apertura del espacio aéreo saudí a todas las aerolíneas vetadas por el Reino, incluyendo las israelíes
Para cerrar la primera etapa de su gira en Medio Oriente, Joe Biden realizó una breve reunión en Cisjordania ocupada con su homólogo palestino, Mahmud Abbas. El jefe de Estado norteamericano declaró el compromiso estadounidense de contribuir en la solución de dos Estados. Ofreció 100 millones de dólares de ayuda para la red hospitalaria palestina (presupuesto que está pendiente de ser aprobado por el Congreso de Estados Unidos) y prometió el acceso a la tecnología 4G a los palestinos de los Territorios Ocupados. Con todo, en lo que se refiere a la solución de dos Estados, y acercar a Israel y Palestina al diálogo, Biden expresó que no había “terreno fértil”.
Biden pidió a Abbas tener confianza en los Acuerdos de Abraham, considerando el mejoramiento de relaciones entre Israel y los países árabes como alternativa para sentar un nuevo proceso de paz. No obstante, la mayoría de los palestinos se oponen a esta vía y sostienen, en sintonía con lo que declaró Abbas, que la normalización de relaciones entre el mundo árabe e Israel debe realizarse con la finalización de la ocupación de los Territorios Palestinos, ya que el reconocimiento pleno de Israel provoca diversas dudas sobre el futuro del Estado de Palestina. También, el mandatario palestino añadió que Israel no puede continuar “actuando por encima de la ley” y que debe acabar con los actos de ocupación para volver a entablar un nuevo diálogo entre ambas naciones.
A pesar de esto, la Declaración de Jerusalén obstaculiza las exigencias palestinas: prioriza la protección de Israel de toda crítica y obstaculiza la rendición de cuentas del Estado hebreo en cuestiones de derechos humanos, incluyendo el caso de Shireen Abu Akleh, periodista palestina-estadounidense del medio catarí Al-Jazeera que, de acuerdo con la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, fue asesinada en Yenín por las Fuerzas de Seguridad Israelíes. Israel ha negado tales actos y la Casa Blanca ha dado poca importancia a la situación, aún cuando una estadounidense fue asesinada. Como respuesta, Biden prometió una “investigación completa y transparente sobre el caso”, pero la falta de compromiso de Estados Unidos cuestiona que se dé continuación.
No se puede negar que la visita de Joe Biden en Israel fue exitosa, siendo su logro principal el fortalecimiento de la cooperación multidimensional entre ambos países y el afianzamiento de la presencia de Estados Unidos en la región. Por su parte, Israel obtuvo diversas ventajas, como un panorama favorable para integrarse más en las dinámicas regionales (especialmente con Arabia Saudita), Yair Lapid aprovechó la reunión con Biden para fortalecer su imagen en las próximas elecciones contra Netanyahu y, sin importar quien obtenga la victoria en los comicios israelíes en noviembre, aseguraron la protección y apoyo estadounidense ante amenazas, críticas y denuncias. En contraste, más allá de la ayuda monetaria y promesas de tecnología, Palestina se tendrá que conformar con las intenciones inciertas de Estados Unidos, lo cual tampoco es novedad.
Choque de puños en Arabia Saudita
Joe Biden se convirtió en el primer presidente estadounidense en realizar un vuelo desde Israel hacia territorio saudí, donde se reunió con el líder de facto del Reino, el príncipe heredero Mohammed bin Salmán. A diferencia de los cálidos apretones de manos en Israel y Palestina, el presidente de Estados Unidos y el príncipe heredero se saludaron chocando los puños en la entrada del palacio real. Y es que hubiera sido controversial ver a Joe Biden estrechar manos con Mohammed bin Salmán, acusado por la CIA de orquestar el asesinato del periodista saudí, Jamal Khashoggi.
Si bien los protocolos para prevenir contagios de COVID-19 hicieron del saludo de Biden y bin Salmán menos controversial de lo que fue, no restó tensiones y demostró que, detrás del protocolo de choque de puños, estaba la intención de que Joe Biden evitara apretar su mano con la del príncipe heredero. Pero por más llamativas y simbólicas que fueran sus formas de saludar a los líderes de la región, como declaró Biden, su visita estuvo centrada en “las reuniones, no en los saludos”. Por ello, hay que destacar su negociación directa con los líderes saudíes y su reunión posterior con otros líderes regionales.
Biden tuvo que balancear su discurso en favor de la defensa de los derechos humanos, con la desesperada necesidad estadounidense de que Arabia Saudita incrementara la producción de petróleo para disminuir la inflación del mercado energético. En las negociaciones, Joe Biden, de forma “franca y directa”, advirtió a Mohammed bin Salmán sobre el asesinato del periodista saudí y expresó que, si algo de la misma naturaleza volvía a ocurrir, habría “una respuesta y mucho más”. Lo anterior explica las críticas de las organizaciones defensoras de derechos humanos por la visita de Biden en Arabia Saudita.
Sus advertencias en favor de la rendición de cuentas fueron opacadas por la crisis energética y la desesperación estadounidense de acudir a los saudíes, siendo un tema delicado para definir el curso electoral de medio término en Estados Unidos. Por su parte, consciente de su importancia estratégica, Mohammed bin Salmán logró imponerse sobre las acusaciones de Biden y la CIA, ya que el caso de Khashoggi terminó sin consecuencias. Si bien se veía un dominio saudí en las negociaciones, el príncipe heredero prometió un aumento de producción de petróleo de hasta 13 millones de barriles por día y, dependiendo de las dinámicas del mercado, podría aumentar la cantidad.
Posteriormente, el jefe de Estado norteamericano se reunió con los líderes del Consejo de Cooperación del Golfo y los mandatarios de Irak y Egipto. De esta reunión, es importante resaltar diversos aspectos. Con orgullo, declaró un nuevo capítulo para Estados Unidos en la región, después de su retirada de Afganistán y de haber intervenido en Irak; y a pesar de esto, Estados Unidos sigue teniendo presencia militar para combatir el terrorismo. Por otro lado, Joe Biden instó a los líderes de la Cumbre de realizar una coalición para hacer frente a la presencia iraní en la región y a su programa nuclear, y Mohammed bin Salmán exigió a las autoridades del país persa a comprometerse con las reglas establecidas por la comunidad internacional.
La coalición propuesta por Biden no es resultado de que Irán viole el Plan de Acción Integral Conjunto de 2015, ya que Estados Unidos lo violó al retirarse en 2018, sino que es una maniobra para alejar a Rusia y China a través de una estrategia de contención similar a las que ejecutó Estados Unidos en la región en tiempos de Guerra Fría. Así como Israel es la puerta de entrada de Estados Unidos en Medio Oriente, Irán la es para Rusia y China, y las crecientes inversiones y acercamientos chinos en la región, en especial con los Emiratos Árabes Unidos, preocupan a Estados Unidos que teme que el “vacío de poder” en Medio Oriente sea ocupado por estas potencias.
Por último, Joe Biden promovió que los Estados miembros del Consejo de Cooperación del Golfo apostaran a la democracia y a la defensa de los derechos humanos, en especial a los derechos de las mujeres, el respeto a la oposición política y a la libertad de expresión. Pero Estados Unidos es consciente de que la libertad de expresión y la presencia de opositores a los regímenes del Golfo son obstáculos para el reconocimiento de Israel. Curiosamente, los Estados árabes que han reconocido a Israel a través de los Acuerdos de Abraham son de tendencia autocrática: Marruecos, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos.
Por el contrario, países con sistemas democráticos como Kuwait (emirato constitucional y parlamentario), Túnez, Irak, Argelia y Líbano demuestran que, además de diferencias históricas, la opinión pública juega un papel en el reconocimiento de Israel. Tampoco es posible considerar lo anterior como una regla general, ya que Sudán, un sistema republicano con tendencias autocráticas, reconoce a Israel y países absolutistas, como Omán, Catar y Arabia Saudita, no reconocen al país hebreo. Sin embargo, el reconocimiento de Arabia Saudita hacia Israel representa un punto paradigmático que, por efecto en cadena, puede llevar a otros Estados absolutistas a reconocer a Israel. Por supuesto, lo anterior llevará tiempo en concretarse y Palestina sigue siendo crucial para lograr normalizaciones.
*Por Marko Alberto Sal Motola para La tinta / Imagen de portada: France 24.