Marica Temblorosa: sexo, discapacidad e interdependencia
La Editorial Asentamiento Fernseh inicia este 2022 con nuevo libro. Beto Canseco protagoniza este texto y nos lleva en su relato en primera persona a la interrogación y la resistencia desde la diversidad funcional y frente a las prácticas de desigualdad y violencia que impone la matriz heterosexual y la cultura capacitista. Una marica con temblor esencial, una feminista prosexo que cuestiona la libertad liberal y autosuficiente del ¡Sí, se puede! como única premisa de enunciación. Hoy a las 15.30 h en La Toppineria, en Belgrano 873, con la presentación de Rosario Perazolo.
Por Jhonatthan Maldonado Ramírez* para La tinta
¡Sí, se puede!
Beto tiembla y resulta sumamente importante repensar la narrativa del diagnóstico para desnaturalizar el modelo médico–rehabilitador en la vida de las personas con discapacidad. El diagnóstico clínico indica qué es el “temblor esencial”: un trastorno del sistema nervioso (neurológico) que causa movimientos involuntarios y arrítmicos; habría que preguntar si controlamos absolutamente todo lo que un cuerpo hace (incluso, a nivel molecular); de dónde viene ese afán por la bisagra autocontrol–coordinación y para qué se nos quiere así.
Transitar por el diagnóstico clínico y sus técnicas terapéuticas implica asegurar la legalidad de la propia vida, es decir, en una sociedad tan desigual, pocas personas pueden darse la oportunidad para desertar del certificado de discapacidad, “porque no estamos en las mismas condiciones, porque estamos atravesad*s por diversos vectores de poder que hacen que nuestros cuerpos y vidas estén en lugares diferentes de ventaja o desventaja”, dice Canseco. No es lo mismo ser disca temporal que disca congénit* o crónic*, no es lo mismo ser un disca con una limitación severa a una moderada, no es lo mismo tener un diagnóstico a no tenerlo; no es lo mismo estar o no reconocid* en términos de ley y pensiones.
A partir de un cálculo que cruza el CIF (Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud) con datos de Argentina, bastantes personas con discapacidad en el contexto de las políticas de austeridad no están alcanzando el porcentaje necesario de invalidez (70 a 75%) para mantener la pensión. Los test contemplan la evaluación de actividades de cuidado personal, capacidad de comunicación, actividad física (básica y funcional), funcionamiento de los cinco sentidos y de las manos, utilización de los medios de transporte, funcionalidad sexual, afectación del sueño, dinámicas sociales y de ocio. Tras el diagnóstico, se asignará un determinado grado de discapacidad, que puede ser: nula, leve, moderada, grave o muy grave. Y a partir de ahí, se calcula lo que se denomina como «clase» y el porcentaje exacto para concretar la candidatura a la pensión por discapacidad.
Parece que la lógica del recorte necesita una redefinición de la «discapacidad», poco le interesan las formas de vida de las personas; lo que importa es otorgar menos pensiones a menos personas y qué mejor manera de hacerlo que a través del voluntarismo neoliberal “¡sí, se puede!”. Dicho con otras palabras, la sensibilidad neoliberal hace que los esfuerzos de las personas con discapacidad frente a las exclusiones, segregaciones y violencias aparezcan como símbolos de autoestima, optimismo y resiliencia.
Diría el beisbolista Jim Abbott -quien nació con la mano derecha “incompleta”- que “la discapacidad no te define: te define cómo haces frente a los desafíos que la discapacidad te presenta”; este tipo de sermones se convierten en consejos y guías que buscan la adaptación positiva del yo al entorno de mierda que lo rodea.
En este sentido, la baja de pensiones de personas con discapacidad contempla a una multiplicidad de sujetos que siguen viviendo el acontecimiento estremecedor de que el presupuesto educativo, sanitario, laboral, habitacional no son más bienes públicos, sino mercancías que se adquieren/reparten de manera desigual en el seno de la sociedad.
Desertar de lo fino
Desertar de las habilidades motrices finas. De la “buena calidad”. De los movimientos exquisitos, suaves y regulares. De las destrezas perfectas y puras. Hacer temblar los supuestos ontológicos del ser corporalmente íntegro: rendimiento, autocontrol, autosuficiencia, desarrollo y autonomía. Desplazarnos a una ontología corporal de la precariedad, la vulnerabilidad y la interdependencia. Hacia una variación de intensidades espaciales y temporales de un nos/otr*s áspero y frágil.
Beto pone en marcha esa compleja tarea de “hacer malabarismos” con el doble componente de desmantelar paulatinamente los procesos de normalización sin perder la posibilidad de que la vida prospere.
Feminista prosexo
En el libro, Beto hace un análisis necesario sobre el documental Yes, We Fuck (2015) en el que invita a preguntarnos por los cuerpos que se disponen como sexualmente deseables, por la afectación que toma la promesa del placer y cómo podríamos lograr la expansión de los cuerpos que queremos tocar, sentir, probar, oler y ver, más allá de las normas heterosexistas y capacitistas.
Sin duda, profundiza en su propuesta sobre la justicia erótica como articulador de dos derechos, habitualmente considerados como derechos escindidos en la política sexual de ciertas posiciones feministas: el derecho al placer sexual y el derecho a la protección contra la violencia sexual. El derecho al placer sexual como necesidad y urgencia ética de producir condiciones sociales de manera igualitaria para que los cuerpos puedan verse involucrados en experiencias sexuales está íntimamente vinculado al derecho que garantiza una minimización de la exposición al daño.
El llamamiento
A lo largo del texto nos invita a repensar la discapacidad como una singularidad del devenir vulnerable que constantemente tensiona una condición de precariedad que nos constituye dependientes de diferentes soportes sociales y una condición de precaridad que a menudo hace que la discapacidad sea una sentencia de descarte y abandono.
Dado lo anterior, necesitamos arruinar la versión del sujeto sano y autosuficiente que decide sobre sí para evidenciar la ontología individualista y moderna que no admite la dependencia y la relación. Si cuestionamos esa ontología que produce al sujeto capacitado, quizá logremos desplazar la discapacidad a su dimensión de proximidad, contacto y responsabilidad con l*s otr*s; hacer que signifique una forma de vida siempre dispuesta a tocarnos, pero no como la búsqueda de empatía inclusiva orientada a la desgracia inevitable, sino como una experiencia que, en términos de Eve Kosofsky Sedgwick (2003), nos estaría acariciando, conectando, alcanzando y abrazando a través del carácter relacional e interdependiente de nuestra vulnerabilidad.
Acudamos al llamado.
El libro está a la venta a partir de hoy en la tienda virtual http://asentamientofernseh.net/editorial/
Si el “yo” no está de acuerdo con las normas morales,
esto solo significa que el sujeto debe deliberar acerca de ellas
y que parte de la deliberación entrañará una comprensión crítica de su génesis social y su significado.
En este sentido, la deliberación ética está asociada a la operación de la crítica.
Judith Butler, Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad.
*Por Jhonatthan Maldonado Ramírez para La tinta / Imagen de portada: Marica Temblorosa.
*Practicante de una paternidad en situación de discapacidad, estudiante del Doctorado en Estudios Feministas de la UAM-X, co-coordinador del GT Estudios Críticos en Discapacidad del Consejo latinoamericano de Ciencias Sociales y tentáculo de la Colectiva Respons-habilidades Anticapacitistas.