La gestión menstrual en la agenda pública
Hablar de menstruar y personas menstruantes deja lentamente de ser tabú. Desde hace algunos años y a partir de los activismos menstruales, ingresó en la agenda pública, mediática y escolar. Hay varios proyectos de ley presentados. La demanda concreta es la sanción de una Ley Integral de Gestión Menstrual Sostenible y la planificación e implementación de políticas públicas que reparen la desigualdad actual en la accesibilidad, que contemple un enfoque ambiental y de género.
Por Redacción La tinta
Los activismos menstruales han crecido al ritmo de la potencia feminista de los últimos años. Bajo la consigna de “Menstruar es político”, se comenzó a hablar mucho más de menstruar, hablar sin prejuicios ni vergüenza, poner en jaque los comentarios machistas alrededor del “periodo”, volver visible una realidad que personas menstruantes viven mes a mes. Se habla de gestión menstrual desde una perspectiva sostenible y de personas menstruantes, porque no solo las mujeres menstrúan. Otras identidades también lo hacen, varones trans, no binaries o personas intersex. También hay mujeres que no menstrúan. Este nuevo paradigma se distancia del viejo modelo de higiene menstrual, que ubica el hecho de menstruar como algo sucio, que hay que limpiar, pero, sobre todo, disimular y mejor ocultar. Lo que trajo aparejado frases, silencios y prácticas violentas para quienes menstrúan. Desde los activismos insisten: hablamos de salud y de educación menstrual.
Conversamos con Eugenia Fernández, activista y educadora menstrual, e investigadora en Educación Sexual Integral (ESI). Vive en Villa María y hace 5 años, atravesada por sus vivencias personales y desde los feminismos, se encontró con la necesidad de concretar un cruce entre la educación menstrual y la ESI. Creó Útera de fuego, un proyecto desde donde activa talleres de educación menstrual y vende productos de gestión menstrual. Participa de los espacios colectivos Red de Circuladoras, Flor de Luna y Fogón Rojo. “Desde mi trayectoria como docente, entendí que era necesario incorporar como contenido de la ESI la perspectiva de la educación menstrual, que es muy diferente a cómo se viene trabajando históricamente”.
Hace unos años, el boom de la copita menstrual puso a circular otra información y conciencia ambiental como parte de los productos de gestión menstrual. Surgieron también muchos proyectos desde cooperativas y emprendimientos autogestivos que comenzaron a hacer toallas de tela reutilizables y generar círculos donde compartir información y vivencias. En Córdoba, existe el espacio autoconvocado Fogón Rojo, que se piensa desde las particularidades de cada territorio de la provincia. Y a nivel nacional, la Red de Circuladorxs y AMred (Activismos Menstruales en red) trabajan para concretar un cambio de paradigma que venga acompañado de la legislación y políticas públicas necesarias. Red que se conformó este año como parte de las actividades en el marco del 28 de mayo, Día Mundial de la Salud Menstrual, y frente a las necesidades de pensar y exigir a les legisladores que están activando estas propuestas de leyes que tengan en cuenta las diversas perspectivas y el enfoque integral desde el cual venimos trabajando.
Existen varios proyectos de ley presentados en la Cámara de Diputados y Senadores, algunos están más cerca que otros y hay comisiones trabajando con posibilidades cercanas. La ONG EcoHouse ha sistematizado los proyectos presentados hasta el momento, podés acceder al documento haciendo click aquí. Desde AMred, expresaron la necesidad de una ley creada desde la idea de sostenibilidad: “Va mucho más allá de lo sustentable. Crear políticas públicas sostenibles quiere decir que sean soportables en lo ecológico, viables en lo económico y equitativas en lo social”. Para ello, proponen la promoción de cooperativas y experiencias autogestivas de productos de gestión menstrual reutilizables, así como una real accesibilidad a los productos de gestión menstrual, entre otras propuestas concretas.
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Los productos de gestión menstrual son una necesidad básica, no se puede elegir no usarlos y, en muchos casos, tampoco se puede decidir qué tipo de productos usar por los costos o por la falta de oferta e información. Eso también configura formas de desigualdad. “De las 10 millones de mujeres en edad menstrual de Argentina, generan 132 toneladas de residuos no reciclables ni biodegradables por año. En el país, se tiran anualmente 3.380 millones de unidades entre toallas y tampones descartables. Las toallas descartables tardan entre 500 y 800 años en degradarse. Las 10.140 toneladas de pasta fluff que se utilizan en argentina para la producción anual de toallitas y tampones generan desmonte de selva nativa”, según datos que han sido publicados por AMred.
“La necesidad de una ley integral implica no solo pensarla desde la mirada de la salud, sino incluir la perspectiva de género, de derechos, económica y ambiental. La desigualdad no es solo en términos de lo personal y el acceso, sino también en relación a las condiciones en las que se menstrúa. Pensar desde la interseccionalidad estas temáticas nos permite realmente pensar en una integralidad completa y no a medias. Con políticas públicas que se adecuen a cada territorio para ver transformaciones reales y significativas”, detalla Fernández.
Cambiar la perspectiva también implicó visibilizar un modelo histórico de prácticas al momento de menstruar, es necesario hablar del impacto que tiene en los cuerpos de las personas menstruantes el uso prolongado de productos descartables, faltan investigaciones y sobran publicidades y marketing. En los años 90, cuando aún estábamos lejos de la ESI como la conocemos hoy, como ley y desde una perspectiva integral, en muchas escuelas, los talleres de educación sexual estaban a cargo de las empresas que vendían las “toallitas femeninas” o “higiénicas”. De eso venimos y hay que decirlo. “El negocio de los descartables le cierra a las grandes empresas que, de hecho, son muy pocas en nuestro país, tienen el monopolio de la venta de los productos descartables menstruales y además son las mismas que te venden el analgésico o el ‘remedio’ para curar lo que los mismos descartables pueden generar. Un sistema que promueve el uso y tírelo, expresión del modelo capitalista. Me interesa remarcar que cuando decimos ‘una persona consume’ es más que nada para graficar y no para pensarlo en términos de responsabilidades individuales, porque entendemos que esto es parte de la maquinaria. Se están exigiendo investigaciones que revelen información de manera seria y sistemática”, explicó la educadora menstrual.
La pandemia no paró el trabajo de los activismos menstruales y se consolidaron como Red de circuladoras a nivel nacional. “Trabajamos para la generación e implementación de políticas públicas de gestión menstrual sostenible. A principios de este año, comenzamos con la experiencia de trabajo junto al gobierno de San Luis, acompañando la implementación de la política pública”, cuenta la entrevistada.
La ESI y la educación menstrual
La Educación Sexual Integral ha sido revolucionaria en las formas de avanzar hacia nuevos horizontes en las escuelas. Eugenia, desde su experiencia como educadora menstrual, nos cuenta que es necesario trabajar la anatomía del cuerpo desde una perspectiva decolonial y de derechos, y atravesada por las emociones. “Lo que nos pasa en un cuerpo no es solo físico, sino que también es político y afectivo. Hablar de menstruación en la escuela ya no es hablar del aparato reproductor femenino, sino es pensarlo mucho más amplia, por eso la importancia del cruce desde la educación menstrual integral. Para hablar con las infancias cuando comienzan con sus primeros sangrados, sin caer en las típicas fórmulas ‘Ya sos señorita’, ‘Ahora podés quedar embarazada’ o la vergüenza que trae en muchas niñas o niños trans. Para desarmar ese entramado que ha dañado a muchas generaciones, es que estamos trabajando. No solo desde la escuela, sino también desde los Centros de Salud para que brinden información integral sobre la ciclicidad menstrual, no solamente vinculando a la menstruación como el hecho físico y anatómico o desde la anticoncepción. Sino desde el ciclo menstrual ovárico como un proceso holístico, que tiene que ver con nuestras hormonas y que es información necesaria”, precisa la educadora.
Para ella y desde su transitar las escuelas, es necesaria y urgente “una educación menstrual integral, es una puerta a construir procesos más amorosos, que permitan agenciar a infancias y adolescencias; y se propone recuperar la autonomía de nuestros cuerpos y la autogestión de nuestra salud. Que rompa con el disciplinamiento de nuestros cuerpos, en un sistema que nos quiere hiper-productivxs, lineales y no cíclicxs. Y que, sobre todo, habilite espacios de construcción de saberes para elegir cómo queremos gestionar nuestro sangrado, teniendo información completa, sensible y de calidad sobre cada alternativa. Promoviendo que las escuelas sean espacios seguros y amigables para ciclar”.
Desde Flor de Luna, uno de los espacios colectivos en los que participa Eugenia, están trabajando en una propuesta de material didáctico-pedagógico para compartir en escuelas y espacios educativos, a partir de ganar una convocatoria del Ministerio de Salud de la Nación y la Dirección Nacional de Juventud, que les permitirá trabajar en ello. Y para quienes estén interesades en participar de espacios de formación en educación menstrual, pueden contactar y acercarse a estas propuestas: “Teñir la ESI de rojo menstrual”, espacio coordinado desde Útera de fuego y Proyecto Marea Roja, y “Migrar hacia la Educación Menstrual” de Educación Menstrual Lunática.
*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Útera de fuego.