La revolución plateada: las viejas toman la posta
Hijas de los pañuelos blancos y madres de los pañuelos verdes, la marea plateada empezó una nueva revolución. Contra el edadismo y la vejez como un tiempo improductivo y obsoleto, contra las violencias, los discursos patologizantes y estigmatizantes, construyen horizontes placenteros, deseosos y con autonomía. Las viejas están, una vez más, haciendo presente y este fin de semana estarán en el II Encuentro Nacional de la Revolución de las Viejas en Chapadmalal.
Por Verónika Ferrucci para La tinta
Una idea instalada socialmente se yuxtapone y contradice: el respeto a la vejez, como símbolo de sabiduría, y el rechazo a la idea de lo viejo -la forma del cuerpo, las arrugas, las canas, volverse obsoleta-. Contrasentidos puestos a jugar en un mercado del capital y el deseo que vulneran un tiempo que, lejos de ser el final, es gran parte de la vida. ¿Cuándo nos volvimos una sociedad gerontofóbica? Hay un loop de discursos repetidos en el cotidiano, en los medios de comunicación, reproducido en publicidades: “Las viejas son débiles”, “asexuadas”, “mejor que no opinen, se ponen gagá”, “son un estorbo”, “están fuera de época”. Hablan de pañales, remedios, enfermedades y días de cobro de la jubilación, a la vez que se desarrolla una industria dedicada al consumo de las personas adultas mayores. Las inequidades que atraviesan mujeres e identidades feminizadas a lo largo de la vida entrecruzan y profundizan desigualdades. ¿De cuáles modelos de vejez disponemos donde mirarnos e imaginar ese tiempo?
El edadismo es la expresión de los estereotipos, prejuicios y marginaciones hacia las personas adultas mayores, y es la tercera causa de discriminación en el mundo, seguida del sexismo y racismo, según un Informe Mundial de 2021 presentado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Quien contradictoriamente, con esos resultados, propuso incluir a la vejez en la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Relacionados. ¿Qué hay detrás de las intenciones de patologizar las vejeces, encubiertas en discursos de salud? “No quiero que pongan vejez como causa de mi muerte”. Las políticas gerontológicas arraigadas en una mirada paternalista son patologizantes y la relación biológica entre vejez y enfermedad no implica identidad. En una sociedad mundial empobrecida, el debate de fondo será por las políticas de seguridad social, de salud pública y de programas que permitan vejeces más plenas y autonomía para decidir.
Muy malas noticias para la OMS porque, por estos sures, las viejas están pensando una revolución, que ya está en marcha. “Somos viejas, orgullosas de serlo. Estamos construyendo lugares donde habitar la vejez y discutir los temas que nos interesan”, empieza el Manifiesto de la Revolución de las Viejas, que es una declaración de identidad del movimiento que comenzó a gestarse a comienzos del 2020. El disparador fue el video que Gabriela Cerruti publicó en sus redes sociales y se hizo viral. Una invitación que caló hondo en muchas, que se sintieron convocadas en esos sentires y que se amplificó por todo el país, un espacio de encuentro y pertenencias que están cristalizando en políticas públicas y en demandas para nuevas leyes. Este finde copan Chapadmalal.
Conversamos con Alicia Cuadro Moreno, referente cordobesa de la mesa federal de la Revolución de las Viejas. “En Córdoba, nos reunimos por primera vez en febrero del 2020, llenamos el auditorio de Luz y Fuerza. No sabíamos muy bien de qué se trataba, pero nos convocaba la propuesta de unirnos desde nuestras preocupaciones. Participamos del 8M y luego la pandemia, donde sostuvimos espacios virtuales de encuentro, y hoy vemos cómo ha crecido exponencialmente. Este año, volvimos a las calles para el 8M y el 24 de marzo”.
Trabajan sobre las propias vejeces y se acompañan colectivamente en las soledades, en cómo quieren vivir. Alicia nos explica que hay grupos territoriales en casi todas las provincias y grupos de trabajo virtuales y federales, donde trabajan sobre: ecofeminismo, educación sexual, cupo laboral, eutanasia, viviendas compartidas y educación. Las trayectorias de cada una son diversas, algunas venían de militancias feministas y otras no, sus biografías se encuentran en las memorias e historias de plazas, calles, casas y camas. Defendieron la democracia, el derecho al divorcio, al matrimonio igualitario y al aborto. El movimiento va desde los 50 hasta más de 80 y quien se sienta convocada está invitada a sumarse. Son mujeres envejecientes que están desarticulando todo un andamiaje de estereotipos y prejuicios, llevan como bandera el federalismo y la diversidad, unidas en el campo nacional y popular. Antineoliberales y anticoloniales, nacieron al calor de las luchas de los movimientos antipatriarcales de todo el continente. Activas y deseantes, las viejas están transformando el presente para que quienes venimos atrás habitemos mejores vejeces.
No aceptan ni silenciosas ni apáticas el mandato de la vejez, la eternidad de la juventud, la represión de la sexualidad y la anulación del goce, contra la geriatrización de las vejeces, crean comunidad, desarticulan el discurso hegemónico del determinismo biológico. “El tiempo que empezamos a transitar a partir de los 50 es un comienzo y no un final. La discriminación a las personas mayores -sobre todo a las mujeres- está muy presente aunque se la invisibilice o naturalice. Durante la pandemia, hubo femicidios de mujeres mayores que no fueron noticia y así pasa en general con las vejeces”, detalla Alicia.
Existe fobia a envejecer, así lo establecieron los mecanismos que rigen las reglas del mundo actual. A partir de cierta edad, te caés de ciertas agendas: la del deseo, de la visibilidad, quien se hace la pregunta por esa persona mayor si no hay una hija o amiga. Salís del trabajo como ordenador de la vida, la familia nuclear se corre de eje, menopausia y un tabú para vivir libremente la sexualidad. “No somos rentables, no producimos y nos quieren dedicadas al cuidado de lxs nietxs y las históricas tareas de cuidado. Casadas, separadas, viudas, lesbianas, solteras, con o sin hijxs, nos vuelven personas asexuadas, por fuera del deseo y la libido, cuando en realidad tenemos otros tiempos, pero somos deseantes. Hay muchos tabúes que desarmar y estímulos por conocer en las sexualidades. “La abuelita” es un lenguaje que nos inhabilita y conlleva una infantilización, nos ubica en un lugar de no poder o estar en condiciones de decidir. Perdimos la capacidad de trabajo por quedar fuera de la rentabilidad del mercado, de decidir sobre nuestras muertes y vidas, y en muchos casos, desde formas capacitistas, se nos trata como discapacitadas mentales o corporales”, ejemplifica Alicia.
Hay marcos normativos, escasos y poco vinculantes. La Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores de 2015, ratificada en Argentina mediante la Ley N° 27.360 en 2017, no cristaliza en reglamentaciones concretas ni impactos culturales. La Ley Nacional N° 23.592 de Actos Discriminatorios de 1988 no contempla la edad como una variable de discriminación. En 2020, Gabriela Cerruti, que era diputada nacional, presentó el Proyecto de Ley para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación por Razones de Edad, pensado desde la perspectiva de género y derechos humanos. Tiene como “finalidad promover la igualdad de oportunidades entre los y las ciudadanos/as para un pleno ejercicio de los derechos durante todo su ciclo de vida, erradicar prejuicios y estereotipos estigmatizantes; prevenir, reparar, sancionar y eliminar todas las formas de discriminación por razones de edad”, en especial el ámbito laboral y en los medios de comunicación.
Alicia nos cuenta que también se está trabajando en diferentes temáticas para incidir en la creación de políticas públicas y marcos legales. Otra de las apuestas es pensar la creación de lugares compartidos, condominios donde vivir, con atención médica, talleres, una vida libre donde compartir la vejez junto a otrxs. “Deconstruir la idea de la vejez como algo negativo, más allá de las jubilaciones, la menopausia, las posibles enfermedades y la pasividad. La marea plateada, la marea de las canas, las viejas que estamos haciendo una revolución, la de plantear la vida a través de otras perspectivas en la vejez, que es una de las etapas más extensas y que a todxs nos llegará. Tenemos que estar en los medios, en las publicidades, en las redes. Es el tiempo de las viejas”, concluye con mucha convicción Alicia.
Las que habitamos una generación que no hicimos parentesco en las formas tradicionales, que no nos casamos o que nos separamos, en algunos casos sin hijxs, con apuestas a las amistades como expresión política y forma de vida, decimos que envejecer entre amigas nos resulta una fiesta eterna. Pero claro, nos faltaban modelos de vejeces diversas, organizadas, plenas, activas, por eso amamos ver la serie Grace and Frankie. Ahora, tenemos un nuevo horizonte que avanza acá cerquita, la marea plateada que nos abre caminos, que nombra lo que no estaba nombrado: acá están las doñas, las viejas construyendo el feminismo intergeneracional.
*Por Verónika Ferrucci para La tinta / Imagen de portada: Ana Medero para La tinta.