Trabajo sexual masculino: ¿por qué lo hacemos?

Trabajo sexual masculino: ¿por qué lo hacemos?
4 abril, 2022 por Redacción La tinta

Por Museo de Antropología

El 18 de marzo, el canal de YouTube del Museo de Antropología transmitió en vivo el conversatorio sobre el film «Miserere». ¿Por qué lo hacemos? Trabajo sexual masculino en Latinoamérica. El diálogo se desarrolló con la participación de Francisco Ríos Flores, director de «Miserere»; Mauro Rubi, del Sindicato de Trabajadores Sexuales en Argentina; Ezequiel Aguilera, becario IDACOR-CONICET-Museo de Antropología UNC y trabajador sexual; Nahuel Blázquez, becario SeCyT-Museo de Antropología UNC; y Fabiola Heredia, directora del Museo de Antropología UNC.

El documental Miserere sigue el recorrido de hombres jóvenes que se prostituyen por poco dinero en la estación de trenes de Once y la plaza Miserere, una zona neurálgica en el centro de Buenos Aires. La película presenta las historias y reflexiones íntimas de los protagonistas y revela una realidad invisibilizada: el trabajo sexual de hombres jóvenes de pocos recursos en las ciudades latinoamericanas.

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(Imagen: película Miserere)

Al comenzar el conversatorio, con motivo del estreno del film en Córdoba, Francisco Ríos Flores explicó que la idea de hacer Miserere nació hace diez años a partir de un encuentro fortuito que tuvo como vecino del barrio con un trabajador sexual.

“Hacía seis años que cruzaba por ahí y no me había dado cuenta que había varones cis que ejercían el trabajo sexual callejero en el lugar. Seguido a eso, me empiezo a acercar a ellos con ganas de hacer algo audiovisual y me encuentro con situaciones de mucha vulneración de derechos, de muchas violencias y de una fuerte invisibilización. En ningún espacio se hablaba de este tema, ni en lo social, ni en la literatura, ni en el cine, tampoco entre mi gente cercana, ni en los espacios de militancia y diversidad sexual; entonces me resultaba muy fuerte esta visibilidad de los muchachos en la calle, pero esa invisibilización de su trabajo en la sociedad”, explicó el director.

Para dar a conocer la complejidad de esta realidad, al decidir hacer la película, Ríos Flores tuvo que abordar una gran dificultad: la película requería que un grupo de los trabajadores sexuales apareciera en pantalla y ese era un problema porque una gran cantidad de ellos ejercen su trabajo en la clandestinidad.

“Y después vinieron otros obstáculos, la escasez de recursos económicos y un Once un poco agresivo, partiendo de la propia policía que no quería que filmemos. Fue un proceso largo, difícil y complejo”, relató el director.

Ríos Flores compartió que, durante el proceso de investigación, uno de sus máximos referentes en torno a la cuestión fue Nestor Perlongher, poeta, sociólogo y militante de la diversidad sexual argentino, cuya escritura le resultó reveladora para entender la realidad del trabajo sexual masculino en la zona de Once.

En este sentido, como rasgo característico de ese trabajo, el director comentó que puede verse una exacerbación de la virilidad de los trabajadores sexuales que se refleja en gestos como tocarse determinadas partes del cuerpo o el uso de cierta vestimenta, como camisetas de fútbol, por ejemplo.

A nivel personal, Ríos Flores contó que, durante el proceso de investigación y realización de la película, generó vínculos afectivos con las y los trabajadorxs sexuales de Once y esto hizo que se acercara al Sindicato de trabajadorxs sexuales, AMMAR, para proponer que se realicen acciones con respecto al colectivo de varones cis trabajadores sexuales de calle.

“Así AMMAR nos empieza a acompañar en las proyecciones y los debates, y empezamos a generar espacios de reflexión”, explicó Ríos Flores.

¿Por qué lo hacemos?

“El tema de por qué lo hacemos es un tema que hemos saldado en espacios de discusión, en asambleas donde entendimos e hicimos entender a la gente cuál era el sesgo moral que había en esa pregunta. Porque al panadero, por ejemplo, no se le pregunta por qué hace pan. A nosotros nos lo preguntan por qué usamos el cuerpo, usamos la genitalidad. Pero el cuerpo es mío, lo conservo, lo único que hacemos es prestar un servicio”, explicó Mauro Rubi en el marco del conversatorio.

El trabajador sexual contó que en los espacios de asamblea lo que se discute es qué derechos necesitan para poder llevar adelante sus trabajos y sus vidas en mejores condiciones. “Por esto, desde AMMAR vamos a luchar por que se despenalice el trabajo sexual, porque si bien la actividad no es ilegal, todas las maneras en que se la puede ejercer y todos los lugares en que se la puede ejercer están criminalizados”, dijo.

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(Imagen: película Miserere)

Rubi explicó que necesitan esa base de descriminalización y de despenalización para generar un modelo de reconocimiento de sus derechos laborales y sociales.

“En mi caso, al vincularme con la organización, hice una construcción política en la que pude darme cuenta de la invisibilización que sufre el trabajo sexual masculino y de que esto hace que no podamos acceder al diseño de políticas públicas específicas. Por eso el trabajo del Sindicato es clave, en dar a conocer la situación y que los derechos puedan llegar para todos, todas y todes”.

Rubi comentó que muchas de las problemáticas que atraviesan los chicos y que se muestran en el film son también por estar en situación de calle, por habitar la calle y por el uso problemático de sustancias.

“En la situación actual de clandestinidad, ni siquiera podemos ir a hacer una denuncia a una comisaría, por eso el trabajo sindical es importante para cubrir los baches que deja el Estado hasta que podamos lograr la despenalización de nuestra actividad”.

Historias de vida que expanden sentidos

“Como Museo, conocer estas historias de vida nos permite abordar esta gran complejidad y nos trae preguntas acerca de qué entendemos por trabajo, cómo se hace ese trabajo y esas preguntas las podemos llevar a otros ámbitos. También podemos buscar expandir el sentido de qué es lo sexual y pensar la circunscripción que hacen nuestras sociedades de lo sexual, cuando realmente vemos que tiene un sentido expansivo, polisémico, polifónico y tan variado como la experiencia humana de cada persona”, comentó Fabiola Heredia.

“Esa es la potencialidad de este tipo de recursos que no solo puede hablar de estas vivencias particulares, sino también iluminar otras experiencias. Este tipo de realidades nos ayudan a poder pensar la vida que llevamos y también a proponer una perspectiva para poder mirarnos como sociedades”, agregó.

Impresiones sobre Miserere

Publicamos algunos textos, surgidos en el marco de este conversatorio, que reflexionan sobre distintos aspectos del film, junto al nombre de sus autorxs.

La mirada documental

El documental plantea el devenir cotidiano de un día de un fragmento de una gran ciudad a través de las miradas de jóvenes varones que ejercen el trabajo sexual. Me parece que las miradas se constituyen en el eje central del documental. Y es un gran hallazgo: personas que son todo el tiempo miradas y juzgadas por otras personas, esta vez, aparecen mirando -en el sentido amplio de experimentar, de reflexionar, de volver a mirar- a la ciudad y, a través de ella, a sí mismos: sus vidas, sus familias, sus trabajos, sus gustos y el futuro -que en algún momento baja las persianas-.

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(Imagen: película Miserere)

Rescato que no se hayan basado en entrevistas, como los documentales más tradicionales vinculados a temáticas como estas, sino que hayan buscado esa otra forma de relato donde las miradas y el pensamiento aparecen con más fuerzas mientras la ciudad y sus rincones se experimentan. Porque nos permite mirar con ellos.

Otro punto interesante sobre el relato trata sobre un tema clásico en la antropología y que refiere a las temporalidades. Las temporalidades en el documental nos permiten complejizar dos cuestiones. Una vinculada a los tiempos del trabajo sexual (la cantidad de horas de trabajo no se acota al intercambio de sexo, sino a establecer contactos, miradas, esperas, recorridos, etc.). Y la otra cuestión se vincula a cómo el trabajo sexual se produce en estos casos en relación al ritmo de una ciudad que se mira y experimenta desde otros lugares: placenteros, sórdidos, luminosos, desiguales… Con una temporalidad que por momentos incomoda a los que miramos porque extiende la experiencia a otras experiencias.

Finalmente, celebro que se hagan este tipo de documentales para desmitificar, pero también para aportar desde la complejidad al debate sobre el trabajo sexual en Argentina.

Por Natalia Bermúdez,
investigadora del Instituto de Antropología de Córdoba y del Museo de Antropología UNC.

Experiencias complicadas y demandas simples

“El universo del trabajo sexual es tan amplio como la cantidad de personas que lo ejercemos. Es muy ilógico imaginar una misma película para la vida de todas”. Esto lo señala Eugenia Aravena en una entrevista para el libro de Diana Maffia y Claudia Korol, titulado Prostitución / Trabajo Sexual.

Y en este sentido, celebro el recorte realizado por Francisco Ríos Flores al seguir las vidas de 6 masculinidades: Rodrigo, Fabián, Rubén, Marian, Carlitos y Matías, quienes participan del mercado sexual callejero en la plaza Miserere y la estación de Once.

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(Imagen: película Miserere)

La temática del mercado sexual suele estar plagada de dicotomías, masculino/femenino, cis/trans, callejero/privado, reglamentación/abolición. Sin embargo, a partir de un fino trabajo etnográfico, preocupado por mostrar el punto de vista de sus protagonistas, Miserere logra estallar algunas de estas dicotomías y mostrar la complejidad de la realidad que transitan estos trabajadores del sexo. Es decir, algo que ya nos han enseñado los feminismos interseccionales sobre cómo se articulan asimetrías sexo-genéricas, migratorias, étnicas, etarias y de orígenes socio-económicos, en este caso particular, en el mundo del mercado sexual callejero masculino. Ámbito en el que la violencia, la precarización y vulneración de derechos se agudizan.

“¿Habrá plata? ¿Hoy se laburará bien?”, son las preguntas que se hace uno de los protagonistas al inicio de la película, que también marca el inicio de un día de verano que funciona como unidad conceptual, temporal y espacial que ordena la trama de los 6 protagonistas que habitan la plaza Miserere en la búsqueda de hacerse una moneda.

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(Imagen: película Miserere)

Entendiendo que existe un sesgo moral de la pregunta que rondaba la película y que sirve de título para este conversatorio, más que por qué lo hacemos, me interesaba conocer en la película el cómo lo hacemos; es decir, ese conjunto de actitudes, trayectorias, disposiciones del cuerpo en el espacio, interacciones y miradas que permiten a un trabajador sexual callejero conseguir clientes en lugares en los que abunda el sexo casual y gratuito, tales como los baños públicos o los cines porno. En este sentido, no puedo dejar de preguntar: ¿por qué se tomó la decisión de no mostrar intercambios monetarios en la película? ¿Cuánto duraban los turnos de trabajo de los protagonistas? ¿Cómo eran las relaciones de colaboración y competencia que se daban en ese espacio? ¿Eran solo las masculinidades que ofrecían una prostitución viril las que podían capitalizar servicios sexuales en Miserere?

Debo destacar que, a pesar de identificarme a mí mismo como trabajador sexual, reconozco que siempre lo he ejercido contando con diversos privilegios, lo que me distancia muchísimo de las realidades retratadas en la película y aún más de las realidades de las compañeras cis y trans trabajadoras sexuales. A pesar de esto, siento que hay algo que nos une, tal como señala la activista Juno Mac: “Las trabajadoras sexuales somos personas reales. Hemos tenido experiencias complicadas y respuestas complicadas a esas experiencias. Sin embargo, nuestras demandas no son complicadas. Uno puede hablar a millones de trabajadores sexuales y un sinnúmero de organizaciones de trabajo sexual. Y todas van a decir: queremos la despenalización completa y derechos laborales como trabajadores”.

En esta vía, aplaudo este tipo de producciones audiovisuales en las que se le da voz, visibilidad y se hacen inteligibles prácticas tan estigmatizadas por nuestra sociedad.

Por Ezequiel Aguilera,
becario IDACOR-CONICET – Museo de Antropología UNC y trabajador sexual.

Obreros del deseo

Es de noche y pronto dejará de serlo. A las 5 y 15 en plaza Miserere, están los restos de lo que pasó y un puñado de personas esperando algo que vendrá. ¿Alguien puede explicar de qué sustancia está hecho el instante liminar donde la noche se aferra y el día pugna por salir? Un guardia levanta una perilla y se abren las puertas, vendedores liquidan harinas y cafés, se cargan bultos y más bultos, los pasajeros arrastran sus pies hacia cada andén y, con la llegada del primer tren, la estación Once se hincha de vida.

La primera postal con luz de día revela los carriles de las vías férreas que se tocan y se superponen. Ese plano general que nos regala el director hace pensar que los individuos también somos líneas y a lo largo de nuestras vidas pasamos de un segmento a otro, y digo líneas porque no hay interior y exterior, sino más bien movimiento, como ese tren que en este momento acaba de llegar, como ese pibe que durmiendo en un monumento acaba de despertarse, como ese otro que paradito y al asecho revolea una mirada cargada de tesón. Y como muchos otros que aquí se los ve caminando, solos. Como Rodrigo, Fabián, Rubén (único extranjero), Mariano, Carlitos o Matías, que sus líneas se cruzan y enredan en ese territorio que en su nombre carga misericordia, pero que en realidad funciona para el levante y fundamentalmente para que sus clientes los lleven a saciar el deseo que ellos, obreros del deseo, taxiboys, gigolós, chongos, misé y tantos nombres más, bien saben hacer.

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(Imagen: película Miserere)

¿Cabe alguna duda de que estamos bajo el reinado estridente de los documentales y los cortometrajes? Miserere, a cargo de Francisco Ríos Flores, es otra de las obras que, a la par de películas y series, genera tema de discusión. Pero a diferencia de tantos, este documental no se caracteriza por su estridencia, más bien todo lo contrario, esperan los personajes, esperan los espectadores. Quizás allí radique la apuesta de producción: mostrar los tejes de la espera. De igual modo, indagaría por qué en una obra que dura poco más de una hora, el director se demora 55 minutos en mostrarnos a los trabajadores sexuales concretar con un cliente: ¡Ay! Papito, ¿te gusta? Sí, Sí, Sí. Una escena con fuertes diferencias entre quién recibe y quién práctica sexo oral. Eso sí, Miserere no tiene ningún tabú en retratar la pija.

Y si repongo los diálogos, se debe a que es casi la única interacción de la película donde podemos escuchar las voces en acto, lo demás son voces en off de los protagonistas narrando, experimentando la ciudad a lo largo de todo un día de verano, evocando algún pensamiento o imaginando respuestas de clientes. Esa es la estrategia narrativa: mostrar la mirada de quienes suelen ser mirados. Y nada de entrevistas, nada de testimonios. La cámara, como elección ideológica, en ningún momento se muestra dentro de la escena, se dispone distante y “neutral”, nunca sabe más que los personajes y los acompaña en sus derivas siendo fiel testigo de lo que los espectadores vemos.

Me gustaría preguntar al director por qué eligió no mostrar la totalidad de los intercambios involucrados, es decir, la paga de dinero o equivalente a la hora de pagar el servicio, porque si algo manifiestan los personajes es la necesidad de hacerse de billetes. Para una pilcha, para los pañales y leche de sus nenas, o para fumarse un faso, olvidarse un poco y seguir de gira.

Todos los personajes construidos en esta historia son jóvenes, pero no cargan precisamente una juventud divino tesoro, cargan una vida mula como tantas de las personas que van y vienen en Once, cargando bultos y más bultos.

Así todo, en ese encuentro de miradas –entre los pibes trabajando y el director retratándolos– no hay miserabilismo, hay deseos y cuerpos poderosos envueltos en vitalidad. Como Matías, el que a mí me gusta, que se mira al espejo y dispara: “Yo soy un lobo solitario. Nunca me faltan clientes, soy morocho, la tengo grande, tengo buen físico y soy chamuyero, pero la mejor cualidad que tengo es un corazón re piola. Soy buen pibe. Soy un re pibe”.

Por Nahuel Blázquez,
becario SeCyT- Museo de Antropología UNC.

*Por Museo de Antropología / Imagen de portada: película Miserere.

Palabras claves: Buenos Aires, película, trabajo sexual

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