Deshojado, teatro de la vulnerabilidad

Deshojado, teatro de la vulnerabilidad
17 septiembre, 2021 por Redacción La tinta

Deshojado: “Unipersonal de un actor ciego” es una poética del tacto que le disputa al lenguaje teatral uno de sus canales principales, la visión. Ariel Astrada, el artista que habita, lo puto, lo disca, lo ciego, desnuda el capacitismo implícito del teatro y sus convenciones. Pone su cuerpo en escena, con un despliegue físico preciso, seguro y vulnerable, entre fluorescencias y sombras, sus ojos son sus manos y nos comparte un mundo que toca y tocamos al mundo con él.

Por Noe Gall para La tinta

“Si nos tocáramos más sin mirarnos tanto de reojo…”.

Volvimos al teatro presencial. Las salas se habilitaron con aforo reducido y la alegría del encuentro nos habita cada fin de semana en todas las salas de la ciudad. Hay una cartelera poderosa, variada y muy rica en sus producciones. Han macerado sus obras, sus ansias, sus detalles. La ausencia de cuerpos puso en evidencia cuánto extrañábamos el teatro y cuán necesario es para la vida. 

Hoy les invito a ver Deshojado: “Unipersonal de un actor ciego”, una obra de teatro denominada “unipersonal” porque hay un solo actor en escena. Sin embargo, sabemos que en esa escena hay muchos cuerpos, un equipo que hace funcionar la maquinaria teatral. Es la segunda vez que la veo, en el 2019, la convocamos para ser parte del Festival el Deleite de los Cuerpos, casi dos años después, pandemia mediante, la obra cambió porque el mundo cambió. 

La obra se presenta en el espacio teatral Blick, fui con mi burbuja teatral, María Grazia. Compramos unas cervezas, nos sentamos, reconocí algunos cuerpos a través de los barbijos y el tiempo, abrazos, ojos sonrientes, un cartel lumínico. Sala. La obra dispara múltiples líneas de llegada, de entrada y de salida, es infinita. Conversé con el actor y dramaturgo Ariel Astrada, y voy a recorrer la obra desde 3 ejes: la teatralidad, la corporalidad e identidad. Pondré a dialogar sus palabras con mis impresiones y ver si, entre l*s dos, les seducimos para verla y volver a verla.

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(Imagen: Nehuen Gonzales Montoro y Florencia Giavedoni)

Teatralidad. Deshojado pone en evidencia el dispositivo escénico y su capacitismo implícito. Desnuda al teatro y sus viejas convenciones, las da vueltas. Un cuerpo se exhibe para ser visto, él no nos puede ver, pero sí percibir, el feedback, el bucle de retroalimentación, que cualquier actor necesita para producir obra, no lo recibe desde nuestra gestualidad, necesitamos volvernos perceptibles, hacer lo que está prohibido en teatro, ruido. Se nos invita como espectadores a abandonar el simulacro solemne que impone la cuarta pared, la sala a oscuras, el ser testigos de un acontecimiento; para permitirnos reírnos, aplaudir, comentar, dialogar con él y también, por qué no, llorar un poco. Así, Ariel nos siente, percibe la escena, el ritmo. La escena se acomoda a la condición corporal y no al revés.

Entendiendo que el teatro es principalmente un arte que enseñan y aprenden personas videntes, que sus ejercicios, herramientas, lenguajes, son ante todo capacitistas, es decir, suponen un cuerpo no disca. ¿Cómo fue el trabajo con el equipo técnico para construir un dispositivo escénico no vidente en un arte que es para ser mostrado? ¿De qué estrategias escénicas se hicieron para construir el guion de acciones?

El proceso surgió en un living de una casa, que es justamente el tamaño que tiene la alfombra que está en escena, intentamos trasladar eso que sucedía allá al teatro y, tal cual, la alfombra funciona de espacio. Yo iba dejando las cosas a los costados de las paredes, a medida que transcurría escena tras escena iba hacia esos elementos y los iba articulando y poniendo en funcionamiento. Entonces, se pensó en hacer un espacio que representara el interior, que es la alfombra, el interior de este joven, la intimidad. Después hay un espacio que es el afuera, que es esa gran calle donde suceden un montón de cosas y que tiene que ver con el encuentro con el otro y su mirada.

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(Imagen: Nehuen Gonzales Montoro y Florencia Giavedoni)

La obra tiene un gran tratamiento visual y lumínico, con proyecciones, colores flúor, diseño de luces. ¿Cómo fue el proceso de pensar un diseño lumínico para un actor no vidente?, ¿qué mostrar, qué ocultar? 

Hay algo con el ver y no ver que está presente y que apoya la dramaturgia, por parte hay penumbras, hay escenas en la oscuridad, donde aparecen linternas, hay luz azul. El diseño lumínico es un laburo grupal, coordinado por la Marce, y ahora le dio una vuelta de rosca el Aldo Castillo, que lo emprolijó y acentuamos algunos efectos y ubicamos la iluminación en esa dicotomía del ver, no ver. ¿Qué se ve y qué no se ve? Por ejemplo, lo que sucede debajo de las sábanas, que no se ve, pero podés ver. Lo flúor fue muy loco porque es un aporte del escenógrafo, en base a la percepción de él en los primeros ensayos. En un principio, me dibujaba ojos en las manos, pero no se llegaban a ver, a partir de ahí que la escenografía tiene esos rebordes fluorescentes y el vestuario también de esa escena. Juega con el neón de los insectos de la noche, en eso nos inspiramos: en un insecto ciego, nocturno. Tiene un enfoque muy visual porque, más allá de que yo no vea, tampoco me olvido de mis 24 años viendo y que siempre fui una marica colorida y esa cosa coqueta, me gustaba el brillo, y yo en mi cabeza empecé a visualizar todas esas escenas, esas imágenes.

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(Imagen: Nehuen Gonzales Montoro y Florencia Giavedoni)

Ariel también es/fue Mercuria, una drag que bailaba en boliches gays de la ciudad y que en mi tierna juventud me he llegado a cruzar. Recuerdo una noche, en un boliche gay del abasto, haberla visto bailar Bad Romance de Lady Gaga y quedar completamente prendida por esa exquisita conjugación entre sonido, movimiento, gestualidad, vestuario. En deshojado, esa corporalidad drag está presente, es parte. 

¿Qué relación tiene con la poética que construís en deshojados? ¿Has usado elementos escénicos del mundo drag para la obra?

Yo fui drag hace añares, en el 2006, junto a la juancito y la lucas, empezamos a montarnos las tres juntas, primero fui drag y, luego, me llegó el teatro a la vida, y de ahí que le pude aportar otras cosas. Esto que te estoy hablando es del 2006 al 2010 que pierdo la vista, ahí dejo a la drag, pero en el camino me quedó todo un arsenal de vestuario y cosas que fui elaborando con el tiempo, por eso siempre estuve muy conectado con la estética y el diseño. Lo drag está presente, ese vestido azul es de la Mercuria. Y esto que me traés del show de Lady Gaga, usaba una capuchita muy parecida a una que uso ahora, en el momento del bicho, ya venía laburando esa imagen. De pronto, vi la posibilidad de bajar un poco de todo lo que soy yo en la obra.  El material orgánico del que salió la obra es un poco mi vida.

Sin dudas, uno de los elementos más cautivantes de la obra es el despliegue físico de los movimientos de Ariel, su precisión, su seguridad, y su vulnerabilidad. Actuar siempre implica un riesgo, un salto al vacío, colocarse ante la mirada del otr*. Si bien el teatro es un marco seguro, no deja de ser vertiginoso. Ariel habita el riesgo con un equilibrio mágico, muy lejos de las retóricas liberales del empoderamiento o del victimismo y la infantilización a la que muchas veces son arrojados los cuerpos discas. Ariel se para, habla, baila, nos seduce, nos hace reír, nos toca con las palabras, hace cuerpo, nos hace cuerpo, nos lleva de la mano a pasear por las vulnerabilidades y nos habla al oído sobre el amor, el deseo, la vida cotidiana, los sueños, los miedos, sin dejarnos caer al abismo.

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(Imagen: Nehuen Gonzales Montoro y Florencia Giavedoni)

Material orgánico, drag, cuerpo, Corporalidad. ¿Qué puede un cuerpo en escena? Más allá y más acá de la temática de la obra, del guion, del relato, lo que narra y nos comparte; hay un orden de lo sensible que aparece a través del hacer corporal, del movimiento, el despliegue del cuerpo en escena. Ese hacer produce obra, produce una poética y es allí donde me interesa detenerme. 

¿Cómo se construye una poética teatral no vidente con elementos videntes?

Mi abordaje del teatro, más allá de la ceguera, siempre fue el abordaje físico. Mi psicóloga me dice: “Vos Ariel sos kamikaze”. Hay algo del coraje que se ve también, no hay forma de que me quede quieto. La obra invita a identificarse con el otro, con el ojo ajeno que se pone sobre mí y toca lo sensible, que la persona que ve, se permita estar en un espacio de vulnerabilidad conmigo, acompañándome, sintiendo que mi soledad puede ser la soledad de ellos, que mis frustraciones también pueden ser las suyas; ¿Quién me va a querer así? O la ansiedad no me deja dormir. Nos empezamos a encontrar en esos puntos de contacto que tienen que ver con la vulnerabilidad. Y ahí está ese disca interior que nos permitimos mirar, que es ese monstruo que tanto miedo le tenemos y, pum, lo miramos de frente y ahí se moviliza la cosa. 

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(Imagen: Nehuen Gonzales Montoro y Florencia Giavedoni)

Por último, en la obra, se abordan diferentes tensiones entre las identidades políticas que habita: lo puto, lo disca, lo ciego, el artista. Sin embargo, en el mismo gesto en el que el actor se apropia de la identidad para nombrarla y posicionarse, la crítica, la destruye. Habla de ciertos lugares, corporalidades, vidas, desde un lugar irónico, hace empatizar al espectad*r, nos hacés entrar, nos reímos y luego, zaz, la realidad, la distancia, la violencia enunciada. 

¿Qué lugar ocupó en el proceso creativo la “identidad”? ¿Cómo se teatraliza? ¿Cuáles son sus elementos escénicos favoritos para teatralizar el puto, lo disca?

Tremenda la pregunta, por empezar, creo que el cuerpo político, al menos en mi caso, puede ser por muchas razones y se trató de vislumbrar eso, no solo soy ciego, también soy puto, artista independiente, vecino indignado, soy un joven de fiesta drogándome, ustedes que me creen santito, también me voy a la cama con un tipo que no conozco. Era muy importante para mí sacar a la gente de la idea preconcebida del típico ciego de telenovela. Que pudiesen hacer todas estas otras lecturas y, al mismo tiempo, decir somos cuerpos transgredidos. Somos los cuerpos políticos que ponemos en jaque lo establecido, no soy ni un ejemplo de vida ni una mierda. A mí también me duele como a vos, me afecta, le doy pelea y también me doy permiso de pasarla bien. A mí me dejaron de gritar puto, de cargar con muchos gritos de esos por semana a nada, eso fue muy loco.

“Si nos tocáramos más sin mirarnos tanto de reojo…”. Deshojados nos propone una poética del tacto, disputándole al lenguaje teatral uno de sus canales principales, la visión. Sus ojos son sus manos, nos comparte un mundo que toca y tocamos al mundo con él. Si bien nosotras como público, no lo estamos tocando, nos activa una memoria corporal, sensorial y afectiva de la piel. Teatro de la vulnerabilidad, poética del tacto, gramática de la piel. No dejen de ver Deshojados, una invitación a abrir no solo nuestras mentes, sino -sobre todo- nuestros cuerpos. Deshojado es un teatro que se siente.

Todos los viernes de septiembre a las 21 horas en Blick Espacio Teatral. Entre el 11 y 17 de octubre, estará en el Festival del Mercosur. 

Actuación, dramaturgia y Producción General: Ariel Astrada / Dirección: Marxela Etchichury / Producción Creativa e Iluminación: Aldo Castillo / Redes y Sonido: Agustina Oriana / Asistente técnica: Graciela Cogo / Escenografía: Andres Astudillo / Vestuario: Miriam Lesin – Dionila Palasí / FotografÍa: Florencia Giaverdoni- Nehuen Gonzalez Montoro / Diseño Gráfico: Marcos Peñéñory.

*Por Noe Gall para La tinta / Imagen de portada: Nehuen Gonzales Montoro y Florencia Giavedoni.

Palabras claves: Blick, cordoba, Teatro

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