Generación Navidarks
Sobreviviste al año completo, a tu jefe o al monotributo, a las rutinas, a los polidramas y ahora el desafío es llegar sin COVID -o sin ser contacto estrecho- a las fiestas. Y hay más, porque las fiestas traen, generalmente, una catarata de estrés, nostalgia y ansiedad. ¿Por qué nos pasa esto? En esta nota, las psicólogas María Marta Arce y Camila Monsó nos tiran letra para mirarnos más allá de nuestro pequeño sentir, porque estamos todes en la misma.
Por Soledad Sgarella y Verónika Ferrucci para La tinta
¿Qué es esta cultura del calendario que tanto nos acelera a fin de año? Balances, cierres, juntadas y festejos, brindis, actos, recibidas, contratos que se vencen, incertidumbres laborales. Cansancio. ¿Qué nos pasa desde hace dos años con todo eso y la pandemia? Y ahora que llegó la Ómicron, ¿qué onda, estamos todes aislades y no hay Navidad?
Acá estamos. Segundo diciembre con una pandemia que no hace más que domesticar nuestros cotidianos en estas nuevas lógicas de vida. Y las fiestas, que para muches son un momento esperado, para otres son un tiempo de ansiedad, nostalgia, estrés y mandatos. ¿Qué se nos juega en las fiestas? ¿Por qué somos la generación Navidarks? ¿Estamos sobreviviendo con memes y más memes? Sí. ¿Estamos más cerca del Grinch que de Papá Noel? ¿El pesebre ya fue? ¿Estás feliz armando un pinito mega colorido y lleno de adornos significativos? ¿Colgaste una bota en la puerta o estás más cerca de Violencia Rivas brindando con una copita? Para algunes, las tradiciones son incómodas y no celebrar te deja afuera, y puede doler.
—“¿Con quién pasás las fiestas?
—Yo navidad con familia y año nuevo ya no, con amigues. ¿Hacemos juntada?
—¿No son acaso les amigues nuestra familia, esa gran manada que elegimos?
—Quisiera irme de viaje. Me dan muy lo mismo las fiestas.
—Yo hace una semana que tengo ansiedad pensando en que tengo que viajar y ver a mi familia”.
Los rituales de Navidad y fin de año han cambiado desde hace un tiempo a esta parte -mucho de la mano de los feminismos-. La lista de incomodidades se hicieron públicas y los gestos, actitudes, comentarios o temas de conversación que exponían en las familias una larga tradición de malestares, angustias, peleas o silencios se van diluyendo. Nos enojamos, lo dijimos, nos reímos y de a poco se va transformando. Sin embargo, algo vuelve cada año con estas celebraciones. En loop, la necesidad de cumplir con una reunión, con la comida, con los regalos, con verse con quienes no lo hacen en todo el año y ahora hisopado y protocolos. ¿Qué hay detrás del “aguantar” estos rituales? ¿Acaso es la mano invisible de Adam Smith fiestero?
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Vivimos en Córdoba y estamos en un brote que parece imparable, se cancelan planes y seguramente muchas personas pasarán Navidad y/o año nuevo en soledad, y además, generacionalmente, es imposible no tener un primo, tío, tía, familiar facho, gorila, anti vacuna, trans- y gordo-odiante, anti todo y confusión. Comentarios pelotudos de principio a fin. ¿Hay algo de lo colectivo “somos una banda en la misma” que nos pueda ayudar a sobrellevar este particular combo?
Conversamos con las psicólogas María Marta Arce, adherente al Centro de Investigaciones y Estudios Clínicos (CIEC), y Coordinadora del Equipo Topos, y Camila Monsó, integrante de Topos y de la Red de Psicólogxs Feministas. Para Arce, en el contexto actual, “ansiedad” es la palabra que funciona de enlace entre pandemia y navidad. “El impacto de la pandemia provocó, en muchas personas, un agujero en el sentir y en el sentido de la vida, aún entre quienes niegan su existencia. ¡La cosa se pone contradictoria y angustiante cuando estamos inmersas en una neblina de contagios y aislamientos! Y sumale a eso que no supiste decir que no a una reunión no deseada”, dice María Marta.
Por su parte, Camila nos recuerda que también es importante pensar el contexto particular de estas fiestas, “es un fin de año de cansancio muy pronunciado para la mayoría de las personas. Podemos suponer que tiene relación con un segundo año de pandemia y con la energía de adaptación que esto ha significado: a las incertidumbres, cambios permanentes y de último momento, períodos prolongados sin actividades sociales, deportivas o recreativas, falta de contacto presencial -imposible de sustituir por la virtualidad-. Empresas e instituciones aprovecharon la situación y parece que todxs tenemos que estar ‘en línea’, disponibles y trabajando a cualquier hora, con un aumento significativo de las reuniones de trabajo online”, explica la psicóloga.
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Como las especialistas dicen, este clima productivo, al bajar la cantidad de casos en septiembre, se superpuso con la vida social, encuentros, manifestaciones, vuelta plena o parcial a actividades presenciales, y así las fiestas y vacaciones se convirtieron en un momento esperado de descanso al que se llegaba con la última reserva de nafta. Pero llegado el momento: brote, con el estrés y el miedo a contagiarse y/o contagiar, tener que hisoparse, cambiar los planes hechos, que muchos son de viajes, reservas, dinero. “A esto, se suma la culpa por no haberse cuidado lo suficiente y el hecho -o riesgo- de haber contagiado a otrxs, más el hecho de que muchas personas van a permanecer aisladas físicamente”, agrega Monsó.
Entre el imperativo del festejo, la felicidad y no ser aguafiestas
“Durante y después de la dictadura militar en Argentina y Latinoamérica, la mesa navideña estaba silenciada. A ese silencio, se le suma la ‘navidad pastel’ con Santa Claus y su trineo, implantada por el mercado y la publicidad de esa famosa gaseosa. La ‘generación navidark’ expresa a quienes hacen de la Navidad una especie de ‘navidad pastel vs. navidark’. Frente a ello, la juventud rompe ese mutismo y retoma la política introduciendo sus posturas en torno a la religión, la sexualidad, el género y diversas prácticas que antes no se hablaban en la mesa familiar y que ahora sí se exponen y generan incomodidad en algunas personas que no pueden sostener un diálogo abierto y respetuoso. La juventud, los feminismos, han tomado la mesa navideña y por eso se convierte en la Navidark”, explica María Marta Arce y añade: “Una ‘Navidad del terror’ para quienes solo responden a imperativos de felicidad y armonía impuestos por la religión y el mercado”.
Según la especialista, en cierto modo, esto da cuenta de invenciones que se alejan de la tradición y de la norma impuesta, y hace hincapié en prestar atención a no establecer nuevas normas rígidas que nos dejen atrapades en imperativos, otra vez.
“El año pasado me largué a llorar en el baño, porque en el arbolito no había regalo para mí.
¿Te das cuenta lo absurdo y profundamente afectivo que es eso?
Nunca me importaron los regalos y de casualidad alguien decidió llevar algunos presentes”.
Las fiestas, cuando se ha perdido a un ser querido o cuando se está lejos, pueden ser momentos tristes, donde se remueven los duelos, se reeditan las pérdidas. “Para el caso de la Navidad, que es una fiesta en nuestro entorno más relacionada al encuentro familiar, muchas familias ‘pequeñas’ -en comparación con los modelos familiares hegemónicos- la viven con nostalgia por momentos en los que ‘éramos más’. Familias con parejas recién separadas o pérdidas recientes transitan por primera vez una fiesta diferente que es vivida desde el duelo, que llevará tiempo resignificar. Cuando hay familiares que vienen de viaje, son momentos de reencuentro presencial y muchas veces no es fácil esa convivencia, y la alegría del encuentro no alcanza para tapar la ambivalencia. Podríamos pensar a las fiestas como un amplificador de afectaciones -sean ellas alegres o tristes- donde el denominador común de muchas de las situaciones recién mencionadas es que el malestar sucede justo en un momento donde se esperaba alegría, descanso, satisfacción y hace que se vivencie de peor manera”, suma Camila Monsó a nuestra complejización de panorama.
Diciembre: ¿por qué esa costumbre persistente -y dolorosa- de hacer balances?
El fin de año calendario en nuestras latitudes coincide con el cierre de año lectivo: reuniones evaluativas, balances y -para muchxs- momento de pausa, vacaciones, encontrarse nuevamente con tiempos libres o consigo, nos cuenta Camila, y agrega que, de hecho, diciembre es uno de los meses de mayores consultas para iniciar tratamientos psicológicos.
“Si el año nos queda muy lejos de las expectativas o las situaciones que necesitábamos resolver, el balance puede ser frustrante o angustiante. Y esto no porque las personas deliberadamente se propongan hacer este balance, pero cuando -en terapia o en una conversación entre amigxs- se indaga en las angustias de fin de año, algo de este proceso muchas veces está en juego. Para quienes están muy sostenides por sus estructuras y ritmos de estudio o laborales, la pausa de fiestas y/o vacaciones puede ser vivida muy negativamente, con una sensación de vacío, desorientación, malestar físico”, nos cuenta Camila.
Las psicos nos dicen algo que ya sabemos, pero que necesitamos que nos repitan: obviamente no hay recetas ni tips y probablemente la posibilidad de que no sea tan dark pasa por bajarse de los mandatos de felicidad, familia grande y unida, capacidad de comprar regalos. “Acordarnos que los encuentros y las reuniones también pueden tener un tono más triste, más tranquilo, y saber que ese encuentro también es potente. Que si alguien no quiere compartir las fiestas porque no se siente en la misma ‘sintonía’ que sus familiares o amigues -que parecen con muchas ganas de festejar- está bien conversarlo. Los mandatos solo nos harán perder de vista la singularidad del momento, del encuentro con otrxs, desde multiplicidad de afectos que exceden la fiesta y/o se mezclan con ella”, afirma Camila.
María Marta Arce agrega que, quizás, decir lo que se quiere a los afectos es lo que nos permite movernos con libertad y soltura para no quedar en no deseos y culpas. “Las fibras sensibles están a flor de piel y la ansiedad muchas veces nos deja mudes, inmóviles y encerrades en situaciones que no deseamos. Contando con que no siempre conseguimos decir lo que pensamos o lo que nos afecta, elegir las palabras, reconocer el afecto en el cuerpo y que eso oriente nuestras decisiones”, concluye la psicóloga.
“El huevo relleno y vitel toné, me dan la vida.
El clericó con la receta de mi abuela, creo que solo voy a la fiesta pensando en comer.
Ah, qué fruta noble el mantecol”.
Feliz Navidarks, tinteres.
*Por Soledad Sgarella y Verónika Ferrucci para La tinta / Imagen de portada: fotograma de El extraño mundo de Jack.