Lecturas feministas sobre los avances neofascistas en el mundo
En un escenario de certezas y utopías de corto aliento, y de evidencia de las desigualdades y la crisis de un modelo de sociedad, las disputas de modelos políticos en pugna reconfiguran permanentemente un tablero mundial. Las nuevas derechas conformadas en nuevos neofascismos emergen rápidamente y encuentran consistencia en la realidad. Personajes como Bolsonaro, Milei y Kast encienden una alarma. En esta nota, unos apuntes feministas para leer esta coyuntura a cargo del grupo de pensamiento El Telar Feminista.
Por Redacción La tinta
“Tengo un dolor, aquí, del lado de la patria”.
Cristina Peri Rossi
Se lanzó una nueva oferta educativa desde el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba. Se trata del Doctorado en Estudios Internacionales, un espacio formativo que suena más que necesario. En ese marco, el viernes pasado se realizó el conversatorio virtual “Avances neofascistas en el mundo: Lecturas feministas sobre sus fundamentos y efectos sociales”, en articulación con el grupo de pensamiento local, El Telar: comunidad feminista de Nuestra América.
El eje de los intercambios estuvo puesto en los avances neofascistas, llamados también las nuevas derechas en el mundo y en especial en América, quienes, bajo el rótulo de “ideología del género”, vienen trabajando sistemáticamente para bloquear las ampliaciones de derechos conquistados y en lucha por parte de los feminismos y las disidencias. Un modus operandi global permite desarmar algunas tramas que usan: el odio como afecto que configura adhesiones y pertenencias. El odio hacia las personas migrantes, los sectores populares y la culpabilización del Estado de bienestar como el mal de todos los tiempos.
Compartimos en esta nota algunos apuntes de los intercambios sesudos y urgentes entre la Dra. Carolina Mera, Decana de la Facultad de Sociales de la Universidad de Buenos Aires, la Dra. Ana Luisa Muñoz, profesora de la Universidad Católica de Chile, la Dra. Gabriela Artazo y la Dra. Gabriela Bard Wigdor, ambas de la Universidad Nacional de Córdoba y representantes de El Telar: comunidad feminista de Nuestra América.
La primera afirmación y punto de llegada de una larga trayectoria de reflexiones es visibilizar y no dejar de recordar cómo la pandemia global puso en evidencia las desigualdades estructurales, que en palabras de las investigadoras, es “producida por el Capitaloceno en su articulación de origen con el heteropatriarcado, a nivel global y por décadas de neoliberalismo salvaje. El concepto ‘Capitaloceno’ surge como crítica al ‘Antropoceno’ que recalca el papel del ser humano en la transformación del mundo biofísico y el origen de los problemas ambientales globales. Conceptualización que parece ser limitada, al ignorar el papel central de las relaciones de poder y las desigualdades sociales. Para ahondar en este debate, pueden seguir el enlace de esta pregunta: ¿Pero es realmente superior el concepto alternativo de ‘Capitaloceno’?«.
Lo explican con mucha claridad en la conversación que fueron tejiendo; los nuevos grupos neofascistas que emergieron a la vez que se fortalecieron los llamados fascismos del siglo XXI se articulan en torno a emociones colectivas como la desesperanza, el cansancio, la angustia y el odio ante el contexto de vulneración que vivimos. La precariedad económica, la ruptura de lazos sociales y/o comunitarios, del desempleo; las patentes que privatizaron el acceso a las vacunas y la atención médica no siempre garantizada o nula para poblaciones populares son terrenos porosos para estos movimientos. Son parte de procesos que despertaron la necesidad de un chivo expiatorio nuevo, de un enemigo y no un antagonista político como se espera en democracia, a quien responsabilizar por la crisis.
“Tanto en Nuestra América como en Europa, se fortaleció un plan anti migratorio y el odio hacia las personas migrantes invadió el discurso público. Los derechos de las mujeres y de los colectivos de la disidencia sexual son impugnados y violentados de modo constante. Como ejemplo, tanto en EE. UU. como en Brasil o Alemania, los grupos de derecha se organizan para reaccionar contra las conquistas de género como la igualdad sexual, la despatologización y despenalización de otros modos no heterosexuales de vivir el cuerpo y la sexualidad. Tal como sostuvo la Dra. Carolina Mera, el ataque contra los feminismos es en parte una respuesta a la desestructuración de la familia patriarcal y heteronormada, esqueleto fundamental del capitalismo”, detallaron.
En Brasil, en Chile, en Argentina, de la mano de personajes mediáticos devenidos políticos o viceversa, tras la etiqueta de “ideología de género”, se acusa a los feminismos de enfermar a la sociedad, de enseñar prácticas sexuales perversas, de destruir la familia y la reproducción social. Luisa Muñoz detalló que, en Chile, las universidades recibieron pedidos de listados en base a docentes que enseñen “ideología de género”. Agregó: “En un claro ataque contra la autonomía universitaria y la libertad de expresión. Como dice Judith Butler: ‘Si le dices a una nena que, si ella nació mujer, debe seguir siendo mujer. Y que debe de ser heterosexual. Y que, por eso, entonces, tendrá que casarse con un hombre, tener hijos con él y crear una familia que también sea hetero… Eso, sí, es «ideología de género»’. Decir que cada unx tiene derecho a vivir su sexualidad es un derecho, no una forma de imposición de modelo alguno”.
La política conservadora intensifica la precariedad, especialmente para las mujeres y disidencias, los pueblos indígenas y los sectores populares. Destacaron la presencia de mujeres líderes en diferentes territorios de la región, luchadoras y defensoras de la tierra que están siendo perseguidas y asesinadas, porque representan formas de feminismo que implican una crítica del capitalismo y que se niegan a abrazar el individualismo liberal. “El aniquilamiento del pueblo Estado-nación mapuche en Argentina es escandaloso y racista, el discurso está ingresando con fuerza en la opinión pública y se legitima la idea de terrorismo para cualquier grupo en resistencia. Para la filósofa y politóloga estadounidense Wendy Brown, estamos ante la economización de la vida, la privatización de los bienes públicos y de la educación superior, y la idea de que la ‘justicia social’ restringe las libertades privadas”.
Personajes como Bolsonaro en Brasil, Milei en Argentina y ahora Antonio Kast en Chile emergieron en poco tiempo y se consolidaron con una fuerza que parece encontrar consistencia en diferentes sectores. “No son solo un emergente de estructuras políticas y económicas, sino procedentes del patriarcado más rancio y de una identidad masculina que se traduce en el derecho por naturaleza al sometimiento del cuerpo de las mujeres; de hecho, pretenden decidir si las mujeres viven o mueren de acuerdo a sus valores. Usan el miedo que experimenta la sociedad ante la exclusión social cada día más terrible, para legitimarse como figuras guerreras, heroicas. ‘Hombres blancos furiosos’ que parecen dispuestos a ejercer violencia contra quienes creen que les están quitando algo que les pertenece: la soberanía sobre el cuerpo de las mujeres o la supremacía blanca. Los libertarios, esos varones blancos, heterosexuales, con aspiraciones de propietario, cristiano, de linaje colonial, reclaman el monopolio del poder en el espacio democrático mismo y hoy lo están haciendo”, señalan desde el grupo de pensamiento El Telar y como uno de los ejes nodulares que visiblemente sintetiza el avance neofascista.
Mencionaron como un ejemplo muy reciente las marchas antivacunas, que fueron y son parte del paisaje de las nuevas derechas que muestran capacidad de movilización y expresión de una subjetividad neoliberal y del uso intensivo de plataformas digitales para desarrollar lo que Wendy Brown llama “la guerra cotidiana por proteger lo que se cree propio y lo poco que se tiene”. “En efecto, los llamados libertarios toman el concepto de libertad con carácter reaccionario y con discursos que efectúan una culpabilización de los movimientos sociales, de la izquierda popular, de los Estados de bienestar y de la igualdad, un motivo de explicación de las condiciones precarias de vida de las mayorías. Y esto es necesario porque, para el neoliberalismo, es fundamental producir una subjetividad identitaria conservadora. Es inevitable mantener una mayoría con la subjetividad disociada de la experiencia vital, completamente reducida al sujeto y al individualismo. Una de las soluciones de las masas cuando la vida está en riesgo o desequilibrada es proyectar la causa sobre el otro, construir ese chivo expiatorio, permanentemente. Y eso es lo que estamos viendo. Subamos un poquito al Norte, en las protestas de los blancos en EE. UU., a quienes se les llamaba White Trash. Representaban a un hombre que se siente un perdedor radical de la democracia, que percibe a los otros como rivales, con resentimiento, culpa y frustración meritocrática. Encuentran en la fusión entre destrucción y autodestrucción, en la agresión y violencia contra el otro una forma de canalizar la desesperanza”, detallaron.
Una política de los afectos que articula la ultraderecha es una agenda global y trasciende a los personajes mediáticos que la encarnan. “Es una agenda en el interior del neoliberalismo que presiona sobre el resto de las derechas a tal punto de modificarlas internamente y radicalizarlas. Por eso, Jorge Alemán dice que es difícil separar derechas conservadoras o liberales porque las ultraderechas se convierten en una impronta que tiene diversos tipos de lenguajes, cuerpos, personajes y es el resultado de una hibridación que se compone de personajes y público, y se aglutinan en ultraderechas neoliberales. Wendy Brown sostiene que ya no se dice “soy fascista” porque no necesita esta definición, hoy tienen la palabra libertarios y convocan masas desde el odio y el desamparo, frente a la insatisfacción que consolida un tipo de subjetividad fácil de capturar. Surgen fenómenos como la islamofobia, el racismo, el sexismo radical, etc., como la otra cara del capitalismo global contemporáneo. Es una forma de política que está sofocando la vida. Finalmente, Wendy Brown sostiene que si no trabajamos en la resignificación de la libertad, perderemos esta batalla. Para no perder esa batalla, es necesario dar una disputa de sentido en cada campo de la vida social, siendo el académico y universitario clave para esta cruzada, así como la organización popular para sostener redes y hacer lazos con quienes la derecha pretende excluidxs, explotadxs y sometidxs”, afirmaron en los intercambios del pasado viernes.
Estos apuntes feministas, en este tiempo de incertidumbre, replican charlas que se van dando en el cotidiano, en un chat, en el pasillo, en la preocupación de las actuales reconfiguraciones regionales. En este tiempo liminal, estas conversaciones son mojones.
*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Colectivo Manifiesto.