Hidrovía, ciencia y soberanía: ¿al servicio de quién están las universidades?
Por Enzo Balbuena para La tinta
“Hacer que se encuentren los hombres de ciencias con los hombres de negocios” fue la idea que expresó Alejandro Vila, director de la Incubadora UNR en su inauguración en 2021, ante la presencia de toda la cúpula política de la provincia de Santa Fe y de la propia UNR, universidad que atraviesa actualmente un sigiloso alboroto a partir de la denuncia del periodista Mempo Giardinelli sobre su rol en la confección de un estudio de impacto ambiental en torno a la nueva licitación de la hidrovía y que el rector Franco Bartolacci extraoficialmente negó.
Según una nota que hablaba sobre la inauguración de la mencionada Incubadora, una de las premisas que daba vueltas era la de que “florezcan mil Bioceres”, firma de considerable peso en la misma y responsable del polémico trigo HB4, famoso por su resistencia a la sequía, pero también por ser fuertemente controversial debido a su origen transgénico en un mercado poco acostumbrado a los mismos. Este descubrimiento fue realizado hace un par de años por la Universidad Nacional del Litoral y generó fuertes repercusiones, incluso en países vecinos como Brasil.
Esta empresa, la cual hace poco empezó a cotizar en Wall Street, es una de las “niñas mimadas» de toda la política provincial santafesina. En torno a la misma, poco se conoce sobre su relación con la Universidad, a pesar de que probablemente sea una de las pocas empresas privadas de todo el país que tiene un espacio físico dentro de una universidad pública (ubicado en el predio de la Ciudad Universitaria de Rosario «CUR», mejor conocido como “La Siberia”). Lo que sí se conoce de Bioceres es que es una empresa crecida al calor del Estado: arrancó hace 20 años asociándose con CONICET para crear INDEAR, un instituto estatal, pero de financiamiento privado, con el cual después se terminó quedando por completo. Además, cuenta con el abrigo de importantes financistas como el banco JP Morgan, el fondo BlackRock o el empresario Gustavo Grobocopatel, fundador y ex presidente de la compañía, y actualmente parte de su directorio. Un ejemplo de lo público poniéndose al servicio de lo privado.
Lo que no sabía Vila (y no tenía por qué saberlo) es que unir hombres de ciencias y de negocios no era ninguna novedad en la UNR. Hace unas semanas, en su columna semanal de Página/12, el periodista Mempo Giardinelli denunció distintas versiones sobre el vínculo de las universidades nacionales (donde incluye también a la mencionada UNL y a la UNSAM) y, en particular, de la Universidad Nacional de Rosario, con el nuevo proceso licitatorio de la hidrovía Paraguay-Paraná. La hidrovía hace referencia al río Paraná, una de las vías navegables más importantes del mundo, a través de la cual salen aproximadamente el 80% de los productos exportables de nuestro país y también de la región en general, y que fue privatizado en sus tareas de dragado y balizamiento en 1995 por el gobierno de Menem.
Entre las versiones de las que da cuenta, hay una que afirma la existencia de un estudio de impacto ambiental realizado por la propia UNR donde se aprobaría el dragado a 40 pies del río Paraná (según Giardinelli, una catástrofe ambiental) que sería la base de sustentación de lo afirmado por la consultora Latinoconsult, que asesora a la Bolsa de Comercio rosarina y que daría validez al tan controversial decreto 949/20 a través del cual se abría un nuevo proceso de licitación, allá por 2020.
Hace un par de semanas, en una reunión que tuvo muy poca difusión, la UNR firmó un Acuerdo de Asistencia Técnica con el Ministerio de Transporte de la Nación pasando a ser contralor de la concesión de la hidrovía, a la par de que esta universidad junto con otras ya venía formando parte del Consejo Federal de la Hidrovía. Sin embargo, ante consultas realizadas en el Consejo Superior de la UNR, el rector de dicha casa de estudios, Franco Bartolacci, afirmó en una sesión plena ante todo ese cuerpo que “no existe tal estudio de impacto ambiental”, lo que, según el periodista de Página/12, generaría que el decreto 949/20 se vaya a pique y deja al descubierto una profunda serie de irregularidades en torno a dicha licitación. De todas formas, todavía no hubo una presentación formal y plenamente pública por parte de la Universidad de Rosario ni se han expresado públicamente tampoco en torno a dicha acusación el resto de las universidades implicadas.
Pero más allá de lo afirmado, lo que no puede negar la UNR es su articulación con quienes concesionan actualmente la hidrovía. Quien maneja los hilos, en este caso, es Juan Carlos Venesia, hijo de Gualberto Venesia (ex vicegobernador de Santa Fe durante la primera gestión de Obeid, en pleno menemismo), director del Programa de Infraestructura Regional de la UNR y, a la vez, una especie de “monje negro” encargado de todos los temas relacionados a la hidrovía, al transporte fluvial y a la gestión de puertos en la zona. Existen versiones off the record que afirman que es él quien circula en fotocopia el mencionado estudio de impacto ambiental, negado por el rector.
Este programa tiene a cargo la Diplomatura en Gestión de Puertos y Vías Navegables, en la cual, según se puede ver en distintos videos, la Jan de Nul (multinacional belga, actual concesionaria de la hidrovía desde su privatización) es bien recibida y prácticamente “da cátedra”; por otra parte, ha lanzado recientemente una nueva diplomatura, esta vez, en Gestión del Transporte de Pasajeros y Cargas, a la par que se anuncia otra para más adelante en Seguridad del Transporte Fluvial, en camino a llegar al grado de Maestría. Estas forman cuadros que ocupan puestos claves en torno a lo que significa uno de los mayores embudos de la dependencia argentina, en un complejo agroexportador que representa aproximadamente US$ 35.000 millones al año.
Integrar universidad y modelo productivo no está mal. En todo caso, el problema es el modelo que predomina y, consecuentemente, los contenidos que se dictan. En este sentido, Venesia es coherente en los dichos y en los hechos, porque es básicamente el representante de los monopolios extranjeros dentro de la Universidad, a la par que es un fiel defensor del menemismo y no tiene problemas en expresarlo, como puede verse en una charla virtual realizada el 1 de septiembre del año pasado, impulsada por la Facultad de Ciencias Económicas de la UNR y disponible en su canal de YouTube.
En la misma, Venesia no solo defiende el modelo actual, sino que afirma que la hidrovía es “una de las mejores privatizaciones” que se hicieron en la Argentina, al mismo tiempo que evade hablar de todo el tiempo histórico en que el río y el comercio exterior estuvieron en manos argentinas, teniendo organismos específicos y una de las mejores marinas mercantes del planeta.
Lo que este señor expresa, de manera un tanto informal, también puede verse en producciones escritas del Programa de Infraestructura Regional, que en 2018 lanzó un libro llamado “Presente y futuro del transporte por la Hidrovía Paraguay-Paraná: perspectiva económica de su ampliación”, en el que se destacan las “bondades” de la profundización del dragado del río, enmarcado en el Programa Santafesino de Desarrollo de la Hidrovía Paraguay-Paraná que ya venía desde la gestión del socialista Lifschitz y que “busca fundamentalmente promover Ia profundización a 36/38 pies de calado navegable desde Puerto General San Martín a profundidades naturales del Río de Ia Plata”.
Venesia, haciendo uso del sello de la universidad, también es el promotor del Encuentro Argentino de Transporte Fluvial, evento impulsado en conjunto con la Bolsa de Comercio de Rosario y la Cámara de Puertos Privados Comerciales. Este encuentro, que se desarrolló en Rosario el 3 de mayo de este año, nuclea, desde 2004, a los principales sectores que se han beneficiado a partir de la privatización de la vía navegable y, actualmente, aboga para que todo siga igual. En el mismo, estuvieron importantes políticos, además de que disertaron varios intelectuales que hacía unos días se habían paseado por el Foro Llao Llao.
Tipos como Venesia no se votan en ninguna elección universitaria y, en la práctica, no están sujetos al control de nadie. Operan desde hace años ante el silencio cómplice de quienes están al tanto de lo que pasa, falsos progresistas a los que se les cae la careta ante la premisa de que el modelo no se toca; por eso, al menos cualquiera que se precie de transparente (¡y, en este caso, de patriota!) debería, por lo menos, dar la cara y aclarar qué pasó y qué está pasando.
Por otro lado, lo que esto grafica es que Jan de Nul también está prácticamente dentro de la universidad y se desconoce (al menos, por parte de quien escribe) lo que sucede en el resto de las altas casas de estudio del país. Pero esto ayuda a explicar por qué el rol intelectual de las universidades (más allá de si existe actualmente o no el mencionado estudio de impacto ambiental de la UNR) ha estado y viene estando en consonancia con una nueva privatización, sin siquiera mencionar una palabra sobre el papel que cumplió el Estado mientras tuvo en sus manos el control de dicha vía y del comercio externo, y da la pauta de que será necesario seguir la pelea por revertir esta tendencia.
A la vez, es necesario dar vuelta una constante aún más fuerte, donde, a grandes rasgos, podemos decir que lo público no solo se ha puesto al servicio de lo privado, sino que, en esto último, se engloba a un reducido sector de grupos monopólicos y extranjeros, con fuerte influencia a la hora de definir, profundizar y perpetuar el modelo productivo actual, que pone a un aparato científico-tecnológico que sostenemos entre todos los argentinos al servicio de la ganancia de unos pocos grupos privados que, por el contrario, cuando no les va bien, son los primeros en pedir ser subsidiados y ayudados por el Estado.
Reaparece, otra vez, un principio básico del modelo: privatización de las ganancias, socialización de las pérdidas. En este sentido, podemos citar al ya mencionado Giardinelli, quien ha afirmado: «La cuestión no pasa por debatir cómo se vinculan lo público con lo privado, sino por el hecho de que se vinculen. Porque son campos representativos de intereses necesariamente contrapuestos. Y está recontraprobado históricamente que esa sola vinculación es y será siempre perdidosa y negativa para los intereses públicos».
No se pretende que la ciencia sea neutral, pero, como dijo Ernesto Che Guevara, la técnica se puede usar para domesticar a los pueblos o se puede poner a su servicio para liberarlos. Esta última premisa debería volver a ser nuestro horizonte.
*Por Enzo Balbuena para La tinta / Imagen de portada: A/D.
*Enzo Balbuena es estudiante de Ciencia Política en la orientación de Análisis Político, Consejero Superior de la UNR y forma parte de la agrupación estudiantil ALDE.