Es la economía popular, estúpido
Por Diego Bartalotta para Tercer Cordón
Frente a la descomposición del entramado social y la destrucción del empleo, los trabajadores y trabajadoras de la Economía Social y Popular en Argentina dieron inicio, en cambio, a un proceso de recomposición de los lazos sociales y de reconfiguración del mundo del trabajo con un impulso desde abajo, más concretamente desde el subsuelo de la patria. Con el fracaso consumado de las políticas económicas impuestas desde los centros de poder, desde el subsuelo de la patria, se ha gestado una lógica alternativa, parida por las y los de abajo, revalorizando lo comunitario y constituyendo una salida en los territorios atravesados por el mercado de consumo capitalista.
Esa necesidad imparable de decir “acá estamos y no nos conformamos ante el escenario de exclusión y marginalidad” se tradujo en la construcción de un paradigma económico que viene a romper con la lógica de acumulación y su lema: No es la economía. Es la Economía Popular, estúpido.
Este sector viene constituyéndose desde los márgenes, por fuera del mercado laboral formal, para garantizar el acceso a una fuente de trabajo genuina y digna, poniendo en discusión las formas de producción, de comercialización y de consumo. Resulta ser, además, que, actualmente, más del 30% del trabajo urbano en Argentina se realiza en unidades productivas de la economía popular y es por este motivo que representa un sector social con gran potencial para el desarrollo económico de las comunidades en particular y de nuestro país en general.
Es resaltar la economía con función social, que pone en el centro a las personas, potencia sus capacidades y se orienta a resolver necesidades, y deriva en el desarrollo social y sostenible de las comunidades como respuesta a la problemática de la pobreza y las desigualdades.
Para comprender de forma más exhaustiva la magnitud y el espíritu de la economía popular, resulta importante retomar el contexto del desarrollo de esta alternativa de subsistencia para las y los trabajadores excluidos del mercado de trabajo formal. El aparato productivo, aquel andamiaje, ducto de ascenso social, comenzó a ser desmantelado en los 70 con la última dictadura militar, para su posterior profundización durante los sucesivos gobiernos neoliberales con sus políticas de endeudamiento, exclusión, desocupación y flexibilización laboral, en los 90 con Menem y en el 2000–2001 con De La Rúa, y entre 2015 y 2019 con Macri.
Tiene lugar en este contexto la organización de un nuevo protagonista social y político: los desocupados, quienes, frente a la incapacidad del mercado de integrarlos mediante la previsión de un trabajo digno, dan surgimiento a una economía alternativa en la cual los programas sociales de asistencia por parte del Estado terminan convirtiéndose al trabajo y dando paso a la conformación de unidades productivas individuales o colectivas. Frente a la lógica de exclusión impuesta por el sistema capitalista, se forja desde abajo una propuesta de integración, recomposición de las redes sociales y revalorización de lo comunitario. Tal ha sido el crecimiento de este sector, que entre las unidades económicas de la economía popular se encuentran, además, las empresas recuperadas, talleres familiares, agricultura familiar, unidades de servicios comunitarios, emprendimientos familiares, vendedores ambulantes, trabajadores y trabajadoras por cuenta propia, quienes desarrollan trabajo en casas particulares y tareas de cuidado en el hogar. Aquí, un primer dato que muchos intentan ocultar: prima la trama solidaria, la red, esa malla que supimos tejer en buena parte del siglo pasado y que nos cascotearon con meritocracia, afiches de la Universidad de Palermo donde un estudiante corría por arriba de las cabezas de sus pares para llegar antes…
Algo ha cambiado y pasaron cosas
La macro la conocemos, el estado de situación también, entonces, ¿ahora qué?
La patria es el barrio, dicen; en Avellaneda, la economía popular cuenta con gran potencialidad que aporta al desarrollo de nuestra ciudad. Según datos que relevamos desde el Consejo de Economía Social y Popular, actualmente, el 56% de las y los trabajadores de la economía popular en nuestro distrito se dedica a la producción. En esta rama de actividad, se destacan el rubro textil y de artesanías (indumentaria, marroquinería, fabricación de calzado, accesorios, artesanías en madera y piedra); la producción de alimentos (panadería, comidas típicas, comida rápida, mermeladas y conservas, hortalizas, embutidos, frutas y productos de granja); y la producción de bienes e insumos. Por otra parte, un 24% de las y los trabajadores se dedican principalmente a la comercialización de bienes no alimentarios (textil, maquinaria, joyerías, manualidades, jabones y aceites, esencias); y de insumos agropecuarios, almacén o provisión de alimentos; como asimismo de fraccionamiento, envasado y venta de productos (alimenticios, de limpieza y de perfumería). Mientras que más del 20% brinda servicios de mantenimiento y construcción; servicios personales; y otros. Cabe aclarar, además, que más del 70% de las unidades productivas, talleres familiares o emprendimientos individuales de Avellaneda son coordinados por mujeres. En este sentido, el desarrollo del Registro Municipal de la Economía Popular nos permite dar pasos concretos en institucionalizar aquello que a muchos les sirve que siga en una zona gris oscura.
Desde la Municipalidad de Avellaneda, diseñamos políticas públicas situadas en la economía social y popular con el objetivo de promover, fortalecer y acompañar a las diferentes unidades productivas en este proceso de reconfiguración permanente del mundo del trabajo y, sobre todo, en el contexto de pandemia por el que estamos atravesando. Es en este marco que la construcción de empoderamiento y autonomía desde una propuesta alternativa de producción, comercialización y consumo diferentes cobra relevancia estratégica.
Logramos establecer más de 50 espacios de comercialización con las Ferias Itinerantes de Productos Esenciales y las Ferias Textiles de la Economía Popular que recorren los barrios del distrito para que todos los vecinos y vecinas tengan acceso a diferentes productos con una lógica de precio justo. Por otra parte, el Catálogo Digital de la Economía Social y Popular apunta a fortalecer las capacidades comerciales de los trabajadores de la economía popular local, promocionar y dar a conocer los productos y servicios que se brindan en nuestra ciudad; mientras que el Programa Fortalecer constituye una herramienta para la formación y capacitación de la Economía Popular mediante cursos y talleres virtuales con el objetivo de fortalecer y acompañar el desarrollo de los proyectos de este sector.
Para el crecimiento de las unidades productivas de la Economía Popular, resulta fundamental articular desde el Estado políticas públicas integrales que sean desarrolladas comprendiendo la centralidad de este sector alternativo de la economía que continúa proyectándose desde los márgenes, haciéndose un lugar desde abajo, tejiendo redes, poniendo en valor lo comunitario y renovando la esperanza de contar con una oportunidad, de acceder y/o recuperar derechos sociales y laborales que el sistema de exclusión le viene negando a las y los vulnerables de esta patria, pero que, sin embargo, en lugar de bajar los brazos y rendirse frente a la adversidad de un mundo para pocos, optan en cambio por reconfigurarse en impulsores y actores protagonistas de una lógica económica diferente.
*Por Diego Bartalotta para Tercer Cordón / Imagen de portada: Tercer Cordón.