Sociología cordobesa para entender las desigualdades sociales

Sociología cordobesa para entender las desigualdades sociales
23 noviembre, 2021 por Redacción La tinta

Se presentó el libro “De la grieta a las brechas. Pistas para estudiar las desigualdades en nuestras sociedades contemporáneas”. Un resultado de más de 8 años de trabajo de investigación a cargo de Alicia Gutiérrez, Héctor Mansilla y Gonzalo Assusa. Con una mirada de contexto, explican algunas «fotos» de momentos de cambio en la sociedad cordobesa y explican qué hacen las personas para reproducir la desigualdad social, pero también para resistirla. Hacen artesanía con datos y teorías. 

Por Redacción La tinta

La Universidad Nacional de Córdoba, hace poco tiempo, reabrió la carrera de Sociología, en esa larga deuda desde la vuelta de la democracia. Sin embargo, la socióloga Alicia Gutiérrez ha llevado adelante una tradición de estudios sociológicos y compromiso social con el análisis de las transformaciones sociales desde ese campo disciplinar por décadas. El libro De la brecha a las grietas: desigualdades contemporáneas, recientemente publicado por la Editorial EDUVIM, es una celebración a la construcción de conocimiento local como parte central de la sociología cordobesa y para la formación de las futuras generaciones. 

El resultado de más de 8 años de trabajo de investigación llevado adelante por el Equipo de Investigación dirigido por la Dra. Alicia Gutiérrez y codirigido por el Dr. Héctor Mansilla junto a estudiantes, docentes e investigadores de la UNC, UNVM y CONICET. Nucleados en el Instituto de Humanidades (IdH), unidad de codependencia del CONICET y de la Universidad Nacional de Córdoba. 


Es un material destinado a quienes les interese entender las transformaciones durante el siglo XXI en Argentina y particularmente en Córdoba. Es un texto que aporta elementos para observar más allá de las preguntas que nos hacemos -algunes- bastante seguido: ¿por qué nos da peor el desempleo y la tasa de población bajo la línea de pobreza en Córdoba en relación a la media nacional? 


El primer párrafo que introduce el libro nos sitúa rápidamente: “En enero de 2016, el diario La Voz del Interior publicaba una columna titulada ‘No importa la desigualdad’. El mismo mes, el diario La Nación publicaba otra nota con tono afín: ‘¿Es realmente deseable una sociedad igualitaria?’. La sola formulación de estos títulos en medios de circulación masiva parecía síntoma de un clima de época o, mejor aún, de un cambio de época”. 

La coyuntura del entre 2015 y 2019 nos mostró el cambio ideológico en los procesos electorales en toda la región, sigue la introducción: “En Argentina, particularmente, se le dio un nombre al conflicto político constitutivo de este tiempo: ‘La grieta’. A un lado y a otro de la grieta, habían quedado escindidas las posturas sobre cuán deseable podía resultar la desigualdad social”. Conversamos con el Lic. Gonzalo Assusa, profesor e investigador, integrante del equipo y parte del libro. En esta charla, nos ayuda a comprender algunos de los temas nodulares del libro y de la realidad local. 

—¿Por qué este libro es una bitácora más que un manual de sociología? ¿A quiénes está destinado? 

Este libro no es un manual de sociología, es más bien una bitácora, afirmaron desde el equipo. Los manuales de sociología dan recetas de cómo hacer las cosas. Nosotres no podemos decir cómo se hace sociología, contamos cómo la hacemos y cuáles fueron las decisiones mínimas, esas que muchas veces se pasan por alto. Por eso, decimos que es una bitácora. No es un libro plenamente escrito en clave de divulgación científica, tiene mucha discusión conceptual, por momentos algunas complejidades técnicas, pero sobre todo mucha actualidad. Y es un interesante aporte local sobre la desigualdad social, no solo como problemática social, sino como perspectiva, que es una de las grandes discusiones de la sociología. 

—¿Por qué hablar de brecha más que de grieta?

Es una especie de orden lógico en la discusión: entendemos que la desigualdad volvió a la agenda de discusiones, sobre todo en el periodo de transición previo a las elecciones 2015 y posterior también. Ahí la desigualdad apareció en clave normativa, organizó la grieta y la división política de las visiones políticas sobre la desigualdad. Dos grandes posturas: un polo más liberal y un polo más progresista. Sostenemos que primero tenemos que entender cómo se organizan las brechas de desigualdad, las condiciones estructurales, para luego entender cómo se organizan los discursos políticos sobre la desigualdad. Es un camino lógico, no es desechar la grieta como expresión política, sino tratar de entenderla también desde sus condiciones de posibilidad estructural, hablar de brecha es hablar de desigualdad social antes que de preferencias políticas por formato o modelo de igualdad diverso. 

—Dicen que el eje está puesto en comprender los procesos de reproducción social de la desigualdad en Córdoba en el siglo XXI. ¿Cómo sintetizarías algo de ese proceso para que unx cordobés pueda comprender más lo que nos pasa como provincia?

Llevamos adelante el proceso de investigación desde una doble estrategia: cualitativa y cuantitativa. Usamos las estadísticas del Sistema Estadístico Nacional. Concretamente, trabajamos con los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). El INDEC, en esa encuesta como en el Censo, pregunta quién es el jefe de hogar aunque no haya una definición conceptual que lo caracterice. Cada familia lo define de acuerdo a criterios aleatorios; puede ser quién pasa más tiempo en la casa, quién hace las compras, el propietario de la vivienda, quién trae más dinero al hogar, etc. Desde nuestra perspectiva, quien es referente en un hogar nos permite tomar sus recursos como representativos de las estrategias de reproducción de su hogar.

Trabajamos con el Gran Córdoba (capital y Sierras Chicas aproximadamente), ya que la EPH levanta datos de algunos aglomerados urbanos. Existe una vieja tradición sociológica -vigente-, que centra la mirada de la estratificación en la frontera entre la clase trabajadora y la clase media. En ese límite, se juegan los procesos de ascenso o descenso, y se construyen grandes diagnósticos sobre las épocas. Nosotres hemos trabajado con un esquema de análisis distinto, ya que entendemos que las clases sociales son un indicador fundamental para las perspectivas de la inserción laboral. Sintetizan la distribución de una serie de recursos, no solamente el económico, los ingresos y lo laboral, sino también el capital educativo, la configuración de la familia y otras condiciones. La forma de observar los procesos y los cambios son distintas.  

Construimos un espacio con 4 clases sociales: élite, clase media (que remite más al imaginario de la clase media alta o establecida), clase trabajadora (la forma vernácula de hablar de la working class) y el precariado (lo que en otros estudios se conoce como marginalidad, polo marginal, excluidos, que están en una condición de subordinación y de expropiación, pero no están al margen del sistema, sino que están en las condiciones más precarias posibles para participar del sistema de clases). 

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—¿Cómo se comportan en cada uno de los períodos observados? 

El 2003 está caracterizado por un precariado voluminoso, momento signado por la crisis socioeconómica política orgánica de 2001/2002. La posición de la clase trabajadora está muy cerca de este polo del precariado, una clase trabajadora debilitada en sus recursos, con mucha inestabilidad en sus condiciones materiales, los ingresos mensuales no alcanzan para resolver las problemáticas económicas y usan estrategias alternativas como vender bienes de uso para llegar a fin de mes. 

En 2011, observamos una estructura social más cristalizada, el precariado tiende a disminuir su volumen y la clase trabajadora se desplaza a una posición mucho más cercana a la clase media. Tiene sentido en el marco de la regularización del mercado de trabajo durante la post convertibilidad, la reactivación de las negociaciones colectivas y un refuerzo en la organización laboral impactó en la posición de la clase trabajadora. Una concentración de percepción de políticas sociales y de transferencia del ingreso casi exclusivamente en el precariado. Las demandas políticas se fueron transformando. En 2003, la clase trabajadora, un operario fabril, por ejemplo, no llegaba a fin de mes y accedía a políticas sociales para completar su presupuesto mensual. En 2011, algunos de los conflictos sindicales más fuertes sostenían como consigna el no pago o impugnación del impuesto a las ganancias. Hubo un cambio en las condiciones de vida identificable y que hace a la compresión de la organización de la grieta. 

En 2019, se observa algo así como si hubiesen tirado una bomba en medio de la estructura social. Momento de crisis donde la clase trabajadora presenta fronteras más desdibujadas en relación al precariado, que también tiende a fragmentarse. Se dan procesos de fragmentación y empeoramiento -en general- de las condiciones de vida del mundo popular, incluyendo clase trabajadora y precariado. Mientras que la élite no se ve alterada. No hay que mirar solo la pobreza, sino pensar de manera conjunta el modo en que se produce riqueza y pobreza en un mismo proceso social. 

—La clase social continúa siendo una categoría sintética de estructuración social, sobre la que se traman una multiplicidad de tensiones y fuerzas en conflicto. ¿Cuál es la potencia de centrar la desigualdad en términos de clase, aunque otras categorías como el género y la raza la atraviesan? 

La potencia de pensar las desigualdades centradas en la desigualdad de clase implica seguir pensando el modo en que se reproduce la estructura social argentina y el modo en que pensamos la constitución de la clase. La clase como concepto multidimensional avanza en explicar cómo la clase, el género y la raza están mutuamente imbricados y hacen al modo en que se distribuyen los recursos. Ser mujer pobre, sin titulación escolar y estar inserta en el servicio doméstico -que es una rama particularmente feminizada-, o ser mujer joven calificada y ocupar las capas del Estado como la educación y la salud, de la misma manera que ser varón adulto y estar en la rama del servicio financiero y ocupar cargos de dirección, no son características adyacentes a la clase, sino que hacen a la clase. Ser mujer pobre no es un adjetivo a la clase social del precariado, sino que son elementos constituyentes, son condiciones a partir de las cuales estos agentes tienen habilitada o vedadas determinadas estrategias de producción y de inserción laboral. La clase social es la categoría de síntesis de la estructura social también hoy. 

*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: A/D.

Palabras claves: cordoba, Desigualdad, sociología

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