Marcha contra el Gatillo Fácil: construir memoria colectiva

Marcha contra el Gatillo Fácil: construir memoria colectiva
27 agosto, 2021 por Redacción La tinta

Paola Guaiman y Delia Ledesma son integrantes de la Coordinadora de Familiares de Víctimas de Gatillo Fácil. En el marco de la 7° Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil, nos enseñan, desde sus barrios, cómo convertir la tristeza en una herramienta de transformación.

Por Talía Robino y Ana Medero para La tinta

“Comedor Pimpollo y sus amiguitos”, dice una pared en el barrio Ejército Argentino. En barrio Los Cortaderos, un merendero lleva el nombre “El gordo Raúl”. Ejército Argentino está en zona sur, pasando Ciudad Universitaria, exactamente detrás del Quality Espacio. Los Cortaderos se encuentra en zona norte, a 1 km y medio de la Universidad Siglo 21, a unos metros de la Avenida Spilimbergo.


De una punta a otra de la ciudad, hay un hilo que conecta historias de lucha, construcción comunitaria y ejercicio de memoria. Paola Guaiman y Delia Ledesma se conocen por integrar la Coordinadora de Familiares de Víctimas de Gatillo Fácil, y, este viernes 27 de agosto a las 17 horas, se volverán a encontrar en las calles para exigir, una vez más, justicia por sus hijos. 


En esta nota, nos cuentan desde sus casas (que también son merenderos y comedores) cómo convierten la tristeza y la bronca en una herramienta de transformación social, cómo tejen redes de solidaridad y se acompañan en un proceso que significa un antes y un después en sus vidas.

Estamos llegando a Ejército Argentino y Paola está en la puerta. Aunque el barbijo tape, se le puede ver una sonrisa en los ojos. “Odio estas escaleras”, rompe el hielo mientras subimos unos dos pisos hasta su casa. El barrio se divide en torre A, B y C. Nosotras estamos en la C. Nos sentamos y arranca, sin que le pregunte, a contar todo. El comedor, los chicos, el barrio. Le pregunto si la puedo grabar, “esperen que me visto”, responde con un salto. Tiene preparada una remera y un barbijo que dicen “Pimpollo y sus amigos, copa de leche y comedor”. Ahora, ya está lista.

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

En barrio Los Cortaderos, la Delia nos espera en la galería de su casa. Lleva puesta una remera con el rostro de su hijo, Raúl Ledesma. La fachada de su casa tiene escrito “Merendero El Gordo Raúl” en un mural de color azul y amarillo. Él era de boca.

“Nos solemos dar una mano con la mercadería de los merenderos. A veces, la Bel (miembro de La Minga) nos lleva y trae leche, cacao, fideos o lo que a una le haga falta. Andamos por todos lados y mirá que la Delia vive lejos!”, cuenta Paola. El sostén de los merenderos parece ser una red amplia, que cruza toda la ciudad.

Donde vive Paola, el paisaje es urbano, hay escaleras, edificios y el tránsito es el sonido de fondo. Cuando llegamos a lo de Delia, entendemos lo que dice Pao. Acá, el paisaje es más bajo, las calles de tierra, el viento sopla más fuerte y, antes de entrar al barrio, hay que cruzar un canal. Nos alejamos de la ciudad.

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

“Yo antes me la pasaba dentro de casa, mi vida eran mi hijos, el local y la casa. Cuando mataron a mi Pimpollo, empecé a salir a las calles, a conocer el barrio, a moverme”, dice Paola. “Ya ahora no es lo mismo, mi vida cambió un montón. Yo por él sigo, porque sé que él está a la par mía y me está acompañando en todo esto que estoy haciendo”, nos cuenta Delia. Aunque la distancia entre los barrios sea grande, comparten una experiencia que las toca muy de cerca: a sus hijos, la policía los mató por la espalda.

Brian “Pimpollo” Guaiman (16 años) fue asesinado en barrio Observatorio el 2 de mayo de 2015 con 5 tiros por la espalda, efectuados por el ex comisario Julio Roberto Pereyra. “El gordo” Raúl Ledesma (29 años) fue asesinado el 1 de enero de 2017 en barrio Los Cortaderos. Una mujer policía vestida de civil le disparó por la espalda.

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

Paola y Delia construyen memoria todos los días. Cada niñe que va a esos comedores sabe quiénes son y qué pasó con “El gordo Raúl” o el “Pimpollo”. Paola deja muy en claro que, a donde pueda, va a poner el nombre de su hijo, que por eso se llama así el comedor.

Le pregunto a cada una: ¿qué te motivó a armar el comedor/merendero?

“Y… la idea fue después de que me mataron a mi hijo. Antes de que me pase lo de Pimpollo, yo vivía en una burbuja dentro de mi casa, que era también el negocio. Todo era el negocio y mis hijos. Después de la muerte de Pimpollo, empecé a salir a las calles, a conocer gente, a conocer el barrio, a otras mamás, a ver que en otros barrios hay necesidad, mucha necesidad. Y así se me ocurrió, se me dio en la cabeza de ayudar”, responde Paola desde Ejército Argentino.

“Por él. Cuando mataron a Raúl, no quería salir. Pero, después, vino mi nieto y me empezó a decir que arme un merendero. El merendero lleva el nombre de él (Raúl), porque había sido su idea. Él siempre me decía que hiciera un comedor o una copa de leche para los viejitos y los chicos. Y ahora se dio, se le está cumpliendo el sueño a él”, contesta Delia en Los Cortaderos.

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

Paola y Delia saben lo que significa un comedor o merendero en sus barrios. Saben las necesidades que tienen los vecinos, porque también son las suyas. Y también, saben muy bien que lo que le ocurrió a sus hijos, le puede pasar a cualquier pibe del barrio. Por eso, los murales y sus rostros están en cada rincón. 

A unos metros de la casa de Delia y frente al kiosco del barrio, hay una gruta. “Ahí me lo mataron”, nos dice. La gruta está llena de frases, flores, fotos y obsequios. “Los chicos del kiosco suelen venir a limpiar y dejarlo lindo”, sostiene. La memoria de “El gordo Raúl” está más viva que nunca en cada vecine. Cuando volvemos, nos hace pasar a su casa. “Tengo que prender el fuego para hacer la merienda”, dice. Cuando pasamos, hay un horno de barro y unas ollas enormes que se ven como nuevas. Mientras ella les pone grasa por fuera para cuidarlas del hollín, nos cuenta que, con esas ollas, se alimentan 45 familias.

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

En Ejército Argentino, la Paola repite sin cansancio: “He visto muchos cambios de las criaturas acá y eso me da una satisfacción de ver que algo se logra. No quiero que venga un hijo de puta a hacer lo que hizo con mi hijo”. Al merendero de Paola, van 65 chicos. Ella sabe hasta la burbuja de la escuela que va cada uno y les insiste que estudien y “dejen de echar moco”. “¿Cómo te fue?”, le pregunta a uno, “re bien, me estudié todo”, le contesta corriendo. “Ese es Toreto”, me dice. Como el de Rápido y Furioso. Toreto está arriba de un auto de plástico atado a una soga que sostiene otro de los chicos. El juego consiste en girar en círculo con el auto lo más rápido que se pueda. Cuando uno se cae, cambia y va otro. “¿Ves? -señala Paola- Están todo el día acá, en esta calle, jugando. Antes, estaban echando moco, tirando piedras a los autos y la cana a cada rato. Yo prefiero que estén acá, jugando”. 

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(Imagen: Ana Medero para La tinta)

Delia y Paola resignifican su tristeza en un acto colectivo. Frente a la injusticia, una salida comunitaria. Sus barrios son sus trincheras y, desde allí, se plantan con firmeza. La memoria de “Pimpollo” y “El gordo Raúl” se defiende en las calles y en cada comedor.


7° Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil | Viernes 27 de agosto – 17 horas – Colón y General Paz (Córdoba).

*Por Talía Robino y Ana Medero para La tinta / Fotografías: Ana Medero para La tinta.

Palabras claves: Barrio Los Cortaderos, Coordinadora de Familiares de Víctimas de Gatillo Fácil, cordoba, gatillo fácil

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