Hospital Neuropsiquiátrico: abandono y desmantelamiento estatal
Las consecuencias de la pandemia de COVID impactan severamente en la salud mental de las personas y se espera que el impacto sea, naturalmente, mayor en poblaciones vulnerables como la que asiste en el Hospital Neuropsiquiátrico de Córdoba. En esta nota, el Dr. Gastón Vacchiani, psiquiatra del establecimiento, repasa la calamitosa situación del nosocomio y el abandono con el que el Estado cordobesista viene desmantelando este necesario hospital.
Por Gaston Vacchiani para La tinta
Las consecuencias de la pandemia y del aislamiento propuesto como uno de los métodos para mitigar la propagación del COVID y evitar el colapso de los sistemas sanitarios impactan severamente en la salud mental de las poblaciones.
La acumulación de reportes bibliográficos sobre el tema se multiplica globalmente, un mecanismo propio de transmisiones pandémicas. La sobreexpresión de problemáticas de ansiedad, depresión, insomnio, estrés postraumático, trastornos adaptativos y duelos patológicos representan un desafío inédito a los sistemas de atención en salud mental. La OMS ha expresado su preocupación por el incremento del número de pacientes y las estadísticas sobre el suicidio. El Dr. Leo Sher, entre otros, sostienen que “las consecuencias para la salud mental de la crisis de COVID-19, incluida la conducta suicida, estén presentes durante mucho tiempo y alcancen su punto máximo después de la pandemia real (…) probablemente persistirán durante meses y años”. Fitzpatrick y Cols indican que “los profesionales deben estar preparados para lo que probablemente será un problema de salud mental significativo en los meses y años venideros”.
Es decir, esto es para largo, por lo tanto, debemos adecuar la asistencia para una situación que tendrá complejidad creciente.
Se espera que el impacto sea, naturalmente, mayor en poblaciones vulnerables, como la que posee condiciones psiquiátricas preexistentes, tal el caso de los pacientes atendidos en el Hospital Neuropsiquiátrico. En este hospital que cuenta con más de 130 años y es referencia para una población que ronda los 2 millones de personas, por lo general, se atienden pacientes donde concurren otros factores como la pobreza, la exclusión, la estigmatización y la falta de cobertura social.
En la actualidad, la base poblacional que requiere atención en Salud Mental especializada, debido a las circunstancias extraordinarias de la pandemia, ha crecido enormemente. La atención en el HNP se ha sostenido ininterrumpidamente, todos los días, las 24 horas, como ningún otro servicio de Salud Mental de la provincia, a expensas del sobreesfuerzo de los profesionales.
Pero este compromiso con el cuidado y la asistencia de la salud de los efectores contrasta con las decisiones del Ministerio de Salud y la Secretaría de Salud Mental, constituyendo una triste paradoja de demanda en aumento y recursos decrecientes.
La respuesta por parte del Ministerio de Salud al evidente crecimiento de solicitud de asistencia es profundizar el marasmo de recursos humanos producido por la pérdida de profesionales debido a jubilaciones, licencias médicas, dispensas y renuncias, soslayando, además, el incremento de la severidad de los cuadros, ligados a factores como la posibilidad de contagio, las secuelas propias de aquellos que han padecido la enfermedad, la muerte de familiares, la pérdida del empleo y la incertidumbre.
Quizás por esa razón, la Secretaría de Salud Mental no ha generado ni un solo dato estadístico sobre cómo se encuentra la población por la que debiera velar. Pero la realidad de Córdoba no es inmune al sufrimiento mundial y eso lo sabemos los trabajadores y los pacientes.
La conducta del Gobierno Provincial no es una repentización propia de circunstancias imprevistas, sino una actitud premeditada. El jueves 19 de marzo, mientras el gobernador Schiaretti estaba reunido en Buenos Aires con todos los gobernadores y el Presidente para definir el inicio del aislamiento social obligatorio, el ministro de salud Diego Cardozo verificaba de forma personal el cumplimiento de los trabajos de pintura en el Hospital Neuropsiquiátrico. Particularmente, aquel destinado a tapar todos los murales realizados por pacientes y comunidad que concurrían a los talleres de rehabilitación del hospital. Esos talleres han sido, con lógica programática, eliminados de las prestaciones. Las actividades artísticas/terapéuticas que en otros lugares se promueven y estimulan son también blanco de deliberada supresión.
Mientras, desde el discurso, las autoridades levantan las banderas de la defensa de la Ley de Salud Mental, por lo bajo, dirigen el tránsito de los pacientes desde los centros periféricos y los Servicios de Salud Mental de los Hospitales Generales, diezmados por la desinversión, hacia el Hospital Monovalente, al que, bajo el falaz pretexto de representar un sistema anacrónico y manicomial, han puesto de rodillas.
Muchos de los pacientes que asisten al HNP sufren graves padecimientos. Una particularidad de ellos es la falta de conciencia de su malestar, con baja adherencia a los tratamientos, frecuentes incumplimientos que llevan a reagudizaciones, recaídas e internaciones.
Nunca un Sistema de Salud debiera atizar el abandono de los tratamientos, en ninguna circunstancia. Más aún en los casos donde la conciencia de necesitarlo está disminuida por la patología. El Gobierno provincial lo hace a través de la dificultad en el acceso por una calamitosa disminución de profesionales. Los pacientes más afortunados podrán ser atendidos por un psiquiatra cada dos o tres meses, pero la mayoría se irá sin conseguir un turno. La expectativa es menos optimista en el resto de las disciplinas.
Las consecuencias están a la vista. En algunos casos, con hechos donde las crisis psiquiátricas han tomado dominio público y que agregan a los efectos de estos episodios la dolorosa estigmatización de las personas que lo sufren. Frente a los síntomas del abandono de los pacientes por parte del Estado, se podrá alegar cualquier cosa menos sorpresa.
Nuestras disciplinas no requieren mucho más que recursos humanos para el funcionamiento, pero no puede prescindir de ellos. La decisión de persistir en el debilitamiento de todo el sistema de salud mental en general y el HNP en particular es una conducta de alto riesgo. Una locura, se podría decir. Solo que cuando hay conciencia de la situación y de conocimiento de los posibles resultados, entonces, no es locura, es perversión.
*Por Gaston Vacchiani para La tinta / Imagen de portada: La tinta.