Urbomaquia: la experiencia del artivismo cordobés en aquel fatídico comienzo de siglo
El colectivo local, integrado en 2001, se fundó en base a pensar y hacer arte como sitio de apertura, para pensar la reconstrucción necesaria de una sociedad que estaba explotando. Hoy, a 20 años de aquellas acciones/intervenciones, lxs artistas siguen preguntándose: ¿cómo resignificar y volver nuevamente protagonista al espacio público escenario natural de nuestras prácticas? ¿Cómo sacar a la luz aquellos acontecimientos que le dan sustento a la memoria para pensar el presente? Arte contra la embestida neoliberal, ayer y siempre.
Por Soledad Sgarella para La tinta
Ingresé a la facultad en el año del estallido. La -entonces- Escuela de Artes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC nos recibía en 2001 con cero presupuesto y edificios que se caían a pedazos, en una Córdoba empobrecida y detonada de protestas ante un Gobierno de desidia neoliberal. Los centros de estudiantes y los equipos docentes de la Casa de Trejo, incansables, defendían con uñas y dientes no solamente la educación pública y gratuita, sino el modelo de país que queríamos construir, también desde las prácticas artísticas.
En marzo de 2001, fundaron Urbomaquia lxs artistas -y docentes- Magui Lucero, Liliana Dinegro, Sandra Mutal, Guillermo Alessio, Walter Moyano y Susana Andrada, con la incorporación al año siguiente de Patricia Ávila. Arte, política y universidad. Que la mayoría de ellxs fueran profesorxs en ese primer año facultativo nos marcó (a mí y a toda una generación) en el respeto y la pasión por un artivismo elucubrado en vivo, por una mirada del arte que cacheteó inocencias de galerías y museos, y por la convicción del poder de los lenguajes expresivos en el espacio público.
“Urbomaquia surge en Córdoba, en un país revuelto por el avance brutal del neoliberalismo. Una plaga sucesiva de violencias que rompieron el tejido social. El colectivo se constituyó para reflexionar sobre los discursos de victimización o resignación, haciendo comunidad con otrxs desde el arte. Éramos jóvenes que en su mayoría veníamos del campo artístico y las ciencias sociales, inquietxs y preocupadxs por una realidad bastante trágica que nos afectaba profundamente, al igual que al conjunto de la sociedad. ¿Cómo manifestar las múltiples sensaciones de desagrado que padecíamos? ¿Cómo salir con un discurso otro que motive salidas colectivas? Entendíamos que la instalación de la obra en el espacio público era una forma de salir al encuentro de espectadorxs diversxs, heterogénexs, no especializadxs, tendiendo un puente de comunicación sin mediaciones institucionales que limitaran o condicionaran esa relación. El arte como sitio de apertura para pensar la reconstrucción necesaria de la sociedad, a través de diversas formas estéticas”, me cuentan 20 años después.
La propuesta del colectivo siempre fue autogestiva, lo que les dio la posibilidad de trabajar sin condicionamientos, ni institucionales ni corporativos. Y aunque trabajaron con continuidad hasta el 2005, afirman con orgullo que nunca dejaron de reunirse y -por diferentes motivos, invitaciones, citas e interpelaciones varias- siguieron repensando el significado de intervenir el espacio público.
Desde Urbomaquia -hoy integrado por Lucero, di Negro y Mutal-, explican que trabajar en grupo se enlazaba tanto con sus preocupaciones y cuestionamientos individuales sobre el lugar y el posicionamiento como artistas en nuestra sociedad como con la convicción de que la obra cobraría pleno sentido cuando fuera concebida como proceso colectivo: “Un proceso que se iniciaba con la construcción del concepto de la obra a través de la discusión y la confrontación de nuestras lecturas de la realidad al interior del grupo, y se completaba con la participación del público en lo que entendíamos como la conformación de la estructura misma de la obra”.
Dos décadas después, hace poco más de un mes, en el Centro Cultural Conti (Buenos Aires) se inauguró la muestra “19 y 20 – Archivos, obras y acciones que irrumpieron en la narrativa visual de la crisis de 2001” y Urbomaquia fue uno de los colectivos invitados junto a más de 50 artistas y activistas. Allí, lxs cordobesxs presentaron dos de sus obras: La Mesa (octubre 2001) y Los Niños (agosto 2002). “¿Cómo resignificar y volver nuevamente protagonista al espacio público escenario natural de nuestras prácticas? ¿Cómo sacar a la luz aquellos acontecimientos que le dan sustento a la memoria para pensar el presente? Con estas preguntas, participamos de la exposición en el Conti, con Natalia Revale y Lorena Garín como curadoras”, explican desde Urbomaquia.
Lxs integrantes del colectivo destacan, haciendo hincapié en el cuestionamiento de los conceptos de originalidad y obra única en la producción artística, que en la intervención/acción de la obra Los Niños (que han realizado en diversas oportunidades a lo largo de estos años), deja ver sucesivas resignificaciones e interpretaciones en función de los contextos en donde se ha mostrado: “La obra va adquiriendo una actualidad permanente y estremecedora. En el Conti, sobre uno de los niños, alguien escribió: ¿Dónde está Tehuel?”.
Les hago una pregunta trillada, pero necesaria: la importancia del arte allá, hace 20 años en ese contexto tan duro, y hoy. Me responden con arte: “Hacemos propio este fragmento de Ticio Escobar, en el libro Aura Latente: ‘El arte no ofrece panaceas para las desventuras que acarrean las pandemias sanitarias ni soluciones para las iniquidades que imponen las pestes político-sociales; aviva la mirada ética, resiste la instrumentalización de sus imágenes y reinventa continuamente los alcances y los modos de temporalidad. El arte alimenta reservas de significación, formas que podrán permanecer en estado latente hasta que encuentren su sazón en momentos favorables… El arte permite avistar salidas potenciales allí donde solo aparece un cambio obturado por virus y desigualdades fatales'». La obra de arte, siempre entendida como proceso, fue y es para el colectivo artístico capaz de estimular capacidades críticas en aquellxs que se pudieran involucrar. “Buscamos que la materialidad de la obra fuera una propuesta de diálogo y reflexión para la construcción de un discurso tramado en las experiencias vitales de los espectadores. Esa era la dimensión política del arte: facilitar una mediación entre los cuerpos y las problemáticas que nos conciernen más allá de los límites de lo individual”, añaden.
La vigencia y la necesidad de esa dimensión es hoy casi obvia y lxs artistas los saben, poniendo el foco en que: “A 20 años de aquel fatídico 2001, la derecha ensaya instalar su voz en la calle y se apropia de las palabras y acciones que en aquel entonces las organizaciones sociales y numerosos colectivos artísticos esgrimieron contra la opresión y la desidia. Así, encontramos el desafío para el presente: ¿cómo reinventar la imaginación y volver a poner el cuerpo para dar nuevos impulsos desde el activismo artístico? ¿Cómo enfrentar el desafío de las redes sociales? Al respecto, como señala Nelly Richard en el prólogo de Escobar, “…las redes electrónicas convertidas en mezquinos sustitutos de sociabilidad” [desmaterializan] “la experiencia sensible de los cuerpos que acostumbran re-conocerse en la proximidad de estar-juntos”.
La traducción más directa es que el próximo lunes, 20 de diciembre, Urbomaquia estará participando junto a la Biblioteca Popular Alfonsina Storni de un homenaje en conmemoración del asesinato de David Moreno, asesinado en la feroz represión policial de barrio Villa 9 de Julio en manos del uniformado Hugo Cánovas.
“Urbomaquia es un colectivo que sigue vivo en su activismo artístico y, aunque sus tiempos difieren de los del pasado, hay una preocupación y ocupación en responder con renovada imaginación al sistema neoliberal que invade y oprime nuestras existencias en el marco de una hegemonía del capital. Siempre está vigente el intento de reavivar e insistir en una poética-crítica desde el lenguaje del arte, en el espacio público, para construir con otrxs un posible mundo mejor”, concluyeron.
*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: Colectivo Urbomaquia.