¿Menopausia o plenopausia?

¿Menopausia o plenopausia?
17 junio, 2021 por Redacción La tinta

En un sistema que fragmenta nuestro ser, el autoconocimiento es rebeldía. Descolonizar y despatriarcalizar nuestra mirada implica ubicarnos desde los propios cuerpos y memorias, haciendo un camino de autoconciencia que abre márgenes de libertad para decidir. Hoy, nos preguntamos por la plenopausia/menopausia, ¿qué pasa en nuestros cuerpos en ese periodo? ¿Por qué pesa un estigma o silencio tan fuerte? ¿Qué estrategias nos damos para sentirnos mejor?

Por Redacción La tinta

Hay una idea muy extendida que nos describe como seres más bien estáticos. Sin embargo, durante toda nuestra vida, mutamos y, cuando hacemos el movimiento de parar la pelota y concentrarnos en el sentir, notamos las transformaciones de nuestros cuerpos, que nos arrullan o nos arrollan. Cuando pensamos en cambios, es difícil no hacer foco en la niñez, las adolescencias y juventudes. ¿Qué pasa después? ¿Qué nos pasa a las mujeres y personas menstruantes en la vida adulta?

En las sociedades urbanas capitalistas de occidente, la relación social asimétrica llamada adultocentrismo se espeja, paradójicamente, con el silencio sobre los cambios experimentados post-40. En nuestros cuerpos-territorios, esas transformaciones se nos van de foco hasta el punto de volverse invisibles (salvo que aparezca el factor “enfermedad”). La adultez se quiere, piensa y legitima productiva y potente. El tiempo se configura alrededor del “aprovechamiento” para ser un engranaje, para llegar a metas, para conseguir cosas, para lograr éxitos.

Mientras tanto, los cuerpos cambian, pero de eso se habla poco. Menos aún si se trata de momentos particulares relacionados comúnmente al envejecimiento. La concepción hegemónica de las ancianidades está lejos de visualizarlas como sabias y como el corazón de las comunidades. En el mundo del dinero, envejecer significa no servir, estar cada vez más cerca del descarte.

Aparecen conductas como esconder las canas, las arrugas, retocar los cuerpos, los rostros. Se popularizan filtros para fotografías que nos alisan y “embellecen”. Más allá de las elecciones, absolutamente personales y no juzgables, la nostalgia de la juventud eterna opera marcando que la adultez no tiene nada que ver con lo deseable, interesante y exitoso.

“Los cambios de la edad se van produciendo muy lentamente, a partir de los 30, comienza a envejecer el cuerpo”, dice Silvia de barrio Campo de la Ribera, en la ciudad de Córdoba. “Se va asumiendo de a poco cada arruga, no hay crema que las borre. Psicológicamente, es como que se desea la energía que ya se perdió porque la libertad es muy plena en esta etapa, pero nos encontramos con los achaques de la edad y que nuestro cuerpo no responde a lo que está pidiendo la mente, no coordinan”.

¿Qué pensamos cuando decimos menopausia? ¿Qué cargas existen sobre este concepto? ¿Qué es la plenopausia? Vamos por partes.

“En un principio, fueron los calores y las dudas de cuánto tiempo durarán. El desconocimiento de lo que iba a pasar con mi cuerpo, con mi parte psicológica. Me encontraba con una pequeña menstruación cada dos o tres meses, sin tener noción de cuándo volvería a suceder. Tuve dolores muy fuertes en el abdomen, que había tenido alguna vez cuando menstruaba, similares a contracciones”, sigue Silvia.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

A partir de los 40 años, la mayoría de personas menstruantes empiezan a convivir con signos del climaterio, muchas veces con desconocimiento de lo que sucede. El climaterio es la etapa vital que abarca el proceso de tránsito desde la perimenopausia, donde se dan los primeros signos de cambios hormonales, hasta lo que dieron en llamar menopausia, es decir, el periodo en que la persona deja de menstruar durante doce meses consecutivos.

En la menopausia se pone en pausa el momento relacionado a la reproducción. “Comencé el proceso a los 53 años”, dice la Tere desde Cosquín. “Al principio, cuando empecé a menstruar irregular, me pasó de todo. Desde pensar que estaba embarazada, fantasear con eso, sentir que quería y luego, al darme cuenta de que era el principio de la menopausia, tristeza por dejar atrás la etapa de fecundidad (lo mismo me pasó al jubilarme, al dejar atrás la etapa productiva)”.

La menopausia es atravesada con un duelo en torno a la maternidad, el mandato mayúsculo que pesa sobre el cuerpo de las mujeres y personas con capacidad de gestar. Ahora bien, ¿qué sucede en el embarazo? Está tan sobrevaluado en nuestra cultura, imaginado por lo general como un momento de plenitud, que no se cuestiona cómo se sienten las personas que lo transitan y los cambios que experimentan. Sería muy extraño pensarlo como un proceso patologizado, como muchas veces se considera a la menopausia. 

Más allá de las líneas que podemos trazar en común, la menopausia, como todos los procesos, se vive de diferentes formas según cada cuerpo, historia y experiencia. La Tere nos contaba que ella no sintió los cambios hormonales que otras personas cuentan. “Murió uno de mis hijos y ya mi menopausia pasó desapercibida. El año pasado, comencé a tener sofocos nocturnos y le conté a la homeópata. Me preguntó si había vivido alguna situación particular cuando empecé mi menopausia y le conté. Me dijo que ya había escuchado de varias pacientes que habían tenido síntomas tardíos, muchos años después, cuando habían vivido alguna situación que no les había permitido sentir o vivenciar a pleno sus cambios”, explica.

Otras vencen el silencio, estrategia patriarcal que dificulta el acuerpamiento, hace que no compartamos lo que vivimos. Mari de barrio 12 de Julio, en la ciudad de Córdoba, señala: “Tengo 49 años y, hace aproximadamente un año, comencé con los cambios. Tengo sofocones, irregularidades, cambio de temperamentos, momentos de extrema fragilidad sentimental. Cuando esto comenzó a ocurrir, tuve la suerte de tener cerca a Ana, una compañera que es mi contención y acompañamiento de la etapa que hay que resignar y despedir con amor”.

¿Por qué pensar en Plenopausia?

En otras culturas, este período representa una renovación de la energía, de la vida y de las oportunidades. Nuestros pueblos ancestrales lo relacionan con la sabiduría, con quienes ocupan un lugar de importancia y respeto en la comunidad. En algunas culturas, son las chamanas, comadronas, parteras, quienes formaban parte del “consejo de las mujeres” o quienes acompañan a otres en sus comunidades.

Actualmente, existe una disputa de sentidos en torno a la menopausia, resignificando el concepto para salir del lente estigmatizador y entender de otras maneras este momento. La plenopausia nos anima a pasar de un proceso de angustia, malestar, soledad, a un momento de esplendor, de colectivizar la sabiduría y la experiencia, de compartir nuestras andanzas y poder disfrutar de nosotres mismes. Puede ser un buen momento de silencio y algo de quietud, para sanar, (re)conocernos en los cambios, abrazar lo que vamos siendo y reaprender a cuidarnos.

“En mi caso, tuve una mezcla de sentimientos, algo se iba retirando, pero algo empezaba a llegar”, cuenta Cristina. “En esa etapa, tuve muchas experiencias; mis hijes se habían ido a organizar sus vidas, situación que me resultó positiva, laboralmente me quedó claro que, cuando tuviera 60 años, quería jubilarme. Todo eso me generó una situación muy agradable, solté miles de cosas que aún sentía como mi responsabilidad. Así que me encanta el concepto de plenopausia. Comencé a incursionar en otras actividades (…) moviéndome a puro deseo”.

¿Qué podemos hacer con lo que sentimos?

Los cambios que se experimentan están relacionados con la ausencia de estrógenos, que modifica la manera en que se comporta el cuerpo y, por eso, aparecen los signos característicos de la menopausia: cambios fisiológicos como aumento de peso, estreñimiento, pérdida de interés sexual; cambios psicológicos, como nerviosismo, ansiedad; sofocos y sudoraciones nocturnas; dolores de cabeza, vértigos, sensación de mareo e inestabilidad; sensación de adormecimiento y hormigueo en las extremidades.

A su vez, a medio y largo plazo, en el periodo de postmenopausia, pueden aparecer problemas de salud derivados también de la ausencia de estrógenos:

—La disminución de lubricación de la vagina y la vulva, que puede ocasionar molestias al orinar y en las relaciones sexuales con penetración. Puede tratarse con una adecuada lubricación vaginal y también con estrógenos locales en pequeñas concentraciones.

—Los huesos van perdiendo calcio con la edad. Los estrógenos son importantes en la formación del hueso y, cuando desaparecen, la pérdida de densidad ósea es brusca. Para evitarlo, es conveniente aumentar el calcio de la dieta, hacer ejercicios y, quienes quieran, tomar suplementos de vitaminas D y K que ayudan a absorber y fijar el calcio en los huesos. Las grasas saturadas, que están en el queso, la leche entera, la carne, los huevos, son la materia prima de las hormonas sexuales. Pero si el ovario ya no produce esas hormonas, esas grasas se acumulan en las arterias, pudiendo traer complicaciones cardiovasculares.

Es bueno aportar a los cuerpos, en la medida de lo posible, grasas insaturadas o poli-insaturadas, que se encuentran en el aceite de oliva o las semillas como el sésamo, o los ácidos grasos Omega 3, presentes en los pescados azules. 

—Los estrógenos protegen de los problemas cardiovasculares, por lo tanto, tras la menopausia, sería recomendable controlar el colesterol y la tensión arterial. Además, el ejercicio (no importa cuándo lo leas) es importante para los músculos, para la oxigenación de la sangre y es una terapia mental fantástica. Se recomienda caminar más de una hora (de corrido) al día. Así se aumentan las células que refuerzan nuestro metabolismo óseo.

La medicina occidental propone hacer terapia de reemplazo hormonal, sin embargo, hay muchos tratamientos naturales que pueden contribuir favorablemente a aliviar algunos malestares. Las más significativas son el lúpulo, la salvia y, muy especialmente, las isoflavonas de la soja.

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(Imagen: A/D)

—Lúpulo (Humulus lupulus): Se utiliza pulverizada en infusiones, en extracto fluido o seco, y en la tintura. Ayuda principalmente para la ansiedad, el insomnio, el nerviosismo y los sofocos. 

—Salvia (Salvia officinalis): El aceite esencial presenta una acción estrogénica, antiséptica, eupéptica y antisudoral. El uso de esta planta está recomendado en molestias gástricas e intestinales, y sudoración. Se usa pulverizada, en infusiones o decocciones, en extracto fluido o seco, tinturas y aceite esencial. Si se utiliza en este formato, no se recomienda su uso durante un período prolongado o a grandes dosis debido a su posible neurotoxicidad.

—Isoflavonas de la soja y del trébol rojo: La suplementación de la dieta con soja (35 g de isoflavonas administrados en dos tomas) sería eficaz para la disminución de los sofocos. Además, se relaciona con un menor riesgo de presentar enfermedad cardiovascular y cánceres como el de mama, endometrio, colon y próstata. Algunos trabajos también muestran un efecto beneficioso de la soja sobre los huesos.

“Si bien una presume que puede estar transitando este momento, todo es nuevo y, de repente, aparecen algunos sentimientos nuevos. Allí es que, en el diálogo con otres, asumís la normalidad de esos momentos. Comenzamos a descubrirnos con otres que están en esa instancia o ya la pasaron. Charlar y compartir también es una forma de asumirlo y caminarlo”, concluye Mari.

Los conocimientos y ponerle palabras a lo que nos pasa son herramientas para decidir sobre nuestra salud y cuidados, con cada vez más márgenes de autonomía. En ese camino estamos.

*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: A/D.

Palabras claves: educación sexual, feminismo, Géneros y Diversidad

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