Marihuana: sobre lo político, lo ético y lo económico en la historia
Si los Estados no se responsabilizan de sus pueblos, el narcotráfico regula la demanda insatisfecha. El Estado debe responsabilizarse del acceso al Cannabis y a la información necesaria para el consumo del mismo, en pos de garantizar la salud pública. Es así que la reducción de daños es un eje fundamental, entendiendo al mismo como el conjunto de políticas, programas e intervenciones destinadas a minimizar las consecuencias adversas del consumo.
Por Linneo (*) para La tinta
De la palabra, como irrupción en el orden natural, la ley. Ley que no permite sin antes prohibir. Entre la autonomía y la heteronomía de las sociedades, la manipulatoria mediación, el cínico gesto de las migas. La historia nunca fue lineal, mucho menos durante el siglo XX para la historia del Cannabis. Sin inicio y sin final, la historia se ata y se desata insistentemente -o mejor dicho, los pueblos la atan y la desatan insistentemente en pos de-.
De la palabra, como quiebre en el caos cotidiano, el sentido. Sentires, decires, motivos irracionales e irascibles, el odio como motor incuestionable. Discursos, intereses y conflictos inervan la vida de lxs sujetxs, sus cuerpos, sus horas. No por nada, sino por algo, en el siglo XX fue condenado el Cannabis. Pero claro, aunque suene redundante, no era a esta planta lo que buscaban condenar, era al pueblo que con ella pasaba y pasa sus días. Esa planta, bautizada por Carlos Linneo como Cannabis sativa y por la gente como marihuana (entre otras formas de nombrarla), aún hoy, en el siglo XXI, sigue siendo prohibida en la mayor parte del mundo.
El ejercicio del poder recaía -y recae- contra los pueblos que resisten cultivando. La marihuana como la diferencia, como la excusa perfecta para justificar el odio, el racismo y la xenofobia contra lxs latinxs y lxs negrxs. La revolución de lxs hermanxs mexicanxs en el 1910 en las narices del imperio yankee desató la ira, ira que luego intentaría anudar la mortificación de sus posiciones acomodadas para instituirlas, revalidarlas y satisfacerlas. En 1913, llegó la primera sentencia que dio lugar a la ola de un prohibicionismo que justifica el castigo hacia los usuarixs cannábicos hasta el día de hoy.
Contra la mortificación de la cultura el Cannabis creció. La cultura del Cannabis continúa creciendo como la cultura de la vida, de la resistencia, de la autonomía, de la salud, de la emancipación.
Sin embargo, no por ser latinxs no somos xenófobxs. En Argentina, el odio hacia personas nativas de otros países, más precisamente, hacia personas no nacidas en su país ni en Europa o Estados Unidos, es palpable en la vida cotidiana. Sobre lxs paraguayxs, particularmente, recae una discriminación profunda y en el mundo del cannabis no es la excepción. Tal es así que no es inocente designar a la mala marihuana (tomándonos un enorme atrevimiento al llamarla así) como “paragua” o “paraguayo”.
A pesar de los infinitos sentidos marginales que operan sobre Paraguay, este país nunca dejó de ser resistencia contra la prohibición. ¿Los modos? Sumamente cuestionables. ¿Los responsables? El Estado. Donde el Estado estuvo ausente, el narcotráfico se hizo presente. Siempre fue así, la historia lo demuestra.
Dejando de lado por un momento el cómo, el quiénes y el por qué, es indudable que Paraguay es uno de los mayores productores mundiales de cannabis, el segundo en Latinoamérica después de México. Paraguay se convirtió en la principal fuente de cannabis para Brasil, Argentina, Uruguay y Chile, y produjo 5.900 toneladas métricas por año según un informe de 2008. Si esto se produjo es por un hecho innegable: nuestras sociedades buscan el acceso al Cannabis. Tal es así que, si los Estados no se responsabilizan de sus pueblos, el narcotráfico regula la demanda insatisfecha. De esta forma, el Cannabis se fue transformando en algo que no era, en el llamado “prensado”, totalmente nocivo para todxs. Donde el Estado no garantiza la salud, el narcotráfico garantiza la enfermedad. El caso de Uruguay no es sino ejemplo de un Estado que se hace cargo de una problemática que atraviesa a su pueblo. La exportación ilegal de marihuana en Paraguay atrae pandillas y violencia. Este país es una potencia mundial de la Marihuana, ya que produce el 9% del suministro mundial. Lamentablemente, en la actualidad, debido a la ausencia de un Estado que garantice Derechos Humanos y promueva la Salud Integral de la población, casi toda la marihuana cultivada en Paraguay se exporta al mercado negro internacional de una forma totalmente maligna.
Prohibida o no, la Marihuana es una realidad y es tarea del Estado garantizar el acceso seguro a la misma y a sus derivados en pos de promover la salud y la libertad a través de la Educación.
Es indispensable que lxs usuarixs Cannábicxs sepan qué están consumiendo y cuáles son sus efectos. La educación no se reduce a la información, sino que implica la apropiación crítica del conocimiento en razón de la articulación práctica y subjetiva de la misma. Tal es así, que el rol del Estado no puede quedar relegado a la legalización y/o despenalización, este debe garantizar mucho más que eso. El Estado debe responsabilizarse del acceso al Cannabis y a la información necesaria para el consumo del Cannabis en pos de garantizar la salud pública. Es así que la reducción de daños es el eje fundamental en todo consumo y no solo del Cannabis; entendiendo a la misma como el conjunto de políticas, programas e intervenciones destinadas a minimizar las consecuencias adversas del consumo.
Se brinda así la posibilidad de elegir qué y cómo consumir sabiendo el porqué. La reducción de daños no pone en juego sólo una función de minimización contraponiéndose a la prohibición, la reducción de daños implica una toma de conciencia en el consumo que permite, mediante la responsabilidad del Estado, la responsabilización de los actos del sujeto a través del conocimiento. No se trata de criminalizar ni de buscar eliminar una realidad, sino de visibilizar y acompañar respetando el derecho a la libertad individual.
Un Estado que promueve la reducción de daños es un Estado que se hace cargo de una realidad sin negarla, sin renegarla, sin discriminarla; que educa y que no castiga; que acompaña y que garantiza la salud en un sentido integral -biopsicosocial-; que visibiliza en lugar de ocultar una problemática; que se hace presente y que no abandona; que no se lava las manos.
Debemos tener en cuenta que la reducción de daños no puede terminar en el acceso a la información en relación a los efectos y a los modos de consumo; la misma no debe perder de vista el acceso a las sustancias, ya que el mismo, en el mercado negro, es sumamente riesgoso. El contacto con variedades de sustancias, en ciertos casos malignas, muchas veces está relacionado, no al consumo de Marihuana, sino a los avatares que se dan para llegar a la misma. Es mediante este camino, y no mediante la famosa “puerta hacia las otras drogas”, que puede ingresarse al consumo de diversas sustancias nocivas: el dealer (el transa) ofrece.
Entrar en el mundo del narcotráfico es un daño que puede llegar a ser irreparable. Sabemos, como hemos visto antes, el peligro que este mercado negro conlleva. Es en este sentido que el Estado debe hacerse presente evitando estos posibles riesgos y daños garantizando el acceso seguro al Cannabis considerando que esto no sólo es un beneficio para lxs consumidores de marihuana, sino también para el propio Estado que, a través del desarrollo de la industria cannábica, tiene la posibilidad de generar ganancias y miles de puestos de trabajo. Y sabemos bien, el trabajo es salud.
Se torna fundamental considerar, luego de lo elaborado, los factores políticos, éticos y económicos entramados en lógicas de poder que responden a determinados sectores y que inciden tanto en las políticas públicas como en las privadas. No podemos alienarnos.
Debemos seguir luchando, por nuestros derechos y por nuestra salud, en comunidad; para poder seguir incidiendo en esas políticas, para poder seguir exigiendo a los Estados el acceso seguro al Cannabis -sin la irrisoria distinción entre lo medicinal y lo recreativo, ya que este es siempre terapéutico y emancipatorio-, para poder seguir logrando avances en términos concretos -que no se estanquen en promesas absurdas que son palmadas simbólicas que no resuelven-, para poder seguir logrando avances científicos, políticos, comunitarios, económicos -laborales-, es decir, humanitarios.
En este sentido, aún con sus carencias, la nueva reglamentación de la ley 27.350 (para la investigación médica y cientÍfica del uso medicinal de la planta de cannabis y sus derivados) en Argentina marca un precedente, un nuevo nudo en la historia cannábica, en la lucha por los derechos humanos y la liberación en Nuestramérica.
* Por Linneo para La tinta. Linneo Argentina es un cultivo comunitario de la ciudad de Rosario.