Carlos Alonso, las artes como testimonio de nuestra historia

Carlos Alonso, las artes como testimonio de nuestra historia
25 marzo, 2022 por Inés Domínguez Cuaglia

Manos anónimas es la serie de obras del conocido artista Carlos Alonso que relatan y retratan de manera estremecedora los secuestros, torturas y desapariciones sistemáticas sufridas en nuestro país en la última dictadura militar.

Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta

Conocí las obras de Alonso en los primeros 2000, cuando en la secundaria pedíamos espacio para hacer un acto por el 24 de marzo, cuando no existía este feriado nacional y muchxs de nuestrxs docentes aún enseñaban la teoría nefasta de los dos demonios. Ahí, en esa escuelita semillero, vi por primera vez sus obras. 

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Después, en la Escuela de Artes, desde el día uno del cursillo multitudinario, de casi adoles, casi adultxs que queríamos ser artistas, Alonso siempre estuvo presente en discusiones, análisis y entramados de pensamientos en relación a lenguajes, técnicas y, sobre todo, contenido en las imágenes.

Mucho tiempo después, la Provincia de Córdoba compra para su colección la serie Manos anónimas, que en la actualidad se puede visitar en la sala J del Museo Superior de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra.


Carlos Alonso, nacido en Tunuyán, Mendoza, en enero de 1929, reside en Unquillo, Córdoba, desde los años 80. Década en la que, tras su exilio en Europa, el secuestro y desaparición de su hija Paloma en 1977, regresa a nuestro país y crea Manos anónimas, la serie donde exorciza el horror y dolor de aquellas épocas. 


Dicen que Alonso ya dibujaba antes de aprender a leer y a escribir. Dibujó siempre, dibujó mucho y, cuando niño, ya utilizaba un lenguaje relacionado a la historieta como forma de describir lo que veía, contaba gráficamente lo que le pasaba en su cotidianidad. 

La violencia sobre los cuerpos se transformó en un tema recurrente en su obra, con fuerte impronta política y social en los años 80, pero fue luego de su viaje a Tucumán (1950) para estudiar con el maestro Spilimbergo cuando generó un giro en su manera de crear tras ver el hambre, la miseria y el dolor en niños y mujeres de la zona.

Manos anónimas es una serie de obras compuesta por 33 dibujos, técnicas mixtas y pasteles al óleo sobre papel realizados entre 1981 y 1991.

Esta serie funciona como testimonio visual del dolor, aludiendo a la sistemática violación de los derechos humanos durante la última dictadura militar en Argentina, a la vez que en la actualidad tiene total vigencia en relación a la violencia que sufrimos mujeres y disidencias.

Claves para mirar Manos anónimas

Desde La tinta, estuvimos en comunicación con las docentes de la UNC e investigadoras de CONICET, Lic. Constanza Molina y Lic. Florencia Agüero, quienes realizaron un estudio profundo sobre esta serie y además escribieron el texto curatorial de la exposición que puede visitarse en el museo.

“Creemos que, además de la representación en sí, es importante en Carlos Alonso el gesto, el trazo como  forma de transmitir lo que está diciendo en relación a la violencia”, explican las licenciadas capitalizando el sentido de la huella del artista puesta de manifiesto. “Ese trazo que es rápido, vehemente por momentos”, describen, y también recalcan que Alonso usa la historia y la historia de las artes como caja de herramientas con las que teje puentes entre el pasado y el presente.

Militancia desde las imágenes

Molina y Agüero explican que “hay elementos recurrentes en la obra que dan diferentes sentidos. La gestualidad es algo único que caracteriza la obra de Alonso, pero además se distingue por la mirada crítica. Uno puede pensar Manos anónimas en un contexto específico de la última dictadura militar y puede ser hasta testimonio visual de esos hechos que ocurrieron, pero también puede pensarse como una crítica a la violencia en un sentido más generalizado de los abusos de poder y sobre la violencia particularmente a la mujer”. Y agregan que “toda su obra tiene que ver con poder exorcizar un montón de situaciones y experiencias de vida en un sentido individual, singular, personal, pero también en un nivel colectivo de pensarse en ese entramado social. Es en la obra donde él se posiciona críticamente respecto a cómo son las cosas en el mundo, cómo ve las cosas del mundo. Una opción política-ideológica que se puede ver en ese hacer arte”.

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“Lo que más me costó fue asumir el cambio de lenguaje de eso que era una tragedia que habíamos vivido personal y socialmente, y colocarla a nivel estético. Tenía que pensar en eso como una obra de arte”, dice Carlos Alonso, que logra con excelencia representar y poner en diálogo el dolor propio y la tragedia colectiva de aquel tiempo.

El horror no se olvida ni se perdona

“El arte es un lenguaje que nos habilita a decir aquello que no podemos con palabras. “Es el espacio donde se hace inmortal lo que puede morir en la memoria, es de alguna manera el alma desnuda frente a uno mismo y frente a los demás. Lo que el autor cuenta en esta serie de obras nos compromete en algo que no podemos ya ignorar, porque es la exposición de lo que está oculto, pero perenne en la memoria colectiva”, dice Mariana del Val, directora del Museo Evita, en el catálogo de la serie.

Agüero y Molina explican en su investigación que encuentran coincidencias en las representaciones de Alonso y las descripciones testimoniales denunciadas en el documento Nunca Más (1984). Tanto en relación a las caracterizaciones de los represores como en las escenas de apropiaciones de víctimas, abusos recurrentes a las mujeres y procedimientos de tortura.


Esta serie materializa la denuncia política y social sobre quienes tenían el poder. “Los personajes representados no solo ejercen el control de la represión a través de prácticas violentas, sometiendo y torturando a sus víctimas, sino también manipulan la libertad de los cuerpos, alienando las subjetividades y cosificando el cuerpo femenino”, describen las investigadoras y agregan que: “En relación con las obras que remiten explícitamente a la violación de derechos humanos ejercida durante la última dictadura militar, Carlos Alonso no solo asume una responsabilidad y un compromiso social al materializar en sus obras las atrocidades cometidas, también expone su propia experiencia del dolor. El artista reconoce en esta serie una manera de canalizar el sufrimiento personal”.


Que el arte sirva para algo, que nos movilice siempre, que genere admiración ante el dolor inimaginable de quienes vinimos después. Que el arte sirva de algo, que esta vez sirva para estremecer, para no olvidarnos nunca, para no volver.

“Si la obra no está hecha para decorar o expresar la propia existencia, creo que el mejor destino para la obra es que pueda servir para expresar los sucesos y lo que acontece en la vida social”. Carlos Alonso.

*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta / Imagen de portada: Carlos Alonso.

Palabras claves: Arte, Carlos Alonso, memoria

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