Abortar sin culpa
Por Pamela Benítez para La tinta
En ocasión del primer aniversario de la sanción de la Ley IVE, nos preguntamos si la victoria jurídica se traduce en aceptación social. La estigmatización de las mujeres que abortan voluntariamente es una construcción social que, día a día, está siendo desarticulada con acciones concretas.
La ley 27.610 nació en la madrugada del 30 de diciembre de 2020 y, con ella, derechos y obligaciones. La norma dispone que el sector público de la salud, las obras sociales y las entidades de medicina prepaga deben incorporar la cobertura legal y gratuita de la interrupción voluntaria y legal del embarazo en todas las formas que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda.
Por lo pronto, las obligaciones son las que apremian. Según la Directora Ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina, Marina Belski: “Argentina presenta un mapa desigual en distintas jurisdicciones. En muchas zonas alejadas de centros urbanos, aún no hay disponibilidad de servicios de salud sexual y reproductiva, y de personal capacitado”. Además, Belski señala que “faltan campañas de difusión” y “datos actualizados que permitan hacer un diagnóstico de los desafíos de la implementación de la ley en todo el país”. Por último, la Directora del organismo internacional reflexiona: “Se debe mejorar la accesibilidad a la intervención aspiración manual endouterina (AMEU), dado que en casi todas las provincias se siguen haciendo legrados, un método menos seguro de acceso al aborto”.
En este marco, plantea el dilema de cómo asegurar el acceso al aborto de forma verdaderamente segura. Una alternativa que a través del tiempo se consolidó es el activismo voluntario y solidario de las mujeres. Las “Socorristas en Red”, una articulación de feministas que se ubican en diferentes sectores de la Argentina, desde 2014 acompañan brindando información segura sobre la práctica de aborto voluntario a “mujeres y a otras personas con posibilidad de gestar”. Se reconocen a sí mismas como agentes políticos activos, en cuyas redes se localizan saberes de distinta procedencia: “Heterogéneas activistas, colectivas y grupos feministas”, así como “los movimientos sexo-genéricos, investigadores, personal de salud y otros sectores sociales”.
La acción concreta de este tipo de organizaciones permite a las personas con capacidad de gestar transitar su aborto de una manera amorosa, respetuosa y digna. Esto significa que, además de la legalización de la práctica, es fundamental lograr desarticular el estigma social que pesa en estas personas por romper las expectativas sociales dominantes sobre la “naturaleza” de “ser mujer”. Es decir, es común que se asocie la sexualidad femenina a lo reproductivo y la maternidad como destino. Cuando la persona se tuerce de ese camino, pasa a ser vista como “promiscua”, “irresponsable” o “egoísta”, lo que puede generar sentimientos de culpa, miedo, tristeza y vergüenza.
La estigmatización social del aborto implica que las personas con capacidad de gestar tengan que experimentar fuertes presiones de su entorno más íntimo. Una vez tomada la decisión, muchas veces las familias, parejas y amigos demuestran su rechazo al alejarse de la persona. Así, se ven obligadas a abortar en la soledad de los afectos, en un entorno donde la legalidad de la práctica ya es una realidad. En estos casos, la estigmatización se manifiesta con una carga de marginación y silenciamiento.
Sin embargo, cuando la interrupción del embarazo se realiza en condiciones seguras, bajo un marco de legalidad, con información adecuada y contando con apoyo social y afectivo, las consecuencias de la misma pueden ser positivas. En esos casos, predomina la asociación del aborto con sentimientos de alivio.
Que sea legal implica que hay cientos de personas gestantes que pueden concretar la decisión de abortar voluntariamente en un entorno seguro recibiendo información. No obstante, la tarea continúa siendo fundamentalmente social, lograr cambiar la “mentalidad” sobre el aborto es uno de los nuevos desafíos ante este nuevo, y cambiante, panorama.
*Por Pamela Benítez para La tinta / Imagen de portada: La tinta.