Cinco modos en que se ocultó la contribución de las mujeres al conocimiento científico
El modo más sencillo de lograr que no queden registros de una persona es invisibilizándola. ¿Cómo? No nombrándola, por ejemplo. O mencionando a otra persona (uso del masculino genérico) en representación de la primera. Existen mecanismos específicos mediante los cuales se eliminó sistemática e históricamente la participación de las mujeres en el desarrollo del conocimiento y la ciencia universal. UNCiencia repasa algunos de esos mecanismos, en el marco del Congreso de Ciencia y Género que comienza hoy en Córdoba.
Por Candela Ahumada para Redacción UNCiencia
Que la ciencia y el conocimiento científico tienen fuertes sesgos de género viene siendo señalado por académicas e investigadoras hace décadas. Desde fines de los setenta, los estudios feministas analizan críticamente la forma en que el conocimiento científico está atravesado, desde su matriz, por la perspectiva de un único sujeto masculino dominante. Cuestionan los marcos desde los cuales se interpretan las observaciones, quién define qué problemas de investigación se abordarán o cómo influyen los valores y prejuicios en cada contexto social e histórico, para demostrar que la neutralidad y la objetividad científicas son pretendidas.
Evidencian que el género condiciona y sesga nuestras concepciones sobre el conocimiento y produce, a la vez, un tipo de conocimiento que refuerza las jerarquías y desigualdades de género. Por eso, “todo conocimiento es situado” para la epistemología feminista, porque ha sido producido por una persona situada, refleja por ello su punto de vista y perspectiva particular.
“La ciencia tiene una estructuración patriarcal desde el punto de vista epistemológico”, afirma a UNCiencia la socióloga e historiadora Dora Barrancos, para dar cuenta de que la ciencia occidental está construida, desde sus cimientos, en base a supuestos patriarcales. Toda la producción y validación de lo que llamamos “conocimiento científico” (problemas, métodos, criterios de validación y justificación) se define desde esa mirada. Esto ha provocado, explica la investigadora principal del CONICET, que durante mucho tiempo haya existido una “ceguera cognitiva respecto de la contribución fundamental que realizaron las mujeres a lo largo de la historia en materia de conocimiento científico y tecnológico”.
Hay casos emblemáticos de esa omisión y sustitución de las mujeres en la ciencia. Como Esther Lederberg, microbióloga estadounidense que hizo investigaciones pioneras en el campo de la genética; la física británica Rosalind Franklin, con su aporte decisivo al descubrimiento de la estructura del ADN; o la austriaca Lise Meitner, cuyo trabajo fue clave para el descubrimiento de la fisión nuclear. En todos los casos, el Premio Nobel fue para sus colegas varones, con quienes ellas habían colaborado o publicado.
“Muy pocas mujeres ganaron el Premio Nobel –remarca la especialista– porque el dispositivo que ha operado es el de exclusión y no reconocimiento de su trabajo científico”.
Barrancos participa del Congreso de Ciencia y Género que se desarrolla en Córdoba durante esta semana, organizado por la UNC junto a otras instituciones. El Congreso tiene a las epistemologías, perspectivas y sesgos de género en la investigación como uno de los principales ejes de análisis y debate. Será también el tema de la conferencia magistral con la que abrirá el evento sobre “Claves para una espistemología feminista en la ciencia, el arte y la tecnología”.
En su opinión, “los dispositivos de negación, exclusión y negligencia que han operado históricamente en relación a las mujeres en la ciencia” son cuestionados por los feminismos actuales, “poniéndolos en jaque”.
Estos dispositivos han servido, por ejemplo, para invisibilizar las voces de mujeres que cuestionaron el discurso dominante en cada época, excluyendo su participación en el desarrollo histórico.
Algunos de estos mecanismos fueron descritos como “argumentos excusas” por la académica María Luisa Femenías al analizar específicamente el campo de la Filosofía y publicados en el artículo “El ideal del saber sin supuestos y los límites del saber filosófico”. Algunos de ellos son:
1 – Idea de una supuesta “naturaleza femenina”
En función de la cual se atribuyen a las mujeres determinadas cualidades, actitudes, valores, roles y capacidades que les serían inherentes, y que han servido para mantener las desigualdades. Una naturaleza femenina asociada a la “fragilidad y debilidad” ha sido utilizada, por ejemplo, para asumir posiciones paternalistas respecto de ellas, quienes deberían ser protegidas. También la idea de “pureza y excelencia” femenina que no debían ser contaminadas con el mundo exterior ha sido utilizada para su sujeción.
2 – Modelo de linealidad del progreso histórico
Este modelo sirvió para generar la noción de que el conocimiento y el desarrollo histórico transcurrieron sin voces disidentes que cuestionaran y confrontaran con el discurso hegemónico, reforzando, precisamente, el discurso central. El resultado fue la invisibilización y acallamiento de esas voces alternas.
Contra la “Declaración de los Derechos del hombre y el ciudadano”, la filósofa Olympes de Gouges escribió su “Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadanía” (1791), en la que cuestionó la exclusión total de las mujeres del campo de los bienes y derechos de ciudadanía. Esa exclusión había sido diseñada por Jean-Jacques Rousseau –uno de los principales filósofos de la Revolución Francesa– en el Contrato Social, texto fundante de la Modernidad que restringía la ciudadanía solo para el varón dominante. La autora fue guillotinada dos años después.
3 – Sobregeneralización
Se produce cuando se generaliza para varones y mujeres conclusiones de investigaciones que fueron realizadas considerando solamente a uno, el varón. Aunque Aristóteles llamaba “ciudadanas” también a las mujeres, estas no gozaban de los mismos derechos de ciudadanía que ellos ni tenían capacidad política ni económica, y su situación social se definía en relación a su esposo o padre.
En los laboratorios científicos, los animales de experimentación (ratas y ratones) son predominantemente machos, pero los resultados se consideran válidos para las hembras también. Ello, pese a las evidencias de que existen diferencias sexuales a nivel fisiológico, morfológico y bioquímico.
4 – Sobreespecificidad
Es lo opuesto a la sobregeneralización. Cuando le otorgamos únicamente al sexo masculino cualidades y características que, en realidad, están presentes en los dos. La racionalidad era considerada por Aristóteles –al igual que muchos otros filósofos– una virtud intrínseca de la que gozaban los varones, las mujeres que la mostraban estaban fuera de la norma.
5 – Doble criterio
Se refiere a medir con “doble vara” un mismo comportamiento o actitud en varones y mujeres, es decir, atribuir desigual carga valorativa a cada uno. Por ejemplo: considerar a la sensibilidad y emocionalidad atributos en las mujeres, pero rasgos negativos en ellos. También valorar positivamente la fuerza, virilidad y valentía entre varones, no así en las mujeres.
*Por Candela Ahumada para Redacción UNCiencia / Imagen de portada: El Periódico.